Viaje a la PATAGONIA, en Noviembre de 2007

 

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con viajes Alventus

Santiago de Chile desde el Cerro de San Cristóbal

Un día lejano, después de muchas diatribas, pensé que era ya la ocasión de romper con lo cotidiano, tenía edad suficiente y necesaria para salir, buscar en países lejanos otras experiencias que enriquecieran mi vida.

Tras cerca de dos penosos años en los que llegue a incubar un gran desasosiego y cuando todo parecía normalizarse, creí que había llegado el momento de hacer un viaje extraordinario. No tengo conocimiento de cuando se asienta en mí el fuerte deseo de conocer la Patagonia, quizás la idea habría vueltas en mi cabeza desde mi primera juventud, aliada permanente con la soledad que me acompañó durante aquellos años. La existencia de unos lejanos y enormes territorios vírgenes se grabó con fuerza en mi pensamiento y el deseo de incluso de quedarme en ellos parajes para siempre me visitaba no con poca frecuencia. Siempre quise compartir ese viaje pero nunca logre encontrar acompañante, a decir verdad me creía incapaz de viajar solo. Con las circunstancias sobrevenidas inesperadamente surgió la ocasión, la que por supuesto no deje escapar. Comencé por la Patagonia, después llegarían otros lugares. Indonesia supuso la atracción por Asia, de la que quedé tan impresionado convirtiéndose en un destino obsesivo. Al año siguiente conocí una China cambiada, que pese a las dudas iniciales me entusiasmó. Hace poco llegué de la India y ésta ha sido como cabía esperar una experiencia extraordinaria. Es necesario sentirse viajero y aunque es difícil deshacerse del roll de turista, llegar a conectar con esas miradas que ven más allá de la distancia, cuando es más necesario ser una persona que, más que mirar lo que quieres sentir. Comienza el viaje que tanto tiempo había deseado, es como entrar en un sueño. Después de una emocionada despedida y no con poco miedo y ansiedad. Es la primera vez en mi vida que afronto un viaje tan lejano y solo, sin vínculo con nada ni nadie.


Plaza de Armas y Catedral de Santiago

En Santiago de Chile la noche fue largísima, llegamos de Buenos Aires después de otras once horas de vuelo, allí realizaríamos el trasbordo a Santiago, dos horas más. Llegamos en torno a las 10 de la mañana. A día siguiente recorreríamos la ciudad, en compañía de Joan, Mikel y Arancha patimos del hotel, siguiendo por la calle Monjitas llegamos a Plaza de Armas, un gran espacio con zonas ajardinadas que cierran la Catedral, Correos y el Ayuntamiento que aquí se llama Municipalidad, los más significativos. Curioseamos en la seo, al salir reanudamos el paseo por las calles peatonales circundantes, seguimos hasta la Casa de la Moneda y después a almorzar. Después de la sobremesa, ya por la tarde, nos encaminamos a la barriada de Bellavista en busca de su famoso funicular, de camino le echamos un vistazo al Mercado Central, por la calle Nono, no tardamos en llegar, siempre siguiendo las anotaciones de Joan extraídas de su Lonely. Después de comprar los tiques y ascender en un vetusto funicular sobre raíles, de cabinas bastante inclinadas y sin acristalar, llegamos al cerro de San Cristóbal y la pequeña iglesia que alberga una talla de la Purísima Concepción, donde muchísima gente se arremolina en torno a la religiosa miel.

Mausoleo de Salvador Allende

Al día siguiente, visita al museo Precolombino donde encontramos una exposición sobre la sociedad Moche, fantástica su visión del sexo, el poder y el hombre. Joan inquirió que no podíamos dejar de visitar la iglesia de San Francisco, a la que nos acercamos. Es la primera iglesia construida en Santiago por los españoles, al comienzo de la colonización, al entrar quedamos impresionados por el fervor religioso de estas gentes que se palpa en su interior. Más tarde nos dirigimos al cementerio en taxi, nuevamente el objetivo prefijado por Joan, ver las tumbas de Allende y Neruda. Al llegar, nos quedamos un tanto chafados, nos dijeron que hace unos años trasladaron sus restos a la isla Negra. Continuamos en metro hasta los alrededores de la calle Brasil para visitar la basílica de “El Salvador”, cerrada al quedar seriamente dañada por el terremoto del 92, la fachada lateral aún conserva los puntales en su totalidad.

Volcán de Villarrica

En un cómodo autobús salón-cama, pasamos toda la noche en carretera hasta llegar a Pucón, en el cantón o provincia de Villarrica, en la IX Región de la Araucana, es un coqueto pueblo turístico, destino de los santiagueños que veranean y disfrutan del Lago Villarrica al pie del volcán del mismo nombre. La prevista subida al volcán se jode totalmente; a las nueve de la mañana me despierta un sol radiante, pego un salto de la cama y le grito a Joan, mi compañero: ¡que nos hemos quedado dormidos!, joder me visto a toda prisa y salgo corriendo al local que organiza la subida al Villarrica y se encuentra cerrado a cal y canto, se han ido ya. Vuelvo y me da por llamar a la habitación de nuestro guía, compañero en la juerga de la noche anterior. Pico la puerta y contesta con un –eh–, ¡son las diez!, abre la puerta con cara de dormido y dice, «no puede ser, de verdad que son las diez, al guía no se le puede dejar aquí». La situación era cómica, decidimos desayunar fuera, en la casa de comidas de Doña Herminia Quintana Chávez, pensamos en café y terminamos con cervezas y filetes, incluso un guiso de carne con verduras, y eso que aún no eran ni las diez de la mañana. Tomábamos el sol, bebíamos y charlábamos, bien después de todo. La señora Chávez, de marcadas facciones indígenas, a nuestras preguntas nos contó algunos pormenores de la tribu de los MAPUCHE, de cómo se reconocían por sus apellidos COLIHUEQUE, CALFUNAO, QUIRQUITRIPEI y COLIPE, de cómo el Gobierno los estaba por fin protegiendo, mimando a sus antepasados. Ella se lamentaba de no haber recuperado, o más bien, reconocido a sus ancestros, sin lugar a dudas su afán era las subvenciones estatales.

Por las calles de Osorno

De vuelta al hotel decidí que aprovecharía la tarde para pasear en bici, alquile una de montaña en un local cercano en el que me indicaron sobre plano, dos rutas, ambas en dirección al aeropuerto. Iba en bici por la carretera, cerca de su pequeño aeropuerto, cansado me he parado en una finca frente al aeródromo que indicaba “venta de artesanía”, allí sentada en la puerta se encontraba María Arias Herrera de marcados rasgos mapuche, he hablado un buen rato con ella, me habló de los indígenas, de sus orígenes, de la búsqueda de sus antepasados y apellidos, casi una hora charlando, me presentó a su hija, y a sus nietos y nietas. Volví a la ruta, por el puente colgante de Quelhue sobre el río Trancura en dirección a Caburga, pase por un pequeño asentamiento de mapuches, aún se observan los restos de los carteles que anuncian la tradicional Feria de la Artesanía del mes de enero, seguro que serán los del año pasado. En el camino me crucé con un niño que arreaba una pareja de bueyes, paré y le pregunté si tenían nombre y me dijo con cara de extrañeza «sí, claro, se llaman primavera y verano». La vuelta fue dura, me había quemado la cara con el viento y el sol, entregué la bici y me reencontré con mi compañero, recordando lo ocurrido nos volvimos a reír de la situación. Ciertamente las circunstancias duras en la subida al volcán, −nos comentaron los compañeros que sí la programaron, que la intentaron, pero que no llegó a culminarse a causa de la ventisca y el mal tiempo−, hicieron que la pérdida no fuese muy importante.

Mercado de Algelmó en Puerto Montt

El Parque de las Aguas Termales de PUYEHUE. Se caracteriza por sus especies arbóreas, los tepú (Tepualia stipularis), el canelo (Drimys winteri) famoso árbol nativo de Chile de propiedades medicinales y sagrado para los mapuche y el Coigue (Nothofagus dombeyi), también son singulares las nalcas (Gunnera tinctoria), penca parecida al cardo borriquero y que se come cruda, aderezada con sal. Nos alojamos en cabañas, después de soltar el equipaje nos dimos un baño en la piscina cubierta de aguas termales, cenamos y hasta el día siguiente, preparados para la caminata por el Parque que nos acercará hasta el lago Paraíso. La iniciamos en la estación de esquí de Antillanca, al pié del volcán de Casablanca, totalmente cubierto de nieve y con la estación cerrada, no había ni un alma, tan sólo una liebre de enorme tamaño correteaba sorteando obstáculos. La caminata bastante dura, parecía que nos adentrábamos en una selva húmeda, el bosque de grandes árboles, la mayoría coigues, el ambiente los cubre de líquenes, helechos y otros parásitos que se nutren de sus cortezas, paralelo a la senda discurre una torrentera que desemboca seguramente en el lago. Tramos duros, con muchísimo barro y humedad, cubierta de musgo, juncos y cañaveral. Al final del camino y cerca del lago, nieve, resbalones y torceduras. De todas formas, resulto apasionante, desde las diez de la mañana a las cuatro y media de la tarde.

Afueras de Castro en la isla de Chiloé

En Puerto Mont, en la parte vieja del pueblo, nos aprovisionamos de víveres para nuevos picnics. En la costanera tomamos un autobús que nos acercó al mercado y lonja, al puerto de Angelmó. Todo parece muy rancio, en un mercadillo al aire libre con muchos puestecillos de productos del mar. Son curiosos los productos que extraen del mar, varios tipos de algas, mejillones en salazón, como dátiles, salmón ahumado y troncones de nalcas. Constantemente asaltados por mujeres de diversas edades que nos ofertaban comidas donde probar el típico curanto, sopa que lleva de todos los productos imaginables del mar, mariscos y pescados, adobada con siempre presente cilantro, de fuerte aroma y sabor. Almorzamos en uno sus abarrotados puestos de marisco, las afamadas cocinerías.

EL archipielago de CHILOÉ y Chiloé, verde y gran isla que aún conserva sus ancestrales tradiciones. En Pargua subimos al trasbordador que nos cruzo el canal de Chacao acercándonos a la mayor de sus islas, Chiloé, antiguamente Nueva Galicia, por el parecido paisajístico que encontraron sus primeros moradores europeos con el noroeste de la península. El punto de contacto es Ancud, de ahí nos dirigimos a Castro, la principal población de la isla, donde permaneceremos dos días. Admiraremos los palafitos, construcciones sobre pilotes toda en madera, situados a la orilla del mar, asociados generalmente a la clase humilde, pescadores; y aunque son construcciones pobres, su colorido, en tonos amarillos, rojos, verdes y azules les confieren una apreciable belleza. El paisaje es predominantemente llano, resalta la arquitectura de madera que le confiere un sabor muy especial. Las casas son de una planta, de madera de ciprés o alerce rojo, también destacan sus innumerables iglesias, ya nos ha avisado el guía que las veremos mañana. Únicamente en Castro he observado construcciones en ladrillo, si bien destaca su catedral de madera.

En Nercón hemos iniciado las visitas a las numerosas iglesias, continuando en el poblado Huilliche, donde dicen se construyo en 1627 la primera iglesia jesuita. Paramos en Chonchi, incluso daríamos un salto a la isla próxima de Quinchao desde Dalcahué hasta Quinchao, Achao, Putique y Curao de Velez. Por el camino hemos parado en infinidad de lugares, disfrutado de magníficas vistas del Pacífico, sus costas y ensenadas, de los criaderos de mariscos, de mejillones y salmones en sus azules aguas. En el paisaje destacan profusamente las manchas amarillas de aulagas, arbusto provisto de fuertes espinas, una especie mediterránea traída por algún colono europeo y que se ha convertido en una auténtica plaga, quien fuese seguramente se olvidó de traer a sus depredadores.

Pero no solo ha sido arquitectura, el bosque de tepús es fantástico, entre el gris plomizo del día y la humedad del suelo, el paseo se prometía atractivo. En la soledad, el cantar de los pájaros, los árboles acosan y cierran el estrecho camino, provocando un ambiente mágico de belleza escalofriante. Los loros verdes en gran número, revoloteaban por las copas de tupas, coihues y canelos. Y la anécdota, de vuelta al autobús, chispeaba y el cielo se encontraba encapotado, para aliviar equipaje había decidido deshacerme de los dos de libros que había traído, el “Quijote” que años atrás leí y otro que trata de la relación entre padres e hijos. Los regalé a una joven estudiante de unos 14 años con la que me cruce camino del colegio, escuchaba música en sus auriculares, le pedí que se los quitase y después de darle los libros, le dije que se los entregará a su profesor y que los utilizarán en clase, que yo ya los había leído. Le hizo muchísima ilusión y me lo agradeció con cara sorprendida, muy contenta y continuó con sus libros.

Estrecho de Magallanes en Punta Arenas

Punta Arenas es la ciudad más austral de Chile, a orillas del Estrecho de Magallanes, equidistante entre los océanos Atlántico y Pacífico. Prosperó como puerto de avituallamiento para los barcos balleneros y fue lugar de aprovisionamiento de carbón para los buques a vapor que cubrían las rutas hacia el norte. Las grandes haciendas ganaderas y la formación de inmensas fortunas dejaron una huella indeleble en su historia y su arquitectura, que puede disfrutarse siguiendo las fachadas de los palacios de Sara Braun y Menéndez. Por la tarde, con tan solo dos horas de luz, el único tiempo del que dispondríamos para ver la ciudad clave y acercamos al Estrecho. Acompañado de Joan y Elvira dimos una vuelta por la playa, en un atardecer cerrado y con un frío aterrador, chispeaba un agua nieve. Me atreví y me acerque a la orilla, mojé las manos entre lo que supuestamente eran los dos Océanos, bebí su agua, no muy salada por cierto, emocionado me acerqué a mis dos compañeros, unimos nuestras manos con un vínculo, el agua del Pacífico, los pelos como escarpias. Ya casi de noche, la vuelta al hotel y a cenar. Se planteo que comiésemos platos extraños, la guía de Joan menciona un local en el que preparaban platos de animales de caza exóticos; comí castor y él ñandú. Poco más tarde le compré a un joven que allí exponía, artículos de lana que me parecieron de muy buena calidad dos chales, uno blanco y otro negro y una gargantilla de lana pareja del primero.

Punta Arenas es la ciudad más austral de Chile, a orillas del Estrecho de Magallanes, equidistante entre los océanos Atlántico y Pacífico. Prosperó como puerto de avituallamiento para los barcos balleneros y fue lugar de aprovisionamiento de carbón para los buques a vapor que cubrían las rutas hacia el norte. Las grandes haciendas ganaderas y la formación de inmensas fortunas dejaron una huella indeleble en su historia y su arquitectura, que puede disfrutarse siguiendo las fachadas de los palacios de Sara Braun y Menéndez. Por la tarde, con tan solo dos horas de luz, el único tiempo del que dispondríamos para ver la ciudad clave y acercamos al Estrecho. Acompañado de Joan y Elvira dimos una vuelta por la playa, en un atardecer cerrado y con un frío aterrador, chispeaba un agua nieve. Me atreví y me acerque a la orilla, mojé las manos entre lo que supuestamente eran los dos Océanos, bebí su agua, no muy salada por cierto, emocionado me acerqué a mis dos compañeros, unimos nuestras manos con un vínculo, el agua del Pacífico, los pelos como escarpias. Ya casi de noche, la vuelta al hotel y a cenar. Se planteo que comiésemos platos extraños, la guía de Joan menciona un local en el que preparaban platos de animales de caza exóticos; comí castor y él ñandú. Poco más tarde le compré a un joven que allí exponía, artículos de lana que me parecieron de muy buena calidad dos chales, uno blanco y otro negro y una gargantilla de lana pareja del primero.

Zorro en la estepa patagónica chilena

Viaje en autobús de más de cuatro horas por la estepa patagónica, la mitad de las veces por carreteras de pedrizos y otras asfaltadas, siempre con rectas interminables. El guía local nos mostraba orgulloso su ecosistema, nos señalaba los árboles de la estepa, nos indicaba que son básicamente tres, de la familia de los Nothofagus: Ñires, Lengas y Coihues. El Ñire es el más pequeño y se caracteriza por su hoja de borde lobulado, a veces los vimos con troncos totalmente retorcidos por el viento. La Lenga es el más alto y sus hojas son de lóbulos dobles, El Coihue es de hoja perenne y sus hojas presentan borde en diente de sierra. De los troncos de los tres cuelga un liquen al que llaman farolillo chino o barbas de viejo, es un parásito no dañino, que aunque les absorba algo de su savia, no llega a secarlos, en los libros aparece con el nombre vulgar de misodendro o también como farol chino. Es una pequeña planta de unos 10 a 40cms, dioica de tallos delgados, sin pubescencia, de color castaño o ferrugíneo los ejemplares adultos y, amarillentos o verdosos los jóvenes, todos cubiertos de verrugas, hojas ovadas, a veces agudas, floreciendo de julio a febrero.

Nos contó que las grandes fincas, casi todas tienen cientos de miles de hectáreas, se denominan “estancias”. En estos asentamientos se distinguen varias edificaciones, la gran casa del dueño o administrador ya que a veces el propietario vive en la gran ciudad, las casas o barracones de los trabajadores y las instalaciones dedicadas al trabajo. Destacan las grandes naves para esquilado, los establos para los magníficos caballos y los corrales. Se dedican fundamentalmente al pastoreo de ganado ovino, ya que las fuentes principales de riqueza la obtienen de la lana de oveja, actualmente a buen precio. Las cabezas de ganado que poseen las distintas estancias se encuentran relacionadas proporcionalmente con la calidad de los pastos. En los casos más desfavorables una oveja necesita hasta 30 hectáreas para sobrevivir, en libertad todo el año, duermen al raso, protegiéndose del fuerte viento al cobijo de pastos y matorrales. Son reunidas y trasladadas a las estancias pocas veces en el año, para la selección de hembras y crías o para el esquilado. En las mismas fincas viven en libertad ñandúes, aves terrestres, corredoras, hermanas del avestruz, desde el autobús hemos visto muchos, por desconocimiento pensaba que las criaban en cautiverio para producción de carne, como hacen con el avestruz, pero me equivocaba, en la Patagonia están protegidos. Llegan a correr hasta 50km/hora, son asustadizos y no se acercan al hombre. El macho es el responsable de la crianza, tiene varias hembras y los huevos de todas ellas son depositados en su nido, él se encarga de la incubación. Puede llegar a sacar adelante hasta 20 pollitos, pero si durante la incubación un zorro descubre el nido y se come, aunque sea solo uno, el macho rompe el resto, para evitar que vuelva a ser saquearlo. Los pollitos también son presa favorita y fácil de zorros y en menor medida pumas, a estos les cuesta trabajo la caza ya que son hábiles corriendo (en el Parque del Paine vimos un macho con sus pollitos). Del ñandú (Pterocnemia pennata), también sabemos que suele vivir en ambientes pequeños de estepas y matorrales, que mide poco más de un metro de largo y 1,30 de alto. Su plumaje es gris ocre, con pecho claro y vientre blanco, son típicas las manchas blancas parecidas a lunares en las puntas de las plumas, su pico es corto. También que los machos son territoriales, son varias las hembras que depositan los huevos en una hoyos cubiertos pastos secos y ramitas.

En la misma carretera, larga y tediosa, además de ver alguna que otra estancia con sus correspondientes ovejas comenzamos a divisar muchos, cada vez más guanacos, a los que otro día más adelante les hiciéramos muchas fotos. Estos son de la familia de las llamas. También es innumerable la gran cantidad de pájaros que se divisan, de diversos tamaños, dependiendo de la existencia o no de zonas húmedas, rapaces, zancudas, carroñeras cauquenes y otras aves. Parejas de cauquenes, caranchos, águilas moras y cóndores, enormes planeadores del cielo patagónico.

Glaciar SERRANO cerca de Puerto Natales CHILE

Llegamos a la gran extensión de hielos continentales, es la tercera más extensa del mundo, tras las de la Antártica y Groenlandia, la mayor de carácter continental, no polar y con acceso terrestre, justo aquí, entre los Andes Patagónicos, en la frontera entre Argentina y Chile, denominada Hielo Continental Patagónico en Argentina y Campo de Hielo Sur en Chile, para diferenciarlo del Campo de Hielo Norte. Se extiende de norte a sur a lo largo de 350km, con una extensión de 16.800 km2 de los que 14.200 pertenecen a Chile y el resto a Argentina. Del campo de hielo se desprenden un total de 49 glaciares, entre los que se encuentran los glaciares UPSALA, VIEDMA o PERITO MORENO en Argentina y el PIO XI, el mayor de todo el hemisferio sur, BALMACEDA, SERRANO, GREY, ZAPATA y TYNDALL en Chile. Gran parte de su extensión se encuentra protegida al formar parte de diferentes parques nacionales como los de Bernardo O´higgins y Torres del Paine en Chile o de Los Glaciares Argentina.

Fue en Puerto Natales, a las siete de la mañana, cogimos un barco mediano en el se acumulaban muchos turistas, como pollos, no había ni un hueco libre, un mismo objetivo. Zarparíamos a las ocho con un frió impresionante, pese a todo el abrigo que llevaba, se calaba hasta los huesos y hasta las orejas sentía congeladas. El destino inicial es el glaciar Balmaceda, al que nos acercábamos poco a poco, hasta casi unos 300 metros. Al ser el primero, sobrecoge mirarlo de arriba abajo, esa impresionante mole blanca que dicen que hace unos diez años caía al mar. Al poco de sobrepasarlo atracamos en Puerto Toro para acercarnos al SERRANO, se trata de un pequeño glaciar, muy escarpado, pero de una belleza sobrecogedora, calificativo que en este viaje comienzo a usar con demasiada frecuencia y, si el retroceso de la masa de hielo del anterior era para poner el grito en el cielo, el de este no es menor, ya ni siquiera rompe en el fiordo su presencia sí que fue sobrecogedora. Pero para nosotros, que lo vemos quizás por única vez, ha valido la pena, estar tan cerca de su morrena terminal, incluso llegamos a tocar su agua, el primer contacto físico con el hielo patagónico. Después de miles de fotos, regresamos al camino, bordeado un pequeño bosque hasta la orilla del rió al que desagua.

El glaciar GREY tuvimos la ocasión de verlo el día siguiente. Su espectacular belleza, nos ha proporcionado uno de los momentos mágicos del viaje, además no hizo tanto frío como el día anterior. Divisamos témpanos de varios tamaños y un frontal con unos colores azules y blancos verdaderamente admirables.

Tempanos del GREY en el Parque de las Torres

En estos últimos días nos hemos quedado en el incomodo hospedaje de la pequeña población fronteriza de Cerro Castillo, el barracón que nos toco en suerte quizás haya sido hasta el peor sitio de todos en los que hemos pernoctado. Ha sido la punto base en la visita de una de las grandes Áreas Silvestres Protegidas por el Estado de Chile, el parque natural más grande e importante del país y el tercero con más visitas, la mayor parte europeos. Entre sus montañas y como principal atracción turística del parque destaca el complejo del Cerro Paine, conjunto de enormes monolitos de granito formados por el afloramiento de un lacolito de roca ígnea, que posteriormente ha sido sufrido la erosión glacial, fluvial y eólica. El macizo está compuesto por las tres Torres del Paine, la Norte o de Monzino de 2.600mts, la Central de 2.800 y la mayor, la Torre Sur o de Agostini, su cumbre principal, que alcanza los 3.050mts. Las Torres son acompañadas por los Cuernos, de una belleza espectacular. El paisaje montañoso se adereza con destacables sus valles, ríos, lagos y glaciares pertenecientes al Campo Patagónico de Hielo Sur.

La caminata programada tiene con objetivo alcanzar la base de las Torres, salvando un desnivel de unos 780mts, desde la hospedería a la cota 180mts hasta la base a una altitud de 950mts. Arrancamos temprano, con un día afortunadamente bastante bueno. En los primeros tramos, hasta el refugio chileno, transitamos por unas falsas llanuras, con ásperas subidas de unas a otras, al paisaje desprovisto de arbolado, poco a poco se le iban sumando los primeros ejemplares. Los tramos más cercanos a la estancia parecían estar dedicados al ganado ante sus aparentes y ricos pastos. En un par de horas de camino dejamos el espacio abierto y comenzamos a caminar por un bosque abierto, los suaves desniveles se mezclan con rampas angustiosas en un terreno de aluvión posiblemente formado por el río Paine. Podríamos haber disfrutado mucho más, pero comienza a ser la costumbre, de los dos personajes que siempre marchan en cabeza, llevarnos a ritmo militar, únicamente miran las punteras de sus zapatos. Estos honores recaen en el maestro sombrerero y en la sargento de hierro, constantemente alardean con el guía nativo y tiran y tiran acelerando estúpidamente el ritmo. Nos reagrupamos en el refugio o campamento chileno y llenamos nuestros recipientes de agua en el río que se nutre del desagüe de las nieves y glaciares de la cuenca del valle, en el río Asensio. Continuamos la marcha, ahora con menos pendiente se hace más llevadera, atravesamos el bosque de coigues por un camino que serpentea y acompaña al río en su discurrir y que nos acompañará a partir de ese momento. Al salir del bosque aparece súbitamente la incómoda morrena pedregosa del antiguo glaciar que arrancaba más arriba, en la laguna. Comenzamos la ascensión, al principio a ritmo, pero poco a poco, perdiendo algo de fuelle, aunque sin llegar a ser el último se consigue el objetivo. Una vez arriba, las Torres se alzan potentes ante a nosotros, tímidos mortales. Al pie un hermosa lámina de agua, el Lago Torre, en el que cuando es posible se reflejan las Torres. Contemplamos las imponentes moles graníticas y descansamos. El almuerzo se inicia con la apertura de una botella de syrah, tocó una del “Casillero del Diablo”, excelente caldo del lugar. Sesión de fotos como siempre y leve descanso hasta la retirada. La bajada fue mucho más fácil y sin dejar de decir que toda la caminata duró ocho horas nos volvimos a reagrupar en el refugio chileno donde algunos tomarían algo de alimento. Continuando por las cuestas de aluvión y posteriores prados, llegamos a la hospedería del Parque. Sí todos venían satisfechos, yo me salía. Desde el valle del Guadalquivir, en el Sur, en Andalucía, a la Base de las Torres del Paine en la Patagonia chilena.

Torres y Cuernos del Paine desde la Laguna Torre

A Argentina accedidos por la provincia de Santa Cruz, más o menos a medio día llegamos a El Calafate, en la zona más al Sur del Parque de los Glaciares, donde nos alojaremos y preparamos la visita uno de los supuestos hitos del viaje, el PERITO MORENO, nombre en honor a Francisco Pascacio Moreno (1852-1919) conocido popularmente como el Perito Moreno, explorador, científico autodidacta, humanista, civilizador, explorador, geógrafo, antropólogo, etnógrafo, paleontólogo, historiador, sociólogo, diplomático, legislador, educador, escritor y poeta de la naturaleza, pionero de la Patagonia y que murió en la miseria después de darlo todo, incluso sus hijos renegaron de él. En 1877 llega al nacimiento del río Santa Cruz, al que tanto desearon llegar tanto Fitz Roy como Darwin, al enorme lago lo bautiza como Lago Argentino; también dará nombre al río que une los lagos Viedma y Argentino como Leona, en recuerdo del ataque del puma hambriento que pone en peligro su vida. En 1902 fue nombrado perito en el conflicto limítrofe suscitado entre Argentina y Chile, traza una línea divisoria en las altas cumbres, observando el curso de los ríos hacia el Atlántico y el Pacífico sustentada por un detallado estudio en el terreno de toda la región limítrofe.

No obstante, pese a la hermosa historia que da origen a estos lugares, siento un gran pesar por el presente. Hoy día, El Calafate es una ciudad construida al rescoldo de la explotación turística del afamado glaciar. Asentada en la orilla del Gran Lago Argentino, renuncia a su presencia dándole la espalda. Su eje vertebrador es la carretera que lleva al inmenso gentío al glaciar. Su planta se articula como una espina de pez en torno a la carretera, la una arquitectura es pintoresca y comercial en primera línea, desordenándose a medida que nos alejamos. No tiene ningún control formal, ni estético, ni urbanístico, pareciendo que el uso y crecimiento de este pequeño poblado se encuentra en manos de horteras y temo que muy pronto caerá en mano de los voraces especuladores. Todo es como un circo, el turismo su única fuente de riqueza acabará con la gallina de los huevos de oro. Pero somos turistas y hemos venido todos a lo mismo.

La ruta la iniciamos desde El Calafate hacia la Península de Magallanes situada en el extremo Este del Lago Argentino. La cruzamos hasta llegar al circo turístico en torno al Perito Moreno, embarcaderos y miradores. Al acercarnos al borde de la carretera, los turistas se arremolinan con sus cámaras y los autobuses colapsaban los arcenes, cuesta trabajo hacer una buena foto, eludiendo las cabezas, de un japonés, o belga, argentino o español y sus brazos alzados maquinas en ristre. Cerca del glaciar y para aprovechar el rendimiento económico se sitúa estratégicamente uno de los controles de acceso al Parque Nacional de los Glaciares, por su puesto hay que abonar una entrada para el espectáculo, recorrimos las pasarelas de madera que permiten una visión espectacular del glaciar en su brazo Sur y del témpano de hielo que separa ambos brazos en su unión a la Península. La visión desde aquí resulta más bonita y espectacular que desde el barco. Pero qué cantidad de gente por todos lados, de todas partes, parece Sevilla en Semana Santa.

Perito Moreno, brazo este. ARGENTINA

Hoy domingo hemos subido a la laguna de los tres, a los pies del FIZT ROY, los últimos tramos han resultado durísimos, pero la belleza final ha valido la pena. Bien pertrechados con bastante ropa de abrigo salimos a la calle, un viento racheado bastante fuerte nos recibe nada más salir al exterior que casi nos impide andar y que nos angustia pensar que nos acompañe todo el camino. Comenzamos en llano saliendo del poblado, cruzamos un portón que nos indica en unos paneles de madera el comienzo de la ruta. A partir de aquí, subida, subida y más subida. Por suerte, rápidamente caminábamos por el interior de un bosque de lengas, no muy espeso y con la senda bien trazada. A resultas, el viento casi desaparece, o mejor, los árboles nos protegen de su azote, sopla por encima de las copas. Empiezan tramos horizontales y pequeñas subidas, caminamos soltando cada vez más prendas. El paisaje es espectacular, en algunos miradores se aprecian magnificas vistas del Chaltén coronado por cambiantes veladuras de nubes. En primera línea, la sargento de hierro, con sus dos palos camina como solo ella sabe, mirando al suelo y marcando un ritmo endiablado, casi siempre detrás, el maestro sombrerero, estos dos se empeñan en batir récords, intentaba ponerme delante de ellos para frenarlos y que ridículo resultaba ver al maestro sombrerero impacientarse queriendo adelantar. Seguíamos por descampados, recuperando el azote del viento. Al llegar a un área de acampada se bifurcaba el camino, tomamos el que nos habría de llevar a la Base y comenzamos la subida. Los primeros tramos juntos, pero poco a poco comienzo a quedarme atrás, reclamo paradas para poder recuperar el aliento, que no son tenidas en cuenta. Veo como se van alejando el resto de compañeros, solo un vasco me acompaña al que seduzco con mis gracias para retenerlo, decidiendo continuar conmigo. Vamos a nuestro ritmo, ascendemos, descansamos, subimos, paramos, miramos hacia atrás y observamos lo brutal de la subida. Por tramos que suponen verdaderas escaleras que serpenteaban la ladera, divisábamos ya lo lejos a nuestros compañeros y a otras expediciones. Al final cuando creímos que habíamos llegado arriba, quedamos descorazonados, no era el final, una pequeña vaguada, un falso llano y un último y definitivo tramo. Por el camino iba maldiciendo a montañeros como la sargento y el sombrerero, el vasco asentía y se tronchaba de risa, sin él no habría sido posible.

Por fin, las vistas del Lago y del Chaltén fueron espectaculares, tardamos una media hora más que el resto, pero valió la pena. La Laguna helada, el Glaciar de Los Tres, el Fitz Roy y las nubes humeantes. Hacia la izquierda se adivinaban posibles vistas excitantes, nos acercamos y descubrimos unas magníficas vistas de la Laguna Amarga, atraemos al resto, como siempre todo era bellísimo, sobrecogedor. Después de unos extensos momentos de disfrute y por supuesto inmortalizados en las correspondientes sesiones fotográficas, almorzamos resguardados del viento en una gran piedra.

De pronto, observamos un revuelo en lo alto del último repecho, la gente se agolpaba, −qué pasa, qué pasa− rodeaban a un hombre que yacía en el suelo. Lamentablemente hemos presenciado la muerte de un compañero, no de nuestro grupo, dicen que un danés de unos 70 años, tal vez un infarto o un derrame cerebral lo ha dejado en el camino. La bajada del cadáver se ha presentado harto complicada, los helicópteros no pueden sobrevolar y menos acercarse a esos lugares debido a los fuertes vientos, mientras tanto, los guardas del Parque discutían acerca del pequeño grupo al que pertenecía, que habían subido sin el obligado acompañamiento de guía local, la situación se ha tornado ciertamente desagradable mientras discutían junto al cadáver. El incidente nos demoró la partida casi una hora, tras la cual iniciamos la bajada. Esta también fue complicada, comprobando así la extrema dureza de la subida.

Macizo Fitz Roy cerca del poblado de Chalten

El monte FITZ ROY de 3.405mts, mucho más bonito su nombre indígena ahónikenk «el Chaltén», la montaña humeante, debido a las nubes que casi constantemente coronan su cima. Se ubica en el límite fronterizo entre Argentina y Chile, entre los parques nacionales de Bernardo O´Higgins y de Los Glaciares, al noroeste del lago Viedma, fue el perito Moreno quien lo bautizó como Fitz Roy en 1877. El primer ascenso fue en 1952 por la expedición francesa compuesta entre otros por Lionnel Terray y Guigo Magnone y, a pesar de tener una altura relativamente baja con respecto a los gigantes del Himalaya, la montaña tiene una elevada reputación al ser de “dificultad extrema” su ascensión, sólo escalado exitosamente una o dos veces al año. Al pie del grupo de agujas que lo circundan se encuentra la Laguna de los Tres a 1.170mts.

Remontamos la colina que domina el oeste del pueblo, pasamos por la pequeña laguna de los Patos, laguna Capri y atravesamos un ralo bosque de lengas hasta los campamentos Poincenot y Río Blanco al pie de la morrena que cierra la laguna De los Tres. La ascensión tiene como recompensa un impresionante mirador del circo del glaciar De los Tres y un espectacular despliegue de montañas, de oeste a este: las agujas De la “S”, Saint Exupery, Rafael, Poincenot, Fitz Roy, Val de Boix, Mermoz y Guillaumet. Tras el regreso de nuevo a campamento Poincenot tomamos el curso del río Blanco para descender. Sin duda la mejor vista del grupo de montañas del Cerro Torre 3.102mts un fantástico colmillo granítico coronado por un hongo de hielo gigante que se obtiene desde la cima de la colina Loma del Pliegue Tumbado a 1.550mts.

USHUAIA desde el Canal de Beagle

El destino final es Ushuaia y la llegada prevista a las seis de la tarde y posterior traslado al hotel. En el camino, el desplazamiento fue en taxis, el conductor charló animadamente con nosotros, «que de donde éramos, que él tenia orígenes españoles, comento que ellos odian a los chilenos», la causa y origen reside en la móvil frontera de ambos países, que a todos los españoles sean de donde sean les llaman “gallegos”. La curiosidad me obligo a preguntarle sobre el gentilicio de los de allí, –somos fueguinos-. Esta ciudad se encuentra en la Isla de Tierra del Fuego de la que es su capital, en la Patagonia Argentina, literalmente significa la ciudad del fin del mundo, como a todos gusta pronunciar. En el extremo sur del mapa, en el vértice más austral de esa provincia, en el extremo sur del continente americano. Ofrece un paisaje único de glaciares, montañas, mar y bosques. Pese a la bruma y el hielo, la ciudad recibe su nombre de las hogueras de los indios yamanes, que fueron divisadas por los primeros exploradores que llegaron a la región. Su historia se remonta a comienzos del siglo diecinueve cuando comenzaron a llegar las primeras expediciones, la más renombrada, la que encabezó Darwin en 1832.

Dadas las condiciones climáticas, el verano es la época propicia para avistar lobos marinos y pingüinos en el Canal de Beagle y Cabo de Hornos y para realizar cruceros a la Antártida. En las orillas opuestas se divisa Chile al que los fueguinos, naturales de la ciudad, odian sobre manera. En Ushuaia hace bastante frío, la ciudad es bonita, aunque la realidad es que como siempre nos movemos en un área muy reducida del centro, el turístico, del resto tenemos poca idea de cómo será. Conocida como la ciudad más austral del mundo, hecho que obliga a perpetuar la estancia, de aquí hay que llevarse algo, recuerdos, piedras, camisetas, lo que sea, la fiebre por ver tiendas y comprar algo es irrefrenable y la calle central está cuajada de ellas, hay que comprar un detalle para todos.

Al día siguiente me levanté temprano, me puse mi camiseta del Betis y el chaquetón y a las 8,00 me encaminé al Puerto, en busca del famoso cartel que inmortaliza a Ushuaia como “fin del mundo”, cuando pasaron por allí unos turistas, argentinos, que iban a lo mismo, les pedí que me hicieran una foto, luego les devolví la cortesía. Me quité el chaquetón y pasando mucho frío, me hice las fotos. Por descontado varias, exhibiendo con orgullo la camiseta de mí equipo junto al cartel.

Hacia las nueve partimos para el Puerto, todos cogimos el barco que nos daría un paseo de unas tres horas por el Canal de Beagle o “Bigel”. Nos acercarnos a la pequeña Isla Bridges, sobre su superficie rocosa divisamos unas inmensas colonias de cormoranes y elefantes marinos, en sus proximidades revoloteaban infinidad de gaviotas cocineras. Continuamos en dirección al Faro del Fin del Mundo o Faro Les Éclaireurs, al Noroeste en el Canal. Son islotes pequeños de constitución rocosa, entre ellos y rodeándolos, innumerables cachiyuyos (Macrocystis pyrifera), largas algas características de todas las islas patagónicas y que complican la navegación por el amplio espacio que ocupan. Es una de las postales más vendidas en Ushuaia, una pequeña torreta tronco cónica pintada a franjas rojas y blancas. Dimos la vuelta en el pequeño faro e iniciamos el camino de regreso a tierra. En el camino pasamos bastante frío, quizás la mayor satisfacción seria navegar por el estrecho que tantos años atrás, casi un siglo, abría cruzado Darwin en su barco. La emoción era compartir aquellos lugares.

Por la tarde visitamos el Museo Marítimo en el ex Presidio, cárcel de máxima seguridad de Argentina, su estructura radial resulta interesante, recuerda a Ledoux. Dicen aquí estuvo preso Carlos Gardel. La cárcel funcionó entre 1904 y 1947, la dureza de las condiciones climáticas y el aislamiento geográfico de la ciudad reforzaban la seguridad del presidio. El penal fue motor de la actividad económica de la ciudad hasta su cierre por motivos humanitarios. La Armada Argentina se beneficio de ésta circunstancia suponiendo la ampliación de su base ubicada justo al lado. Existe intencionadamente una ala en su estado primitivo, tal y como quedó después de abandonarse por el cierre del presidio, quizás sea lo más interesante. Otra ala es el Museo Naval, otra reconstruye el penal, sus celdas, sus presos, etc. otra está dedicada a exposiciones de pintura contemporánea, en fin, una visita entretenida. Al final dejamos constancia de nuestra visita en el libro dedicado a tal cometido que se encontraba en la salida del penal.

Colonia marina en el Canal de Beagle

Ante la admiración que siento por tan importantes hombres, no quisiera dejar pasar la oportunidad de hacerles una pequeña semblanza. Charles Robert Darwin (1809-1882), importante biólogo británico, tan básico fue su talento para nuestra cultura que, conceptos casi asumidos por todos, como la teoría de la evolución, extraída de la observación y estudio de las distintas especies en el lento proceso de selección natural. Se presentó al puesto que requirió el capitán Robert Fitz Roy (1805-1865) para sus expediciones a las Américas, más por afición que por formación académica, jamás había cruzado el océano y contaba con sólo 22 años de edad. De hecho, no fue elegido por su pericia científica sino por la afinidad personal entre él y el marino. Así comenzó un viaje que le permitiría desarrollar las revelaciones que luego se convertirían en un hito de la historia de la ciencia universal y que cambiarían para siempre el modo en que los hombres perciben el mundo. El barco inglés HMS Beagle, de apenas 28 metros de eslora realiza dos expediciones hacia la Tierra del Fuego con el propósito oficial de realizar la cartografía de esos parajes, conocidos hasta esos momentos como “Tierra Incógnita”. Zarparía por primera vez en mayo de 1820 desde Woolwich a orillas del Támesis, pero no fue hasta el 22 de mayo de 1926 cuando partiera desde Plymouth en la primera expedición hidrográfica británica hacia América del Sur. Su capitán Pringle Stokes, superado por las adversidades del viaje y la soledad de su rango, se quitó la vida en cubierta frente a las costas de Tierra del Fuego en 1829, entonces Fitz Roy a sus 27 años toma temporalmente el mando del Beagle. Regresaría mas tarde, en diciembre de 1831 y nuevamente en 1835. El propósito que en realidad movía a Fitz Roy era restituir a la Tierra del Fuego a tres nativos yámanas arrebatados un año antes, luego de una temporada “civilizadora” en Inglaterra. Fueron apresados como rehenes, durante el anterior viaje para conseguir que le devolvieran un bote ballenero que le habían robado.

Robert Fitz Roy (1805-1865) y Charles Robert Darwin (1809-1882)

Ya casi estamos acabando el viaje, ascendiendo por la Patagonia argentina hacia el norte, dedicaremos dos días en visitar la Península de Valdés enclavada en la ciudad argentina de Chubut. Nos alojaremos en Puerto Madryn, a orillas del mar Argentino y océano Atlántico, una de las ciudades más importantes de ésta región cuya población supera los 70.000 habitantes, situada a unos 1.500km al sur de Buenos Aires, considerada la puerta de entrada a la Península de Valdés y uno de los centros de turismo más importantes de la Patagonia. Fundada en 1865 por los galeses, tiene un paisaje estepario semidesértico que queda recortado en la costa con acantilados y playas de canto rodado y arena. Entre los meses de mayo y diciembre recibe la ballena franca, uno de los motivos de nuestra visita, aunque además se pueden avistar cormoranes, gaviotas cocinera, pingüinos magallánico, delfines australes y lobos marinos. Nuestra guía local nos iba relatando con todo lujo de detalles estas y más peculiaridades de su querida región, hasta que dándose cuenta que una mayoría estábamos dormidos, decidió callar.

El autobús que nos había recogido esa mañana después de desayunar nos llevaría al Área Natural Protegida de Península de Valdés, reserva natural de la UNESCO, única en el mundo con carácter provincial. Iniciamos una larga travesía hasta llegar a Puerto Pirámide, con pocas carreteras asfaltadas. Después de varias horas de camino que nos parecían interminables, la guía continuaba charloteando sobre los pormenores del Parque, dando infinidad de explicaciones, detalles de su antropología, aspectos políticos, sobre la flora y la fauna, hasta que por fin llegamos a Puerto Pirámide donde un pequeño barco nos adentraría en el interior del Golfo Nuevo, al sur de la península. El objetivo era el avistamiento de la ballena franca patagónica o austral (Eubalaena australis), puede medir hasta 18mts y habita en los océanos del Pacífico, del Atlántico e Índico. Se desplaza anualmente a Puerto Madryn para su reproducción y aunque su caza indiscriminada la puso en peligro de extinción, en la actualidad existen unos 8.000 ejemplares.

Nuevamente había mucho turismo, grupos, gente, me recordaba el circo del Perito Moreno, que diferente, en Chile todo fue distinto. Empezamos a desfilar hacia la arena, nos subieron en unas motoras, íbamos apretados, en dos horas largas de avistamiento y únicamente aparecieron una madre con su hija y otra más a lo lejos, a la embarcación, la acompaño un grupo de delfines. Todos como posesos utilizábamos las cámaras, algunos no la despegaban ni un solo instante de sus ojos, mientras la nao nos sacudía debido a la fuerza del oleaje. De regreso el grupo cuchicheaba acerca de la estafa de la excursión programada, acerca de lo exiguo del avistamiento e inútil insatisfacción ya que no sirvió para nada. Completamos los avistamientos con elefantes marinos en Punta Norte, la inmensa mayoría de esos bichos, inmóviles, tendidos al sol, a los que vemos desde muy lejos. Vuelta al autobús, esta vez hacia la lengua de tierra que a modo de barra sólida se forma la península en su frente con el Atlántico. Tiene unos 25 kilómetros de largo en dirección Norte Sur y deja una magnifica albufera en su interior denominada Caleta Valdés. Dimos unos paseos por unos senderos que nos aproximaban a la playa, desde uno de ellos sí que llegamos a ver a los elefantes marinos bien cerca, desde otro se divisaba de forma perfecta y espectacular la albufera.

Peninsula Valdes, Caleta Valdes

El día había resultado provechoso y antes de descansar con vistas a una nueva jornada, me puse cómodo. Me quite las botas y calce las cangrejeras, aprovechando que aún no había oscurecido me acerqué a la playa, frente por frente al hospedaje, de arena negra no muy oscura y muy ancha. Tenía muchas ganas de tocar el mar, escuchar su rumor y sentir la brisa. Mientras paseaba por la orilla me entretuve en coger conchas, caracolillos y pequeños chinitos. Saciado mi deseo, subí a mi habitación y deje mi recolecta marina. Salí a la calle y me acerqué a un pequeño supermercado que se encontraba a dos cuadras hacia adentro de la costanera, cruzando una urbanización repleta de buenas y espléndidas casas, lo que parecía una zona de veraneo, compre algunas provisiones y di por terminado el día.

Armadillo en la Caleta de Punta Tombo

Es ya la última jornada en la Patagonia y tenemos previsto emprender camino hacia la Reserva Natural de Punta Tombo. Después de casi 200km, muchos de ellos sobre ripios, llegamos a la pingüinera. Comenzamos a andar y vimos el primer pingüino, que sorpresa, además desde muy cerca, a menos de un metro, después otro y otro más, había miles y miles y esta vez si que hemos quedado satisfechos. Esta especie de pequeño pingüino es el llamado “de Magallanes” (Spheniscus magellanicus), de origen sudamericano anida en las costas de Argentina, Chile e Islas Malvinas, siendo el más numeroso de su género. Su cabeza es negra con un franja blanca que parte del ojo, rodeando los oídos barbilla, plumaje negro grisáceo en el dorso y blanco en la parte delantera, con dos bandas negras entre cabeza y torso, la inferior en forma de herradura invertida. Los colores de su plumaje representan una adaptación evolutiva mediante la que el animal puede obtener un mimetismo eficiente en el medio marino, ya que cuando nada sumergido, su dorso oscuro pasa desapercibido para quien observa desde arriba, al confundirse con los tonos oscuros de las profundidades marinas, y a la inversa, su torso blanco se mezcla con la luminosidad de la superficie para quien observa desde una profundidad mayor. La hembra escoge el nido que más le gusta e incuban los huevos ambos sexos, aunque es el macho el que lo hace como reclamo de pareja. Siempre uno de los dos permanece en él, el que no está es porqué ha salido a comer y regresa limpio, gordo y brillante. El que sale se encuentra sucio (empolvado), flaco y seco. Después de una larga caminata y ver tan de cerca tantos pingüinos, dirigiéndose y regresando del mar con unos andares más que cómicos y mirando atónitos a tanto individuo de la especie humana, volvimos a la antigua estancia, ahora parador, en el regreso y mientras nos reagrupábamos, tuvimos la sorpréndete visita de un armadillo que se paseaba entre nosotros mirándonos atónito.

Tetilla de yeso en la estepa patagónica

Después de comer, de Gaiman, tras otros 24km más a Trelew, donde aún tuvimos tiempo para visitar su “Museo Paleontológico” para continuar hasta su pequeño aeropuerto, me quede un rato fuera, solo en el anochecer, quería echarle un último vistazo a la estepa patagónica de la que saldríamos con destino a la gran urbe, Buenos Aires. Mi viaje había cubierto todas sus expectativas, lo que quedaba para mí sobraba ya, quizás sería la última vez que contemplaría aquellos majestuosos paisajes. No obstante, no quisiera despedirme sin mencionar algo que pareció sorprenderme, las dunas aisladas de la estepa, denominadas “tetillas” por los lugareños. Se trata de unos conos regulares de base mayor que la altura, parecido a volcanes de poco más de 20mts de altura que se solidifican con la humedad y los cristales de yeso que contienen las arenas de estos suelos. En todo el viaje solo he visto una y ha sido aquí, a pocos kilómetros del aeropuerto, aunque al señalársela a la guía, me ha asegurado que hay muchas.

Fue el primer día que pasamos en la gran metrópoli bonaerense. Ya tenía ganas de volver a casa, pero aún restaban dos días más. Las propuestas que nos habían ofertado en el autobús que nos acercó al hotel eran todas de excesivo corte turístico y no llegaban a interesarme ninguna, así que decidí ir solo, por libre. La primera visita la realicé a la Catedral, a continuación la Casa Rosada, seguimos buscando la plaza de San Martín, la Torre monumental con pintadas que enarbolaban la nacionalidad argentina del archipiélago de “Las Malvinas”, visita a las estaciones ferroviarias, lo siguiente fue el Cementerio de la Recoleta y la tumba de Eva Perón.

La segunda jornada se presenta igual que la anterior. Visita a los barrios de San Telmo y Boca. Me hice unas fotos en el estadio del Boca Júnior, para ello eso me he puesto la camiseta del centenario de mi equipo, el Betis y así perpetuar la visita. El siguiente punto en el recorrido fue la visita turística a “Caminito”. La agradable sorpresa, fue topar con el jardín Botánico “Carlos Thays” próximo al barrio de Palermo. El los folletos que se reparten en la entrada indica que se inauguró el 7 de septiembre de 1898, y que tiene una superficie próxima a las 8Ha posee unas 5.500 especies vegetales y que fue diseñado por el paisajista Carlos Thays, que vivió en la mansión que allí se encuentra, ahora centro de intyerpretación, durante los años que fue director de Parques y Paseos de la ciudad. Al final, ya sentía, estar tirado en un lugar extraño, ajeno, sin ganas de nada, sólo de volver a casa.

Los colores de la Patagonia, BLANCOS, GRISES, PLATEADOS Y VERDES

Gracias a Años Luz por la excelente organización del viaje y a Viajes Alventus la distribuidora del paquete en Sevilla

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© Víctor Díaz López