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con AMBAR VIAJES
diario reelaborado a partir de notas desde Febrero de 2013 a Abril de 2014
La salida comenzó una calurosa mañana del tres de octubre, me costaba sofocar el mucho calor que me provocaban los preparativos del equipaje pero al final terminamos carreteando los equipajes, por calles paralelas, desde casa a la estación, pocos minutos de espera y primera etapa resuelta hasta Santa Justa. Llegamos con más de una hora de antelación a la partida de nuestro primer trayecto en AVE, han tenido que transcurrir veinte años hasta poner los pies por primera vez uno de estos, ya no tan modernos trenes de alta velocidad y que al mirarlos parecen ya hasta rancios.
Cruzamos la fértil Andalucía hasta la reseca meseta castellana, inmersos en paisajes que siempre me resultan novedosos, el último trayecto se adentra en el área metropolitana de la capital del reino. Con puntualidad germánica arribamos a su mismísimo corazón, la estación de Atocha, vecina al Prado.
No habíamos aún llegado cuando ya había cruzado varias llamadas con nuestro querido Luis, deseosos de no perder ni un instante en el cruce de nuestros trayectos intercontinentales, de extremos tan opuestos como Colombia e India, desde Barranquilla a Madrid y de Madrid a Delhi. Lo ajustado de los horarios de nuestros vuelos obligó a buscar sin tiempo que perder el autobús exprés de enlace con la T4 Barajas. Poco minutos habían pasado de las 15:30 de la tarde cuando recibía la primera llamada acelerada del joven Marco, me inquiría, “no hay tiempo que perder”, al parecer el vuelo de enlace de la British Airways con el aeropuerto de Hearthrow London se adelantaba una hora y teníamos que embarcar, se tranquilizó cuando le dije que llevábamos en el bus quince minutos, cruzamos varias nerviosas llamadas, quería saber en todo momento nuestra situación.
Eran momentos de reencuentros, el primero con Luis fue de lo más emotivo, nos fundimos en fuertes abrazos, como los padres que reciben a su hijo después de un largo periplo caribeño. Los ojos húmedos de nuestras miradas y las sonrisas de felicidad brotaban de nuestros rostros, aunque el único tiempo del que disponíamos correspondía al enlace aéreo. Aquellos kilómetros atravesando radialmente Madrid sirvieron para intercambiar las primeras impresiones y recuerdos, como si releyéramos sus excelentes correos. Nada más llegar nos esperaban en la cinta 99 de embarque en la segunda planta. Al identificar a Marco me dirigí a su reencuentro y repetimos abrazos. Hacia cuatro años desde nuestra aventura por las islas de Indonesia y aunque hubo algún contacto posterior, fue escaso. Resuelto el embarque, aún disponíamos de una hora, hasta las 14:45, que podríamos compartir con Luis. En una de las franquicias nos tomamos unas cervezas y unos de esos bocadillos envasados al vacío que únicamente resultan sabrosos si te acucia el hambre, como era el caso. Entre dentelladas escuchábamos con entusiasmo las peripecias de Lucho allende de los mares. Revisábamos sus bellos textos, aún se le desencaja el rostro al recordar los sudores del Caribe, mientras le brillan sus ojos al rememorar la belleza de sus mujeres, paisajes y ciudades. Pormenorizó detalles de aquellos personajes que tanto nos han enganchado, Carlos el vicerrector, Anselmo el ingeniero, sus compañeros de fatiga en la oficina o, como no, a Doris, su casera y mamita. Nos despedimos a la hora acordada, emplazándonos para la vuelta en un día tan señalado como el domingo de la Romería de Valme. Cruzado el control policial de acceso a la zona de embarque, Marco nos esperaba para decirnos que el vuelo se retrasaba una hora, la cusa, que no la quise comentar con Francisca, residía en un problema en el cierre de la bodega de equipaje. Llamamos a Luis de nuevo, aún no se había alejado mucho, su figura se dio la vuelta al oír el móvil, pudimos reanudar nuestra charla como en un tiempo de descuento.
Por fin llegó la hora definitiva del embarque, en el vuelo BA075 (03OCT.19:30) de la compañía British Airways, Madrid – Londres, a donde llegamos con las esperanzas perdidas del enlace hacía Delhi. Marco gestionó, un alojamiento provisional en sus oficinas. Nos entregaron una bolsa con una gran camiseta blanca de algodón a modo de pijama unisex y unos útiles de aseo del tipo estándar. Sobre las once de la noche quedamos hospedados en el modesto pero cómodo hotel “Premier Inn” a las afueras de Londres, muy cerca de la Terminal 5 del Aeropuerto Internacional de Hearthrow, derecho adquirido por la incidencia, ademas de la cena y el desayuno de la mañana siguiente, tras el cual regresaríamos a la T5 para embarcar por fin destino Delhi a las 10:20 en el vuelo BA143. A las ocho horas y media de duración en la travesía intercontinental a las que tendríamos que añadirles, las cuatro y media del desfase horario (una hora menos en España), arribamos en el Aeropuerto Internacional Indira Gandhi de Delhi, al Sureste de de la ciudad. Es este aeropuerto la principal puerta de entrada de la ciudad para el tráfico aéreo nacional e internacional civil llegando a registrar anualmente un tráfico superior a los 20 millones de pasajeros, considerado junto a Mumbai, uno de los aeropuertos con más tráfico en el sur de Asia, a tan sólo 10 kilómetros del nuestro hotel. A las 11:30; tramite de inmigración, recogida de maletas y cambio de divisas. Entramos en la India al inicio del día 5, a las doce de la noche pisábamos la calle, concurridísima a tan altas horas, montábamos en el bus y camino del hotel.
Once viajeros y el guía: dos de Madrid, dos Bilbao y nosotros sevillanos, tres parejas y los tres únicos varones; una gallega, una joven de también de Madrid y tres chicas de Valladolid. En el hotel nos encontraríamos esperando a la única catalana, cuyo vuelo vía Barcelona no había tenido incidencias en su enlace, completábamos el grupo.
El diario del viaje se desarrolla en las siguientes entradas y etapas: