por TAMIL NANDU

 

Mahabalipuram – Kanchipuram  Pondicheri – Chidambaram – Tanjore – Tirachipuli – Madurai – Reserva Natural de Mudumali

vendedor de frutas, cerca del templo de la orilla

MAHABALIPURAM

 

Hoy es sábado, e iniciamos el viaje en un día bullicioso por estas tierras asiáticas. Se me viene a la mente aquel primer día en Yakarta hace ya casi dos años, cuando tantos musulmanes celebraban el final del ramadán y tomaban la calle como hormigas después de un día de lluvia. Aquí también es festivo y es mucha la gente que pulula por este pequeño pueblo llamado Mahabalipuram. Niños uniformados acompañados por sus maestros visitan sus monumentos, también muchos jóvenes galantean con sus compañeras haciendo gala de su testosterona, todos disfrutamos de este día soleado. Son mis primeras miradas en estas tierras y a estas gentes. Quizás sea aún pronto, pero no alcanzo a comprender, el porqué me alertarían con tanta insistencia acerca de la fuerte impresión que me llevaría al ver por primera vez la India. Si es cierto que reina un cierto caos, pero me llego a preguntar, no será la vergüenza que se siente al saber las comodidades que hemos dejado, y que obviamente recuperaremos, mientras ellos viven y seguirán con lo mismo, lo mínimo. Son de piel oscura y vestimentas llamativas, de apariencia más o menos pobres, pero totalmente integrados en su medio. Me siento verdaderamente afortunado de poder escribir estas primeras líneas y de disfrutar de estas gentes tan hospitalarias.

 

Pero volvamos al principio. La llegada ha sido perfecta para integrarnos en el país. Una vez aterrizó el avión en Chennai, tuvimos que esperar una hora en el interior del aparato antes de bajar, según circulaban rumores había dificultades en preparar el operativo de desembarque. Otras dos horas más de tedio habría que añadir a la recogida del equipaje, pero al fin, todo el grupo queda reunido a las puertas de este pequeño aeropuerto, el “Aeropuerto Internacional de Chennai”. Somos dieciséis, muchos catalanes, mayoría como siempre, un grupo de vascos, un extremeño y un sevillano.

 

A la India hemos entrado por la antigua Madrás, la cuarta ciudad del país, oficialmente Chennai desde 1996, capital del Estado de Tamil Nandu "Tierra de los Tamiles", ciudad de la que solo he pisado su aeropuerto. No recuerdo a que hora llegaríamos, pero eran las dos de la madrugada cuando subíamos al autobús, con destino a la pequeña población de Mahabalipuram. Al subir nos agasajaron con una guirnalda muy olorosa confeccionada con pequeñas flores de jazmín indio, blanco y de la que pendía una flor roja de mayor tamaño, parecida a una margarita. Nos colgaban a cada uno a medida que accedíamos al vehículo. Iniciamos un largo trayecto camino del hotel, situado a las afueras del pueblo, según nos iba indicando Manu, el guía vasco de Banoa, natural de Bilbao, aunque residente habitualmente en la isla canaria de Las Palmas.

el templo de la orilla

Tardaríamos alrededor de una hora. Bastante cansado le pedí que por favor, se apagasen las luces interiores del coche, entre otras cosas, quería disfrutar con más nitidez de mis primeras miradas al exterior, por las ventanillas. La sensación de circular por la izquierda como en los países anglosajones me daba inseguridad, también y quizás, por el elevado número de vehículos, de todo tipo, coches, camionetas, motocicletas y algunos rickshaw que hacían sonar sus cláxones con bastante inquietud para adelantarse unos a otros. Los márgenes terrizos de las carreteras se encuentran abigarrados con multitud de pequeños puestecillos, tenderetes en los que se vendían de todo, pese a la hora tan tardía, las tres de la madrugada. Había bastante actividad, gentes entraban y salían o, simplemente charlaban en sus puertas. Todo adornado con perros, vacas y esa suciedad característica que termina acompañándolo todo. Estos complejos paisajes urbanos dibujan mi primera imagen de la India.

 

Hasta las cuatro de la madrugada no nos hemos ido a dormir. Al llegar al hotel “Ideal Beach Resort” quedamos distribuidos y alojados en los distintos bungalows. Conocí a mi compañero de habitación, muy avezado en este tipo de experiencias, creo adivinar por sus primeros comentarios, ya le iré extrayendo información, aún no llego ni a retener su nombre. Pero por ahora, me voy a dormir. Ya ha quedado establecida la hora de diana, entro en la cama provisto de dos aspirinas, del tremendo dolor de cabeza, seguro que producido por la hora y el frío del aire acondicionado del autobús, que me han puesto el cuerpo regular.

 

El estado federal o la gran provincia de Tamil Nadu se sitúa en el extremo sudeste de la India. Es bañado al Este por el océano Índico, en la bahía de Bengala; al Sudeste se encuentra el golfo de Mannar y el estrecho de Palk que lo separan de la isla de Sri Lanka. Tiene una extensión de 130 mil kilómetros cuadrados y una población de más de 65 millones de habitantes. Fue fundado en 1956 para acoger dentro de sus fronteras a los tamiles, pueblo de larga tradición literaria y con uno de los idiomas más antiguos y clásicos de la India. Conocido por su rica literatura, música y danzas que aún hoy día siguen floreciendo. Es un estado de los más progresistas e industrializados de la India y sus políticas gubernamentales protegen la cultura, el idioma y las tradiciones de los tamiles. Al contrario de otras áreas del país, recibe las principales precipitaciones gracias al monzón del Noroeste, que llega en los meses de octubre a diciembre. Su agricultura depende casi exclusivamente de estas lluvias cíclicas para su mantenimiento.

 

Nuestra primera jornada, la dedicaremos a la visita de Mahabalipuram, un pequeño pueblo a unos 60km al sur de Chennai, también conocido como Mamallapuram y que se encuentra en el distrito de Kancheepuram. A las nueve en planta, media hora para asearnos y vestirnos, otra más para desayunar y las diez al bus y de camino, objetivo realizar las visitas programadas. Lo primero que he tenido que hacer es pedirle a Manu que me ayude a comprar una libreta para el diario. Como era de esperar, me la he dejado en casa. La primera parada ha sido para cambiar moneda, después el guía me ha acompañado por unas callejuelas y en una tiendecilla he comprado un cuadernillo a rayas, el que me acompañará en todo el viaje.

 

La pequeña población de Mahabalipuram se encuentra en la costa, sus playas son de arena blanca y fina, bañadas por el Índico. Su topografía es llana y se eleva unos pocos metros sobre el nivel del mar. La ciudad moderna fue establecida por los británicos en 1827 y hoy cuenta con algo más de 15.000 habitantes. No obstante, la ciudad antigua fue fundada en el siglo séptimo por los soberanos Pallavas del sur de Madras, su puerto comerciaba con los reinos lejanos del sudeste asiatico, Kambuja (Camboya) y Shrivijaya (Malasia, Sumatra, Java) y con el imperio de Champa (Anam). Se cree que su nombre deriva del epíteto de Maha-Mall (gran luchador), ya que la lucha es uno de los deportes favoritos de este pueblo. Sus monumentos, construidos entre los siglos VII y IX han sido declarados por la UNESCO Patrimonio de la Humanidad y son una de las principales atracciones para el turismo, tanto nacional como del exterior.

los templos Cinco Rathas

Sus templos constituyen los primeros ejemplos de la arquitectura drávica. Se piensa que la zona fue escuela para jóvenes tallistas. Las distintas esculturas, algunas a medio terminar, pueden entenderse como ejemplos de diferentes estilos, probablemente ajustadas a las enseñanzas de sus maestros. Lo podemos comprobar en los Rathas, donde cada uno está esculpido en un estilo diferente. La ciudad es también conocida por ser un gran centro de culto a Siva. Destacan sobre todo sus rathas o templos en forma de capillas-carro, sus mandapas o santuarios rupestres y, por sus relieves esculpidos en rocas al aire libre. Y aunque a veces hablemos de arquitectura, más bien debiéramos referirnos a esculturas, ya que los distintos espacios sagrados se han obtenido tallando la roca. Las esculturas, principalmente bajorrelieves, se caracterizan por su suavidad y la flexibilidad de sus masas, modelos que han sido ampliamente difundidos en los países antes citados. La mayoría se atribuyen a la época de Narasimhavarman I Mamalla.

 

Las primeras ruinas a la que nos hemos acercado han sido las del “Templo de la Orilla”. Se encuentran encajadas en la línea de la playa, a la que parte en dos con una sutileza admirable y están excesivamente erosionadas por el golpeo de la fina arena arrastrada por un constante viento racheado. Éstas han supuesto mi primer contacto con la arquitectura hinduista. El conjunto religioso, al que hay que pagar para acceder, al tratarse ahora únicamente de un recinto arqueológico. Fue construido a comienzos del siglo VIII sobre un pequeño promontorio de la playa. Representa uno de los más antiguos ejemplos de la denominada arquitectura estructural, ya que su construcción se compone de piezas finamente cortadas del granito local, en contraste con los que veremos después, los rathas, tallados en la roca. Su capilla principal es piramidal, de unos 10 metros de altura y se asienta sobre una plataforma de unos 15 metros cuadrados.

 

El acceso se produce desde unos jardines con grandes praderas de césped y como creo recordar, que hoy es sábado o, ¡quizás domingo!, lo cierto que festivo, son muchos los visitantes que se encuentran paseando por sus alrededores. Entre éstos me ha llamado la atención una familia india con dos hijos pequeños, calculo que de cinco y seis años, los acompañaba un occidental, da toda la impresión que viene a recoger a uno, o tal vez a los dos críos, se me ha venido rápidamente a la cabeza la crueldad tan enorme que percibo en estas situaciones. Me he hecho algunas fotos con estas gentes, encantados de también poder hacerse las suyas conmigo. El templo se compone de tres santuarios, el principal y el más pequeño están dedicados a Shiva y el tercero a Vishnú, de estos sobresale un bonito alero tallado de piedra curvada que imagino será para proteger las fachadas de las densas lluvias de los monzones. Los muros están ampliamente esculpidos y sobresalen grandes esculturas de Nandi, el vehículo de Shiva. En el exterior se encuentra una pequeña talla de Durga encaramada en su león Vahara, en cuyo pecho se encuentra una cavidad vacía que pudo alojar en su día, un pequeño santuario. Nos hemos acercado a un pequeño recinto rodeado por un muro que cerca el conjunto, a los que se accede a través de una bóveda de cañón o gopuram. Dicen que este recinto fue reconstruido piedra a piedra después de que un ciclón lo arrastrara al interior del mar.

 

A la salida, nos hemos dirigido de vuelta al autobús para acercarnos a los “Pancha Rathas” o Cinco Carros. Muchos vendedores se nos han acercado ofreciéndome sus piezas talladas en esteatita o piedra de jabón, tambien pergaminos. Según nos comenta Manu, la ciudad es muy famosa por sus tallistas y aunque las piezas que nos ofrecen, no son de mucha calidad, si son de un precio, muy bajo. No obstante, acabamos de iniciar el viaje y he decidido no comprar por ahora nada. También se han acercado mendigos y personas con aspecto desarrapado y desheredados a los que he sentido no poderles dar nada, sólo llevo billetes y muy grandes.

 

Los Rathas son los vehículos de los dioses en Sánscrito. Podría pensarse que nos encontramos ante un museo de escultura al aire libre, más que en un recinto sagrado. Es un claro ejemplos de la arquitectura india tallada perteneciente a la primera fase de la arquitectura pallava, se inspira en la budista, en los viharas o monasterios o en las salas con varias celdas dispuestas alrededor de un patio de la arquitectura chaitya. En el recinto, en un suelo arenoso destacan las pequeñas capillas y sus esculturas, de un león, un toro y un elefante, con algunas rocas que afloran en el suelo terrizo, en todas ellas se retratan los acontecimientos descritos en el Mahabharara. Cada carro procesional o santuario es una construcción monolítica realizada sobre los bloques de diorita que emergen de la arena. Fueron tallados durante el reinado del Mahendravarman y su hijo Narasimhavarman, reyes Pallavas, a finales del sigloVII y dedicados a cada uno de los Pandavas, los cinco hijos reconocidos de Pandu: Arjuna, Bhima, Yudhishtra, Nakula y Sahadeva que se casaron con la misma mujer Draupadi hija del rey Drupada, también conocida por Krishna. Se piensa que probablemente sus diseños tengan su origen en construcciones de madera. Los vaciados de las rocas hasta conseguir espacios arquitectónicos son especialmente admirables. En el conjunto también destacan dos grandes figuras de animales, un toro o Nandi y una magnifica talla de un elefante, vehículos de Siva e Indra.

la Penitencia de Arjuna

Después de esta visita retomamos la marcha, Manu nos indica que nos dejará hasta el día siguiente, nos acercará hasta la “Penitencia de Arjuna”, aconsejándonos que no nos perdamos sus alrededores. Esta talla en bajorelieve realizada en una gran roca monolítica al aire libre, es espectacular. Se encuentra en el borde de la calle West Raja casi en frente del pequeño templo de Talasayana Perumai. Vuelve a aflorar desde el suelo como tantas otras que se encuentran dispersas por esta pequeña localidad, desarrolla escenas de la mitología hindú recogidas en el Mahabharata. Decoran el frontal de un estanque que en su parte superior recoge la lluvia y que pasa a discurrir por una hendidura, que forma parte de la propia composición escultórica. Simboliza la caída del río sagrado Ganges a la tierra desde los cielos. Sus aguas, que poseen poderes sobrenaturales limpiarán las cenizas y los pecados de los muertos. Se dice que Siva lo ordenó, para alimentar el mundo. O también, que fue una acción dirigida por el rey sabio Bhagiratha y la Penitencia de Arjuna, un arquero invencible y héroe hinduista, que a veces es conocido como el "cuarto de Krishna”. La posición de Arjuna, de pie sobre una sola pierna es un signo de austeridad para recibir la bendición de Siva y su arma más poderosa, como ayuda en la lucha contra el Mahabharata. También destaca en la parte baja, un gato sobre un píe y con las manos sobre la cabeza, quizás se trate de una figura irónica, representa a un asceta que espera atraer a una liebre y a un pájaro para devorarlos cuando se encuentren a su alcance. La roca se divide en dos por el desagüe por donde supuestamente baja el Ganges. En esta hendidura, los escultores para sugerir un evento cósmico, decoran la piedra con una multitud y enjambre de dioses, diosas, seres míticos o nagas, mitad serpientes mitad dioses, como Kinnara, Gandherya, Apsara, Gana, Naga y Nagini, salvajes y animales domésticos dan testimonio. Estas escenas se mezclan con otras de la vida cotidiana, guerreros, elefantes y otros animales. Quizás y para terminar indicar, que para los indios la penitencia, no tiene el carácter doloroso de la redención de nuestros pecados, como ocurre en nuestras religiones occidentales, para ellos representa la angustia necesaria para pedir el favor a los dioses.

 

Después de contemplar tan magnífica obra, el grupo partió hacia los alrededores. Muy cerca ya se divisaba el gran peñasco de granito conocido como la Bola de Mantequilla, que no era la única afloración de roca del lugar. Más arriba y siguiendo por el camino que la bordeaba llegaríamos a la Cueva de Varaha. Este pequeño templo es otro claro ejemplo de la arquitectura india tallada en la roca, data del siglo VII se desarrolla alrededor de una pequeña mandapa flanqueada por un porche con dos pilares y dos semi columnas que tienen tallados leones en sus bases. En el interior, las paredes tienen cuatro grandes bajorrelieves esculpidos con excelentes ejemplos del arte naturalista Pallava. Los correspondientes a la cara Norte, representan los avatares de Vishnú como Varaha y el jabalí sosteniendo a Bhumi, la diosa de la tierra. Por encima del templo y subiendo unas empinadas escaleras talladas en la roca se encuentra un pequeño faro que desde hace ya mucho tiempo, fue guía de los barcos que se acercan a esta costa. En esta leve subida nos hemos encontrados con bastantes turistas lugareños, niños uniformados de colegios, jóvenes en grupo y parejas de enamorados disfrutando del sábado festivo. Al paso nos hemos ido topando con muchos más restos, casi todos de mandapas. Esta área es conocida como Ganesh Ratha.

 

Poco a poco nos íbamos dispersando, aún conocía poco a mis compañeros y lo cierto es que no se si por timidez o porqué, pero al final quede solo y sin ganas de agregarme a alguien que no conocía, ya habrá más días.

 

Se acercaba la hora de comer, momentos antes Manu comentó que en este pequeño pueblo había dos opciones aconsejables, un restaurante vegetariano, al que ni siquiera preste atención de donde se encontraba y otro especializado es pescados cerca de la playa, que ya había localizado en la lonely planet. Parecía que el grupo optaba mitad por mitad en cada una de las alternativas. Calculo que sería la una de la tarde y hasta el día siguiente no teníamos nada programado, comencé a caminar en dirección a la playa con ayuda del pequeño mapa de la guía. En las calles me cruzaba con talleres de piedra, gentes caminando o en bicicletas, animales, incluso observe como un cuervo disputaba a un perro una rata muerta. Al doblar una esquina llegue de nuevo a la calle East Raja, vacas y coches compartían la calzada, muchos puestecillos vendían de todo, desde fruta a un batí burrillo de objetos de difícil catalogación. Torcí por Othavadai hasta alcanzar en el número 36, el pequeño restaurante Moonrakers. Nada más aparecer por la puerta, sus camareros te invitaban insistentemente a entrar. Los vascos ya habían llegado, al verme me invitaron a sentarme en su mesa, pensé que sería una buena oportunidad de ir conociéndonos, los acompañaban una catalana y un madrileño creo. Di cuenta de dos enormes, y digo dos enormes langostinos, unas patatas fritas y arroz por tan solo 13 euros al cambio y una deliciosa cerveza, botellas que por aquí son de medio litro.

playas del Golfo de Bengala

Hacia mucho calor y sudaba por todos los poros, al final de la comida mis compañeros decidieron volver al hotel en rickshaw, les comenté que me acercaría a la playa, a unos 100 metros del restaurante y que daría un paseo, que iría caminando hasta el hotel. Pensaba que estaría más cerca de lo que resultó, fue Manu quien apunto esta opción, nos dijo que unos cuatro kilómetros, a la postre fueron siete, una vez consultado un buen mapa en el hotel. La caminata por la arena, con mucho calor, sofoco y la mochila a la espalda se hacia interminable. Llegué al atardecer, que por estas latitudes, se produce siempre a las seis. Supuso mi primera quemada de piel, la frente achicharrada y la cara roja como un tomate. No obstante, el paseo por las arenas bañadas por las aguas del Golfo de Bengala fue muy agradable.

 

Dejando atrás las últimas casas del pueblo, ya discurría, por áreas despobladas. Pasé cerca de unos pescadores, que sentados en la arena, al lado de sus pequeñas embarcaciones de gruesas cañas de bambú, reparaban sus redes. Cuando llevaba más de dos kilómetros, la playa se interrumpía por un largo muro de hormigón, aún en construcción y descubierto por sus dos caras, parecía destinado a sostener la tierra de los campos colindantes. Un grupo de mujeres lo regaba con latas que llenaban en unos cubos, incluso tuve que echarme a la orilla para salvar uno de sus tramos, donde una ola me puso chorreando. A lo lejos, parecía que ya se divisaba el hotel, pero no era el mío, seguía caminando, al dejarlo atrás se veía otro muy a lo lejos. Ya estaba desesperado y bastante cansado, la arena suelta y seca frenaba mi caminar, el sudor me empañaba las gafas y sólo me reconfortaba el rumor de las olas, la brisa y encontrarme solo en aquel paraje.

 

Al fin, sobre las 5,50 llegué, algunos turistas se bañaban en el mar y tomaban unas copas en las tumbonas del Ideal Beach Resort. Accedí por la parte de atrás, cruzando unos jardines, la piscina y el restaurante hasta alcanzar los bungalows. Recogí la llave y, al llegar a la habitación me quite la mochila y el pantalón mojado del que caía bastante arena, me puse el bañador y decidí darme un buen chapuzón, me apetecía enormemente sumergirme en el Indico. La playa ancha de arena rubia y limpia, como el mar, apenas bañistas, unos niños jugaban tirándose bolas y aunque el agua oscura al atardecer no dejaba ver el fondo, impresionaba. Di una carrera hacia adentro hasta que me tapó el cuello, la fuerza de las olas me arrastraban a dentro, luchaba apasionantemente contra la bravura del océano del que salía y entraba, fueron unos minutos que jamás olvidaré. Hasta que no se echo la noche, no regresé a la habitación con la idea de recogerme y dar por terminado este primer día en la India, 4 de septiembre. Pero no fue sin antes tomarme unos tragos de la botella de solera de Jerez que traia de mi tierra y atesoraba, degusté unos sorbos recordando mi tan lejano y añorado hogar, mañana nos espera otro ajetreado día, a las seis en planta.

 

Hoy hemos dejado muy temprano Mahabalipuram. Por la ventanilla del bus contemplaba los muchos cuervos que hay por todas partes. Me sorprenden la cantidad de estas aves, tan aparentemente domésticas, urbanas y carroñeras, son como nuestros gorriones, pequeños, también parecidos a nuestras grajillas, totalmente negros, un collarín gris plateado y un fuerte pico. Enormes cantidades de estos animales revoletean las grandes superficies llenas de basura que se acumulan por todas partes, no temiendo la presencia de las personas. Aún recuerdo el que ayer disputaba a un perro callejero su presa. También me recuerdan a los monos, como los que hemos visto en los alrededores de Ganesh Ratha, esos nerviosos macacos de cara roja, que acechan, dispuestos a robar lo que sea, como aquel astuto, que en Bali me quito las gafas de la cara.

 

Entre los animales domésticos se ven perros callejeros, la mayoría de color canela, chuchos sueltos que dormitan y buscan comida removiendo basuras y que parecen no tener dueños. Amén de las muchas vacas que circulan por doquier, de la raza brahmánica, generalmente blancas, aquellas que se caracterizan por una pequeña chepa en su lomo, también las hay de otras razas e incluso algunos búfalos de agua. Y, entre los salvajes, he visto dos pequeños lagartos en los setos de los jardines del Templo de la Orilla y algunas pequeñas ardillas pardas con tres rayas claras que decoran su lomo.

 

El autobús partió a eso de las 7:30, hoy se plantea una jornada de tránsito, hasta Kanchipuram y aunque no han sido mucho los kilómetros recorridos, para el tiempo que hemos tardado, no me ha importado. El deleite de contemplar el paisaje desde la ventanilla a favorecido que que el trayecto me haya parecido muchísimo más corto.

cebús en las calles de Kanchipuram

KANCHIPURAM

 

La población de Kanchipuram se encuentra a orillas del río Palar, es mayor que Mahabalipuram, de la que se encuentra a 68 kilómetros y a poco más de 60km de Chenai. Cuenta con más de 150 mil habitantes. Conocida en la antigüedad como Kachi o Kachiampathi está considerada como una de las ciudades sagradas del hinduismo. Famosa por sus templos y sus saris de seda hechos a mano, es un reputado centro de aprendizaje del tamil y el lugar en donde confluyen las tres grandes religiones de la India, hinduismo, budismo y jainismo. Entre los siglos III y IX, fue la capital de los Pallavas, quienes gobernaban un extenso territorio al Sur, entre los ríos Krishna y Kauveri. Posteriormente, el poder pasó a la dinastía Chola, que dominó estos bastos territorios entre el X y XIII. Fueron seguidos por los Vijayanagara durante los siglos XIV a XVII, imperio que fue destruido primero por las invasiones de los mongoles y después por la colonización inglesa. También es conocida por ser la cuna del monje Bodhidharma o Da Mo, que nació hacia el año 440 y que se convirtió en el vigésimo octavo patriarca del budismo. Viajó a la China, estableciéndose en Shaolin para iniciar sus enseñanzas, desarrollando lo que después sería conocido como el Kung Fu.

 

Tras unas dos horas de traqueteo por estrechas carreteras hemos llegado a la ciudad, su acceso abigarrado, los puestecillos con mucha gente en sus alrededores empieza a ser una constante.

 

La primera parada la realizamos para ver el pequeño templo de Kailasanatha, el más antiguo de la ciudad, que en su día estuvo dedicado a Siva y que hoy es un recinto arqueológico. Está construido con una piedra parecida a la arenisca, por cierto, bastante erosionada y en la que se han realizado intervenciones restauradoras de dudosa calidad. Según reza una inscripción, se construyó por Rajasimha y fue terminado por su hijo en el año 700, ambos de la dinastía Pallava, antes que el coloso y homónimo templo de Kailasha en Ellora y que veremos al final del viaje. Posteriormente el rey chola Rajaja Chola I lo llamó templo de Kachipettu Periya Thirukatrali. Fue utilizado como modelo para el templo de Brihadesswara, que mandó a construir en Tanjore.

en la ciudad de Kanchipuram

Se ubica en una explanada ajardinada muy cuidada, en un recinto cerrado por un muro ricamente decorado con tallas de deidades, a medio camino entre figuras humanas y animales. Su trazado recrea la planta típica de la morada de Siva en el Himalaya, el monte Kailasha. En el interior destaca un espléndido vimana y sus preciosas pinturas, como la del bailarín Nataraja, avatar de Siva, muy utilizado en la arquitectura dravidiana. Entre sus innumerables esculturas de arte Pallava destacan la danza de Siva y la risa frente a Parvati o, las columnas decoradas con leones rampantes en su perímetro, una puerta monumental cuyo recinto encierra un toro Nandi, una mandapa de oración y el garbhagrya o santuario del dios. La arquitectura de este templo se asemeja al Templo de la Orilla en Mamallapuram. Ya fuera del recinto encontramos un pequeño estanque y una preciosa escultura de un Nandi a la que aún le quedan restos del estucado blanco que en su día recubrió la piedra. Aunque el templo no estuviese consagrado actualmente al culto, Manu nos hizo descalzar por respecto. La visita no duró más de media hora, circunstancia que congratulo al guía, siempre obsesionado por él, o su tiempo.

08 Nandi en el templo de Kailasanatha

Volvimos al autobús, para dirigirnos al templo de Sri Ekambareswara, que se encuentra a bastantes manzanas. En el trayecto Manu nos va poniendo al tanto de los pormenores del nuevo lugar que a continuación visitaríamos, la primera construcción religiosa dedicada al culto. Nos dejaron cerca de la calle Ekambaranathar Sannidhu, que desemboca en el gran gopuram de casi 60 metros de altura, acceso al primer recinto y que fue construido por el rey de Vijayanagar y que es considerado como uno de los más altos del sur de la India. Es la puerta del muro perimetral a una parcela rectangular de unas nueve hectáreas, que a su vez encierra otro recinto amurallado que custodia el complejo religioso, de unas 3,5 hectáreas, al que dan paso otros dos gopuram algo menores. Todos ellos, son de color amarillo vainilla. Antes de llegar bordeamos una pequeña mandapa abandonada y llena de cachivaches, aislada en medio de la calle. Nos indicó, que es uno de los cinco complejos hinduistas mayores y más antiguos de la India, que representa el elemento tierra y está dedicado a la relación entre las deidades de Siva y su esposa Parvati. Según cuenta la leyenda, la diosa cerró los ojos a Siva, lo que supuso la oscuridad en el mundo, éste se enojó por ser negro como Kali. Incapaz de soportar el castigo de la diosa, descendió en este lugar e hizo penitencia bajo un árbol de mango, el “sthala-virutcham” ubicado en el centro del templo, del que se dice, que tiene 3500 años y que sus cuatro ramas principales ofrecen frutos con sabores distintos, cada uno representa a uno de los cuatro Vedas. Las paredes de la galería que rodea el árbol están decoradas con más de mil lingams. Ya en el siglo II en la poesía tamil se menciona un templo construido aquí por los Pallavas, que fue derribado en el VII por los reyes cholas que construyeron el actual templo en el siglo IX.

 

Cuando pasamos el gran gopuram dejamos el calzado, donde nos los cuidarían por unas rupias. Al segundo recinto accedimos por una puerta normal. Tras cruzar un patio entre terrizo y solado con grandes baldosas de piedra, entramos en la gran mandapa, a la que llaman Aayiram Kaal o "pasillo del millar de pilares", construida por los reyes Vijayanagar. De aquí pasamos a las galerías que rodean la capilla principal o vimanan a la que no pudimos acceder, al no ser considerados fieles. Tampoco pudimos ver el lingam de arena, ni la conocida habitación del "espejo", donde cuentan que sus paredes están cubiertas de espejos y hay un murti o imagen divina su centro. Los devotos entran portando una vela, ya que no hay luz en su interior, cuentan que al mirar a los espejos, el efecto que producen las múltiples imágenes del murti en sus reflejos les resulta angustioso. Pero alrededor había otros lugares también dedicados al culto donde al menos podiamos mirar. Distintos brahmanes oficiaban actos religiosos y no pocos fieles entregaban sus ofrendas y, aunque los observábamos desde la distancia, no nos dejaban hacer fotos. Espectacular, la cúpula dorada del vimana a cuyo lado se encuentra el pequeño y joven mango, posiblemente en el lugar que estuvo aquel de las cuatro ramas.

templo de Ekambareswara

Pese al calor que nos acompañaba, el recorrido fue interesante, las ceremonias le conferían a estos lugares una nueva visión, ya aparecían las lamparillas de aceite de mantequilla, las ofrendas con flores y frutos y nuevos olores que no se encontraban en los anteriores templos. Cuando creí suficiente el tiempo dedicado a la visita salí al recinto exterior un tanto abandonado, recogí las sandalias y me encaminé al lugar en el que quedamos, estaría el autobús esperándonos, unas calles más atrás. Me acompañaba un catalán, que también viaja solo. A mi pregunta de porqué no comparte habitación, dice evita la mala experiencia sufrida en otras ocasiones. Es bastante más joven que yo, educado y agradable de trato.

 

Al llegar al lugar de encuentro, observamos que éramos los primeros, le propuse que diésemos una vuelta por los alrededores. Frente nuestra aparecía una callejuela terriza por la que cogimos, él se sentía un poco incomodo y desconfiado, le animé ¡que nos va a pasar! Comenzamos a hacer fotos, principalmente a mujeres que se encontraban en las puertas de sus humildes casas, preciosas fueron las que tomé de una chica en avanzado estado de gestación, su piel oscura y pelo negro contrastaba vivamente con su sari estampado en verde. Siempre que nos acercábamos nos regalaban una hermosa sonrisa, resultaba divertida la complicidad y la actitud activa de estas gentes. De regreso, al pasar por una puerta, un señor nos indicaba insistentemente que entrásemos, decidido me metí en su casa sin planteármelo dos veces e incitaba a mi compañero que hiciese lo mismo, al principio dudó, pero al final también accedió. Cual fue mi sorpresa cuando nos dimos cuenta que nos invitaban a pasar a una boda, querían que les hiciese fotos, solo a ellos o con nosotros, los novios, padres y suegros, invitados. Pese a lo humilde de la celebración, el ambiente era festivo y la amabilidad sorprendente. Llegaron a regalarnos unos cocos. Satisfechos con nuestra pequeña aventura regresamos al autobús, ya estaban todos dentro y Manu nos buscaba desesperado, disfrutamos contándole al resto de compañeros lo que nos había ocurrido.

 

Sobre las doce, a mediodía salimos camino de nuestro próximo destino, Pondicheri, al que llegaríamos después de dos horas, cerca de las tres de la tarde. En tantos kilómetros de desplazamiento he visto lo que posiblemente tanto me han recalcado antes de llegar, la suciedad, pobreza y la miseria. Aún siento escalofríos al recordar a algunas de estas gentes mendigando u otras simplemente mirándonos. Aunque parecen habituadas a este medio, he recordado a José Enrique, cuando nos narraba que en su viaje a la India hace ya casi veinte años, cuando terminó tomando gin tonic sin apenas salir del hotel, no quiero entenderlo. Pero yo no soy él y aunque me causa desesperanza y rabia, sé que soy un privilegiado espectador de esta miseria. Son muchos los sentimientos que se me agolpan y quisiera que solo fuesen míos. Las humildes construcciones a medio terminar, la precariedad de sus gentes y una más que aparente suciedad. Entre lo que observo desde mi privilegiada atalaya, tras una ventanilla y lo que siente mi corazón hay una fuerte contradicción, me pregunto quienes son los pobres.

basura de Kanchipuram a Pondicherry

Manu nuevamente nos ofrece pinceladas informativas sobre la ciudad a la que nos dirigíamos. Cuenta que 114 kilómetros la separan de Kanchipuram y que es conocida actualmente como Puduchery o “Ciudad Nueva” en tamil, y que con una población cercana a los 100 mil habitantes es la ciudad más importante del estado de Tamil Nandú. Se encuentra en las costas del Golfo de Bengala y está protegida contra los embates del mar por un rompeolas en su costa de 3 kilómetros y 8 metros de altura sobre el nivel del mar, por el que he paseado. Construido por los franceses en 1735, protegió a la ciudad del tsunami de 2004. Entre las personalidades que han vivido aquí, se encuentran los líderes del movimiento de independencia de la India, Aurobindo y Bharathy además del director de cine Shyamalan.

PONDICHERRY

 

Al llegar nos dirigimos directamente al hotel quedando acomodados en nuestras habitaciones. Dada la hora que era, le preguntamos a Manu, donde podíamos almorzar. Nos trasladaba dos posibles opciones. En el restaurante del hotel, ofrecen dos menús, uno vegetariano indio bastante picante y otro internacional. Al acercarnos al comedor para verlo inicialmente, nos dijeron que ya no servían comida, pasadas las tres, pues como que no es hora, que ellos empiezan a las doce ¡Y en la ciudad, encontraríamos algo! En el barrio francés, cerca de la playa había dos que cree que están bien, “The Seagulls” y “The Club”.

 

Oí que las tres catalanas optaban por Las Gaviotas, me enganche literalmente a ellas, tomamos un rickshaw y con bastante dificultad llegamos a nuestro destino. El conductor no tenia ni idea, e iba preguntando a todo el que se encontraba, al fin llegamos, abonamos las 70 rupias de la carrera y accedimos al local.

 

El restaurante formaba parte de algo parecido a un antiguo casino militar, ocupaba una especie de chalet grande, quizás tuvo en otros tiempos un esplendor, que ahora brillaba por su ausencia, era rancio y decadente y aunque miraba a la costa, al estrecho paseo marítimo que coronaba el rompeolas de los franceses, el acceso lo tenía por la calle trasera. Por unas escaleras subimos al restaurante, en la planta alta y nos acomodamos en una terraza que daba al mar. Éramos los únicos comensales, unos indios en una mesa contigua estaban terminando. Tomamos pollo frito, por cierto muy picante, arroz, patatas fritas con ketchup y unas cervezas. Me aburría con estás mujeres, sin apenas saber de que hablar, me entretuve en dar de comer a unos cuervos que revoloteaban cerca y que casi se posan en la mesa. Al rato llegó la pareja de vascos acompañados por el madrileño, pero los camareros le dijeron que ya no servían más comidas y, se tuvieron que marchar.

 

Terminamos sobre las cuatro y media. Decidimos regresar por el paseo marítimo, una pequeña calzada, un acerado no muy ancho y una banda terriza cortada sobre los gaviones de hormigón ennegrecidos por el continuo batir de las olas. Al ser domingo, el bullicio de gentes era bastante animado, vendedores ambulantes de algodón, kiosquillos de helados y ya llegando a “The Club” o “Le Café”, con mejor pinta que de donde veníamos, un pequeño mercadillo donde se vendía de casi de todo. Comenzado por la calle Colonial Dumas St, terminábamos en el Monumento a Gandhi, observando todo un mundo colorido de contrastes. A partir de aquí acordamos ir caminando hacia el hotel, calculamos que unos cuatro kilómetros. Bordeamos el Parque Baharathi pasando por la entrada del Palacio del Gobernador, bastante militarizado por cierto, pedimos a los guardias centinelas que nos dejaran hacer unas fotos y ni siquiera nos fue posible asomarnos. Caminábamos buscando Neru St, que la alcanzamos en el cruce de H. M. Kassim Salai. La calle Neru resultó muy concurrida, todo un espectáculo, atestada de gentes de todas las edades, comprando, vendiendo, transitando de un lugar a otro, fuertes olores, colores vibrantes y chillones, vacas y búfalos en medio de un aparente y desordenado tráfico, donde la multitud de vehículos a dos ruedas y rickshaw hacen sonar ininterrumpidamente sus cláxones, íbamos por la acera sorteando las miles de motocicletas aparcadas.

frente al templo de Sri Manakula Vinayagar

Sorpresivamente mire a mi derecha y me percate de la presencia de un elefante y, allí nos dirigimos. Se encontraba en un pequeño adarve de la calle, que aparecía cubierta en su mitad. A la postre, la mandapa del pequeño templo hinduista de Sri Manakula Vinayagar. Encerrado ahora en el caserío, fue construido a orillas de un estanque de arena, mucho antes de la llegada de los franceses en 1666. Me informaron que allá por 1700 los jesuitas y misioneros quisieron demolerlo, pero no pudieron, lo único que consiguieron fue prohibir las pujas y festivales que en este se realizaban. Nos acercamos y efectivamente, tenían a uno de estos animales domesticado, dedicado a bendecir a aquellos fieles que entregaban sus ofrendas al cuidador, plátanos u otras frutas y unas hierbas verdes que ellos mismos vendían.

 

En recompensa, el elefante posa su trompa sobre la cabeza del fiel agradecido. Era un ejemplar adulto, enorme, llevaba su cabeza decorada con abalorios, en su frente dibujos realizados con harina de arroz y una cruel cadena a modo de pulsera que en su mano derecha lo anclaba al lugar. Y ¿porqué estos animales en los templos llevaban una cadena en su pata delantera a modo de pulsera?, el guía nos ha indicado que el motivo es para que no huyan. Cuando los capturan muy jóvenes en la jungla, para amaestrarlos, sus dueños lo encadenan por la pata-mano y cuando quieren huir no les es posible. El recuerdo de esta cadena les hace sentirse cautivos aunque no lo estén. Me atreví a acariciarlo en repetidas ocasiones, fue uno de esos momentos que recordaré, el primer elefante que vi en la India, en Pondicheri.

 

Continuamos la travesía. Divisamos el Mercado en la acera de enfrente y al que no me resistí a entrar. A pesar de que la hora no evidenciaba mucha actividad. Su aspecto no era muy agradable, sucio y desordenado, aunque las chicas se resistieron, entré. Quedaban unos vendedores de pescado, me acerqué a una mujer que preparaba en una cesta en el suelo su mercancía, cuando la enfoque con la intención de hacerle una foto se tapo la cara y relataba con malos gestos mi actitud. Subí a la planta alta donde la mayoría de sus tiendas estaban cerradas, sólo una delgada gata romana paseaba por la abandonada galería seguida de sus cinco crías. De vuelta a la calle vimos a Manu que daba un paseo, acercó a las chicas a una tienda donde vendían perfumes a muy buen precio. Después unas compras nos dejó y continuamos el camino de regreso al hotel Annamalai, que alcanzaríamos media hora más tarde cuando ya anochecía.

 

Me refresqué en la habitación y me dirigí al bar del hotel para tomar unas cervezas y cerrar el día adecuadamente. Allí nos encontramos casi todos, me senté con mi compañero, ya por fin me he quedado con su nombre y al que no veía desde que nos dejó el autobús, también con el vasco y los catalanes. Nos tomamos unas cervezas bien frías con unos frutos secos muy picantes. Comenzamos hablando de la india, pero como no, terminamos hablando de la crisis y de la corrupción que campa en nuestro país, de las elecciones y de la opción de votar o no, en definitiva del futuro, reinaba una desconfianza generalizada. La velada discurrió entretenida charlando un poco de todo, sin profundizar nadie en la vida de los demás. Mi compañero resultó ser el centro del grupo ya que con sus historias variopintas nos entretenía a todos los presentes. Hasta que decidimos de común acuerdo ir a costarnos ya que la salida estaba prevista mañana bien temprano, a las siete comenzaríamos la ruta.

 

Muy temprano estamos en planta, la luz del alba entra a raudales por los ventanales de la habitación, cuando me he levantado he descorrido las cortinas y he observado la trasera del hotel, el despertar de Pondicheri desde la altura, la 5ª planta. Apenas las 6:30 y la ciudad ya está en pleno bullicio, en los patios de las humildes casas, hombres y mujeres se asean para la nueva jornada de hoy lunes. Los corrales atestados, los cuervos revoloteando por las azoteas y hasta una ardilla que corretea por una cornisa se suman al despertar, interesantes las imágenes capturadas.

templo de Nataraja en Chidambaram, detalle en gopuram

CHIDAMBARAM

 

Casi a las 9:30 y después de un trayecto en autobús parecido al del día anterior, los 112 kilómetros que separan Pondicheri de Chidambaram ciudad en el valle del río Kollidam a la que llegamos. Aquí se encuentra uno de los cinco grandes templos consagrados a Siva, cada uno de los cuales representa un elemento clásico. El que veremos, representa akasha o éter, es el más antiguo del hinduismo y, uno de los principales centros de peregrinación del sivaísmo. La única razón que nos obliga en esta parada, como nos indica Manu.

Este complejo de templos que pertenece a la arquitectura drávica es conocido como Thillai Natarajar-Koothan Kovil, que se consagra a Thillai Nataraja, representación de Shiva como Señor de la Danza, forma antropomórfica como ser supremo y en el que realiza todas las actividades cósmicas. Actualmente está dedicado al culto religioso, por lo que nos vemos obligados a descalzarnos para acceder. Tuvimos la suerte, aunque no nos permitiesen hacer fotos, de asistir a la realización de ofrendas a una de sus muchas deidades. Ocupa las 16 hectáreas de una gran manzana en el centro de la ciudad. El recinto rectangular se cierra por un alto muro al que se adosa el caserío en su cara exterior. Tiene nueve puertas, las principales, las cuatro situadas en los cuatro puntos cardinales son marcadas por grandes gopurams de siete plantas y es la primera vez que vemos estos elementos decorados con vivos colores.

 

Dentro del templo destacan sus nueve naves, en la mandapa principal se encuentra el estandarte dorado y sus cinco salas principales. En el Chit Sabhai está el santa santorum de Nataraja, el Kanaka Sabhai, donde se realizan los rituales diarios, se dice que allí Shiva bailó con Kali, lugar en el que se hallan las mil columnas que simbolizan los mil pilares de la sabiduría representado como mil pétalos de loto; cada columna está tallada en una sola pieza de granito y el Deva Sabhai o Salón Dorado presidido por una figura de Shiva sentado. Aunque en el santuario principal se venera a Siva, son muy interesantes sus pequeñas capillas dedicadas a Ganesh, Murugan, Vishnu y Amman Sivakami. Importante es este lugar, ya que aparece aquí por primera y única vez la representación de la imagen de Shiva como el bailarín cósmico en escultura de bronce, concepto tamil y motivo del arte Chola. También encontramos la deidad consorte, Sivakami Amman y otras formas clásicas como el lingam centro del Vimana, quizás la representación más común. Por último, destaca su represtación como éter en un espacio vacío, el Salón Dorado.

templo de Nataraja, gopuram de acceso

Después de un buen rato recorriendo aquellas estructuras arquitectónicas que aún no alcazaba a entender y observando con curiosidad a fieles y brahmanes que a su vez nos miraban a nosotros, decidí salir y dar un paseo por el exterior del templo a intramuros. Termine la visita acercándome a un inmenso estanque pestilente que era usado por algunos brahmanes en sus abluciones.

 

Volvimos al autobús y reanudamos la marcha con destino a Tanjore. El espectáculo del trayecto seguía siendo atractivo y edificante. Sobre la una paramos a almorzar en un hotel, en esta ocasión y por primera vez, todo el grupo en torno a una mesa, la verdad es que no estuvo mal. Retomamos el trayecto y Manu a modo de aquel guía chino del viaje del año anterior, nos comunicó que como íbamos sobrado de tiempo, y que si nos interesaba, podríamos parar en una fundición de bronce a la cera perdida que encontraríamos a pie de carretera. El grupo, por mayoría aceptó la oferta y eso hicimos.

Brahman del templo de Nataraja

Aproveché la visita para despistarme por los alrededores y observar otro tipo de cosas, gentes, cultivos, casas, etc. e hice algunas fotos, en especial a una humilde familia que se encontraba en la puerta de una choza y a un anciano que caminaba por el arcén de la carretera protegido del sol con un viejo paraguas negro. Todo terminó como era de esperar, mis compañeros adquirían algunas piezas de bronce en la tienda de la fundición, como creo que en el fondo, había sido el objetivo de nuestra parada. Eso sí, en su patio de entrada se encontraba un bronce de Nataraja a tamaño natural de bella factura. Reanudamos la marcha.

 

Otra sorpresa nos tenía preparada Manu, y ésta si que fue agradable. A la vista del tiempo que aún nos restaba de día, nos acercó al pequeño pueblo de Darasuram, población de algo más de diez mil habitantes. Aunque hacia muchísimo calor tuvimos la oportunidad de visitar el templo dedicado a Airavateswara, declarado por la UNESCO patrimonio de la humanidad y por el que es famosa esta pequeña población. Construido en el siglo XII por el rey Rajaraja II, magnifico exponente del arte y arquitectura religiosa de los Chola. El nombre del templo y la deidad que lo preside deriva de la leyenda que cuenta que Airavata sufrió un cambio de color por una maldición y que al bañarse en las aguas sagradas de este santuario, recuperó su aspecto original, circunstancia conmemorada por una imagen de Airavata con Indra sentada en el interior del santuario. También se adora en él a Yama, Rey de la Muerte, cuentan que sufría la maldición de sensación de ardor en todo el cuerpo que fue curada al bañarse en el estanque sagrado por Airavatesvara, deidad que lo preside. El tan afamado estanque que creímos no llegamos a ver, se llenaba con agua dulce del río Kauveri.

frescos, templo de Airavateswara

El recinto religioso se accede desde una explanada tapizada de césped en la que destacan hermosas y frondosas acacias y palmeras. Se encuentra cerrado con un alto muro a cuyo interior se adosa un claustro que lo recorre en todo su perímetro rectangular, sus esquinas son rematadas por pequeños vimana. Se orienta escrupulosamente a Este Oeste, donde se encuentra su única puerta. Se accede bajando unos peldaños, aproximadamente un metro, es entonces, cuando percibo el estanque. El patio semi enterrado, de alguna forma y en algunas ocasiones se inundaría de agua, posiblemente en aquellos días en que se conmemoran las curaciones de Airavata y Yama. El santuario o vimana principal es de 24 metros de altura y tiene un mandapa frontal en la que destacan unos carros de piedra tirado por caballos en su zócalo, dicen que sus ruedas de piedra en sus orígenes, giraban. En general las tallas de piedra son exquisitas, sus pilastras, esculturas de deidades y la decoración en bajos relieves de paredes y techos. En los pilares las escenas talladas representan las condiciones socio económicas de este período. Algunas reflejan diferentes poses gimnásticas circenses, las figuras femeninas mantienen sus cabezas en el centro geométrico y las piernas se entrelazan para describir círculos. Encontramos esculturas de Buda, Bhikshatana, Saraswathi, Venna, Ardhanarishwara, Brahma, Surya y otras. Tambien quedan algunos restos de bellas pinturas en las paredes realizadas durante los períodos de Nayak.

 

La visita la terminamos unos antes que otros, cuando quedé satisfecho, me acerqué al autobús a beber un poco de agua, allí estaba mi compañero, que ni siquiera había accedido al templo y dos de las tres catalanas que viajan en el grupo, calculo que sobrepasan los cincuenta, ya las iré conociendo. Él se encontraba tumbado en el césped, una preciosa y cuidada alfombra ajardinada que rodea el muro del complejo religioso y donde destacan seis o sietes ejemplares de tamarindos de fantástico porte. Jugueteaba con dos niñas, jóvenes escolares que les pedían insistentemente un “pencil”, quiso que le hiciese una foto con ellas, me tendió su maquina desechable con una única carga de 24 para todo el viaje. Una de las compañeras subió al autobús y bajo con dos bolígrafos, el efecto llamada no se hizo esperar, pronto se arremolinaban más y más niños y niñas vestidos de uniforme, camisa blanca y vestido azul ellas y pantalón caqui ellos, de unos siete años que pedían sin cesar tan preciado regalo. Lamentablemente no teníamos más, entonces la otra catalana también subió al autobús y bajo en este caso con una cajita de pastillitas de menta y empezó a repartirlas, algunos repetían hasta tres veces en la cola, pero llegaban más y más niños y aunque parezca duro tuvo que llegar nuestro chofer y disolver aquella espontánea manifestación.

 

Al poco llegó el resto del grupo, todos subimos al bus y reiniciamos nuestro camino, dirección Tanjore. Calculo que serían dos horas más de trayecto, la mitad por zonas urbanas como las anteriores o quizás peores, intercaladas con amplias áreas cultivables salpicadas de cocoteros, en las que destacan parcelas con buenas cosechas de arroz recién segadas y otras con plantaciones recientes. En las proximidades de la ciudad atravesamos unas calles absolutamente pobladas de gentes de todo tipo y en un aparente desorden, en su máxima expresión. Al caos del tráfico se le une un ajetreado mercado callejero repleto de pequeños negocios a modo de bazar, todo el ambiente es sumamente atractivo.

exteriores del templo de Kankalamurti

TANJORE

 

Y llegamos Tanjore o Thanjavur también conocida como Thanjai, a orillas del Cauvery, 90 kilómetros nos separaban de Chidambaram. Es la primera ciudad a la que llegamos, más poblada, tiene cerca de 300 mil habitantes y es una de las más antiguas de la India. En su dilatada historia destaca el imperio de los Cholas entre los siglos I a XII, cuando fue su capital. Gobernada sucesivamente tras su caída por los Pandyas, el Imperio Vijanayanagar, los Nayaks en el XVI, los Marathas en los siglos XVII y XVIII y por último, hasta la Independencia de la India, por los británicos hasta 1947. Es considerada un importante centro de arte y de la arquitectura del sur de India, siendo la mayoría de los grandes templos que ha sobrevivido hasta nuestros días, de la dinastía Chola.

 

Lo primero que hicimos fue dirigirnos al hotel, al que llegamos a eso de las cinco, aún alguno que otro tenía ganas de más. Después de que nos repartieron las habitaciones, más de la mitad del grupo se echó a la calle, aunque después, según sus comentarios escuchados en el bar, “ha sido lo peor que han visto hasta ahora”. Personalmente, opté por asearme, consultar el correo electrónico, tomarme unas cervezas y poner al día el diario. Recostado en la cama y mirando un techo que me resulta desconocido medito sobre lo que veo y siento, sobre lo que escribo, me pregunto si es acertado venir a estos lugares tan lejanos y romper aunque sea momentáneamente el vínculo o cordón umbilical con mi verdadera existencia. Lo que a veces parece tan agradable y placido, no lo es del todo.

 

Cuarto día de ruta, veremos un par de cosas en Tanjore y retomaremos el camino hacia Trichi, quizás después de comer según lo que nos comentó Manu ayer. Nos hemos levantado temprano y caminando nos hemos acercado al templo de Brihadeeswara, el máximo exponente de la arquitectura drávica de la dinastía Chola, de su poder y riquezas. Fue construido por Rajaraja I y finalizado en el siglo XI en el centro de la ciudad en el que también destacan sus pinturas. Declarado por la UNESCO patrimonio de la humanidad.

templo de Brihadishwara

El templo de Koyil Peruvudaiyar, declarado patrimonio de la humanidad por la UNESCO, también conocido como Rajarajeswara y popularmente como el "Gran Templo", es el primer gran santuario de la arquitectura Chola. Fue construido integramente con piedras de granito procedente de las proximidades, alcanzándo alturas considerables. Concibido como un edificio para la realeza, pretende mostrar la visión del emperador, su poder y su relación con el orden universal. Fue el lugar donde se celebrarían las ceremonias reales más importantes, como la unción del emperador vinculándolo a su dios Shiva, así como otros rituales cotidianos a otras deidades, que reflejan la vida del monarca. Es considerado como una de las grandes obras de la arquitectura india, en la que se muestra el poder del emperador que lo construiyó, Rajaraja Chola I.

 

El santuario principal se encuentra en el centro de un amplio y doble recinto amurallado de paredes anchas y altas, probablemente añadidas en el siglo XVI. La exterior incluye en su interior un pequeño parque en uno de sus laterales, mientras que la interior se suscribe al complejo religioso. Al muro interior se adosa un claustro o corredor con pequeñas capillas, en el que destacan excelentes pinturas al fresco y una importante colección de lingam de basalto negro. Para acceder a él hay que cruzar ambos recintos. El exterior está marcado por un gopuram, singularmente de menor tamaño que el vimana interior, considerado el más alto del mundo, con sus 66 metros de altura. Queda rematado por una cebolla llamada Kumbam o Kalash, se piensa que está tallada en una única piedra. Manu nos comentó, que el gopuram principal de entrada es una reconstrucción realizada en 1992, con motivo de la exposición Universal de Sevilla. El paso de éste se realiza a través de una bóveda de cañón decorada con más de cuatrocientas pilastras. Cuando cruzamos, nos encontramos con un elefante, que a diferencia del que vi en Pondicheri, se encuentra dentro del espacio religioso. Comenzamos la visita por una pequeña mandapa que parece presidir el conjunto. En su interior tropezamos con una gran estatua de Nandi, el tercero en tamaño de toda la la India, con sus casi seis metros de largo por cuatro de altura está tallado en un único bloque de piedra. A su lado un enorme estandarte dorado. Pasando al interior desde la mandapa o por unas escalinatas en los laterales desde el exterior, se encuentra el garbhagriha o santuario, también llamado karuvarai, cuyo significado es la "cámara de vientre", lugar donde reside la deidad principal. En este templo, es Shiva, el dios destructor, en forma de un enorme lingam de basalto negro. Sólo los brahmanes tienen acceso a esta cámara sagrada.

 

Pero contemos algo de este estilo dravidiano propio del sur de la India. La composición y diseño de los templos de esta época y siglos siguientes se basan en principios geométricos de simetrías axiales o radiales, expresión de la riqueza, poder y experiencia artística de los cholas tamiles. Comenzando por el vientre, el karuvarai toma la forma de un vimana en miniatura; otra de sus exclusivas características es la piel que lo recubre, las oscuras galerias interiores de circunvalación que forman sus cerramientos, exterior e interior, conocidas como pradakshina y que se repiten en el piso superior, reprenta la idea de que el imperio Chola ofrece gratuitamente el acceso a los dioses. La cámara de la imagen del dios es el santa santorum, el garbhagriha, cuadrado y sobre un pedestal. Su ubicación se calcula en un punto determinado por el equilibrio total y armonía que representa el microcosmos del universo. En el centro se coloca la imagen de la deidad, el murti. La entrada, o puerta de acceso siempre fue exquisitamente decorada. Esta capilla cuadrada se asienta sobre una plataforma elevada, cuyo nivel o elevación sobre el suelo, volvia a ser calculado, en la búsqueda del equilibrio y armonía total del universo. Delante se sitúa la gran sala hipóstila y la mandapa; pilastras, columnas, muros, pedestales y muelles se colocan rítmicamente cubriendo toda la superficie del gran vimana. De este periodo es la aparición de las columnas de caras planas o pilastras talladas, características en todos los templos hinduistas.

museo del Palacio Real de Thaanjavur

Tardaríamos una hora en visitar tan magnifico recinto. El resto del día, cada uno haría lo que le apeteciera, hasta las dos, hora convenida para retomar nuestra marcha hacia la nueva Trichi, próxima etapa. Mi compañero me comentó que volvería al hotel para disfrutar de la piscina; unos cuantos decidimos ir al Museo de la Ciudad. De acuerdo con uno de los catalanes, tomamos juntos un rickshaw; por 80 rupias nos dejó en la misma puerta del museo, allí nos encontramos a los vascos, el madrileño y esas dos amigas que aún no recuerdo sus nombres, creo que tambien catalanas. Ya dentro y ante la densidad de la obra expuesta decidí hacer el recorrido a mi aire, deteniéndome en lo que me pareciera más interesante.

 

El Museo forma parte del Palacio Real y que no llegamos a ver, fue construido por los Nayaks en el siglo XVI, terminado por los Marathas. Además del área de escultura, contiene otras zonas más pequeñas en los que se exponen diversas colecciones de la realeza del XIX, como vestidos, herramientas, etc. Dentro de las de esculturas destacan las 250 piezas de bronce de los Chola del siglo XI y 150 de piedra de los siglos IX a XII de los estilos Bhairava, Umasahita Shiva, Kali y el Rama Lakshmana. La colección de bronces es esplendida, en especial las figuras de Shiva y Parvati. La instalación es decadente y muy poco cuidada y las mejores había que contemplarlas detrás de unos viejos y sucios vidrios. En el recorrido que realicé por su interior llegué a una escalera estrecha, oscura y resbaladiza discurre por los muros de una gran torre, en ella hallé el sucio esqueleto de una ballena fechado en 1995, que parecía abandonado.

el bello Nataraja del museo en Thaanjavur

A la salida quise entrar en otra torre cuadrada, interesante pieza que había visto en internet, pero me indicaron que tenía que sacar un nuevo ticket, así que desistí y decidí marcharme. Busqué la salida andando hasta que encontré la calle ancha y transitada de E Malin. Rápidamente se acercó un rickshaw ofreciéndome sus servicios, le enseñe al conductor la tarjeta del hotel, llegué sin problemas.

 

Eran ya las once y media, me acerqué a la piscina y allí se encontraba mi compañero y la catalana bañándose, tomándose unas cervezas y dando cuenta de un excelente jamón que el extremeño había traído a hurtadillas en su equipaje. Me invitaron a sumarme al festín y acepté encantado, subí a la habitación a cambiarme y echamos un buen rato, poco a poco se unieron algunos otros. Antes de partir aún tuve tiempo para descargar fotos en un lápiz de memoria que traía. Entre una cosa y otra llegó la hora de la partida prevista a las dos de la tarde.

TIRUCHIRAPALLI

 

A tan sólo 55 kilómetros de Tanjore encontramos Tiruchirappalli, se vuelve a repetir la misma historia que trayectos anteriores, tardamos más de dos hora en tan sólo unos pocos kilómetros. Cruzamos fértiles terrenos agrícolas, campos de arroz, plantaciones de eucaliptos y casuarinas, probablemente para obtener puntales para la construcción. Cabras, muchas cabras y vacas, muchísimos cuervos y otros muchos más animales. Atravesamos varios y pequeños núcleos de población, de éstos que se apoyan en la carretera para desarrollar su vida, y que parecen palpitar por con el inmenso trasiego de gentes a su alrededor. Las imágenes percibidas desde el vehículo suponen un fuerte contraste entre la suciedad acumulada por doquier, la precariedad, el aparente desorden y la intensidad de la vida india. Cruzamos el río Cauvery en dos ocasiones. Sorprende la entrada en esta gran ciudad, el acceso parece un enorme suburbio similar a todo lo visto anteriormente, máxime si tenemos en cuenta, que se trata de la cuarta en población de la India con más de un millón de habitantes y que el día de mañana recibirá la visita del Primer Ministro de Tamil Nadu, como muestran sus calles engalanadas con miles de carteles de sus dirigentes, banderas y estandartes con los colores del partido en el poder, el rojo y el negro. El vistoso decorado se completa con unos tubos fluorescentes sobre uno finos postes metálicos que iluminados por la noche confieren un aspecto muy singular a sus calles.

 

Pero conozcamos algo de su historia. Dicen que el nombre de Tiruchirappalli parece proceder de la combinación de dos palabras tamiles Trishira (tres cabezas de demonio) y Palli (ciudad) que es reducido en el lenguaje popular por Tiruchi o Trichy. Conjuntamente con Madurai es una de las ciudades habitadas más antiguas de Tamil Nadu. Su aglomeración urbana pasa por ser la más grande del Estado, con su millón de habitantes. Predominan los hinduistas, aunque conviven en armonía con minorías cristianas, musulmanes, sijs y jainistas. La lengua más hablada es la oficial, el tamil, de hecho, aquí han vivido un gran número de estudiosos de esta lengua, los que han contribuido a la difusión de su propia literatura. Su cultura es similar a la brahmánica frecuente en todo el delta del Cauvery, sus gentes tienen una rica herencia cultural con un índice de alfabetización muy elevado y ancestral; sociedad multicultural que proyecta una perspectiva de la calma y que actua amigablemente con los turistas. Desde el punto de vista geográfico, la ciudad es casi llana, destaca el enorme peñasco en el centro del núcleo urbano elevado sobre la planicie. En su punto más alto se encuentra el Templo de la Roca, rodeado de un animado bazar. Desde su cima se observa como el río Cauvery fluye a través de su caserio, la ciudad se esparce en la cabeza de su delta, que comienza 16 kilómetros al Oeste, donde el cauce se abre en dos brazos que forman la isla de Srirangam.

vista de Trichi desde la Roca

La ciudad no es un importante centro de arqueología como lo es Tanjore, si bien, su antigüedad es datada por los primeros asentamientos humanos en el segundo milenio antes de Cristo, y mencionada por Ptolomeo en el siglo II antes de Cristo. Pasa a ser gobernada sucesivamente por Cholas, Pandyas, imperio de Vijayanagar y dinastía Kayak, para finalizar con los británicos antes de la independencia de la India. Y no solo es historia, aqui se asienta una de las ingenierías más importantes del país y del mundo, una de esas grandes factorías en las que se fabrican equipos relacionados con la producción de energía, como calderas de alta presión y tubos de acero sin costura. Casi el 65% de los equipos de la India parten de la planta de Bharat Heavy Eléctricas Limited, empresa de propiedad estatal instalada en 1963. En torno a la fábrica se asocian un importante número de viviendas y un importante complejo educativo.

 

Dormiremos en Trichi dos noches, tiempo que aprovecharé para realizar la colada una vez quedemos acomodados en el hotel. Antes de reunirnos en el hall con el grupo y el guía para visitar lo que Manu dice, es lo único interesante que podremos encontrar en la ciudad, el “Fuerte de la Roca”.

 

Me encuentro solo en la habitación haciendo tiempo hasta la hora acordada, repentinamente comienzo a sentirme indispuesto, un fuerte dolor en el bajo vientre, en el costado derecho me alarma. Pensar en una posible apendicitis y su operación de urgencia en la India al principio del viaje que me lo chafaría todo, que horror. Ya pensaba en la sanidad pública india, pese a que exista la privada. De la primera nos contó Manu que no se pasan gratuitamente los medicamentos, ni siquiera en los casos de hospitalización, ni tampoco las comidas de los hospitalizados. Dicen que los traumatólogos tienen muy buena fama, debido a su dilatada experiencia en casos de accidentes, ¿pero que ocurrirá en otras especialidades? Fueron momentos realmente angustiosos, retorcido de dolor en la cama, lo pase como pude, sin querer decirle nada a nadie. Sacando fuerzas de flaqueza, a la hora acordada, a las 4:30 estaba en el hall preparado para la partida. En el autobús el dolor no cesaba, éste nos dejo en una amplia avenida, en lo que es la travesia de la carretera NH 67 al borde del bazar y que debíamos de cruzar para acceder a la Roca. Me encontraba tan mal, que decidí abordar a Manu y ponerlo sobre aviso, mi sorpresa fue mayúscula cuando éste no le dio ninguna importancia, al final me quede sólo y dude sobre que hacer. Subir a la Roca a riesgo de encontrarme mucho peor en el camino o, quedarme allí esperando lo que sucediese. Al final, ante el miedo a perderme y quedarme verdaderamente sólo, decidí subir. Poco a poco, ante mi sorpresa, el dolor iba remitiendo, la felicidad me inundaba, en recompensa propició que la subida de los más de cuatrocientos escalones, que habrían supuesto en principio un duro esfuerzo, ni los noté. Peldaño a peldaño, llegué arriba de un tirón y sin darme cuenta, ni siquiera me quité las sandalias de goma blancas, situación que me supuso, me recriminase el individuo que controlaba el acceso a la pequeña capilla y mirador circundantes en la cima.

hornacina en la subida a la Roca

El Templo de la Roca es una fortaleza construida sobre una gran afloración granítica de 83 metros de altura que sobresale en la planicie de Trichi y considerada su hito más importante. Fue utiliza como fortificación militar por los emperadores Vijayanagar por primera vez, siendo sus últimos ocupantes los británicos. En su interior se encuentra un gran depósito construido por el rey Nayak Viswanath, hoy clausurado. Su edificación duró más mil años, iniciándose en el siglo VI, durante el reinado del rey Pallava Mahendravarman. Pero fue el rey Nayak de Madurai del Imperio Vijayanagar el promotor de los dos templos que visitaríamos. El que encontramos hacia la mitad de la subida, también en el interior de la roca, es el más grande, conserva su carácter místico y aloja un lingam de basalto negro en honor a Shiva, también está consagrado a las diosas Parvati y Mahalakshmi; su arquitectura en piedra es magnífica, aunque devido a los cultos que en ese momento se celebraban no lo pude visitar. Continué la subida por una suave escalinata de unos 200 peldaños tallados en el granito. Al coronar el punto más alto de esta inmensa mole se divisa en un pequeño y hermoso templo en honor a Ghanesa, más pequeño que el anterior. En él hay una capilla custodiada por dos brahmanes en la que un nutrido número de fieles realizan sus plegarias; está rodeada por una galería abierta al paisaje, desde donde se puede disfrutar de unas magnificas vistas de los alrededores hacia los cuatro puntos cardinales, ofreciendo una panorámica de la ciudad a ambos lados del Cauvery y de la isla de Srirangam en sus brazos.

 

Inicié la subida con tranquilidad; es curioso cuando se alza la mirada y se ven todas las tabicas de los escalones pintadas a franjas rojas y blancas, la imagen que me recuerda a muchos muros que he visto anteriormente en los templos. La escalinata discurre al pricipio por pasajes excavados en la roca, para ya casi al final aparecer a cielo abierto, Se quiebra en multiples rellanos, siempre jalonados con pequeñas capillas u hornacinas de diverso tamaño y deidades, cuajadas de flores y lamparillas. Su estructura refleja el excelente arte hindú de la antigüedad, tambien observo algunos restos de pinturas geométricas en sus techos. El trasiego de personas en ambas direcciones es incesante. Después de pasar el templo de Shiva, continué la ascensión. Al llegar a un estrangulamiento estratégico, se produce un giro que da paso a una explanada, poco antes de la cima. En este bastión defensivo, desde el que ya se divisan inmejorables vistas de los alrededores, se produce el control de la subida. La fortaleza queda inexpugnable, ya que todo el recorrido anterior se ha realizado a cubierto.

 

La bajada fue rápida. A la salida quedo inmerso en ese bazar tan peculiar que ocupa toda la calle, con multitud de tiendas y puestecillos exteriores en los que se exponían géneros de todos los tipos, cacharrería, tejidos, juguetes, frutas y comestibles; atestada de gentes y tráfico en todas las direcciones, la inmensa mayoría de rickshaw ofreciendo continuamente sus servicios. Con la mirada buscaba ansiosamente a mis compañeros, topé con los dos de la piscina dando vueltas, nuevamente habian decidido no realizar la visita, era curioso como nos buscábamos los unos a los otros. Esperando un poco, nos reunimos los trece con objeto de regresar al hotel, todos juntos, Manu se había marchado mucho antes. Recorrimos la calle principal NSB Rd, curioseando por las tiendas del bazar, al pacense le querían vender todo tipo de collares, regateaba por todos, terminó comprando algunos. Anochecía y pensamos que lo mejor sería acercarnos a la avenida principal, en la travesía podríamos tomar con facilidad unos rickshaw que compartiríamos. Al llegar, topamos de frente con una iglesia colonial de estilo neogótico afrancesado, en la que dominaban sus altos pináculos y su campanario centrado con la puerta principal, arcos ojivales y rosetón. A la postre, la iglesia de Nuestra Señora de Lourdes, incite a mis compañeros para que entrásemos a curiosear. Lo más singular de su gran y única nave interior era la ausencia total de mobiliario, sin bancos ni reclinatorios. Estos indios cuando van a misa y rezan lo hacen en el suelo, siguen inconscientemente sintiendose hinduistas. Igualmente eran curiosas las imágenes, una Virgen María y un San Francisco de Asis engalanados con guirnaldas de flores de acuerdo con la tradición hindú, incluso se descalzan al entrar.

rickshaw-bicicleta en las calles de Trichi

Cogimos tres rickshaw en la cercana Salai Rd, que por unas rupias nos acercaron al hotel. Inmediatamente casi todos fuimos al supermercado de al lado, Manu nos había dado sus señas; entre otras chucherías compré un Cd de música hindú. A la vuelta, después de una ducha y el resquemor de si me volverían o no los desagradables dolores de esa tarde, me fui al bar, allí relajadamente di cuenta de unas cervezas y disfruté charlando con mi compañero, quien poco a poco me iba dando detalles de su ajetreada vida. Terminé en el área de ordenadores consultando el correo e interesarme por el estado de mi país.

 

Dicen que hoy es miércoles 8 de Septiembre. Son tantas las ciudades y pueblos que visito, monumentos y calles que recorro, carreteras y horas de autobús que me meto en el cuerpo, que me parece que llevo aquí una eternidad y hoy, tan sólo es el quinto día que estoy en estas tierras. Sigo mejor del extraño dolor que me asaltó ayer por sorpresa y, con la esperanza de que haya sido algo casual y que ojalá no se repita y, que si lo hace, esté ya de vuelta.

 

Esta mañana hemos quedado a las ocho, tenemos previsto cruzar el Cauvery y visitar el templo de Sri Ranganathaswamy o Srirangam dedicado a Vishnú o Ranganatha, deidad principal a la que se consagra. Por cierto, no la pudimos contemplar en su inusual postura de descanso, mirando al Sur, en vez de la convencional, orientada al Este y dando gracias a Vibhishana.

el elefane de las bendiciones en los baños

Considerado el templo más grande consagrado al culto del mundo, estuvo sometido durante mucho tiempo por su especial ubicación en la isla de Srirangam vulnerable a los desastres naturales como las crecidas del río, o al fácil ataque de los ejércitos invasores, comenzó a construirse en el siglo XVI con el rey de Vijayanagar Achyuta Deva Raya, siendo abandonado después de su muerte. Destruido, se reconstruyó por el rey Chola Dharmavaman en el siglo IX, ampliado posteriormente por los Pandyas, los reyes Vijayanagar y los Nayaks de Madurai. Sigue los parámetros de la arquitectura dravidiana, aunque es significativo que no ha llegado a terminarse, hasta finales del siglo pasado, en 1987 por Ahobila Mutty. Se edificó en una amplia parcela rectangular de 400x250 metros, con orientación Norte Sur y una superficie superior a las 60 hectareas. Está rodeado por siete murallas concéntricas o prakarams, actualmente macizadas por el caserío y en la que sus 22 gopuram ocupan sus trayectorias axiales. El que marca la entrada del templo recibe el nombre de Rajagopuram, con sus 72 metros y trece niveles, domina elegantemente el paisaje. Dicen que es el segundo más alto de toda Asia y que según la leyenda, desde él se puede ver la costa de Sri Lanka. También es bastante imponente, con sus 44 metros de altura, el situado en la puerta Este, conocido como la torre blanca o Vellai. Los otros veinte son mucho más bajos y fueron construidos entre los siglos XIV y XVII. Es uno de los santuarios más ilustres consagrados a Vaishnava en el Sur de la India, rico en historia y leyenda y al que los hindúes seguidores de Vishnú van en peregrinación. Por todo él pueden verse hermosos relieves y esculturas que representan escenas del Ramayana y Mahabharata.

 

Pese a todo lo anterior, Manu nos ha sorprendido a todos acercándonos primeramente a uno de los lugares más atractivos que hemos visitado hasta ahora, los baños rituales de Amma Mandapa a orillas del río Cauvery. Allí se celebran las ceremonias de purificación de los fieles hinduistas que tienen previsto acceder al templo de Sri Ranganathaswamy. El acceso se realiza desde una mandapa atestada de mendigos situada al Sur de la calle Ammamandapa Rd, significativamente en el extremo opuesto se encuentra el templo de Ranganathaswamy. Este eje viario, escrupulosamente orientado Norte Sur, supone un importante recorrido ceremonial que unía el templo con los baños. Al salir de la mandapa encontramos unas terrazas escalonadas que terminan en unas escalinatas que se hunden en las aguas del río. Una estructura tubular acota el recinto de las abluciones. Se bañan, lavan sus cuerpos, incluso sus dientes introduciendo los cepillos en el agua verdosa, se asean y realizan sus plegarias los muchos fieles que se sienten purificados. Varios brahmanes ofrecen sus servicios y un elefante engalanado con dibujos en honor a Vishnú realizados con harina de arroz de colores, recolecta donativos posando su trompa en las cabezas de niños, jóvenes y mayores. Incluso realizan sus coladas, que se mecen al aire, tendidas en el vallado. El grupo accede como loco impresionado por el espectáculo, hacen (hacemos) fotos sin cesar en todas las direcciones. Tan encantado hemos quedado que alguno, solicita al guía, volver después de visitar el gran templo.

baños de Ammanandapan en el Cauvery

Quizás, haciendo unos cuantos metros, innecesariamente en el bus llegamos a las proximidades del templo de Srirangam. Cruzamos el enorme y colorido gopuram que marca el acceso al recinto en una de las murallas exteriores, le suceden otros dos menores, hasta llegar al recinto amurallado central, los tres situados en el eje de la calle principal Ammamandapa Rd. En el último nos tuvimos que descalzar como es preceptivo. Manu ha acordado con un indio local, para más señas, un enano bastante parlanchín que chapurrea algo de castellano, acceder a las azoteas. Desde lo alto, las vistas del conjunto de torres son visibles y bastante atractivas, pudiendo contemplarse el recinto en su totalidad, a sus gopuram y vimana nos está prohibido el acceso, ya que somos infieles occidentales. Así que cuando bajamos de las terrazas, el recorrido no pudo ser más pobre, rodeamos las distintas edificaciones por el exterior. Circunvalamos la gran capilla de la cúpula dorada, el Ranga vimana con forma de Omkara, el símbolo de OM. En él Sri Ranganthar se reclina en Adishesha y en sus pies se encuentra Ranganayaki con las imágenes de Vibishana, Brahma, Hanuman, Garuda y los símbolos de Vishnu. Me tuve que conformar contemplando una vez más esta delicada arquitectura arquitrábica de piedra. Las pilastras cuadradas y rectangulares de granito presentan magnificas tallas en torno a la figuración hinduista, descollan sin lugar a dudas caballos rampantes en una de los mandapa que cruzamos, el llamado Ayiram Kaal. Entre sus casi 1.000 pilastras de fuste estriado y capiteles dobles decorados con esculturas de caballos, tambien observo tigres y elefantes y, algunos bajos relives de clara connotación erótica. Atrás se nos quedaron las siete naves laterales, la mamdapa Garuda, sala dedicada a esa deidad, ave legendaria de Vishnu, dios con cabeza de águila que mira hacia el Norte, hacia el santuario principal, o mandapa Kili, o la sala del Loro que se encuentra junto a la capilla, en el primero de los prakarams, o quizás la sala más interesante, el mandapa Sesha, el que los Nayaks añadieron al complejo en el lado Este del recinto.

 

Aún no alcanzo a comprender las trazas de estos templos, incluso a los usos que se le dan a estos espacios tan ricamente labrados, donde cientos de mendigos se confunden con sacerdotes y fieles. Afortunadamente son muy pocos los turistas con los que nos encontramos, nosotros y alguno que otro más. Iba mirando a todas partes, lamentando que no pudiésemos acceder al interior de ninguna de las capillas, circunstancia que por el contrario, favorecía que la visita fuese rápida. Descubrí casi por casualidad y con sorpresa un estanque al mirar detrás de un muro. En el cielo que veiamos por encima de los aleros, gracias a una mañana clara donde lucia un sol que brillaba en todo lo alto, se recortaban los muchos gopuram que salpican el conjunto. Terminábamos cruzando por otro patio en el que trabajaban en unas obras de mantenimiento, se pavimentaba una galería. El guía local nos acompañaba en todo momento haciendo gracias, buscando la propina pactada que Manu le entregaría al final del recorrido. Recogimos el calzado e iniciamos el regreso al autobús. En el trayecto como siempre disfrutaba observando a estas gentes que irradian tanta vitalidad, a veces perplejo y otras con admiración, tiraba fotos y más fotos pensando que algún día las disfrutaré recordando estos momentos inolvidables.

templo de Ranganathaswamy

Pero como lo prometido es deuda, regresamos a los baños. Decidí que en esta ocasión no haría fotos, que contemplaría el espectáculo con más detenimiento, observaría todo lo que antes nos había dejado perplejos. Pregunte al guía si podía meterme en el agua que aquellas gentes veneran con tanta pasión, me respondió ¿y por qué no? Y hecho, me quite las sandalias, le pasé la cámara y al agua. Es cierto, soy un iconoclasta, pero todos estos fetichismos me encantan. Y poco más, di unas vueltas repasando lo visto anteriormente, unos que se lavaban, otros que rezaban, los que tendían su ropa e incluso los que me miraban, viendo en mí al ser extraño. Al autobús y de regreso al hotel.

 

Había transcurrido la mitad de la mañana y no teníamos otra cosa prevista que hacer. El grueso del grupo y entre ellos yo nos planteamos disfrutar del resto de la mañana en la piscina hasta la hora del almuerzo, acordado a las dos en el restaurante del hotel. Por la tarde quise echarme una siesta pero la insistencia de mi compañero de que lo acompañase de nuevo a la piscina aborto mi propósito, también nos acompañó la barcelonesa. El resto se marchó a la calle a ver no se que cosas. Yo lo tenia claro quería y debía descansar. Después de una hora en la piscina ya estaba harto, dejé allí a los dos y me subí a la habitación con objeto de dormir hasta cansarme.

 

De pronto escucho un estruendoso ruido que entra por la ventana, me asomo y veo a mucha gente vestidas con los colores nacionales. Recuerdo el acto de ensalzamiento al Presidente de Tamil Nadu que visita hoy Trichi, tardo pocos minutos en cambiar de intención ¡por qué no vestirme e ir a curiosear! aprovecharé para sacar fotos del acto y del gentío. Dicho y hecho, y por supuesto que ha valido la pena. Salgo del hotel sólo, guiado por el ruido cruzo un par de calles hasta llegar a Meladupur Main Road donde encuentro muchísima gente, sin dudarlo me meto entre ellos, como uno más. Me miran y sonríen, cuando saco la cámara como poseídos se colocan delante y empiezan a hacer gestos y morisquetas. La inmensa mayoría de los seguidores del Presidente visten los colores de su partido, rojo y negro. Mucha policía y militares, pero todos en un verdadero ambiente festivo. Tengo la suerte o casualidad de pasar justo al lado del coche de los dirigentes, que saludan a la multitud, incluso me dedican una sonrisa. Todo se encuentra engalanado para la ocasión, banderines en las calles, grupos de hombres que danzan y tocan incansablemente sus tambores, grupos de mujeres desfilan ataviadas con sus mejores saris, camionetas repletas de más hombres o mujeres que recorren el trayecto vitoreando a sus representantes. Incluso, dos enormes elefantes portan pancartas y fotos de los políticos locales. Recorro toda la calle hasta terminar en la rotonda que marca el cruce con Rockins Rd, frente a la estación de trenes Trichy Railway Junction. En la glorieta ajardinada se encuentra una vieja locomotora de vapor curiosamente pintada de rojo y negro, presidiendo lo que parece el final del recorrido. Al cabo de un buen rato y saciada suficientemente la curiosidad regreso al hotel.

 

Aún esos dos se encuentran en la piscina de cháchara. Para terminar el día y como empieza a ser una sana costumbre, he ido al bar del hotel a escribir, a poner al día el diario, a la espera de lo que nos depare mañana, una nueva jornada en la India. Escucho “Saucerful of Secrets” y saboreo una cerveza mientras en mis oídos retumban aquellos aterradores gritos de Ummagumma.

exaltación de sus dirigentes políticos regionales

Continuamos en una nueva jornada camino a Madurai, llegaremos sobre las diez y media después de una nueva travesía por carretera. El incio del recorrido correspondió a la salida de Trichy, lo hicimos por las mismas calles, se volvían a repitir sensaciones anteriores. A continuación y extraordinariamente enlazamos con una autopista de dos carriles por sentido, experiencia que ha resultado novedosa, distinta a la de días anteriores. El paisaje resulta amplio y despejado, algunos cerros dispersos de no mucha altura y unas grandes rocas de granito emergen y salpican la llanura. En algunas de estas formaciones, en las menos, se avistan explotaciones y canteras de extracción de piedra. Las plantaciones vuelven a ser de arroz, la mayoría presentan sus tablas secas, comparten los terrenos de labor con muchos cocoteros, dispuestos en cuadriculas y homogéneos en altura, muy cuidados. Por primera vez distingo naranjales y huertos de hortalizas. En uno de estos campos, un indio araba la tierra con una yunta tirada por dos vacas. En otro, recogían algo de unas plantas leguminosas parecidas a pequeñas acacias. Inmerso en este paisaje ordenado y productivo, aparecen repentinamente grupos de casas o chozas de pasto y con ellas, el desorden, la suciedad, el abandono y lo inacabado. En todos los casos la visión a través de las ventanillas del vehículo sigue resultando atractiva y mientras la mayoría dormita, me cambio de un asiento a otro, mirando sin cesar en todas direcciones.

 

Pasan los días y contemplo esta arquitectura, para mí nueva hasta ahora. Me sorprende, pero aún no conozco nada de sus construcciones civiles, las más antiguas que encuentro son esas cabañas de palma con cubiertas a cuatro aguas. Generalmente están aisladas y cuando se agrupan dejan unos pequeños callejones entre los linderos como paso hacia el interior, al campo o la jungla. Siempre se alinean a la carretera en la que se apoyan. Las he visto de dos tipos, totalmente de caña, o sólo su techumbre. En estas últimas, quizás en menor número, los muros son de ladrillo, pequeñas piezas hechas a mano, rojos, de aspecto pesado, no muy consistente y aún se siguen utilizando en las actuales construcciones de hormigón armado. Algunas chozas, las que interpreto como más antiguas, tienen sus cerramientos de tapial, en algunos casos también le incorporan restos de ladrillos. En otras, utilizan en la techumbre teja roja, plana o curva. En las que creo, de más recientes construcción, el cerramiento es de una única hoja de ladrillo. Intentaré sacarle algo de más información al guía.

patio de ceremonias, Palacio de Thirumalai

MADURAI

 

Sobre las 10,30 hemos llegado a Madurai, una de las ciudades tamiles más antiguas de la India, la más importante y poblada con más de un millón de habitantes. Se localiza en el Centro-Sur de la región, a 460 kilómetros de Chennai, en la desembocadura del río Vaigai. Su clima caliente y seco es azotado por los monzones durante los meses de septiembre a noviembre. La economía depende principalmente del sector de la tecnología de la información.

 

Su historia es larga y dilatada. Se dice que comerció con la Roma clásica, sobreviviendo a la caída de su imperio. Los Pandyas recuperaron su control en el siglo V gobernándola durante cuatro siglos, hasta pasar a dominio de los Cholas en el siglo IX. En el siglo XIII el segundo imperio Pandyan estableció aquí su capital. Después pasó a la dinastía Tughlaq del sultanato de Delhi, independizándose de éste hasta su destrucción por el Imperio Vijayanagar en 1378. Posteriormente fue gobernada por la dinastía Kayak hasta 1736 y desde 1764 hasta 1801 la ciudad quedó bajo el control de la Nawab de Arcot, año en que la British East India Company tomó el control directo de Madurai bajo la presidencia de Madrás. La ciudad se constituyó como municipio en 1866, desempeñando un papel significativo en el movimiento indio de independencia, conseguida en 1947. Madurai se mantuvo como la segunda ciudad más grande del estado de Tamil Nandu, creciendo enormemente, sobre todo al norte del río Vaigai, con el desarrollo de nuevos barrios residenciales. Fruto del paso de todos estos pueblos de hace más de 2.500 años, ha sido y es un importante centro comercial con un rico patrimonio cultural. Aunque significativamente lo que le da prestigio a la ciudad es el Templo de Meenakshi, situado en su corazón. Más que un templo, es una pequeña ciudad laberíntica que atráe tanto a turistas como a peregrinos. Nosotros lo visitaremos esta tarde. Incluso antes de llegar al hotel ya teníamos la primera visita programada.

 

Antes de llegar al hotel Royal Court, hemos parado en el palacio Thirumalai Kayak. Veremos el primer e importante ejemplo de la arquitectura civil del Sur de la India, coetáneo con el templo. Fue construido en 1636 como residencia del rey del mismo nombre de la dinastía Kayak, que gobernó este antiguo reino desde 1623 a 1659, en su legado se encuentran muchos de los mejores edificios y templos de la ciudad. Su reinado estuvo siempre bajo la amenaza de los ejércitos del sultanato de Delhi y de los reinos vecinos, que supo solventar con éxito. Fue gran mecenas del arte y arquitectura dravidiana conocida posteriormente como el estilo Madurai, también mejoró gran parte de los templos del período de Pandya.

bóveda sobre el Salón del Trono de Palacio

El palacio es una de las mejores obras civiles del siglo XVII de la India. Supone la fusión clásica de los estilos dravidiano e islámico. En su apogeo, el complejo original fue cuatro veces mayor de lo que queda en la actualidad, es considerado como una de las maravillas del Sur de la India. Su interior está ricamente decorado, mientras que el exterior es de un estilo mucho más austero. Actualmente se encuentra en un estado de abandono significativo. Su impresionante estructura se sobre eleva en un entablamento un metro sobre el nivel del suelo. Grandes columnas y arcos lobulados sostienen gigantescas bóvedas en una serie de crujías, que conforman un gran patio de 52x72m llamado el Patio Celestial o Vilasam Svarga, utilizado hoy en día en actuaciones diversas. Todo él está construido con ladrillo foliado con revestimientos de color blanco (columnas), amarillo (arcos) y rojo (bóvedas), ejecutados con un singular estuco llamado Chunnam, que se realiza con base de cáscara de limón, mezclado con clara de huevo y cal para obtener una textura lisa y brillante. En el complejo destaca el cuerpo de acceso y puerta y, al fondo los tres salones enlazados, los de baile, antes Sala de Audiencias o Vilasam Svarga, con imponentes arcadas de 12 metros de altura y, el principal con el trono, cubierto con una gran cúpula sobre un octógono sobre grandes columnas y arcos. Cuenta con la residencia real, teatro, capilla, apartamentos y cuartos, sala de armas, kiosco real de música, un estanque y jardines. En su lateral se encuentra un pequeño museo un tanto destartalado, comunicado con un patio en el que se exponen restos arqueológicos al aire libre, algunas de cuyas piezas están deterioradas en exceso. Impresionante la inmensa cantidad de palomas que dormitan en los salientes, molduras y techos del palacio, que lo tienen perdido de guano.

 

A la salida nos asaltaron unas vendedoras ambulantes, un chaval en silla de ruedas nos ofrecía postales, unas mujeres mostraban gran cantidad de pulseras tobilleras, algunas parecían de plata, también pequeños bolsos de seda. Terminé comprando un montón de éstas últimas y, una pequeña talega que me regaló la vendedora, más otro mayor, todo por 400 rupias (6,70 euros) que seguro que harán las delicias de los que me esperan. A las doce ya estábamos en el hotel, quedando citados en el hall a y media, para almorzar. A la hora acordada nos presentamos a la cita siete compañeros. Nos hemos dirigido a la búsqueda de un restaurante, seguíamos las indicaciones previas dadas por el guía. Decidimos ir al cercano hotel Palace, la comida resultó bien, y no muy cara. Hemos vuelto rápido, hemos quedado de nuevo a las cinco para ir al templo.

templo de Sri Meenakshi

La tarde se ha presentado lluviosa, aunque a medida que pasan los minutos amaina. Salimos caminando desde nuestro hotel, todos en fila india en dirección al recinto religioso, que al parecer no queda muy lejos. El tráfico es intenso, atascado en muchas ocasiones y en las estrechas calles por las que discurrimos, la amalgama de vehículos y viandantes ralentizan la marcha en un caos aparentemente cotidiano. Va atardeciendo y desde la última calle se adivina su presencia, terminamos viendo un enorme gopuram de más de 50 metros de alto. El fantástico colorido de la pirámide se recorta en el cielo gris plomizo surcado por miles de palomas y cuervos que lo revolotean; corresponde al acceso principal, a la puerta Este. El grupo al completo se ve obligado a descalzarse, de esta guisa penetramos en el recinto, la entrada es gratuita al no tratarse de un monumento y estar dedicado al culto, Manu dice que atrae a más 15.000 visitantes diariamente y alrededor de 25.000 los viernes, tanto que es considerado tan importante como el Taj Majall. Sufrimos el cacheo en un estricto control policial.

 

El templo consagrado a Sri (sagrado, santo) Meenakshi Amman dicen que está repleto de representaciones de la diosa de ojos de pez y tres pechos, imagen que busqué con mucho ahinco y de la que no llegué a encontrar ninguna. Meenakshi es un avatar de Parvati, la esposa consorte de Shiva, una de las pocas deidades hindúes femeninas a la que se le dedica un templo tan importante. Símbolo para los tamiles, se menciona en su literatura desde la antigüedad, se cree que fue fundado por el rey celestial de los Devas, Indra. El santuario fue destruido por los invasores musulmanes en 1310 fue mandado reconstruir por el rey de Madurai, Nayak Viswanatha (1559-1600) siguiendo los principios establecidos por Shastras Shilpa, las reglas de la arquitectura dravidiana. La estructura actual se construyó durante 1623 a 1655 en el reinado Thirumalai Nayak (1623-1659) que le añadió al complejo anterior muchas de sus actuales construcciones como la mandapa Vasantha, donde se celebra el festival de primavera Vasanthorsavam y el corredor de los loros Kilikoottu Mandapa. Los pasillos del tanque del templo Meenakshi y Nayakar Mandapa fueron construidos por la reina Nayak Rani Mangammal (1689-1704).

 

El amplio y casi rectangular complejo se ubica en el centro del casco antiguo de la ciudad, dividido en una serie de recintos concéntricos cerrados por altos muros de mampostería o prakarams. Se trata de uno de los pocos templos de Tamil Nadu que tiene sus cuatro entradas marcando las direcciones cardinales. La ciudad antigua de forma cuadrada se trazó con una serie de calles concéntricas alrededor del templo. Antiguos clásicos tamiles mencionan, que el santuario era su centro y sus calles se irradiaban como el loto y sus pétalos. La parcela de 18 hectáreas queda rodeada por doce gopuram de entre 45 y 50 metros de altura. El más alto es la torre del viento del sur, de 52 metros, construido en 1559. El más antiguo es el oriental, construido por Maravarman Sundara Pandyan durante 1216-1238. Todos se encuentran cubiertos con miles de figuras de piedra de animales, dioses y demonios pintados en colores brillantes.

 

Doy un paseo por el prakara, el espacio entre el muro exterior y el templo principal, intentando abarcar la inmensidad del complejo. En un mundo dedicado principalmente a la diosa Meenakshi, consorte de Shiva, destacan sus dos vimana, con sus cubiertas doradas, lugares sagrados donde moran estas deidades. El santuario principal está rodeado por tres recintos, cada uno protegido por cuatro pequeños gopuram enfrentados dos a dos, en su interior reside la imagen en piedra negra de Meenakshi. El corredor que rodea el santuario se llama Kilikottu Mandapa o jaula de loros, utilizado para retener loros verdes adiestrados para pronunciar el nombre de la diosa. Preside el vimana un estandarte dorado que simboliza la espina dorsal humana, rodeado de varios dioses, como Durga y Siddar. El otro santuario, cuya superficie es una cuarta parte del principal, está esta dedicado a Shiva Sundareswara, se encuentra en el centro del complejo, lo que sugiere que el dominio ritual de la consorte se desarrolló más tarde, contiene su imagen y otra de Nataraja.

techo de la mandapa de Viravasantharaya

Aquí hay más de un lugar donde orar a las múltiples divinidades, la importancia radica en el tamaño del espacio que se les dedica. La sala de las mil columnas o”Aayiram Kaal”, construido por Ariyanatha Mudaliar en 1569, es la zona más tranquila y con menos altares de todo el recinto. Alberga también el museo, que no deja de ser un par de hileras de vitrinas donde se exponen mapas e imágenes, aunque con algunas piezas, eso sí, realmente antiguas. Es una gran mandapa en cuya entrada vemos una estatua de Ariyanatha Mudaliar sentado en un caballo. Sus casi mil pilastras de granito se encuentran ricamente talladas siguiendo las trazas de la escultura dravidiana, destacan las figuras de la esposa de Cupido Rati, Karthikeya, Ghanesa, Shiva como un mendicante errante o Yalis, figuras míticas de los leones, otras con bajorrelieves de elefantes y caballos rampantes, los techos decorados con dibujos geométricos en los que destacan los rojos y blancos, en una de las paredes pudimos contemplar unos frescos. Muchos brahmanes, fieles, templetes y gentes deambulan de un lado a otro. La visita la iniciamos por fuera pero a intramuros, buscábamos la puerta Oeste, para pasar al interior y recorrerlo hacia el Sur. En todo momento nos acompañaba Manu, antes de marchar nos expuso el programa para la nueva jornada, libre, en que posibles actividades podríamos emplear nuestro tiempo.

 

Continuamos sólos, disfrutando de todo lo que encontrabamos, el estanque sagrado del loto de oro o “Porthamarai Kulam”, en él se reúnen peregrinos, turistas y familias, sentados en sus escaleras buscan un respiro a tanto bullicio. Comprobé lo que en una ocasión me contaron, cuando es pobre y no se tiene nada que darle a Vishnu, Shiva o Brahma, siempre puede uno raparse la cabeza al cero y ofrecerle el sacrificio del propio pelo como muestra de veneración. Mientras algunos rezan, algunas mujeres están cocinando, sobre pequeñas hogueras de madera, en cazuelas de barro que han traído el arroz que luego pondrán a los pies de una deidad, implorando que les conceda buena fortuna y salud. En las paredes de sus galerías superiores se conservan unas pinturas del período de Nayak, ejecutadas sobre un fondo de color rojo intenso, con delicadas líneas en negro y grandes áreas de blanco, verde y ocre.

 

Cruzamos por la mandapa de Meenakshi Nayakkar o sala de 100 columnas, la que tiene dos filas de pilastras talladas con imágenes de Yali, animal mitológico con cuerpo de león y cabeza de un elefante, comúnmente usado como el símbolo del poder Nayak. Y por la mandapa Puthu construida por Tirumala Nayak, o la Kalyana, al Sur de la sala de columnas, donde el matrimonio de Siva y Parvati se celebra una vez al año, en abril, el festival Chithirail. También la mandapa Ashta Shakti, previa a la entrada al vimana de Meenakshi, cuenta con ocho estatuas de diosas, y el mandapa Pancha Pandava con las esculturas de los héroes del Mahabaratha. Y por otro mandapa como una gran sala con grandes corredores, o el de Mangayarkarasi de nueva construcción, terminando en el de Servaikarar, de 1975 y el Salón de tambores o Nagara construido por el ministro de Rani Mangammal en 1635.

 

Anexo al templo se encuentra un pequeño mercado en el que nos fijamos y al que decidimos volver después. En el que destaca la decoración de pilastras rectangulares decoradas con caballos encabritados y personajes variados. Cerca de la entrada Norte del templo encontramos otro mercado, éste, compacto, lleno de puestos en los que es posible comprar de todo, donde las mercancías colocadas en pilas desafían la gravedad, dando la impresión de todo puede colapsar en cualquier momento.

todos adoran a Nandi vehículo de Siva

El grupo poco a poco iba perdiendo unidades, ya quedamos sólo nueve compañeros. La tarde terminaba dándonos paso a una primera noche en el templo, cuando las imágenes que captábamos eran cada vez más pobres debido a la falta de luz. Creímos quedar francamente satisfechos con la visita, includo, elefante, mujeres, hombres, niños y bebes, dioses y diosas, esculturas, pinturas, grabados y por supuesto, muchos lingam en honor a Shiva; incluso pudimos escuchar a un trío que más que músicos parecían monaguillos, tocaban delante de una capilla unos desconocidos instrumentos locales, terminados ya definitivamente visitando un zoco en el interior del templo en el que las chicas realizaron algunas compras. Después de perder al pacense y a su inseparable catalán, acordamos recoger el calzado y rodear el recinto por fuera en sentido inverso hasta acercarnos a la puerta Sur, donde Manu nos indicó que había muchas tiendas de joyería, para terminar en la puerta Oeste, allí se ubicaban las tiendas de sastrería y regresar. Cuando llegamos fuimos asaltados literalmente por los comerciantes, ocasión propicia para tomarnos medida y encargar algunas prendas, escogí dos telas para dos prendas que encargue, al final también compré dos bolsos, de lo pesado que era uno de los vendedores, la sastrería exigia esperar como mínimo unas dos horas antes de recoger la mercancía.

 

Salimos a la calle, unos se querían ir ya, pero al final los convencimos para quedarnos todos juntos. La catalana, que por cierto habla bastante bien ingles, fue la encargada de preguntar «¿donde podríamos tomar unas cervezas?» El azar la llevó a preguntar a “Pandithurai”, un señor que se hallaba sentado en un poyete, delante de una tienda de surtidos variados, desde alimentos a juguetes infantiles de plástico. Nos dijo que conocía un lugar y que nos acompañaría. Cogimos calle abajo, por E Avani Moola St, atestada de gentes, coches, motos, tiendas y tenderetes, el suelo encharcado por la fina lluvia lo hacia todo aún más emocionante. No veíamos el final, pero lo seguíamos «¿a dónde nos llevará éste?», para en un cruce y tira a la izquierda, por una calle oscura, y nos acerca a un garito con la misma poca luz. El grupo parece que se acójona, nadie se quiere acercar. Me lanzo y le pido a la catalana que domina el inglés, que me acompañe, por supuesto, con Pandithurai. Pedimos dos cervezas que pagamos y comprobamos que están bastante frías, llamamos al resto, el vasco es remiso a acercarse, con muchos ruegos, acceden, ‒de donde habrán salido viajeros tan expertos y temerosos‒. De pronto se le ha pasado la sed a todo el grupo, cuando ya tenemos compradas cuatro botellas y pedimos que nos las abriesen, recibimos un no bastante enérgico (no se puede beber en la vía pública), pero nos indicaban que a la derecha, donde comprobamos la existencia de un estrecho callejón bastante oscuro, en el que se divisaba algo de luz al fondo. Tuve que volverme a lanzar al grupo para que me siguiese a aquel antro. Una habitación con una pequeña barra donde servían unos pinchos, que nos ofrecieron y rechazamos. Sólo hombres bebían lo adquirido en el local de la calle, mayormente, unas botellitas de guiski o ron. Nos miraban perplejos y sonreían, posiblemente allí nunca había entrado una mujer y ahora se encontraban con cuatro occidentales. Nos abrieron las cervezas y cuando las tomamos, nos fuimos. La experiencia era digna de contar por todos.

que bonitas son las chicas de Maduray

Nos habíamos metido en el corazón de Madurai. Pandithurai, no nos abandonaba y sonreía amablemente. Le di cien rupias que le agradaron enormemente, acompañándonos hasta la vuelta, hasta las sastrerías, donde recogimos las prendas que nos habían confeccionado. Este es el mercado al que antes me referí, un precioso mandapa que se encuentra frente a la puerta Oeste del templo, sala hipóstila que seguro en el pasado tuvo un esplendor hoy perdido, daba ahora cobijo fundamentalmente al gremio textil, aunque también podíamos encontrar, piezas de bronce, ferretería, libros y baratijas.

 

Hoy es nuestro segundo día en Madurai, viernes y disponemos de todo el día libre. Ya ayer acordamos visitar por la mañana el “templo de Pandi Kovil” dedicado a la diosa Pandi Ayanar (ayana en sánscrito significa viaje), cuya referencia nos la ha dado Manu. A este curioso lugar llegan desde otros muchos lugares, realizan excursiones atraídas por los ritos que en él se realizan, extraordinarios para ellos y extraños y muy ajenas a nuestra cultura, incluyendo sacrificios (de animales, cabras). Se encuentra a las afueras de la ciudad, al píe de la carretera del Aeropuerto‒Mattuthavani, por lo que hemos alquilado unos rickshaw, compartido entre seis por 600 rupias, al que le hemos pedido que nos espere mientras realizamos la visita, para que después nos regresen al hotel, el resto ha cogido un taxi por un precio similar. Al final el guía, que dijo que no nos acompañaría, nos ha sorprendido con su presencia.

brahman del templo de Pandi Koril

El templo no tiene más de cien años, pero las exorcisaciones que se realizan en él tienen una gran atracción para gran parte de la población nativa. La carretera se encuentra atestada de vehículos en sus márgenes y en su acceso se acumulan chiringuitos en los que como siempre se vende de todo, desde flores para ofrendas, a souvenir de recuerdo, juguetes, frutas, té con leche y frituras variadas. El acceso al interior fue impactante, la suciedad y las moscas, añadido al barro del suelo y que dan nauseas, se mezcla con la gran cantidad de fieles y hechiceras que dan gritos y gesticulan como posesas. Son mujeres las que se ponen en sus manos, van con la cabeza afeitada y pintada de amarillo, creo que vuelven a utilizar harina de arroz. Vienen con la esperanza de que les expulsen los malos espíritus, la fe es tremenda. El descalzarse fue esta vez un mal trago, nunca he visto tantas moscas en un suelo de mármol blanco, además te indican que no se admiten calcetines. El acceso a la capilla principal y única se realiza por unas barras que organizan la cola de fieles, gente enfervorecida, todas cargadas de ofrendas que entregan a los brahmanes y no se con que claro objetivo, pero lo observamos entre admiración, estupor y asco. De aquí pasamos por un corredor a espaldas del templo. Entre tenderetes de venta ambulante, mendigos y tullidos, en un descampado anexo degollaban a una cabra tras otra, a las que además les cortan los extremos de patas y manos, entre regueros de sangre se amontonan piezas de carnicería repletas de moscas. Era digno de ver las caras de asco de algunos miembros del grupo, mientras otros se afanaban por captarlo todo cámara en ristre. Han sido muy fuertes las sensaciones vividas.

fieles enfervorizados en el templo de Pandi Koril

A la salida nos reagrupamos, Manu nos comentó que no lejos de allí se encontraba un moderno mercado de flores, encantados con la idea le propusimos acercarnos a visitarlo. Se trataba de unas naves en un pequeño polígono en el que hay un mercado de mayoristas de la agricultura, una parte de éste, está dedicada a la venta al por mayor de flores. Los minoristas se acercan para adquirir la mercancía, que a su vez distribuirían en mercados, a vendedores ambulantes y kiosquillos. Todo puede parecer muy normal, pero volvía a verse salpicado por todo aquello que rodea este apasionante país. El aparente caos, calificación un tanto discutible, pero quizás sea un término gramatical acertado, desorden, suciedad y mal olor, aunque la belleza de todo aquello era indiscutible, cautivadora. Las trenzadoras de guirnaldas de jazmín y calendulas se mezclaban con los vendedores y compradores de rosas, margaritas, flores de loto y nenúfares u otras muchas especies que desconozco.

mercado mayorista de flores, afueras de Madurai

La vuelta, no se a indicación de quien, la realizamos por la ribera del río Vaigai. Posiblemente muy caudaloso, hoy no llevaba nada más que un reguero, pero las mujeres lavando y los búfalos y vacas pastando en la ciénaga de su lecho volvían a ser de nuevo el singular espectáculo que nos ofrecía este país, que día a día me engancha más. Terminamos de vuelta al hotel, al conductor de nuestro rickshaw le llegamos a abonar mil rupias por los extras, con una agrable sonrisa nos despidió con el ya sonoro “namasté” y bien contento que se fue. Subimos a nuestras habitaciones, nos refrescamos un poco y quedamos citados en media hora para comer.

cruzando en rickshaw el río Vaigai

Nos habian comentado que las divinidades de Sundareswara y Meenakshi que presiden el templo, siguiendo una antigua tradición, cada noche, al finalizar los cultos, realizan una procesión ritual. Encabezada por tamborileros y en unas andas de plata trasladan la imagen de Shiva a la habitación de la diosa para consumar la unión con su esposa, a la mañana siguiente, antes del alba, de madrugada regresa a su capilla. La información procede de un familiar de un viajero que detectó en una guía de viajes el acontecimiento y le dijo a nuestro compañero que no se lo perdiera, que vale la pena. Se acercaban las nueve y media, hora prevista para el traslado. Acabadas las compras, nos dirigimos de nuevo al recinto religioso. Cerca de la puerta, nos dispusimos a quitarnos el calzado. Todo fue un visto y no visto, la ceremonia ya había finalizado, comenzó a las nueve y las capillas ya estaban cerradas. Regresamos al hotel, de vuelta y a la cama. El día fue cerrado en el restaurante de la terraza del hotel, donde nos tomamos unas colas, ojo, no había cervezas.

 

Iniciamos la salida con una primera parada en el local “Apolo” expresión de la psicodelia india del hotel Supreme. Tomamos unas cervezas, bebida que nos está resultando bastante difícil conseguir, el recargo o impuesto de unas tasas especiales elevan desorbitadamente su precio, lo que permite un mercado negro con objeto de evitar su abono y a su vez, una clandestinidad parecida a la Ley Seca. Regresamos al restaurante del hotel Parck Palace que tan buen sabor de boca nos dejó el día anterior. De nuestro grupo se descolgaron como viene a ser ya frecuente el pacense y su inseparble amigo, este último argumentó que tenía que recoger un pantalón en una sastrería y que prefería no almorzar.

frescos en las galerías del Pushkarani

Después de comer, nos dirigimos al hotel a descansar un rato, desde las dos a las cuatro y media, hora que habíamos acordado para volver al templo de Meenakshi. Objetivo, ver la ceremonia del traslado de Shiva a la cámara de la diosa y que no pudimos ver la noche anterior, al llegar tarde. Aunque me quejé de lo temprano que era, la partida de nuestro grupo se realizó a la hora prevista, allí estábamos diez componentes del grupo. Al poco ya llegabamos al templo. Se suscitó la discusión de si entrar ya o esperar. El asunto era, o permanecer muchas horas descalzo, o la oportunidad o no, de ver tiendas. Una de las catalanas se quería hacer un pantalón, pensé que era buena oportunidad para hacerme uno, dos más se unieron a la iniciativa, por lo que nos quedamos cuatro, el resto, entró. Fuimos nuevamente a la mandapa de los sastres, después de escoger las telas y tomar medidas nos dijeron que a las ocho podríamos ir a recoger las prendas. La espera hasta las nueve volvía a resultarnos interminable. Acompañando a las tres mujeres en su salsa, viendo tiendas y comprando todo lo que se les antojaba, comenzó a llover con fuerza, cansados de tanta tienda, recordamos el antro de las cervezas, al que decidimos acercarnos para consumir algo más de tiempo. Ya sabíamos el camino, en esta ocasión la calle estaba iluminada. Después de la cerveza ya era la hora de recoger los pantalones.

¿que le susurrarán a Nandi?

Sobre las ocho y media nos descalzamos y escondimos los zapatos en las mochilas para poder pasar el estricto control policial del acceso al templo sin contratiempos. A las nueve menos cuarto nos acercamos a la puerta Oeste, donde habíamos quedado con el resto del grupo, solo apareció el amigo de mi compañero, que se había extraviado del resto, no encontramos a nadie más. La espera de la ceremonia se hacia interminable, cada vez menos gente, los pies dolían ya de tanto andar descalzo por aquellas enormes y rugosas losas de granito. Nos encontramos con otras tres españolas que guiaba un hindú que hablaba perfectamente castellano. Este nos comentó que la ceremonia no tenía hora fija, que hasta que los brahmanes de la capilla de Shiva no atendiesen, hasta el último fiel de los que acuden cada noche a solicitar sus servicios, no se prepara el traslado. Esto no ocurrió hasta pasadas las diez de la noche. Estábamos reventados, no teníamos ganas de nada, pero aguantamos. Por fin, lo esperado. La figura se traslada en unas preciosas andas de plata, acompañada por sus brahmanes que recitan sus plegarias, unos músicos acompañan el cortejo, ya pocos fieles los siguen, nosotros cuatro detrás, curioseando y haciendo fotos. Dan vueltas a otra figura de Shiva que se encuentra frente a la capilla, recorren los mandapa para pasar primero frente a la capilla de Mukuruny Vinayakar presidida por Ganesh y después por otra nuevamente presidida por Meenakshi, se detienen frente a ambas, los fieles rezan sus plegarias. Al final no llegamos a terminar el periplo, tan cansados estábamos, que dimos por suficiente lo visto y regresamos al hotel y, menos mal que no llovía. Un poco antes, tuvimos a bien pararnos en el Apolo para una última cerveza, pero al llegar lo encontramos cerrado, optamos por el Palace. Entre una cosa y otra no me acosté hasta las doce, reventado pero satisfecho, caí en la cama sin ni siquiera desvestirme, dormía y roncaba como un oso.

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© Víctor Díaz López