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HISTORIA, CULTURA Y BUDISMO. I

Colombo – NEGOMBO – Pinnawela – Kurunengala – ANURADHAPURA – MIHINTALE – Nivaneli – TRINCOMALEE – Habarana – Giritale – POLONNARUWA – MEDIRIGIRIYA – SIGIRIYA – DAMBULLA – Palapathwela – MATALE

fuerte presencia del cristianismo en Negombo, herencia holandesa

3 de agosto – día UNO

 

El primer trayecto recorrido de tan sólo 7 kilómetros nos ha acercado hasta Negombo, no más de un cuarto de hora, ya que el aeropuerto de Bandaranai se sitúa al Sureste de la capital, entre ambas poblaciones, incluso más lejos de Colombo, que queda a 37. No llego a orientarme en el itinerario que hicimos por carretera, pero lo cierto es que accedimos a la población por su borde Norte. Esta mediana ciudad de algo más de 120 mil habitantes, se sitúa en la desembocadura de la Laguna de Negombo, en la costa Este de la isla, a unos 210 kilómetros al Sur del estrecho de Palk, en la Provincia del Oeste u Occidental. Sus coordenadas son 7º12’38.30”N – 79º50’14.08”E elevación 9mts en la iglesia de St Marys.

 

El pequeño puerto natural que se produce en el encuentro de la Laguna con el Índico, fue sin duda, el origen de la primera aglomeración urbana. Aún hoy día es la base de su economía, que durante siglos ha sido la pesca. Si observamos detenidamente el plano de la ciudad vemos claramente el sentido estratégico que encontraron sus colonizadores europeos, prueba de ello es el asentamiento holandés y sus vestigios, un pequeño lienzo y una puerta de la muralla, su bastión defensivo. Estos nuevos pobladores venidos de tierras tan lejanas enriquecen el puerto que encuentran, dotándole de una nueva dimensión comercial, que se sustenta en la producción y el mercado de la canela, industria clave en la zona y que pasó después a manos de musulmanes, holandeses y británicos. También interpretamos en el plano, la necesidad de agua dulce que tuvieron estos nuevos pobladores, la resolvieron tomándola del río Oya. Construyeron un largo canal de unos seis metros de ancho y seguramente de dos o tres de profundidad que les acercaba el agua al recinto fortificado y por el que además navegan pequeñas canoas, hoy modernas embarcaciones con fines comerciales y turísticos. Con el tiempo y el crecimiento que trajeron las nuevas actividades, las casas se asientan próximas al canal, por cierto, todas bajas, la mayoría de una planta. Hoy en día está colmatada toda la franja entre éste y el mar y, con mucha más intensidad hacia tierra adentro. La actual ciudad ya no tiene mucha industria y comercio y aunque la pesca perdura, Negombo es un lugar elegido básicamente como tránsito hacia el aeropuerto, para la estancia en los días primer o último de los viajes que realiza el turismo exterior al país, y antes de regresar a los respectivos destinos de origen.

cementerio cristiano en Sea street

Acabamos de desembarcar y con el poco tiempo que llevamos aquí, ya la guía nos aconseja que establezcamos un fondo común. Y no sólo un fondo, también nos aconseja que designemos a uno de nosotros para que se encargue de su gestión, del pago de las propinas que se suelen dejar en los distintos hoteles donde nos alojemos, aquellas destinadas para los mozos que nos recogerán los equipajes, que los acercaran desde el autobús a las habitaciones y viceversa. A la cantidad prevista le hemos añadido el equivalente a 50 euros que es lo que importa el triple-bono, ticket combinado para acceder a los tres monumentos más importantes del país, seguimos nuevamente su consejo. En total cada uno hemos puesto 10.550 LKR, 70 euros al cambio. Como es costumbre en estos lugares, nos han servido un zumo mientras, todos sentados en el hall escuchamos a la guía, que con un listado en una mano y un puñado de llaves en la otra, se dispone a repartir las habitaciones. Quedo emparejado con “Gerardo”, desde ahora mi compañero, callado, de muy pocas palabras, diría que de semblante serio, por más que le provoco para que se comunique, nada. Es vasco, tiene cuarenta años y es policía municipal, muy poca información para el esfuerzo que le he dedicado.

 

A las once estábamos en la habitación de este pequeño hotel, un tanto mediocre, el “Golden Star Beach”, por lo menos nuestra habitación, un tanto anticuada. Aunque, he observado que están remozándolo por partes, encuentros zonas mejores que otras, como la recepción y el comedor. La habitación se encuentra en la planta primera y única, al final de un largísimo y enrevesado corredor, tiene una pequeña terraza con unos veladores de plástico, desde donde se ve la piscina, al fondo el mar. Nos hemos duchado con un chorro ínfimo de agua, pero que nos ha sabido a gloria después de tantas horas de viaje, también he aprovechado para arreglar un poco el equipaje. Tal como hemos acordado antes de subir, quedamos a las 13:00 en el hall para dar una vuelta por la ciudad, aunque ya a las doce nos encontrábamos unos cuantos a la expectativa en la planta baja. He conocido a Juan José, un badalonés de más o menos de mi edad y a dos catalanas de las que aún no recuerdo sus nombres. Hicimos tiempo en espera de la hora acordada, nos juntamos ocho, del grupo de veinte, me ha parecido contar.

en honor a Siva, en la orilla de Negombo mirando al Índico

Parece que lo que apetece por la hora es almorzar. Desde la entrada del hotel, a la izquierda, en la carretera en dirección a Colombo, en la Lewis Pl, se ve no muy lejos un pequeño restaurante, el “Sea Joy”. Es una casa particular, parecida a un chalet de estilo neocolonial en el que preparan comidas de una reducida carta. La experiencia ha valido la pena por lo inusitada, juntamos tres mesas en el porche para los ocho, sólo dos italianos ocupaban una mesa contigua, hemos llegado casi a la par. Tal como nos sentamos comienza a llover, aprieta por momentos, pienso que el país nos recibe de la forma más tradicional y apropiada en el trópico, una fuerte lluvia torrencial del monzón nos da la bienvenida. El aguacero ha durado casi dos horas, el tiempo que han tardado en traernos de comer los platos, por cierto muy bien presentados, que cada uno ha pedido, por decirlo de alguna forma el sonido de la tormenta nos ha amenizado la espera. Mis nugels mixtos y una cerveza, deliciosos, 660LKR, 4,34 euros.

 

Los italianos están inquietos, “desperados” por tanta espera no paran de dar paseos al interior de la vivienda, porque de eso se trataba, de una casa particular en la que sus moradores preparan comidas ¿Y porqué tardaban tanto?, tal y como comento Paca, nuestra compañera murciana, cuando se les pide el plato deseado lo comienzan a cocinar, pero como no tienen almacenados los comestibles perecederos, pollo, gambas o verduras, salen al mercado a comprarlo, lógicamente es debido a la cantidad de comensales y a la propia economía familiar. El caso es que hasta que no consiguieron nuestros vecinos que le sirviesen algo no pararon, fue un plato de patatas fritas como aperitivo, que miramos deseándolas también para nosotros. Lo cierto es que entre una cosa y otra acabamos a las cuatro de la tarde, casi tres horas, pero que importa, así se pone la paciencia y tolerancia a prueba con y para nuestros anfitriones. El postre fue compartido, degustamos plátano frito y una copa del delicioso licor de arak, de sabor parecido al ron, lo pidió Juan José y por cierto estaba bastante rico.

 

A la salida decidimos ir caminando al centro de la ciudad, al borde Norte de la Laguna, donde ésta se une con el mar. Nuestro hotel y la casa de comidas se encuentran en las afueras, en el área urbana que ha ido crecido en torno a la carretera costera que viene desde el aeropuerto. En el camino nos íbamos encontrando con muchas gentes, niños que salían del colegio, ciclistas y motoristas, en aquella calzada que no tenia aceras y que en su encuentro con las fachadas o cerramientos de los jardines de algunas casas o parcelas discurría un regajo tapado con losas de hormigón, seguro que para recoger las aguas de las abundantes lluvias. Cuando llegamos al cementerio católico holandés la carretera cambia su nombre por el de “Sea St”, torciéndose ligeramente hasta quedar paralela al Canal, cuyo último tramo recto tiene más de tres kilómetros, en total son más de siete, desde que capta el agua dulce en el Río Oya, antes de desembocar en el mar entre los distritos de Godalla y Poruthota, frente a una de las pequeñas islas desabitadas de la Laguna, muy cerca del desagüe de ésta en el mar. El cementerio parece abandonado, como si sus tumbas fuesen de los colonizadores, aunque no es así, ya que en algunas lápidas aparecen caracteres que imagino, serán cingaleses. Su aspecto es descuidado, el suelo es terrizo en las dos calles en cruz que lo divide en cuatro grandes parcelas, parecería tratarse más de un campo santo propio de un cuento de Poe que el de una ciudad que quiere ser moderna.

la pesca del día en la Laguna de Negombo

La travesía queda marcada con infinidad de capillitas y pequeños templetes en los cerramientos de sus fincas. En éstas se exponen generalmente en pequeñas urnas de vidrio, figuras coloridas de cristos, vírgenes y santos católicos jalonando el recorrido como si se tratase de un “vía crucis”. Desde la colonización europea, el municipio profesa mayoritariamente la religión del viejo mundo, incluso se le ha llegado a llamar en alguna ocasión “la pequeña Roma”, muy orgullosos se sienten de las que creen como muy vistosas iglesias de origen portugués, como St Marys o San Sebastián, con la que nos topamos a continuación, también al borde de la carretera, por su proximidad, puede que tuviese una clara vinculación con el cementerio. Ésta dominando una gran parcela ajardinada, destaca por su simpleza y elegancia, en uno de sus lados aparecen los barracones lineales de una escuela, nos asomamos por sus ventanas y aún se encontraba el material escolar sobre sus mesas. La edificación es de un claro estilo neogótico, con nave de crucero y portada flanqueada por sendos campanarios. Sus paramentos, tanto exteriores como interiores se encuentran revocados con mortero de cal pintado en tonos pasteles, resaltando sus huecos fileteados con molduras de color marrón. En el conjunto destacan sus arcos ojivales, pináculos y cubiertas de teja plana roja, en el interior sus cerchas triangulares metálicas.

 

Cuando continuamos la marcha, nos percatamos de que a lo lejos viene un grupo de lugareños con música, al cruzarnos vemos que realmente se trata de un entierro, vienen precedido por el ritmo de un timbal, un tambor y una caracola, detrás el coche fúnebre y la comitiva, todos varones. Le tiramos las preceptivas fotos y continuamos de nuevo. Según los datos de la guía que llevaba encima, nos dirigíamos al mercado general, que se encuentra en la misma calle, en la zona céntrica y cerca de la playa. En la continua observación de lo que nos rodea, mirando hacia un lado y otro, me percato de una callejuela engalanada con unas banderitas. Sin pensarlo mucho incito a Juan José para que me acompañe y nos metemos por ella a curiosear el motivo de tal engalanamiento, todo parece conducir a una casa presidida por un jardín delantero. Resulta ser el velatorio de un difunto, del muerto con el que antes nos hemos cruzado, sólo quedan las mujeres, los hombres han salido a acompañar a la comitiva fúnebre. Hicimos algunas preguntas, enterándonos de que el difunto hacia tres días que falleció, incluso la fecha del óbito constaba en unos carteles.

pescadores de la Laguna

Regresamos a la calle principal y continuamos con la ruta prevista. Hicimos otra parada para visitar un pequeño templo hinduista que parece construido en el siglo XX. Su fachada mira a la carretera como la iglesia, con la que seguramente querrá competir, además, en su mismo lateral o margen, a la derecha en dirección al centro urbano y aunque, la multitud de figuras de sus diversas deidades exponían el mismo colorido de todas aquellas que contemplé en la India, ni se le asoma en grandeza, éste es muchísimo más humilde y quizás evidencie el número reducido de los seguidores hinduistas.

 

A los pocos minutos, girando a la derecha por Vistarini Rd llegamos al mercado, ya atardecía y lo estaban desmontando. Al comienzo de la calle y a su izquierda se encuentran tres naves, del tipo palenque, donde se exponen las mercancías más delicadas, especias, telas y poco más que contar, cuando entramos ya eran pocos los tenderetes que vendían sus productos, la escasa luz de las naves y el día aún nublado le dan al conjunto un aspecto poco atractivo. Afortunadamente, en todo el trayecto que hemos hecho a píe, no nos ha llovido. En el exterior, en la calle ya habían recogido los puestos de venta de frutas y verduras, testigo de ellos eran los desperdicios tirados por el suelo en los que olisqueaban perros y picoteaban cuervos indios, amen de alguna que otra gallina que se habrá librado del cuchillo al no ser vendida. En definitiva, mucha suciedad es lo que queda de un día que posiblemente habrá sido ajetreado. Lo recorrimos hasta el final, hasta llegar a la playa, bastante sucia por cierto, aunque destacara un pequeño tridente de hierro clavado en la arena con ofrendas a Siva, seguramente de los fieles del otro pequeño templo que se encuentra en el borde del mercado. Dimos por satisfecha nuestra curiosidad regresando a la calle principal, los vendedores miraban al grupo con no poca sorpresa.

 

Propuse acercarnos al Fuerte Holandés y la Laguna, según he visto en la guía, parece que no quedan lejos. Comenzamos a andar, volvimos por Vistarini Rd hasta la plaza que preside la iglesia de Santa María, giramos a la derecha por Main St, calle recta y bastante larga, lo que provocó que nos planteásemos tomar unos tuk tuk. Pareciese que lo pedíamos a gritos, ya que dos pararon inmediatamente. Acordamos 300LKR, unos dos euros por tres pasajeros y trayecto, por acercarnos a los dos lugares pretendidos y la vuelta al hotel, tuvimos que regatear y seguro que podríamos haber conseguido un mejor precio, el que hacia de cabecilla de los dos conductores nos quería enredar, proponía llevarnos a otros lugares, a lo que no accedimos.

las barcas y las artes de pesca

Las escasas ruinas del Fuerte Holandés que datan del siglo XVII, de 1672 según consta en el escudo de su portada, una torre y un pequeño lienzo de muralla en un estado de abandono lamentable, imperdonable para ser uno de los vestigios más importantes de su historia, aunque sea de colonizadores. Actualmente el ejercito nacional ha construido un presidio en sus terrenos, incluso coincidimos cuando montaban a un grupo de reclusos esposados en una camioneta. A estos restos hay que añadir algunas viejas casas que quedan de portugueses y holandeses, o las mismas iglesias, como las citadas anteriormente u otra pequeña que se encuentra a escasos 70 metros al Sur de la torre y que nos pareció a primera vista una casa solariega de un importante colono. La torre al lado del acceso al Fuerte, es pequeña pero elegante. Consta de tres cuerpos, el mayor apoyado sobre la propia muralla a modo de templete consta de cuatro pilastras rematadas por arcos de medio punto, sobre este elemento, un pequeño cuerpo cúbico ciego en el que destaca la esfera de bronce de un reloj mirando hacia el exterior, el conjunto se remata por otro elemento idéntico al bajo, pero más pequeño, a modo de campanario, coronado por una cúpula semi esférica, toda construido con sillares de piedra.

 

Muy cerca se encuentra la orilla Norte de la Laguna, nos acercamos caminando, siguiendo las indicaciones del conductor del tuk tuk. En un pequeño brazo que se adentra en tierra en dirección al Fuerte, es utilizado de atraque por muchas barcazas, la mayoría de ellas de poliéster y con motor fueraborda, vemos algunos pescadores recogiendo sus artes. El hedor producido por el agua putrefacta y la inmensa cantidad de basura confieren al lugar de un aspecto deleznable, circunstancia que provocó que casi nadie quisiera avanzar un palmo más por aquel lugar. Ya atardecía, por lo que decidimos regresar al hotel, no sin antes sufrir la insistencia de nuestro conductor que nos quería llevar a no se cuantos sitios.

 

Antes de cerrar este paseo por la desembocadura de la Laguna quisiera apuntar unas notas sobre el Mercado de Pescado que se celebra por las mañanas y que es conocido como uno de los más importantes del país. Queda al Norte del Fuerte, dando directamente al mar, consiste en una gran explanada y unos barracones en el que se realizan diariamente las subastas. Todos los pescadores, grandes y pequeños, traen sus capturas, que ofertan a comercializadoras, mercados de exportación y locales. La más grande de estas pujas es la que realiza la Sociedad Cooperativa de Pescadores del Sur Negombo, conocida como la “Maha Llelama”, en la que se ofrece la pesca realizada en aguas profundas. La primera y más pequeña, es la “Kuda Llelama” que se realiza con el patrocinio de la iglesia y en la que se ofertan unas capturas de inferior tamaño y calidad procedentes de la Laguna.

el puerto de pescadores al Norte de la Laguna

Y aunque se esté modificando la economía de esta población, los pescadores tienen en la Laguna su medio de vida y han ido transmitiendo su oficio y tradiciones a sus descendientes durante generaciones. Utilizan desde canoas talladas en troncos de árboles, a otras embarcaciones realizadas con poliéster y fibras de vidrio, básicamente de dos tipos, las pequeñas “oruvas” o canoa de vela y las más grandes o “paruvas”, embarcaciones con motor, parecidas a catamaranes y equipadas con separadores tipo kurlon. Desde ellas esparcen las redes de nylon para conseguir sus capturas. Las distintas generaciones de pescadores de la Laguna, han capturado cangrejos, camarones y muchas de las especies nativas de peces. En los últimos años, para completar sus ingresos, ha diversificado sus labores con la recogida de ponche, o savia de palma, con el que destilan arak, obviamente el nivel económico de éstos, por lo general no es muy alto.

 

El resto de la tarde permaneció con el cielo encapotado, aunque era de agradecer que la lluvia nos hubiese permitido pasear y como parecía, no volvió. Como pactamos con los conductores de nuestros vehículos deshicimos el camino andado y regresamos al hotel. Aun quedaría un rato de luz antes de que cayera la noche. El Golden Star Beach tiene una pequeña piscina desde la que se accede al restaurante y a un pequeño chiringuito, en el que en aquellos instantes, nuestros compañeros, los jóvenes tomaban unos refrescos después de tomar un baño. Habían regresado un rato antes que nosotros y según nos contaban habían visitado los mismos lugares. Desde la terraza de la piscina se ve la playa, a la que se accede directamente. He decidido darme el primer baño en el Índico, nuestra guía nos recomienda que no lo hagamos –motivación extra– por la mucha contaminación que tiene. No me pude resistir, aunque sí fue rápido, instantáneamente regresé para zambullirme de cabeza en la piscina y así eliminar lo que haya que eliminar. Allí estaban continuaban los jóvenes tomando cerveza, me acople a ellos dando cuenta de un par de ellas. Ya oscurecía, no lo he dudado mucho cuando he decidido ir a la cama, en los vuelos no he conciliado el sueño, cálculo que después de las más de 48 horas que llevo sin dormir, seguro que caeré redondo.

Buda de Aukana

4 de agosto – día DOS

 

Comenzamos el día en el Orfanato de Pinnaawela (ver Naturaleza y Vida Salvaje en Sri Lanka), satisfechos con la visita volvimos al vehículo que ya nos esperaba en el arcén de la carretera. Subiendo la cuesta, cambiábamos impresiones sobre lo visto, considerándonos afortunados de estar ante la presencia de tan magníficos animales. Sobre las 11:00 retomamos la ruta prevista, la que nos acercará a Aukana, aún nos quedarían algo más de 140 kilómetros. Los guías habían previsto que parásemos a almorzar en Kurunegala, ciudad mediana, de tan sólo 30.000 habitantes y que únicamente la hemos cruzado y no por su centro, obviamente no hemos visto nada de ella, sólo el restaurante donde almorzamos, situado en sus afueras; argumentan que verdaderamente no tiene nada que ver. Por lo menos, la comida que nos han servido en el “Saruketha” no ha estado nada mal, he tomado pollo con jengibre y curry, el plato que da nombre al restaurante, y que incluso es recomendado por la guía Loneley Planet por su excelente calidad y verdaderamente, doy fe de ello. Este local correspondería a una de nuestras “ventas” a pie de carretera, en este caso la que se dirige a Zambulla, colinda con una pequeña laguna, que le añade un cierto encanto. Ocupamos un sombrajo de madera y techo de palma al aire libre, de postre tomamos café, té y arak.

 

Sobre las tres reiniciamos la marcha y en algo más de una hora ya nos encontrábamos en el recinto del gran Buda Aukana Rahamara Vijaraya. En el trayecto que hemos realizado hemos tomado dirección Noroeste hacia el centro de la Isla, accediendo a la Provincia Central del Norte hasta llegar a las coordenadas 8º00’39.25”N 80º30’46.25”E, altitud 131 metros.

árbol de Bo a la izquierda y Buda de Aukana al fondo

Subiendo unas escalerillas llegamos a un lugar en medio del páramo, en medio de la nada, y ahí está ese magnifico Buda de piedra. Dicen que con sus trece metros de altura es la escultura antigua más grande de la Isla. Su belleza es esplendida, los delicados y perfectos pliegues de su vestidura monacal y la sensibilidad en su rostro y manos, la izquierda coge la túnica que descansa sobre su hombro, la derecha posa en un mudra de salutación, el tallado resulta tan exquisito, que la expresión tan bella de su rostro, pareciera encontrarse animada. La figura está de pie, casi libre tallada como si emergiera de la pared del granito color claro arena a su espalda. La talla, de autor desconocido se encuentra afortunadamente perfectamente conservada. Lástima que el sol de cara no haya favorecido la toma de buenas imágenes, pero lo que se queda en la retina será sin duda inolvidable.

 

El tallado de esta figura de Buda está datado en el siglo V, durante el reinado de Dathuseny. La escultura vista desde la privilegiada posición cercana al árbol de Bo, se sitúa en una depresión del terreno, interpreto como el vaciado que hubo de realizarse para esculpir la imagen, se divisan dos recintos casi cuadrados ejecutados con muros de mampostería de un interesante despiece y de unos cuatro metros de altura por casi uno de espesor, imagino que restos del templo, dicen que construido posteriormente, igual que el nenufar de piedra sobre el que se alza la imagen, fechados en el siglo VIII, que tuvieron que rebajar nuevamente el nivel del suelo de roca metro y medio, hasta la base del recinto religioso y del que sólo vemos el arranque de su estructura.

 

En la explanada superior por donde hemos accedido, justo frente a Buda se encuentra un Árbol de Bodhi, Ficus religiosa donde según la tradición, éste alcanzo la iluminación, representa el símbolo de la devoción budista y lo encontraremos en todos los templos. No es un ejemplar muy grande, se encuentra en el interior de un recinto octogonal, que eleva la plataforma interior de tierra un metro sobre el suelo (como una gran maceta) y a la que se accede desde una escalera en uno de los lados, en los otros dos hay una pequeña hornacina con una imagen y una pequeña caja de vidrio donde se dejan las dádivas, estos tres elementos están orientados según los puntos cardinales, parece que falta una segunda hornacina, el borde superior lo remata una balaustrada. Todo está encalado en un blanco inmaculado que contrasta con las cintas de colores que cuelgan en sus ramas, guirnaldas y otros abalorios, ofrendas de los muchos fieles que procesan esta populosa religión en el país.

pequeña dagoba accesible en Aukana

Frente a la escalera de acceso al árbol, en dirección ortogonal al gran Buda y separados por una estrecha y alargada explanada encontramos una pequeña estupa, dagoba en cingalés, igualmente inmaculada de blanco, ocupa un pequeño recinto rodeado nuevamente de una balaustrada. Al acercarme observo la existencia de una pequeña puerta de madera tallada en su cara Sur que permitía ver su estructura interior, un pilar octogonal tallado en granito, en el centro sostiene una losa de piedra sobre la cual se apoyaba la blanca campana maciza, seguramente ejecutada en ladrillo y revocada con cal. Alrededor de la pilastra hay un tablero circular de madera a modo de pequeño altar. Aunque me desilusionó no haber hallado una bóveda, volvía a recordar aquella arquitectura primitiva arquitrábica del Sur de la India y aquella discusión que había mantenido con Juanjo, mi compañero arquitecto, antes de partir, que aseveraba rotundamente que las estupas eran todas macizas, y mira por donde, a ésta y en este lugar tan significativo del budismo en Sri Lanka, se podía acceder a su interior. Volviendo a marcar los puntos cardinales, Norte, Este y Oeste, se adosan tres pequeños templetes con imágenes en pequeñas hornacinas en sus frontales. Al rodearla encontré detrás una lápida con inscripciones seguramente en alguna de lenguas antiguas, calculo que sería en Pali, nadie pudo darme información al respecto. A su vez, algo más atrás, había una pequeña balsa o estanque tallado en una afloración rocosa, rodeado de un pequeño murete y barandilla metálica, estaba llena de agua y en su interior lucían unos preciosos nenufares. La ladera de piedra caía sumergiéndose en la jungla donde vimos los primeros monos trepando en los árboles y correteando por las piedras, macacos. Amén del impresionante Buda, lo alejado y solitario del paraje, en el que por cierto había muy pocos visitantes y ningún extranjero, fuese quizás lo más atractivo.

 

Y aunque estamos cerca de Dambulla seguimos hacia Anuradhapura, a la que llegamos tras otra hora y media de trayecto, en algo más de cincuenta kilómetros. Buscamos el Norte de la Isla que visitaremos en los próximos días. Los paisajes que hemos cruzado son semejantes a los anteriores, si es cierto, que en la proximidad de la carretera y en muchas de las rocas graníticas que salpican el territorio aparecen inmaculadas dagobas encaladas con sus cinturones anaranjados o esculturas de Buda sentados en posición de meditación, y en la proximidades de Aukana, al igual que en muchas otras partes de la Isla, copias literales de su Gran Buda, generalmente todas pintadas de blanco. Ya anocheciendo llegamos al hotel donde hemos quedado alojados, el “Galway Midiriya Lodge”, en la zona nueva de la ciudad, un buen resort a orillas del lago Nuwara Wewa (wewa significa en cingalés estanque o laguna). He terminado dándome un relajante baño en la piscina, un paseo por los alrededores hasta llegar a la orilla del embalse, antes de acostarme. Mañana visitaremos el importante recinto arqueológico, las ruinas de la ciudad antigua de Anuradhapura al Norte.

dagoba de Ruwanmelisaya en Anuradhapura

5 de agosto – día TRES

 

Parece que el tiempo sigue estable en este segundo día que amanecemos en Sri Lanka. A las ocho hemos partido para visitar el complejo arqueológico de Anuradhapura, una de las ciudades más importantes en la historia del país, Patrimonio de la Humanidad desde 1982 y a escasos tres kilómetros al Noroeste de nuestro hotel, en las coordenadas 8º22’12.8”N – 80º23’42.47”E, elevación 99 metros, referenciados en la cara norte de la dagoba de Abayagiri. Fue durante muchos siglos la capital de una de las civilizaciones más importantes de Asia, durante el periodo que abarca desde el siglo IV antes de Cristo a principios del noveno de nuestra era, uno de los mayores centros de poder político, estable y duradero del Asia Meridional. Hoy día, en esta ciudad, sagrada para los budistas, muchos de sus monumentos aún se dedican al culto. Sus dagobas, monasterios y restos constituyen uno de los mayores yacimientos arqueológicos del mundo, ocupando una superficie de más de 200 hectáreas.

 

Aunque se establece la fundación histórica en el siglo 5aC, los testigos arqueológicos atestiguan su existencia ya en la Edad del Hierro, en el siglo X aC, en unos asentamientos en los que se aprovechaban las cualidades defensivas y productivas de estos territorios. Pero volviendo al siglo quinto, cuando el rey Pandukabhaya, considerado el primer rey de Anuradhapura la refunda, ya era la capital de Lanka una ciudad importante y bien planificada. Continuó su legado Mutasiva, su hijo, siendo su nieto, Devanampiya Tissa, contemporáneo del emperador indio Ashoka, el que introdujo el budismo por primera vez en la Isla y con él, el florecimiento y la expansión de la ciudad. Los siguientes reyes fortificaron la ciudad, le añadieron una muralla y un foso de agua del que aún quedan algunos restos, la mejora de la seguridad atrajo a muchas gentes, creciendo su población. Se construyeron muchos estanques, que mediante una red de canales subterráneos abastecieron de agua a sus edificaciones. Grandes lagos y tanques con sistemas complejos de riego que aún hoy día siguen en servicio, favorecieron el cultivo de arrozales en lo que fueron antes tierras secas, como los de Wewa Nuwara y Tissa que han sobrevivido. También se construyeron parques, uno de ellos reservado a la familia real. Se potenció la salud y la educación con varios hospitales y hospicios para los incapacitados. Se organizo el saneamiento y la limpieza de la ciudad. Para impulsar tales medidas se establecieron impuestos a las cosechas. El diseño de esta moderna y poderosa ciudad se describe en un poema histórico en el libro del Mahavansa.

circunvalando Ruwanmelisaya

Son muchas las ruinas que quedan de la ciudad antigua, con independencia de la arquitectura doméstica, tienen gran interés por su potencia estilística y monumental, las estupas, monasterios, palacios, y los tanques. Distintos elementos que nos iremos encontrando a lo largo de nuestro recorrido por todo Sri Lanka y que generalmente se realizarían bajo las mismas pautas.

 

Con respecto a las muchas dagobas que iremos visitando, indicar que éste es el nombre que reciben las estupas budistas en el país. Monumentos funerarios construidos para custodiar alguna reliquia, que quedan inaccesibles en su interior. Tienen forma esférica y se montan sobre una serie de anillos cilíndricos en su base a modo de zócalo, disponen de un remate superior cúbico rematado por una gran pirindola cónica muy estilizada, a veces metálica, como aguja que apunta al cielo. El conjunto tiene apariencia de campana, su tamaño varia, desde las más pequeñas pocos metros hasta las mayores de hasta 40 de diámetro. Generalmente se sitúan en el centro de una explanada o plataforma, cuadrada o circular, ligeramente elevada del suelo circundante, desde los escasos 10cms como en Aukana, a los tres metros en Ruwanmeliseya. Este espacio de circunvalación suele pavimentarse con grandes losas de granito y rodearse con una balaustrada o peto a modo de barandilla en el que aparecerán marcando escrupulosamente los cuatro puntos cardinales los accesos, mediante anchas escaleras, direcciones que son remarcadas con capillas adosadas a la dagoba y presididas generalmente por figuras de Buda. En el conjunto está totalmente encalado, resaltan unas bandas de tela con los colores de la bandera budista (azul, amarillo, rojo, blanco y naranja) que decoran su cintura y en el que suele predominar el naranja. Es un monumento macizo, ejecutado con hojas de ladrillo en su piel y, mampuesto del mismo ladrillo, arcilla, tierra y piedras en su interior, amalgamados con morteros de cal, al que solía añadirse, clara de huevo, aceites y resinas vegetales o agua de coco y néctar de azúcar para mejorar el aglomerante, incluso se vertía arsénico al aceite de sésamo como anti fungicida, para que no enraizasen las plantas en sus paredes o pequeños animales anidasen en sus paredes e interior.

espacio antesala de la dagoba de Ruwanmelisaya

Los restos de edificios públicos, reales, monásticos o grandes palacios se encuentran diseminados por todo el recinto arqueológico, en todas las direcciones. A nuestros días, únicamente han llegado las plataformas elevadas de piedra, cimientos de sus plantas y los pilares de piedra de la planta baja, ya que si hubo superiores serian de madera, igual que los forjados y cubiertas. Entre los más importantes, el Palacio de Bronce, del que hablaré más adelante o el complejo monástico de Abhayagiri Vihara. En ellos se reflejan claramente las creencias sociales y las prácticas religiosas prevalecientes en el momento. En el acceso a estos edificios tanto religiosos como de la realeza, se colocan a ambos lados de las escalinatas, hornacinas, piedras guardianes o “muragal”, en las que se tallaban deidades protectoras, es una clara herencia del hinduismo y su tradición arquitectónica, entre ambas se colocaba la piedra de la luna semicircular, creación propia de los escultores de Sinhala, talladas en distintos tipos de material, formas y tamaños, simboliza el “samsara” o ciclo de la vida del hombre, representado en sus anillos concéntricos. Las esculturas de figuras de lotos y “punkalas” reflejan la abundancia y los elefantes, el agua.

 

Por último, los “pokunas”, nombre cingalés para los tanques o cisternas que suministran el agua potable. Se encuentran dispersos por todas partes, incluso en la selva. Entre ellos destaca el Eth Pokuna o estanque de los elefantes, a unos doscientos metros al Norte de la dagoba de Lankaramaya y a 700 al Sur de la gran dagoba de Abhayagiri en el recinto real, o los estanques gemelos conocidos como Kuttam Pokuna, al Este, en el que realizaban abluciones los monjes.

 

La visita la comenzamos por la dagoba de Ruvannelisaya, una enorme esfera blanca rematada por un cubo estriado y un esbelto cono rematado por dos bolas de bronce a modo de tapón. Más que arquitectura es una bella escultura, monumento funerario, el contenedor de las reliquias sagradas de un santón budista. Es un ejemplo de las muchas que nos encontraremos y que hacen palpable la religiosidad de este pueblo. Dicen que su altura es de 90 metros y su perímetro en la base está cercano a los 300. Como de muchas otras existen gravados en los que se describe su construcción, así como los ritos y honores al budismo que se realizaron en el cumplimiento de su establecimiento. Fue mandada a construir por el rey Dutugemunu y se dice que sus proyectistas se inspiraron en la pagoda birmana de Kaunghmudaw. Está considerada como uno de los ocho lugares sagrados de esta ciudad para los muchos budistas de todo el mundo que se acercan a ella. Tuvimos que descalzarnos desde mucho antes, en el control de acceso, fue el primer lugar en el que utilizamos el triple-bono. En el paseo de unos 300 metros hemos vistos los primeros monos langures, el Semnopithecus príamo, de los muchos que abundan en todo el recinto sagrado.

árbol de Maha Bodi en Anuradhapura

El lugar es bastante atractivo, se configura como una gran plaza cuadrada elevada algo más de un metro sobre el páramo circundante vacío u arbolado, en manchas. Se accede por las cuatro escalinatas cardinales. El perímetro queda rodeado por un pequeño muro que deja ver el mundo exterior, seguramente de ladrillo revestido de cal y blanqueado. Enfrentados a las escaleras se encuentran adosados sendos altares o santuarios ejecutados piedra sin revestir, como su zócalo. Sus interiores están presididos por figuras de Buda, son muchos los fieles que se acercan a depositar generosamente flores de loto a sus píes. La visita a la dagoba y sus cuatro capillas se realizará siempre circunvalando en el sentido horario, dejando la estupa a la derecha, precepto general también prescrito para los turistas curiosos como nosotros, y así lo hicimos. El pavimento de esta ágora son grandes losas de granito rectangulares que contrastan fuertemente con el blanco de la estupa, ¡decorada! en su parte baja por una franja de tela anaranjada. En el frente principal de la plataforma se encuentra una explanada alargada adosada al muro Este, cuya cara exterior esta decorada una serie de figuras abultadas de elefantes de color negro que se recortan sobre el muro blanco y que le confieren a la entrada un aspecto imponente. A la derecha, una estructura de vidrio y metal acoge la infinidad de llamas que prenden en pequeñas lamparillas de barro y que se escalonan en unas estanterías más pequeñas, en su interior el calor y el aire que se respira es sofocante. A la izquierda, el suelo terrizo de la explanada también está repleto con más recipientes, en éstos, su interior ennegrecido anuncia un pasado devoto. Me entretengo haciendo fotos cuando percibo un gran número de langures que se aproximan corriendo a una especie de poyete donde un lugareño les ha dejado comida. Es la primera de estas dagobas que veo de tan grandes dimensiones, la de Aukana era muy pequeña, parecería ridícula en relación a ésta. Me quedo embobado viendo como se recorta el pináculo de la gran campana blanca en el cielo azulado, las pocas nubes aún realzan más su visión.

 

Recuperamos el camino principal y nos dirigimos al conocido y famoso Árbol de Bodhi o de Bo, es un espécimen de Ficus religiosa, como el de ayer, pero este es muy antiguo. Es considerado procedente de un esqueje de aquel que se encuentra en Bodhgaya, en el estado de Bihar al Noroeste de la India, bajo cuya sombra Siddhartha Gautama alcanzado la iluminación, o estado de Bodhi. Al parecer el tallo del árbol de Gaya que se plantó procede de su rama derecha y fue traído por Thara Sanghamitta siguiendo las instrucciones de Buda en su lecho de muerte, que indicó se llevase a Sinhala. Partió de Pataliputra capital del estado indio de Bihar, hasta Tamralipti en la Bahía de Bengala, actual Tamluk, para en barco arribar a las costas de Lanka en el perdido puerto Jambukola, al Norte de Jaffna para cruzar la isla y llegar al reino de Anuradhapura. Si damos por cierto como parece, que el esqueje se trasplantó en el año 288 antes de Cristo, se trataría del árbol más antiguo plantado por seres humanos y que sigue vivo a sus 2296 años.

En torno a éste ficus hay montada una enorme parafernalia. Es increíble la de gente que se encontraba a su alrededor, familias completas, algunas curiosamente unidas por un cordón blanco que enlazaba todas sus manos, mientras uno de sus miembros, el de mayor edad o preparación lee los textos sagrados, que todos escuchan atentamente en espera de la purificación. El árbol volvía a encontrarse sobre una plataforma, en este caso de más de cuatro metros sobre el suelo de aquella gran explanada, la llanura de Anuradhapura, que en su conjunto es el parque arqueológico, religioso y monumental. Continuábamos descalzos, entrar nos costo el obligado donativo de 500LKR, 3,29 euros. Después de un buen rato disfrutando del espectáculo, de encontrarnos ante tan importante ser vivo del reino vegetal, reiniciamos la vuelta y eran inevitables ciertas preguntas. ¿Será este ejemplar el padre de todos aquellos que se encuentran dispersos en tantos templos como veremos? ¿Habrá dado tanta y sabia descendencia a este país cuya fe budista tiene tan arraigada?

 

A la salida, a la derecha se encuentran los restos del Palacio de Lovamahapaya o Lohaprasadaya, también conocido como el Palacio de Bronce, por los mosaicos de este material que según cuentan fue su tejado. Del recinto cuadrado de 120 metros de lado sólo quedan los restos de más de mil columnas de granito en 40 cuadrados concéntricos, del enorme edificio del que dicen, tenía nueve pisos y que fue construido por el caudillo Dutugamunu en el año 164 aC, posteriormente reconstruido por el rey Parakramabahu y destruido durante el reinado del Saddhatissa. Únicamente la vimos al paso, ya que se encuentra rodeado por una verja metálica cerrada y es inaccesible, quedarán para el recuerdo unas cuantas fotos con su bosque de columnas de granito, aunque en que su centro hay un edificio de nueva construcción de dos plantas, dicen que sede del Uposatha o sala capitular de la actual Vihara Maha, ya que desde la antigüedad el edificio incluía el refectorio o uposathagara simamalake, lugar donde se celebraba la asamblea budista o Sangha en los días del Poya o de luna llena. Cuando caminaba recordaba las imágenes de aquel paseo que dimos hace ya unos años por el recinto arqueológico de Prambanan en Java, praderas con grandes acacias y ficus salpicados entre los restos arqueológicos y numerosos grupos de langures acicalándose.

dagoba de Lankara en Anuradhapura

La salida en el autobús fue un suplicio, la guía se quería marchar a una velocidad impropia e incluso diría que inadmisible. Únicamente podíamos disfrutar de tan bellos restos desde las ventanillas del vehículo. Protesté para que por lo menos, nos dejasen cinco minutos para ver aquellas dagobas que nos fuéramos encontrando al paso, algo conseguimos. Paramos en dos, una la identifiqué con la dagoba Thuparamaya, en aquellos instantes se encontraban trabajando en unas excavaciones arqueológicas, argumento perfecto para que no nos entretuviésemos, y eso que esta mediana dagoba de unos 20 metros de diámetro es uno de los lugares sagrados más antiguo de Sri Lanka, venerado por su reliquia, la que dicen es una clavícula sagrada de Buda. Parece que el complejo se completaba con una residencia para monjes. Cuentan que esta dagoba ha sido destruida varias veces, una de ellas durante el reinado Agbo II, él mismo se encargo de su restauración. La que contemplamos procede de una reconstrucción de 1862 realizada después de otras tantas renovaciones en el curso de los siglos. La plataforma sobre la que se asienta es circular de 55 metros de diámetro y se eleva unos dos metros del suelo, está pavimentada con grandes losas de granito. En su interior destacan en este caso ocho capillas con cubierta a modo de bóveda de cañón y, dos coronas de pilares de piedra octogonales que en su día sostendrían la cubierta de lo que podríamos interpretar como el vatadage circular de protección de la reliquia y que recordaremos dentro de unos días cuando visitemos el de Polonnawura.

 

Me resistía a subir al autobús y protestaba por como se sucedían los acontecimientos. Un poco más adelante pasamos cerca de otra estupa, también de mediano tamaño, además de obligar a parar el vehículo, incité a mis compañeros a que se bajasen. Se trataba de la dagoba de Lankaramaya, en el extremo Suroeste de la ciudad real, en un lugar conocido antiguamente como Galhebakada, según información consultada en el panel de acero que preside el acceso al monumento. Fue construida por el rey Vattagamini Abhaya “Valagamba”. Aunque la que vemos es nuevamente una reconstrucción posterior, se trata de una pequeña dagoba de catorce metros de diámetro que se eleva unos tres metros del terreno circundante por una plataforma circular de 40 metros de diámetros enmarcada por cuatro escaleras y capillas cardinales. Ésta se encuentra a su vez en el interior de un recinto mayor cuadrado, rodeado por un muro de ladrillo ahora no muy alto, en el que quedan diversos restos, entre ellos y según consta en una placa, el árbol de Bo que acompañaría al recinto religioso. Las alineaciones de pilares octogonales de granito que rodean a la estupa evidencian la existencia de una construcción, que unos dicen que seria para cubrirla, yo más bien pienso que podría pertenecer a un corredor cubierto perimetral a modo de claustro o vatadage, quizás para proteger de las lluvias, en el que la gran campana quedaría en su interior al aire libre.

estanques gemelos de Kuttam Pokuna

Me encontraba bastante soliviantado, tener esta oportunidad única y no aprovecharla, máxime cuando tan buen sabor de boca me dejo Banoa en el viaje anterior, pero a estas alturas olvidémoslo ya. Desde la ventanillas y ya casi al salir vimos la gran dagoba Abayagiri, una de las más antigua de toda Asia, ahora en proceso de restauración, argumento que nuevamente les daba la razón. Se encuentra al Norte y es la mayor y más importante de todas, sólo la vimos desde el autobús. Supone de hecho el centro de la antigua ciudad real y sede del monasterio del Norte, también conocido por Uttara Vihara. Actualmente se trata de un conjunto de ruinas bastante importantes, considerado como uno de los lugares sagrados más importantes del budismo. Por lo que aprecié desde la lejanía, la rodean grandes muros, en su interior se divisan estanques de baño, balaustradas talladas y piedras lunares. Según las crónicas, el nombre Abhayagiri Vihara se originó a partir de los nombres del rey Vattagamani Abhaya y de los sacerdotes Giri, que vivieron en el monasterio Jainista y que fueron expulsados por el primero. Tampoco tuvimos la suerte de ver la dagoba de Jetavanaramaya, ni desde el autobús en este caso. Ésta pasa por ser la más importante del país ya que representa las tensiones existentes entre las dos grandes corrientes del budismo, la Theravada y la Mahayana. Fue construida en el siglo tercero por Mahasena y se cree que contiene una reliquia del cinturón de Buda. Con sus 122 metros de altitud es una de las dagobas más altas del mundo, y cuando se construyó, de los edificios más altos del mundo.

dagoba Mahaseya en Mihintale

Antes de coger definitivamente para Mihintale nos pararon de forma sorpresiva, quizás seria para acallar los rumores que comenzaban a ser ya frecuentes sobre la organización de las visitas. A lo que iba, nos bajamos, tampoco mucho tiempo, en los dos estanques gemelos de Kuttam Pokuna, al borde de la carretera. Son una de las mejores muestras de los tanques de baño de Anuradhapura construida por los cingaleses. Su importancia radica, en reunir la máxima expresión de la ingeniería hidráulica con un estilo arquitectónico de excelente calidad. El llenado se realizaba con agua filtrada procedente de canalizaciones subterráneas, igual proceso se seguía en su vaciado. La piscina mayor tiene unos 40 por 30 metros y unos cinco de profundidad; la menor es de 30 por 15 y cuatro de calado. Los vasos, ejecutados con muros escalonados y sillería de granito, permitían el llenado a distintas alturas y el baño de los monjes del monasterio de Uttara Vihara, situado en su eje y al Este de la gran dagoba Abayagiri. Otro muro rodea a las dos albercas dejando un corredor unificador entre ambos. El acceso se realiza por dos escalinatas en cada uno, situadas en el eje longitudinal en dirección Norte Sur, ambas decoradas con cebollas que pudieran ser flores de loto cerradas o de la abundancia. Poco nos contaron de lo que veíamos, únicamente que en ellos los monjes budistas hacían sus abluciones, pero ni el porqué eran dos, o porqué estaban allí tan aparentemente apartados, o a los monjes de que monasterio, desastre que me hacia añorar al sabio Manu.

 

Ya estábamos en la carretera, después de un corto trayecto en el que seguíamos cruzando este territorio tan llano, en esta pequeña isla que resulta tan abarcable y, donde se reconocen sus paisajes con una sola mirada. Por doquier semblanzas budistas, pequeñas bagodas y estatuas de Buda que se asoman a la carretera queriendo estar presentes, que todos nos enteremos de la fe que aquí se profesa. Casi sin darnos cuenta llegamos, tan sólo unos doce kilómetros en dirección Este nos han acercado a Mihintale, lugar de gran importancia en la fundación de Sinhala o Lanka y como no, de la propia Anuradhapura.

dagoba Ambasthale en Mihintale

La leyenda cuenta que en este lugar, en el año 247 antes de Cristo, el rey Devanampiya Thissa cuando se hallaba cazando tuvo un encuentro con el monje budista Thera Mahinda, hijo del emperador indio Ashoka, enviado por su padre para propagar el budismo por la Isla, llamándolo por su nombre le pidió que dejara marchar al animal. Mahinda convertido en Arhat budista (monje que ha alcanzado el nirvana) es enviado por su padre para difundir el mensaje de paz y neutralizar los daños producidos por él mismo en sus guerras en el reino de Sinhala, como ellos llamaban a tan hermosa isla. A partir de este encuentro que se produjo un día de junio con luna llena, en el mes de Poson, el rey predicó la nueva doctrina a su pueblo. Según la tradición, el lugar donde se produjo el encuentro es venerado en el país, que peregrina masivamente a estos lugares. Aquí, con el paso del tiempo se han ido construyendo distintos monumentos religiosos la mayoría, los vemos abandonados. Por una escalinata tallada en la roca se alcanzan la Vihara y las 68 cuevas que para los monjes construyó Devanampiyatissa, también a otros monasterios y dagobas edificados a lo largo de todos estos siglos y en los que se reflejan los estilos de cada época.

 

Hoy, el lugar más atrayente es la gran roca granítica de Missaka Pabbata, conocida como Cetiyagiri Sagiri y que se alza unos trescientos metros sobre el pequeño llano que corona uno los oteros de esta cordillera, aquel en el que cuentan se produjo el encuentro y que le da su nombre al lugar en cingalés, en la lengua de Ashoka, la “meseta de Mihindu” o “Mihin-Thale”. Se dice que el lugar exacto lo marca la Dagoba Ambasthala, coordenadas son 8º21’05.52”N – 80º31’04.84”E elevación 220 metros. Tan atrayente es este lugar que hasta en el poema épico del Mahavamsa se narra como Mahinda llegó y aterrizó aquí desde el aire.

vistas desde la roca de Aradhana Gala en Mihintale

El autobús nos dejo en una explanada justo al pie de las escaleras. No me he entretenido en contar los que dicen son más de 1800 peldaños, relativamente suaves y que nos llevan a la cima de la colina. El tramo final está lleno de franguipani (Plumeria alba) el árbol por excelencia hinduista en Bali. Varios nativos quieren hacernos de guía, con más o menos trabajo los vamos dejando atrás y continuamos cada uno a su aire. Arriba, como es preceptivo nos tenemos que descalzar, después de pasar por el acceso y abonar las correspondientes entradas, cuestión de la que se encargaron nuestros guías. Siguiendo la tónica de anteriores visitas es escasa la información, para un lugar que sin duda es la cuna del budismo de Sri Lanka, a veces los únicos datos proceden de la lectura del pequeño dossier que he traído de casa.

 

A la derecha, en uno de los promontorios de la cima de la colina Mihintale queda la gran dagoba blanca, conocida como la Seya Maha, construida por el rey Mahadathika Mahanaga a principios del siglo uno de nuestra era, se cree que su interior custodia reliquias del propio Buda. Restaurada no hace mucho, tiene 45 metros de diámetro en su base y 41, su altura. Desde arriba se domina el paisaje que circunda la pequeña cordillera donde nos encontramos con total comodidad. Los peldaños tallados en el granito de la escalera quemaban, pero aguante como pude para acercarme a esta enorme semi esfera blanca. Cuando bajaba con Juan José, nos cruzamos con un monje que subía portando una enorme llave en su mano izquierda, decidí volver y seguirlo, mi compañero desistió, se quemaba en exceso los pies. Abrió una pequeña capilla adosada a la estupa y sin pensarlo, entre detrás de él, había una talla de un buda vestido de rojo tumbado y varias figuras más, de menor tamaño, todo el conjunto un tanto kitsch, cuando me dispuse a salir un tanto decepcionado se me acercó el viejo monje más que pidiendo, exigiendo un donativo. No quedo muy satisfecho con las 90LKR que le di, unos 60 céntimos, lo que llevaba suelto. Antes de bajar me asomé por un porche lateral de la capilla y observé una pequeña dagoba medio derruida de menor tamaño en la que rezaba en una pequeña plancha de chapa, su nombre, Mihidu Seya.

hospital y refectorio en Mihintale

Antes de subir a la Roca, visité la dagoba de Ambastala, la que dicen custodia las reliquias del gran Arhat Mahinda, y la que también conmemora el lugar donde la tradición sitúa su primer encuentro con el Rey Devanampiyatissa. Se sitúa al fondo de la escalinata, delante de una pequeña construcción, quizás un pequeño y moderno monasterio. Preside todos los recorridos que desembocan en la explanada de la cima. Esta pequeña dagoba de algo más de diez metros de diámetro que se encuentra sobre un basamento circular algo mayor que se eleva un metro del suelo, está rodeada por columnas de granito octogonales coronadas por capiteles que parecen visigóticos, seguramente estas pilastras sostuvieron en su día un claustro o galería, abierta o quizás cerrada con celosías de madera, rodeando la estupa. Es una hipótesis que intuyo por la interpretación de los restos, ya que las columnas algo sostendrían, no creo que fueran meramente decorativas, aunque debería de contrastarla, no sé como, lo cierto es que esta hipótesis no me ha sido sugerida por nadie (leer Polonnawura). Otros restos circundantes, unos candelabros, una talla de muy buenas facciones un tanto deteriorada, e incluso los árboles que arrojaban sombra, dan al lugar un aspecto singular y recogido, favorecido por su situación, en un pequeño hoyado en la cima. Desde sus alrededores lo único que se divisan son las construcciones situadas por encima de ella y el inicio de la escalinata de subida a la Roca a la que me dirijo.

 

Inicio la subida a este peñasco granítico que conmemora el encuentro de Thissa con Mahinda y al que afortunadamente le han tallado nuevamente muecas a modo de escalones y le han colocado una barandilla muy mínimal, pero elegante, de unos redondos lisos de hierro que ayudan a subir, aunque el viento y su situación expuesta a él la dificultan. A media subida se me acercó Ravi, un cingalés con la intención de contármelo todo, caí en sus garras, no se separaba dos pasos, me pedía la cámara para hacerme innumerables fotos en los lugares que consideraba como los mejores. Me enseñaba lo que se interpretan como algunas de las 64 cuevas que el rey llegó a construir para los monjes en este lugar llamado “la gran roca entre las nubes”, una de ellas sería la utilizada el Arhat, conocida como Mihindu Guhawa. Llegué a la cima, las vistas del valle y la falda de las colinas es impresionante, en los llanos destaca el agua de las lagunas y el verdor de la jungla. Hacia el lado de las escalinatas se divisaba a lo lejos la gran dagoba de Kantaka Cetiya, bastante deteriorada y con su remate superior perdido. Se caracteriza por su zócalo de piedra escalonada y cuatro portadas decoradas con esculturas elefantes, figuras humanas y divinas y, motivos florales que marcan su orientación. Después de recabar esta mínima información, lamento no haberme acercado.

estanque de Sinha Pokuna en Mihintale

Acompañado de Ravi inicié el descenso, nos entendíamos como podíamos. Me acercó a ver las ruinas del importante monasterio de Medamaluwa, destaca el refectorio rectangular de unos 20 por 8 metros y rodeado de un almacén, unas canalizaciones de granito elevadas, una sala capitular y la casa de limosna. Me comentó que fue mandado a construir por el rey Mihindu en el siglo diez. El acceso a la pequeña explanada que ocupa a media subida queda flanqueado por dos lápidas de granito con las llamadas “inscripciones de Mihintale”, las reglas y normas de la congregación. La zona esta regada de restos de edificios, plataformas de cimientos y pilastras de granito, aquellas que sustentarían las techumbres de madera y palma. Detrás del refectorio se encuentra el Hospital, en la que destacan los restos de columnas de piedra y el baño médico, una gran losa alargada parecida a una canoa o piedra prismática cuyo interior está vaciado y donde me cuenta, que eran sumergidos los pacientes en aceites medicinales. Esta instalación sanitaria muy bien podríamos considerarla como una de las más antiguas del mundo. El complejo monacal se completa con el Sinha Pokuna, especie de fuente mural al aire libre que se suministra de agua por un canal procedente del estanque de Naga Pokuna situado en una posición algo más elevada, el agua se vierte por la boca abierta de un león rampante, una de las mejores piezas escultóricas en piedra del país. En esta fuente, la figura del león está tallada en la pared vertical de la roca madre, más o menos a tamaño natural y el frontal, éste ejecutado mediante un despiece de sillares de piedra, lo que facilita la estructura cúbica deseada. Se cree que sería la ducha al aire libre utilizada por los monjes.

 

Me despedí de Ravi dándole una buena propina, que creo que me compensó, si no llega a ser por él, no hubiese visto, ni el refectorio, ni el hospital de los monjes o tampoco el león rampante. Aunque me vuelvo a lamentar de no haberme acercado a la dagoba Kantaka Cetiya o al estanque de Pokuna Naga, dicen que custodiado por cinco tallas de cobra (naga). Poco a poco nos íbamos reuniendo en la explanada de abajo, donde ya nos esperaba el guía nativo, en unos puestecillos en los que vendían fruta y que se compraron unos cocos de los que casi todos probamos su jugo.

estanque de Kantale camino de Trincomale

A la 1:30 iniciamos la vuelta. En las cercanías no se de que pueblo almorzamos, en un lugar acordado por nuestros guías, según nos comentó el Kanilian, que así se llama el guía cingalés que nos acompaña, se trataba del restaurante de un resort del Estado. A la postre se montó una buena bronca debido a la escasa comida servida y que entendíamos que al precio acordado por ellos le debía corresponder algo mejor. A las 3:30 reiniciamos la marcha con destino hacía Trincomale. Casi toda la tarde, tres horas fueron las que empleamos en recorrer los casi 100 kilómetros que van desde Mihintale a Nilaveli por la A12. Dejamos atrás la Provincia Central del Norte para entrar en la Provincia Oriental, para llegar hasta la misma costa y quedar alojados en el hotel “Pigeon Island Beach Resort”, excelente hospedaje sin lugar a dudas, a orillas del Índico, en el punto más al Norte que visitaremos de la Isla, coordenadas 8º42’48.37”N – 81º11’07.79”E y 3 metros de elevación en la playa, frente al hotel.

 

Las carreteras que nos han acercado al territorio tamil son algo distintas a lo poco que hasta ahora he visto. El paraje es seco y árido, las tierras son rojas, salpicadas por manchas en tonos verdosos, que, seguro no proceden de agricultura. Aparecen unas humildes casas o más bien chozas de barro, en éstas se divisa una estructura de madera que sostiene las techumbres. La planicie, como antes vuelve a favorecer la recogida y acumulación de agua, son muchas las lagunas y estanques, a veces naturales, otras forzados con simples represas, muros ataluzados de tierra y piedras que recogen el líquido elemento de las muchas lluvias en épocas de monzones y alimentan la red de canalizaciones. Toda esta agua se vierte mayormente en las plantaciones de arroz o, en los primeros huerto con verduras y hortalizas que vemos. Son curiosos estos remansos, árboles secos parecen nacer en el interior de la lámina verdosa, gris, azul o plateada, que son utilizados a igual que en los humedales naturales, como perchas por la variada fauna avícola, revolotean cormoranes, garzas, ibis, gaviotas, martines pescadores y otras especies que no llego a reconocer, extraen con sus finos picos o en rápidas sumergidas su alimentación, que comparten con bastantes búfalos de agua, no se si domésticos o salvajes, quizás sea el ganado de los pobladores de las chozas de barro. Hemos solicitado parar en uno de estos embalses, que en multitud de ocasiones es cruzado por la carretera que discurre por la coronación del muro, creo que podría tratarse del Tanque de Mahakanadarawa.

explanada frente al mercado de pescado de Trincomale

A medida que nos acercamos a Trincomale, relativamente cerca de Jaffna, la ciudad tamil por excelencia, observamos la repentina aparición al borde del mismo asfalto de puestos de control militares, en los que tras una escueta protección de sacos de arpillera rellenos de arena, se apostan no más de una pareja soldados, asomando tristes cañones de subfusiles. Son los rescoldos de la pasada guerrilla civil o terrorismo entre las dos etnias mayoritarias, tamiles y cingaleses, que se dejan aún notar, parece extremado el miedo a que en cualquier momento insospechado rebrote el conflicto. Me hubiese gustado tener alguna impresión más particular por parte de Kanilian, nuestro guía del gobierno, que no hace ni falta que diga, que es cingalés, y algo más extensa de la que he recopilado. Ni que decir tiene, que la historia de Sri Lanka ha estado marcada durante más de dos décadas por este conflicto entre dos etnias originarias de la India. Los cingaleses representan al gobierno nacional, obviamente la mayoría y el movimiento insurgente, los Tigres de Liberación del Ealam Tamil, la minoría procedente de la inmigración de la India de tiempos no muy lejanos y que luchaban por unos derechos, el más ambicioso, el de formar un estado independiente con capital en Trincomalee. Y aunque, a comienzo del año 2002 se acordó un alto al fuego entre las partes, éste fue roto en reiteradas ocasiones por ambos bandos. El final llegó de una forma traumática, a principios de 2009, cuando el gobierno inició una gran ofensiva contra los Tigres, en los pocos meses que duró aniquilaron a la guerrilla, descabezada con la muerte de sus altos mandos, pero con un altísimo coste humano, ya que supuso la muerte de muchos civiles.

 

Llegamos inicialmente a Nilaveli, a tan solo 20 kilómetros al Noroeste de Trincomale. Es un pequeño pueblo alargado, al borde de una magnifica playa de arenas blancas bañadas por el Índico y que vive básicamente del turismo, hoy día en horas bajas debido al gran tsunami de 2004 y al terrorismo tamil de la década pasada. Me han sorprendido las estupendas huertas que hemos visto muy cerca de la carretera, en el callejeo hasta llegar al hotel, verduras, ajetes, habichuelas, pimientos, tomates, curiosamente entremetidas en la cuadrícula de palmeras, especie productiva en este caso, de ellas se extrae el delicioso licor de palma, el arak. Una vez recogido el equipaje nos acomodamos en las distintas habitaciones, la nuestra en la galería de la planta alta, frente a la piscina, y aunque es casi al atardecer y, apenas queda luz, creo que me da tiempo más que suficiente para disfrutar de un esplendido baño. Desde la piscina y mirando hacia el Este se divisa una enorme y solitaria playa, su arena es blanca y fina, y separada de nuestro resort por tan solo unos cuantos cocoteros. Después de un buen chapuzón y una breve caminata para escurrirme, terminé quitándome la sal con un baño en la piscina, en cuyo bar he tomado unas cervezas para recogerme en mi habitación y escribir un rato, nos espera un nuevo día en Sri Lanka, ¡como nos ira!

lonja de pescadores en Trincomale

6 de agosto – día CUATRO

 

El tiempo sigue estable, aún hoy mejor que ayer, muchas menos nubes y más caluroso, incluso desde el amanecer. Después de un suculento desayuno occidental a las 8:30 con abundancia de frutas tropicales, zumos de naranja y melón, pastas, galletas y biscochos empapados en café o té, tostadas con mantequilla, mermelada e incluso con la fabulosa posibilidad de introducirle tortilla o beicon, hemos partido hacia Trincomale con nuestras barrigas bien rellenas. Nos han asegurado que media hora emplearemos en el trayecto de unos 20 kilómetros.

 

Esta es una ciudad portuaria que se asienta en el cabo Norte de la gran bahía de Kottiyar, la que en su interior recoge otras pequeñas bahías de aguas profundas donde se encuentra el Puerto Internacional, uno de los de mayor calado, seguro y protegido de toda la costa oriental de Sri Lanka, con un notable tráfico comercial. Son continuas sus referencias históricas, importante ya desde la antigüedad por su constante comercio con China y el Este asiático, incluso antes, existe una primera referencia en los textos del Mahavamsa donde se habla de la mítica ciudad de Gokanna y su rey Ravanan; posteriormente, en siglo V antes de Cristo, el rey indio Vijaya desembarca aquí para convertirse en el primer monarca de la Isla; mas tarde, en el siglo XII, el rey Parakramabahu, utiliza el puerto para lanzar una invasión contra Birmania. A partir de aquí, son muchas e importantes las historias que se cuentan y que citan a Trincomalee como una ciudad comercial, abierta al mundo exterior y que llegó a ser un enclave básico para occidente en la segunda guerra mundial.

 

En la península que forma el borde exterior de la bahía y hacia el Índico, sobresale una punta en la que los holandeses construyeron en 1672 el conocido Fuerte Fredrick que visitaremos esta mañana. A ambos lados de esta lengua de tierra, a Norte y Sur, quedan otras dos pequeñas bahías abiertas al Océano, Back y Duch, bases de la pequeña flota pesquera de bajura y otras embarcaciones dedicadas al turismo, para la práctica del buceo y el avistado de ballenas.

 

Aquí se encuentra el importante y muy antiguo templo saivista de Koneswaram, referente hinduista en el Subcontinente Indio. Construido sobre la Roca de Swami en el extremo Norte del fuerte, es el origen del nombre de la ciudad, “Señor del Cerro Sagrado”, en tamil Thirukonamalai, Trincomalee para los ingleses y popularmente Trinco. Muy importante para sus gentes, la mayoría de sus más de cien mil habitantes son de etnia tamil y por ende uno de los lugares más devotos del hinduismo en la Isla.

 

De Trinco veremos poco, de su historia sí, lo más significativo, la fortaleza holandesa, a la que nos dirigimos. Pero antes de llegar, nos han parado en una explanada terriza frente una lonja de pescadores, en el arcén de la Konesar Rd, a escasos 500 metros del acceso al fuerte, al otro lado de la carretera se divisa, la trasera de la terminal de autobuses. Aún se realizaban las últimas transacciones, un olor muy característico destaca en esta nave que vuelve a parecer uno de nuestros palenques del Sur de Andalucía. Un bullir de gentes realizan sus adquisiciones, otros simplemente curiosean, como nosotros. La visita ha resultado corta, pero gustosa, aunque quizás un poco tarde para este tipo de actividad, que como en casi todas partes del mundo, se realiza al alba. A la salida, cerca de un tuk tuk hemos visto unos jóvenes ciervos al que unos lugareños le daban de comer plátanos con sus propias manos, son tan mansos que incluso he tenido la oportunidad de acariciar a uno; alguno ha comentado que se tratan de jóvenes ejemplares de ciervos sambar, pero no lo son, sin duda son ciervos axis (Axis axis) aún recuerdo los chitales que vi el pasado verano en los Nilguiris, en el Sur de la India, que es como se conocen allí a estos ciervos.

acceso al Fuerte Frederick

Al final el vehículo nos ha dejado cerca del fuerte, dando un paseo por la calle Fort Fredrick Rd en dirección Este, por el borde de la playa hemos terminado en la puerta principal, el único de acceso. Desde la calle vemos el lienzo de piedra de la muralla que reforzaron los holandeses, ya que los primeros en llegar fueron los portugueses en 1624, que lamentablemente derribaron el antiguo templo de Koneswaran, utilizando sus piedras en las murallas. En 1672 los holandeses ampliaron el recinto defensivo, al que le colocaron baterías de cañones para repeler los ataques de británicos y franceses, a ellos debe su nombre actual de Fredrick. Éstos, son literalmente expulsados, tan sólo tres años más tarde por los ingleses, que se quedarán hasta la Independencia del país en 1948, aunque quedaría unido a occidente en el siglo XX, el fuerte juega un importante papel como baluarte defensivo en las dos guerras mundiales. Aún hoy día sigue ocupado por los militares, lógicamente, pertenecientes al ejército nacional, un destacamento del Regimiento de Gajaba es último rescoldo de la guerra contra los Tigres Tamiles.

 

Su aspecto general es como todo lo que tiene origen colonial, precario, vetusto y abandonado. Una larga carretera que nace en la puerta principal, casi a nivel del mar, recorre toda la punta, hasta el final, dejándonos a los píes de Koneswara, en su punto más elevado. Cruzamos un paraje arbolado en el que deambulan soldados dirigiéndose de unos pabellones a otros, el paisaje circundante queda salpicado con edificios poco cuidados y construidos por los colonos británicos, muchos como residencias de sus empleados en la Compañía de Indias, hoy ocupados por el ejército nacional desde 1950. Resultan bastante agradable y atractivos, de aspecto abandonados, bajo la sombra espesa de la vegetación, son de una o dos plantas y en sus fachadas destacan grandes pórticos de columnas dóricas pintadas de blanco que sostienen livianas cubiertas de madera y teja roja plana. Seguimos ascendiendo y las explicaciones que nos debiera dar la guía, volvemos una vez más a echarlas en falta, el rumor y descontento general en el grupo es palpable. No obstante, le pregunto que he leído, que en unos de estos pabellones se alojo el Duque de Wellington cuando visitó la Compañía Británica de las Indias Orientales, y que el bungalow en el que se hospedó se conoce como el “Wellesley Lodge”, parece que hoy es el comedor de los oficiales, que ¿cual es?, pregunta a uno y otro pero al final, sin información continuamos hacia arriba.

el templo Koneswaran

Antes de llegar a la cima atravesamos un pequeño mercadillo con dos líneas de puestecillos ambulante a ambos lados de la carretera, en ellos, se vende fruta, caña de azúcar, té, especias y otros productos típicos de la Isla, también juguetes para niños y algún que otro tipo de cacharro doméstico. Es mucho el turista y visitante, más local y extranjero, que termina su visita en el templo y el zoco es paso obligado. Al final llegamos a la tan afamada “Swami Rock”. Nos descalzamos como es preceptivo para acceder al templo hinduista, que aunque ciertamente tenga una rica e importante historia, después de lo admirado el año pasado en el Sur de la India, esta moderna reconstrucción, pese a su dilatada e importante historia es puro teatro y baratija, seguro que en nada se parece al de las mil columnas que tristemente demolieron los lusos.

 

El templo de Konesvaram es un lugar sagrado para el pueblo tamil, le añaden el sobrenombre de kovil o templo antiguo, Konecharam Kovil o la morada de Kona-Eiswara. Es aclamado como uno de los recintos más ricos y visitados de Asia, uno de los más importantes sobrevivientes e influyentes en el mundo oriental en el siglo diecisiete y fuente de inspiración en la literatura mística y arte, tanto por la realeza como por el pueblo. Sus orígenes son complicados de indagar, hay que tener en cuenta las referencias que de él aparecen en la literatura clásica, las que consideran que en este lugar existió una primera construcción en estilo dravidiano dedicado a varias deidades tamiles, durante el período de Sangay, en la época clásica. O una inscripción de un poema tamil en la Kalvettu Konesar en la que aparece una fecha referida a su fundación alrededor del año 1580 antes de Cristo. No obstante, lo más certero es atender a historiadores y arqueólogos contemporáneos, que indican que el templo fue uno de los cinco Iswarams o santuarios antiguos de Siva construido en antigua Lanka antes de la llegada a la isla del rey Vijaya entre los años 543 a 505 aC.

 

Desde esas fechas no volveremos a encontrar referencias, pero a partir de entonces si serán mucho más fiables. En el siglo segundo el rey cingalés de Anuradhapura, Gajabahu quiso demolerlo para edificar en su lugar un santuario budista, pero terminó convirtiéndose al hinduismo cuando pasa cerca del tanque Kantalai por el que cruzaremos. Un siglo más tarde, en los textos sánscritos de “Gokanna” o los del “Vayu Purana”, se la nombra como “Tributa”, colina en la costa oriental de Lanka. O en las enseñanzas del “Mahayana” que menciona que el rey Mahasena demolió un templo de Siva y construyó un templo budista en su cima.

the Swami Rock al Norte del fuerte

Pero habrá que esperar al siglo VI para tener la primera constancia material del santuario, cuando en la literatura tamil del Sur de la India se menciona un templo saivita en Trincomalee consagrado a Koneswaram. Se describe como una mandapa principal sobre un jagati que daba paso un gran vimanam y un considerable gopuram en un complejo compuesto de nueve grandes patios, que sigue en su configuración los trazados de la arquitectura tipológica dravidiana con marcados rasgos Pallava. Por el extenso número de sus columnas fue conocido por los portugueses como el “Templo de las Mil Columnas”. Y es que Trincomalee ocupó un lugar destacado en la época medieval de los cholas tamiles debido a la proximidad de su puerto con el subcontinente indio. En su literatura se considera el santuario como uno de las tres moradas más importantes de Siva en el mundo hindú, junto a Chidambaram en Tamil Nadu y el Monte Kailash en el Tíbet. Reyes, gobernantes y grandes hombres hicieron que este templo fuese uno de los más ricos de todo el hinduismo, no solo de la Isla e India, sino de todo los saivitas de Asia.

 

Esta época dorada concluyó el 14 de abril 1622 cuando es destruido y saqueado por los invasores portugueses. Los brahmanes en actos heroicos salvan algunas de sus piezas más valiosas, corrieron peor suerte sus piedras que pasan a formar parte de las murallas del primer fuerte. Recientemente en 1950, cuando se excavaba un pozo cerca del templo, se encontraron unos restos procedentes del anterior y consistentes en unas figuras de oro y cobre de Siva y Parvati que fueron incorporadas al santuario actual, después de muchas y festivas celebraciones. Otras piezas fueron llevadas al antiguo Templo de Ati Konanayakar construido en el 1632 en la cercana localidad de Thampalakamam. Años más tarde, en 1956, Mike Wilson, fotógrafo de Nacional Geographic y el escritor Arthur C. Clarke descubrieron mientras buceaban bajo el acantilado muchos más restos, columnas con inscripciones, esculturas y tallas diversas, así como legendario Siva Lingam, uno de aquellos míticos 69 procedentes del monte Kailash traídos por el rey Raavan, fue recuperado por los buzos 350 años después.

Bahia Back y Trincomale al fondo desde el Sur del fuerte

El templo Koneswaram en su forma actual fue construido en 1952 por los tamiles hindúes de Trincomalee, y sustituye al de “las Mil Columnas”. Durante el dominio colonial no existió ningún recinto religioso en el fuerte. Éste es de modestas dimensiones y siempre ha sido una fuente de conflicto entre la mayoría cingalesa y la minoría tamil, los primeros, budistas, afirman que el templo originalmente estaba consagrado a Tirukoneswaram, se apoyan en la mención histórica de tres pagodas en el lugar en que estuvo la antigua Vihara Gokanna construida por el rey Mahasena. No obstante, quizás ahora lo mejor del lugar sean las vistas exteriores de las bahías de Bengala y Ducth, que se disfrutan desde la pequeña colina rocosa que se sitúa en su extremo, 120 metros en su punto más elevado, en el que cae al mar en un acantilado rocoso, en una hendidura conocida como el salto de los enamorados o de Ravana. Sobre este promontorio conocido como la “Roca de Swami” o “Konamamalai”, se fundo en la antigüedad tan afamado templo.

 

La visita, como ya viene a ser la tónica, fue rápida, atolondrada y sin apenas información, recuerdo e incluso añoro las extensas explicaciones de Manu del viaje anterior, y menos mal que la información que traigo algo palia este mal rollo. En el camino de vuelta volvimos a ver más ciervos axis, e incluso, con Gerardo y Rubén, el joven de Almería, nos hemos despistamos del grupo para acceder a otro tramo de la muralla mas alejado. Desde allí se disfrutan de unas vistas de la Bahía Back, hacia Nivaneli esplendidas. La carencia de vegetación y construcciones favorece el que hallamos podido escuchar perfectamente el bravo romper de las olas a nuestros pies, quien sabe, si sobre sus restos.

 

Durante dos días hemos cambiado la cultura (entre comillas) por la Naturaleza, dejamos el Fuerte Frederick para visitar los caños de aguas termales de Kanniya, para terminar el día practicando snorkell en corales de Nivaneli. A la mañana siguiente continuamos la ruta − parada en el “Kantale Tank”− hasta Harabana donde daríamos un paseo en elefante, después de almorzar, unos jeeps nos acercaron al Parque Natural de Minneriya, terminando la jornada en el excelente hotel “Royal Lotus” a las afueras de Girithale, preparados para nuevas jornadas en contacto con la cultura de la Isla. (El hombre y la Vida Salvaje en Sri Lanka).

plano del complejo arqueológico de Polonnaruwa

8 de agosto – día SEIS

 

Hoy nos volvemos a levantar con una mañana esplendida, apenas nubes, aunque de nuevo volvemos a temer que hará bastante calor y que sudaremos de lo lindo. Salimos algo más temprano que días atrás, a las 7:30, aunque no es esto óbice para que siguiéramos echando en falta una programación más eficaz. Después de cargar todos los bártulos en el autobús nos pusimos en dirección a Polonnawura, a muy poca distancia del hotel, unos quince kilómetros por la A11.

 

Pero cuando les interesa no hay problema en parar, y así ocurrió, más o menos a mitad de trayecto, en un núcleo de población cercano a otro tanque algo menor, el Thambalawewa, sin previo aviso notamos como nuestro coche se orilla. Antes de bajarnos nos informan que se trata de una tienda-taller donde trabajan tallas de madera. Comenzamos con unas explicaciones del artesano sobre los distintos materiales que utilizan, las ventajas y exquisiteces, los colores, sus tintes y las figuras tradicionales del país. Pero su afán queda rápidamente al descubierto, quiere vender su trabajo, en cierto modo lógico. Sus tallas evidencian una buena factura, pero sus grandes dimensiones las hacen impropias para el viaje, e incluso sus precios son altos. Nuestros guías excusan que éste es un negocio patrocinado por el Gobierno, signo de garantía en cuanto a calidad, precios y trato en la salida del país. El guía local, que cada vez nos gusta menos, insiste excesivamente en que utilicemos las tiendas que él nos aconseja, parece casi seguro llevarse comisión en las transacciones. Y aunque apenas compró el grupo, la visita nos consumió un tiempo que después nos obligó a pasar bastante calor.

embalse de Parakkrama Samudraya en Polonnawura

Por fin llegamos al recinto arqueológico Polonnawura declarado Patrimonio de la Humanidad en 1982 por la UNESCO. A sus magníficas ruinas, a la ciudad que durante los siglos diez a catorce fue la capital budista de Lanka, cuando los Cholas hinduistas del Sur de la India y de otros reinos cingaleses reinaban en la Isla. El periodo de mayor apogeo fue durante los siglos XII y XIII, cuando se establece aquí la capital, antes en Anuradhapura. Poco tiempo en comparación con los 15 siglos que duro la anterior, pero años muy fructíferos para la historia del país. Gobernaron tres grandes reyes Vijayabalu I (1170-1110), su nieto Parakamabaru I (1153-1186) y Nissanka Malla, el más importante de todos. Con sus sucesores llegó la decadencia, la pérdida del imperio y el traslado de la capital a Dambadeniya.

 

El origen de la ciudad lo encontramos en una de las muchas invasiones que los reinos cholas procedentes de la India realizan sobre Anuradhapura. El ejército cingalés huye al Sur dirigido por Vijayabahu quien traslada su corte a Polonnaruwa. Tras su muerte hubo muchas disputas por el poder, hasta la coronación de Parakramabahu, que es cuando la ciudad alcanza su máximo esplendor y de cuya época proceden la mayor de sus celebres construcciones. Será él, quien recupere el Diente de Buda, para el que crea el área sagrada de El Cuadrángulo. Pero su obra no se queda ahí, también se centra en la mejora de la calidad de vida de la población, construye grandes estanques destinados al riego de la llanura y la mejora de la producción de arroz, entre los mayores, el Parakrama Samudra que hemos bordeado para acceder a la ciudad sagrada. A su muerte fue sucedido en el trono por el rey indio Nissanka Malla y la que fuese una de las ciudades más importantes del subcontinente indio comenzó a decaer. El final se produce con el traslado de la reliquia sagrada a Kandy y las ruinas otrora gloriosas son engullidas por la jungla.

el rey de Polonnawura Parakramabahu I

Habíamos llegado por el Norte del embalse Parakrama, se aparcó el autobús muy cerca del control de acceso, al lado del gran canal de riego Yodha Ela, en el encuentro con el Lago. La primera parada la realizamos para adquirir las entradas, como siempre se encargaron nuestros guías, que a continuación nos propusieron una visita al Centro de Interpretación y pequeño Museo. Es un edificio compuesto por una serie de pabellones de ladrillo rojo en su exterior, de una planta y encadenados. En el recorrido interior por sus sucesivas salas se explican las vicisitudes de sus antiguos gobernantes y pobladores y, se exponen algunos restos de todo lo que veríamos a continuación. Muy interesantes resultan las maquetas de edificios, reconstrucciones en las que se presenta el supuesto estado original, sus estructuras verticales y cubiertas de madera y teja y, que dan validez a las supuestas hipótesis que he avanzado sobre los claustros. Entre los objetos expuestos, la mayoría hallados en las propias excavaciones, hay esculturas de piedra y bronce, distintos tipos de armas, monedas y otros utensilios domésticos. La visita resultó atractiva, diría que clarificadora, incluso compré un folleto guía y un pequeño dossier de las historias de las ruinas, para seguirlo en la visita. A la salida, como es habitual, los vendedores acosaban, aproveché la situación para adquirir algunas cosillas a buen precio, tres pulseras y unos puzzles de maderas coloreados de elefantes para los sobrinos.

 

El recinto arqueológico es de enormes dimensiones, una verdadera ciudad real y monástica. En sus 122 hectáreas encontraremos sus numerosos monumentos, bien conservados y territorialmente bastante diseminados. La mayoría de las construcciones que veremos pertenecen a la realeza y tienen generalmente carácter religioso, serán templos, monasterios y dagobas, también algunos civiles, palacios, el hospital, etc. En ellos comprobaremos como se ha ido cimentando el fascinante estilo de la arquitectura del país, iniciado siglos atrás en Anaradhapura y que ha ido evolucionando a partir de los propios rasgos traídos por los vecinos cholas de la India del Sur.

 

Volvimos de nuevo al autobús, por la carretera que bordea el tanque, en dirección Sur recorrimos unos dos kilómetros. Nos dejaron al borde de la carretera y por un camino terrizo un poco empinado nos acercamos a ver la primera talla, Se trata de la preciosa escultura del rey Parakramabahu I, de unos cuatro metros de altura, está realizada sobre la cara vertical de una roca de granito claro, de tonos arena y con unas vetas horizontales más oscuras, la protege de la lluvia una liviana estructura metálica. La estatua representa a un personaje real vestido de cintura hacia abajo, luciendo tripita, descalzo y con turbante, en su cara de dulce expresión luce unas largas barbas, en sus manos sostiene algo que no llego a saber lo que es, podrían ser escrituras en hojas de palma. De aquí fuimos por otro camino, a unos cien metros a la derecha, a las ruinas del complejo monástico de Potgul Vihara, clave en la historia de la ciudad, son las ruinas de una construcción en ladrillo de la que solo quedan restos de sus cimientos, a excepción de su biblioteca en la que destaca en su estructura circular también de ladrillo y el arranque de una supuesta bóveda, más una puerta.

complejo del Buda Gal Vihara

Una vez saciada la curiosidad en aquella primera toma de contacto con Polonnaruva, volvimos al bus. Tomamos la misma carretera, ahora al contrario, en dirección Norte hicimos unos cinco kilómetros y de nuevo nos dejaron en el arcén, después de otro tramo por un camino terrizo llegamos a los restos del Gal Vihara. Que agradable visión cuando de repente aparecen aquellas enormes y bellas figuras de Buda. Consideradas como obras culmen del arte budista cingalés, sus rasgos son perfectos y delicados, esculpidos igualmente que el rey, en una pared rocosa similar. La primera que vemos y las dos últimas figuras están protegidas con unas cubiertas metálicas bastante grandes, algo mejor resueltas que la de Parakramabahu. Nada más acceder al recinto, en el que nos tuvimos que descalzar, nos encontramos de frente a una primera talla de Buda, sus facciones delicadas expresan perfectamente la doctrina del maestro, tiene cuatro metros de altura y se encuentra en la posición de meditación de samadhi buddha o sentado. A su espalda y como fondo, se encuentran los bajos relieves de la portada de un templo, esculpidos en la propia piedra de la que nace la escultura. A unos metros a su derecha hay una segunda figura de Buda de menor tamaño, aproximadamente metro y poco, también en idéntica posición y con las mismas facciones, preside un pequeño templete a modo de capilla protegido exteriormente con una rudimentaria malla metálica de redondos y un cristal algo sucio en su frontal, a esta figura se le conoce como Vijjadhara Guha, y parece la más venerada del conjunto por los lugareños, en su frente hay un pequeño altar, en él, éstos depositan ofrendas de flores.

complejo del Buda Gal Vihara

La tercera y cuarta figuras forman una misma representación. La más pequeña, de siete metros, es una figura en pie, con los brazos cruzados sobre el pecho y sobre un pequeño pedestal en forma de loto. Se dice que representa al discípulo de Buda Ananda, consternado por la muerte del maestro, que permanece tumbado justo a su lado, por la expresión de su cara podemos interpretar la tristeza de su mirada. La cuarta figura, de unos catorce metros es un Buda reclinado, en la posición previa a su muerte o último nirvana, se encuentra recostado sobre su brazo derecho y su expresión facial muestra una insinuante sonrisa mezclada con la paz del descanso eterno. Está considerada como la estatua más perfecta y misteriosa del budismo de todo el país.

Palacio Real en Polonnawura

Una vez vi las figuras de cerca me retiré un poco, a mi espalda había un pequeño montículo al que accedí con objeto de hacer unas fotos generales del conjunto. Allí arriba había un joven árbol de Bo plantado sobre una pequeña peana que hacia las veces de altar, lucia engalanado con ofrendas de gracia y peticiones de ayuda, unas en tela otras con pequeñas lamparillas de aceite. De la visita salí encantado, regresamos a nuestro vehículo que de nuevo nos traslado hacia el Sur, cerca del Centro de Información. Nuevamente volvía a apreciar un cierto desorden en la visita, además de una carencia de información espantosa. La que ahora aporto la recompongo con la ayuda de las fotos y documentación histórica de diversa procedencia.

 

La nueva parada nos dejó cerca del Palacio Real, aquel que fuera la residencia del principal monarca de Polonnaruva, Parakramabahu. Los restos son impresionantes, unos enormes y gruesos muros de ladrillo en los que destacan los mechinales de sus más que probables tres plantas, en las que se dice quedaban distribuidas más de 50 habitaciones, del mismo modo evidencian la situación de los forjados y techumbre que tuvieron que ser necesariamente de madera y que lógicamente han desaparecido.

Sala del Consejo

De aquí nos acercamos a la Cámara del Concejo, una gran sala alargada de 20x7 metros que se orienta según su eje mayor NS. Se sitúa elevada sobre una tarima compuesta de tres frisos escalonados en los que destacan sus bajos relieves de elefantes y leones. Se accede por la cara Norte, por una esplendida escalinata flanqueada con fantásticas barandillas de piedra rematada en dos enormes leones con aspecto demoníaco, queda precedida por la piedra de luna a modo de felpudo (que no se entienda como irreverencia, sin por su contacto con el suelo terrizo). Del edificio sólo quedan dos parejas de hileras de columnas cuadradas de bella factura, las que sostendrían la techumbre de madera (hipótesis ya aclarada en la visita al Museo) y me imagino que la Sala quedaría abierta en sus cerramientos y el rey la presidiría impartiendo le equidad y justicia a sus súbditos.

No muy lejos queda el estanque para los baños reales y que no vi. Continuamos andado en dirección al Cuadrángulo, cuando pasamos cerca de un extraño y pequeño templo hinduista semi derruido, el templo de Siva Devalaya, seguramente de las primeras construcciones de la ciudad y que sobresale en un recinto eminentemente budista posterior. Su interior queda presidido por un sivalingam iluminado por los rayos del astro rey, en una sala central que no se si nunca tuvo techo o fue de madera y lo ha perdido.

 

 

ligam del templo a Shiva Devalaya

Thupamara Gedige en El Cuadrangulo

Seguíamos en dirección Norte, bajo un sol que ya apretaba y que hacia caer abundantes gotas de sudor por nuestras frentes hasta. Llegamos al Cuadrángulo Sagrado, coordenadas 7º56’50.77”N – 81º00’03.88”E elevación 73 metros. Es el lugar por excelencia más importante de Polonnaruwa, una gran terraza elevada unos cuatro metros sobre la planicie de unos 120x90 metros de dimensiones totales y directriz mayor orientada NS. En este recinto existen una serie de construcciones, pero sin duda la más importante, es el Vatadage circular, en el que se custodió durante más de dos siglos la reliquia más importante del país, como no, el Diente Sagrado de Buda, el que trajo Parakramabahu desde Anuradhapura, y aunque en la decadencia de la ciudad la reliquia fue llevada a Kandy, el recitno tiene un aspecto fantástico.

el templo Vatadage

Accedimos al recinto por su lado menor orientado al Sur. Nada más entrar nos encontramos a la izquierda, en el extremo Suroeste, la magnífica construcción de Thuparama Gedige, una gran mole de ladrillo rojo algo ennegrecido por el tiempo. Se trata de una extraña capilla, fue aquí donde aprecié la primera, única e impresionante cubierta resuelta con bóveda de cañón que he visto en estas construcciones, aparecía apoyada sobre gruesos muros y se conserva casi intacta. En su interior se custodian tres figuras de Buda no muy bien conservadas a la que los cingaleses le realizan multitud de ofrendas, tuvimos que descalzarnos y a partir de aquí realizar toda la visita abrazándonos los píes.

escalinata principal de acceso al Vatadage

Pero sin lugar a dudas la pieza arquitectónica más brillante es el Vatadage, el templo circular concebido para la custodia de reliquias sagradas, tipológicamente único en la arquitectura budista de Sri Lanka. Es una estructura compuesta por dos plataformas de piedra, una exterior de unos 36 metros de diámetro, elevada algo menos de un metro del piso general del Cuadrángulo, presenta sus bordes libres y a la que se accede por una única escalera ubicada a Norte, frente y a eje del Hetadage, al que me acerqué inmediatamente después. Es considerada la principal y la mejor conservada de Polonnaruva, aunque la que veríamos por la tarde en Mandalagiri, nada tiene que envidiarle. Desembarca en un espacio rectangular previo en el que aun quedan los restos de las columnas de su cubierta. Sobre esta plataforma se encuentra el recinto que custodia la reliquia, un segundo estrado de unos 20 metros, cuyos cuatro accesos se ordenan según los ejes cartesianos NS-EO, Esta terraza está cerrada perimetralmente con un muro de ladrillo de unos cuatro metros de altura, coronado por una moldura, seguramente el arranque de la estructura de madera de la cubierta, y decorado exteriormente con una balaustrada y unas columnas hexagonales con capiteles pseudo visigóticos. Cada uno de los ejes es presidido por un Buda sentado en posición de samadhi buddha sobre otra tarima algo más alta y sobre la que se encuentra una semiesfera de ladrillo parecida a una dagoba, en cuyo interior se dice estuvo el famoso Diente. De especial belleza son sus cinco escalinatas similares a las de la Sala del Consejo, aunque estas disponen de guardianes a ambos lados de la piedra de la media luna, dos esculturas en unas hornacinas muy planas, que me recuerdan la iconografía hinduista, en concreto algunas figuras del templo indio de Chennakesava en Belur. Destacar en todo el conjunto la cantidad de tallas que decoran pasamanos, escalones, frisos, balaustras y medias lunas, con leones, elefantes, caballos, aves y dragones.

plano informativo del Hetadage

De aquí pasé al Hetadage, que queda enfrentado y simétrico con el Vatadage, parecen mirarse. También he leído que custodió la reliquia y fue mandado a construir por el rey Nissanka Malla y que se levanto en un tiempo record para la época, 60 días. Es un edificio compuesto de dos cuerpos contiguos de planta cuadrada, el de cabecera y por donde se realiza el ingreso es cuadrado y de 9 metros de lado, su interior conserva el arranque de una escalera que accedería en su día a una planta alta hoy desaparecida. A continuación pasé a una sala mayor presidida por tres Budas de píe sobre basamentos con forma de flor de loto o nenufar, la figura central es de mayor tamaño, calculo que de unos tres metros. Se conserva todo el muro perimetral de la primera planta, con sus huecos de puerta y ventanas muy bien conservados. Esta edificación se sobreeleva muy poco del suelo, el primer cuerpo tiene tres pequeñas escalinatas, únicamente la frontal tiene guardianes y piedra de media luna. El conjunto que podría entenderse como una capilla, se encuentra en un recinto rectangular rodeado por otro muro de algo más de un metro también bastante bien conservado. Muy interesante resulta la información relativa a su posible reconstrucción contenida en el panel que preside su acceso principal.

El Hetadage

El resto del Cuadrángulo ya lo vemos con menos detenimiento, tanta historia llega a abrumar. Situado en paralelo y a la izquierda del Hetadage se encuentra el Atadage, mandado a construir por el primer rey de Polonnaruva, Vijayabahu, por lo que es considerada la capilla más antigua del recinto sagrado. La estructura en planta es similar a la del edificio del que acabo de salir, si bien únicamente se conservan los pilares que sostuvieron la techumbre, en el interior hay una preciosa figura de buda de algo más de tres metros, que en los pliegues de su túnica me recuerda al de Aukana. No muy lejos, frente al Hetadage se encuentra un extraño recinto con una cerca de piedra en cuyo interior destacan unas columnas de granito sinuosas muy singulares, parecidas a tallos vegetales, en el aparece una flor de loto cerrada parecida a una minúscula dagoba, es conocido como Mandapa Nissankalatha.

extraña Latha Mandapaya

Hay algunos restos más diseminados, seguramente formarían parte de un complejo ceremonial religioso del que carecemos de información, ni tan si quiera he encontrado nada en la red. Son pequeños santuarios, esculturas de Buda sobre pequeños pedestales e incluso un pequeño árbol de Bo. Ya tan solo me quedaba por acercarme al Gal Potha una enorme piedra tallada parecida a un enorme sarcófago o mesa de nueve metros de largo y uno y medio de ancho. Se dice que la piedra la mando traer el rey Nissanka de la colina de Mihintale, la que visitamos hace tres días, aquel lugar conocido como el germen del budismo en la Isla y en el que tuvo lugar el encuentro del rey cingalés Tissa con el monje Mahinda. Sobre la piedra y como en un libro, se realizaron inscripciones en “pali”, la antigua lengua de Lanka, relativas a la nueva religión adoptada. No muy lejos, en la esquina Noreste del Cuadrángulo, se ve al girarnos, una torre de ladrillo de seis cuerpos parecida a un zigurat, conocida como Sathmahal Prasadaya, por su aspecto exterior, mechinales y restos de arcos en sus paramentos, ademas de un primer tramo de escalera exterior, intuyo que tuvo que estar forrada con una estructura de madera, que seguramente contendrían unas galerías perimetrales.

la torre de Satmahal Prasada en El Cuadrangulo

El sofocante calor unido a tener que ir descalzo por el suelo de arena o piedra hirviendo nos iba agotando, abandonábamos el recinto buscando la sombra y algo que beber. Saliendo por la escalera del lateral derecho del Cuadrángulo había unos tenderetes, además de agua, refrescos y fruta, podíamos sentarnos a la sombra y descansar algo. Allí reunidos aprovechábamos para demandar mejor organización, la hora no era la más apropiada para la visita, ya sobrepasábamos la 1:30 del mediodía y máxime cuando recordábamos el inútil tiempo perdido en la tienda de las tallas de madera. Volvimos al autobús y a deshacer de nuevo el camino. Dos kilómetros para acercarnos a las proximidades de la gran dagoba de Kiri Vihara que se encontraba en el extremo Norte del Complejo. En comparación con las vistas en Anuradhapura o incluso con la que se ve a lo lejos, la de Rankot Vihara, aquella que fue mandada a construir por una de las mujeres del rey Parakramabahu, es pequeña y a la que además no pudimos acceder, ya que la están restaurando.

dagoba Rankoth Vehera en Polonnawura

Juan José reclamaba ver la dagoba Rankot Vihara, ante la extrañeza de que el guía local se empeñaba decirnos que no tenía ningún interés y eso que desde la lejanía se veía imponente. A partir de aquí me quede sólo, prefería ver el hospital, si acaso, la gran estupa desde lejos. No obstante, casi todos tomaríamos la misma dirección. Con lo primero que nos topamos fue con las extrañas y no por eso menos imponentes ruinas de Lankatilaka, una capilla alargada de altos y gruesos muros de ladrillo que en su día estuvieron estucados, muestra de ello son los restos que quedan en sus paramentos. Este santuario que data de la época de Parakramabahu, parece muy hermético en relación a otras construcciones religiosas que hemos visto, al fondo hay una figura de Buda de píe ejecutada también en ladrillo e igualmente estucada que se mimetiza con el interior algo ennegrecido y, aunque haya perdido la cabeza es majestuosa, creo que su pose y la posición de sus manos es similar a la de Aukana.

sarcófago medicinal en el hospital de los monjes

Siguiendo el camino que me marcaba mí propia guía me acerqué a lo que parecen ser los restos de un gran monasterio, aunque hoy día solo levanta unos centímetros del suelo en el arranque de sus muros, es el Baddu Seema Prasadaya. Cerca de estos, un gran estanque escalonado con multitud de peldaños que permitían llagar hasta el fondo, está ejecutado en ladrillo y su construcción perece similar a un zigurat invertido. A continuación y por fin, pude encontrar el Hospital del Monasterio, había leído que pese a ser construido en el siglo XII, en sus excavaciones se había encontrado material quirúrgico, del que expertos indican son muy similares a los actuales. También hallé el sarcófago que tanto me había llamado la atención al leer sobre él, tallado en un único bloque de piedra dicen que era utilizado como mesa de operaciones y es conocido como “behethoruwa” o canal medicinal. Se trata de uno de los elementos más importantes en estos hospitales, como el que también vimos en Mihintale. Era de piedra parecida a mármol y del tamaño de un individuo, en ellos se introducían a los enfermos y en su interior se vertía la medicina, ungüentos y aceites que únicamente podían ser absorbidos por el cuerpo humano.

estanque del loto Nelum Pokuna en Polonnawura

Ya estaba tan cansado que la enorme dagoba de 54 metros, la Rankot o Pabula Vihara, únicamente la vi desde el hospital, mientras esperaba el regreso de otros compañeros que divisaba a lo lejos, ya que me encontraba sólo y prefería continuar en compañía, para asegurar no perderme. Mientras repasaba mis notas leía, «la estupa es roja del color del ladrillo, la comenzó a construir Parakramabahu para terminarla Nissanka y está catalogada como la cuarta en tamaño del país», es curiosa la disposición de las capillitas que la rodean, a las correspondientes a los puntos cardinales, se le intercalan otras en las orientaciones intermedias, repite la disposición que ya vi en la estupa de Thuparamaya en Anuradhapura. Dicen que es de ladrillo, yo digo, que como todas, que simplemente habrá perdido su estucado blanco.

 

Nos reagrupamos unos cuantos, marchábamos juntos en busca del autobús que nos esperaba en una explanada cercana a la dagoba de Kiri Vihara, una vez divisado, nos reuníamos todos. Mientras esperábamos lejos de nuestros guías, continuábamos quejándonos, hacia mucho calor y había muchísimos restos y ninguna información, estábamos abandonados a nuestra propia suerte. Subimos al vehículo, cuando Sonia, como queriendo congraciarse nos dijo que nos acercaríamos a ver la Fuente del Loto, un lugar un tanto alejado de todo, dicen que allí el rey se bañaba con sus setenta y tantas esposas y concubinas. Nos dirigimos hacia el Norte, a algo más de un kilómetro nos detuvimos en el “Lotus Pond”, una pequeña piscina de unos ocho metros de diámetro formado por coronas de piedras superpuestas y concéntricas con forma flor de loto de ocho pétalos cada una. Entre una cosa y otra ya eran las 2:30 de la tarde y aún no habíamos almorzado. Cuando caminábamos hacia el bus de regreso después de esta ultima visita, nos cruzamos con unos japoneses en un taxi, al cruzar sobre un pontón de hormigón en un pequeño regajo, habían quedado encallados. Todos nos sumamos a ayudar a aquellas gentes hasta que por fin, pudimos sacar al coche del apuro, el final de la anécdota se cerró con un fuerte aplauso internacional.

vista general de las ruinas de Mandalagiri cerca de Medirigiya

Tomamos dirección a Medirigiriya, pero no fue hasta las tres cuando llegásemos por fin a un restaurante en el borde de la carretera. Comimos en un buffet libre, que en honor a la verdad y para la hora que era, después de tanto despotricado, estuvo bastante bien. El día estaba resultando apretado y denso. No fue ni una hora lo que tardamos en volver al coche, eran las cuatro cuando reanudamos la marcha, aproximadamente nos separaba hora y media de nuestra próxima visita, la que realizaríamos a las extraordinarias ruinas del Mandalagiri Vihara cerca de la pequeña población de Medirigiriya, a 30 kilómetros de la importante Polonnawura.

 

El autobús nos dejó en una explanada cerca de la carretera, como en otras ocasiones, en éstas siempre encontramos dos o tres tenderetes donde venden refrescos, agua y fruta, y donde usualmente termina el grupo reunido charlando y comentando las últimas vicisitudes de la visita. Para acceder al recinto tendríamos que recorrer un camino terrizo de unos 300 metros, ligeramente inclinado. Al comienzo hay que pasar por una cancela que supongo se cerrará de noche. Algo más adelante, adelantamos a unos cingaleses que cogían flores de unas acacias y las refrescaban en una fuente-bebedero al borde de la senda. Se dirigían como nosotros al templo, aunque con motivo distinto, ellos a honrar a sus dioses, a entregar una ofrenda a Buda y nosotros simplemente a curiosear. Poco antes de llegar encontramos el obligado ficus religiosa o árbol de Bo, engalanado con sus banderitas de colores y con dos pequeñas hornacinas en la que algunas ofrendas honraban una pequeña imagen de un Buda dorado, por el mismo lugar campan bastantes monos, que como los de esta mañana en Polonnawura son macacos, algo más pequeños que los langures de Anuradhapura.

 

Las cinco de la tarde para más señas, hora muy taurina, ya el sol no quemaba tanto, ideal para la visita, además de la familia que recogía las flores y nosotros, éramos los únicos que disfrutábamos de aquella bella estampa. Fueron unos momentos deliciosos, nos encontrábamos ante unos de los mejores ejemplos de la arquitectura budista de toda Sri Lanka, uno de sus mejores monumentos y aunque dicen, de los más visitados, la suerte nos regaló la mayor de las intimidades. Lo recorrimos en su totalidad, con independencia de las fotos, también hubo charla, contemplación y admiración del paisaje y la jungla circundante.

Atadage de Pimilageya en las ruinas de Mandalagiri

En el recinto, acompañan al gran templo circular otras construcciones secundarias, y precisamente en una de ellas iniciamos la visita. Son los restos de una capilla que nos encontramos nada más acercarnos al complejo, justo al girar a la derecha por el camino que traíamos, aquel que antes de girar, nos ha permitido contemplar una de las dos pequeña lagunas o charcas que utilizarían los monjes budistas que prestaban sus servicios en estos templos, ahora luce cuajada de lotos, tantos que no dejan ver apenas el agua. En el pequeño santuario destacan tres figuras de Buda en pie sobre pequeños basamentos de flores de loto, flanqueadas por otros dos sentados y enfrentados, todos en posiciones meditativas. Estas imágenes se vieron enriquecidas por la presencia de la familia que subió con nosotros, juntos vimos como realizaban la ofrenda con las flores del camino, mientras oraban con mucha devoción. Fue el perfecto comienzo de una interesante visita a este lugar que curiosamente tiene una estructura similar al Atadage del Cuadrángulo, consta de dos recintos cuadrados, uno como capilla de 9 metros de lado y otro como acceso de unos 5, ambos, se elevan unos escalones salvados por la escalinata tipo de estos recintos religiosos, guardianes y piedra de la media luna. De la capilla únicamente restan su basamento, algunos muros de un ladrillo rojo oscuro y los Budas de una piedra quizás caliza clara. Se orienta al atardecer, al que miran sus figuras, ocupa una parcela algo mayor, de 30 metros EO por 18 NS, rodeada por un murete de piedra de menos de un metro.

 

Aunque veíamos ya el Vatadage nos acercamos a los restos más próximos, en un recinto exterior de idénticas dimensiones del anterior, pero ortogonal al mismo y en el que se encontraban los restos de otra edificación. Por la existencia de un canal medicinal como los que ya hemos visto, deducimos que eran los restos del hospital del monasterio. Su planta es más pequeña, rectangular, de 17x9 metros, parece disponer como de un porche en el frontal Norte, entre sus restos, básicamente de cimientos, se puede apreciar en los arranques de sus muros de ladrillo la distribución de sus habitaciones y sus accesos, que parece dispondrían de puertas, también destaca un enorme numero de pilares de piedra de sección cuadrada. Se conservan entre sus muchas figuras de Buda, tres lápidas con inscripciones relativas a la gerencia del hospital y la distribución de sus alimentos. Fuera pero adosada en su cara Este existen los restos de dos pequeñas construcciones de 6x6 metros de tamaño, una al lado de la otra, en cuyo interior se conservan varias imágenes más de Buda.

exterior del Vatadage de Mandalagiri

Ya nos tocaba el gran Vadatage, la capilla circular de gran valor arquitectónico y homónima a la del Cuadrángulo que vimos esta mañana, en este caso asociada al antiguo monasterio budista o Vihara de Mandalagiri. Aunque no se conocen bien sus orígenes, ya en los textos del Mahawansa se hacen referencias a la que fuera una mandapa construida por el rey Kaniththa Tissa II entre los años 164 y 192 de nuestra era. Otras fuentes sitúan su construcción en el siglo IV, que otros la fechan en el siglo VII durante el reinado de Aggabodhi IV. Sin embargo las marcas que aparecieron alrededor de la estupa central, entre los cuatro Budas son muy arcaicas, algunos la fechan antes de nuestra era, lo que indicaría que nos encontramos ante una de las capillas más antiguas de la Isla. Con posterioridad y a lo largo de muchos años los distintos gobernantes contribuyeron al engrandecimiento del complejo, hasta que se produjo su abandono después de la invasión de Maga en el siglo trece. Oculta y protegida por la jungla durante siglos fue redescubierta en 1987 por el británico HCP Bell mientras cazaba, quedando maravillado de tales ruinas las puso inmediatamente en valor. La afluencia masiva de gente ha causado el saqueo de bastantes de sus restos arqueológicos, para su posterior venta o simplemente destruyéndolos por no saber valorarlos.

 

Considerado como uno de los hitos más importantes y exquisitos de la arquitectura religiosa de Sri Lanka, se trata de una capilla para la custodia de reliquias, siempre asociada a un monasterio o Vadatage. Nos encontramos en las coordenadas 8º09’22.10”N - 80º59’46.15”E con elevación 64 metros, curiosamente idéntica a la altura del Cuadrángulo, sobre una afloración rocosa de basalto de origen volcánico ligeramente abombada. En su punto más elevado se construyó una plataforma cilíndrica de 27 metros de diámetro sobreelevada en sus bordes de 2 a 3 metros, su perímetro esta libre y en su contorno de ladrillo se distinguen tres fajas. A esta tarima se accede desde el exterior por una única escalinata al Norte. Tras subir los 28 (14+14) escalones, se llega a una terraza cuadrada de 8 metros de lado, separada de la plataforma circular por una pequeña galería, pero a cuatro escalones por debajo que habrá que subir para terminar el ascenso, el comienzo de este pequeño tramo de escalera se encuentra flanqueado por dos cebollas o lotos cerrados sobre unos pequeños pedestales. Abajo hemos dejado un pórtico de piedra que en su inicio está flanqueado por dos guardianes protectores, muragal o purnaghatas, que enmarcan una losa de media luna en el inicio de la ascensión al lugar sagrado.

Buda custodiado las reliquias en el Vatadage de Mandalagiri

Rodeada por un doble antepecho ciego, el exterior de piedra es muy bello, enlaza la primera corona de columnas, 32 piezas de granito de sección octogonal y capiteles que vuelven a recordar Bizancio. El interior que quizás fue un muro de ladrillo más alto, queda interrumpido por los cuatro pasos cardinales. Entre ambos queda un corredor muerto, sin aparente acceso, detrás del cual se encuentra un espacio columnado, con dos nuevas coronas de pilastras, con menos piezas, 20 y 16, supuestamente el apoyo de la cubierta de madera y teja. Cuatro Budas de caliza bastante erosionados por la intemperie y su tallado en la débil piedra, están sentados en la posición del mudra del dhayana, se orientan en los ejes de los pasos, entre medio de estas figuras hay colocadas otras de menor tamaño de bodhisattvas, alguna de ellas decapitada. En el centro se encuentra la estupa de ladrillo compuesta, como de tres rodajas, la inferior de apoyo sobre el suelo es de piedra. La mayoría de la decoración de los frisos utiliza la flor de loto como motivo principal. Todos los suelos se encuentran empedrados con losas irregulares de granito.

 

Al bajar revisé la guía, nombraba la existencia de una cueva en la que dicen, antiguamente meditaban los monjes, di un paseo para buscarla. Continuando el camino, no muy lejos, a escasos metros, a la izquierda en una pared de piedra, había una oquedad que más bien parecía una boca bostezando, aquella era la cueva de Rutilla. Poco tenía que ver, así que regresé en busca de otra estupa de ladrillo que se sitúa en un montículo abombado de granito, frente al Vatadage. Su aspecto de abandono le hace aún más atractiva, carece de remate superior y se eleva sobre una plataforma un poco mayor, también de ladrillo y circular. Para acercarnos hubo que subir por una escalera bastante resbaladiza tallada en el perfil de la roca, pero valió la pena. Desde este punto, no solo se disfruta de una preciosa vista del templo circular, si no también de todo el paisaje y de la espesa jungla circundante.

escalera de acceso al Vatadage

A las seis ya estábamos de vuelta al autobús, después de charlar un rato en el tenderete de fruta. Iniciamos el regreso cuando ya oscurecía, de hecho llegamos de noche al hotel, al fantástico Sigiriya Village Hotel, un resort en medio del bosque de un nivel bastante alto. En el interior del coche volvía a suscitarse de nuevo la polémica con nuestros guías, les objetábamos el excesivo dirigismo, porqué existía tanta tutela. Incluso, los cuatro jóvenes demandaban cenar en el pueblo, reclamaban algo distinto. No con pocos reparos se quedaron en Medirigiriya, a unos quince kilómetros del hotel, eso sí, quedaba bajo su responsabilidad el regreso al hospedaje en tuk tuk o taxi, el problema era de ellos, por supuesto, como sino iba a ser. La situación provocó que Sonia gestionase la posibilidad de que todos cenásemos fuera y así parar la iniciativa de los jóvenes. Las gestiones que realizó en los restaurantes de otros dos hoteles cercanos no sirvieron para apaciguar los ánimos del grupo, alguno de cuyos miembros ya se encontraban bastante nerviosos.

dagoba frente al Vatadage de Mandalagiri

A las 7:30 por fin llegamos, después de quedar distribuidos en nuestras habitaciones, casi por una llamada invisible, poco a poco nos íbamos reuniendo en una mesa de la terraza de la piscina. Comentábamos y discutíamos sobre lo último acaecido e intentábamos encontrar un remedio eficaz para enderezar la situación. Incluso se comentó, que el guía local, que según Sonia es una imposición del propio Gobierno, nos vigilaba y confeccionaba la ruta unilateralmente a su gusto, digamos oficialista, donde salirse de sus planes, no estaría bien visto. Observamos como la guía se acerca también a la mesa y se situó en una posición frontal a Juan José, éste le expuso todo lo tratado, el descontento generalizado del grupo y la necesidad de corregir la situación. Ella argumentaba que lo intentaba, pero exponía sus claras dificultades para conseguirlo. Nos daba igual, se lo exigíamos, entendíamos que ella era nuestra representante de la Agencia de Viajes. Parece todo muy difícil, ya veremos como evoluciona esto en los próximos días. Cerca de las nueve se marcharon todos a cenar, yo me quedé como en días anteriores tomando unas cervezas, mi cena. Después intenté repasar en la red mi correo, pero fue infructuoso, ni siquiera pude entrar, terminé en la habitación escribiendo.

 

Muestra de todo lo que ocurre, lo reflejan mis propias inquietudes, me gustaría marchar del país conociendo un poco a sus gentes, sus costumbres, estructuras sociales, administrativas, un poco de todo, ya para ello me encargo de preguntar constantemente. Pues, esta mañana, cuando estuvimos en la tienda de tallas de madera, le indiqué a Sonia que le solicitase información a nuestro querido guía local, sobre algunas curiosidades que me intrigaban. Observaba que los pueblos se diseminaban como en la India al borde de las carreteras, así que quería conocer la estructura del Gobierno Municipal de sus ciudades. La única explicación que obtuve fue simple: la estructura administrativa, es similar a la nuestra, que las casas que se edifican a lo largo de la carretera se asocian al núcleo de población más próximo, la verdad es que no le doy mucho crédito a lo que me contaron.

plano del complejo arqueológico de Sigiriya

9 de agosto – día SIETE

 

El tiempo continua estable, quizás hoy algo más nublado, lo que ha favorecido que la visita a la Roca Sagrada del León, Sigiriya haya sido más bondadosa. A las 7:30 dejamos el hotel, a nuestro parecer, nuevamente tarde, por que este caprichoso clima cuando da tregua, nunca sabemos lo que durará. A las ocho el bus nos dejaba en el Centro de Interpretación del nuevo recinto arqueológico que visitamos y, la primera bronca del día, y es que es incompresible, y más con la experiencia del día de ayer y del muchísimo calor que pasamos. Según la ruta que nos tienen prevista, primero deberíamos ver el museo y a continuación las ruinas, como por otra parte es lógico. Rosa, una de las catalanas se erige en la portavoz de los que no están de acuerdo con lo previsto y plantea cambiar el orden. KANILIAN que es el nombre cingalés de nuestro guía local, dice que no es posible, a saber si será verdad, lo cierto es que la solución por la que han optado ha conseguido fraccionar al Grupo. El ambiente es tenso, muchos rumores y cuchicheos termina cuando se reparten los tiques del bono triple a los que parten inmediatamente hacia la Roca; el resto incluidos nuestros guías accedemos al Centro. Es curioso como los catalanes hacen piña entre los que salen inmediatamente, van totalmente por libre, aunque pensé que lo lógico sería que un guía se fuera con cada grupo, pero no ha sido así.

foso protector de los jardines de la ciudad en la llanura de Sigiriya

El Centro de Interpretación ha resultado interesante, bastantes paneles interactivos y montajes teatrales sobre escenas de la vida cotidiana en el país en tiempos pasados. No estuvimos mucho tiempo, calculo que media hora, pensábamos en el calor y en nuestros compañeros abandonados. No se como, pero a la salida a nuestra guía la acompaña un tercero local, ha previsto que nos acompañará en la visita, además el idioma de sus disertaciones será el inglés. No lo llego a entender, ni a aceptar, no me encontraba cómodo, por como se iban desarrollando los acontecimientos, así que opté por irme sólo. Ya había ojeado bastante información y me pareció que me podría bastar. De todas formas, antes de iniciar el recorrido me aparté un instante a repasar lo recopilado:

 

La roca León, además de ser conocida como las ruinas de una fortaleza y palacio cingaleses es igualmente importante por los jardines que se construyeron en su base, en la planicie circundante. Se trata de una gran masa rocosa que encontramos en el extremo Norte de la Provincia Central de Sri Lanka, en el centro del distrito de Matale, sus coordenadas geográficas son 7º57’25.22”N - 80º45’28.68”E y la altitud en su base es de 223 metros. De origen volcánico, se produjo por la elevación de un tapón endurecido de roca empujado por el magma inferior, arrastrando a su paso montículos rocosos, los jardines de piedra y terrazas. Junto a ella existe otra formación rocosa homónima, la roca de Pidurangal que la vemos al mirar hacia el Norte, a algo menos de un kilómetro y que tiene forma de montura ecuestre, ambas de singular belleza destacan muy por encima de la llanura circundante, siendo visibles desde la inmensa planicie, se me viene a la memoria cuando las divisé desde el elefante. Este fenómeno geológico nos es único, hay tapones repartidos por todo el globo, no obstante la forma del nuestro es espectacular, con mas de 50 metros de altura, en paredes prácticamente verticales, tiene como remate una explanada ligeramente inclinada que cae hacia el Sur, de planta elíptica (eje mayor 200 metros con orientación NS y 100 el menor) sobre la que se construyó la ciudad real.

la Roca desde los jardines de Agua en la llanura

Pero si existe un motivo de atracción turística para esta espectacular ciudad antigua, son sus frescos, cuentan que muy conectados con los de las Cuevas de Ajanta en el Sur de la India y que podrás encontrar en esta misma web. Está considerada por la UNESCO como la octava maravilla del mundo. Pero el mejor comienzo será sin duda conocer su dilatada y hermosa historia de la que aportaré un breve extracto.

 

Comienza a ser utilizada muy temprano, como abrigo de una comunidad budista, en el siglo V antes de Cristo, uso al que volverá después de ser abandonada por sus reyes. La construcción, según se recoge en los textos en pali del Mahavamsa se le atribuye al rey Kashyapa la dinastía de Moriyan, y eso que él no era el legítimo sucesor de su padre el rey Dhatusena, al que en el año 477 le arrebató el trono asesinándolo, circunstancia que obliga incluso a huir al Sur de la India a su propio hermano, el príncipe heredero Moggallana. Todo esto sucedía en Anuradhapura, cuando el temor al más que probable regreso de su hermano fortalecido reclamando venganza, obliga a Kashyapa a buscar un lugar estratégico para su defensa. Que mejor lugar que la Roca de Segiriya, gran fortaleza hasta el final de su reinado en el 495. Pero como no, finalmente regresó Moggallana y le declaró la guerra, Kashyapa ante la derrota termina suicidándose. Moggallana vencedor devolvió la capital Anuradapura y en la fortaleza únicamente se quedaron los monjes, que no la abandonarían hasta el siglo catorce, durante un largo periodo, hasta que en los siglos XVI y XVII es utilizada como puesto defensivo de los ejércitos del próximo Reino de Kandy, para volver al abandono. Su redescubrimiento se produce en 1831 por el mayor británico, Forbes Jonathan.

 

La visita la comenzamos partiendo del Centro de Interpretación, en la llanura que se extiende al Oeste de Segiriya. A unos doscientos metros se encuentra una de las puertas principales de la baja ciudad real, cruzando el gran foso de imponente definición geométrica, 22 metros de anchura y tres tramos rectos, el canal en su sector central alcanza 850 metros de longitud, protegía y delimitaba la zona urbanizada de los jardines de palacio de la naturaleza virgen exterior, la jungla y páramo. Cruzando el puente parte un camino interior de unos 650 metros que nos acerca a la base de la Roca, esta senda cuya orientación es OE, se prolonga en sentido contrario, hacia el exterior hasta alcanzar los 1.500 metros totales. En el otro extremo se encuentra un recinto (información que interpreto del google earth) que pudiera haber sido un asentamiento civil.

jardines miniatura de Agua en la ciudad de la llanura

La ciudad, concebida por un único monarca podríamos considerarla como una de las estructuras urbanas más ricas y complejas proyectadas en el Sudeste Asiático, lo que equivaldría a nuestra Edad Media occidental, y que nada tendría que envidiar a las grandes planificaciones de nuestra civilización más próxima, e inevitablemente se me viene a la mente la Alhambra de Granada, a la que en cierta medida me evocan sus jardines, donde tan sutilmente se utilizan los conceptos de la simetría y trazados regulares geométricos. En la gran parcela casi cuadrada interior que anteriormente describí, de algo menos de 50 hectáreas, se proyectaron y construyeron en el siglo V unos extraordinarios jardines para solaz de la familia real. Se ordenan en una franja central apoyados en el camino principal, los jardines geométricos terminan diluyéndose en los jardines de las rocas al pie de la gran mole, a ambos lados aparecen zonas arboladas más informales. Se desarrollan tres conceptos que se van encadenando a medida que nos aproximamos a la Roca, los jardines de agua, las cuevas y jardines piedra, y los jardines y terrazas.

 

Los primeros jardines son los de “agua”, fácilmente podríamos considerarlos como los más antiguos del mundo que se conservan en sus trazados originales, sus diseños recuerdan a la posterior jardinería árabe. Sus estructuras hidráulicas de contención y distribución de agua, muchas subterráneas son muy elaboradas, algunas de ellas aún se encuentran en funcionamiento. Todos los estanques están conectados mediante una red de tuberías subterráneas que toman el agua del lago que se construyó al Sur de la Roca, tanque que a su vez también llena el foso perimetral del recinto, aunque hoy, durante la visita, las praderas y estanques, rectangulares y cuadrados se presentan muy secos. El primer grupo al que nos acercamos son miniaturas, consisten en pequeñas piezas ejecutadas en ladrillo como estanques, canales de agua y parterres. Según un panel informativo estos jardines se datan entre los siglos X y XIII.

pinturas murales en el ascenso a la ciudad de la Roca de Sigiriya

Avanzando encuentro dos piscinas mayores conectadas con el recinto principal con cuatro caminos, también son geométricos, sus límites son muretes de ladrillo rojo, igualmente secos o con muy poca agua, destacan dos pequeñas islas, ahora montículos, que sobresaldrían sí estuviesen llenos. Cerca quedan otros dos estanques alargados y deprimidos a ambos lados, también fuentes de piezas de piedra parecida a una caliza roja. Los jardines se van sucediendo en terrazas que van subiendo suavemente mediante pequeñas escaleras de ladrillo. Quizás la ausencia de la plantación floral o de plantas aromáticas, desmejoren un recinto que en su pleno apogeo debió de ser fantástico.

 

A medida que me acerco a la Roca y me adentro en su propia sombra, dejo atrás el “agua”, tras cruzar un gran arco formado por dos rocas que descansan, una sobre la otra, accedo a los conocidos como los “jardines de piedra”. Grandes moles basálticas se extienden de Norte a Sur, en las colinas al pie de la roca, unas alusivas a animales, como el elefante o la cobra, u otras más elaboradas, como el Salón de la Asamblea, una gran roca de granito con su superficie superior plana y pulida, presidida por un trono de cinco metros de largo tallado en la propia piedra. Cuevas con grandes entradas que dejan su interior fácilmente accesible, o la roca Cisterna, vaso para acumulación de agua tallado en la cara superior de otra roca. Todos estos elementos se mezclan con la vegetación relacionándose entre si con caminos sinuosos, que enriquecen estos espacios de transición a las primeras escaleras de ladrillo y piedra que nos acercarán a la gran terraza de las garras del león, entrada principal a la ciudadela sobre la Roca.

 

Pero antes deberemos de cruzar los “jardines en terrazas”, que modelan la colina natural en la propia base de la Roca. Son unas terrazas escalonadas enlazadas mediante distintos tramos de escaleras de piedra, de pendientes muy acusadas, que continúan el perfil de la subida. Las terrazas han sido ejecutadas con gruesos muros de contención de ladrillo rojo y mampuesto, pavimentadas con losas de piedra y con vegetación escasa. La subida, que realicé sólo, como toda la visita, me dejó al pie de la pared de los frescos, donde una multitud de personas ya trepaban por sus escaleras helicoidales metálicas.

muro del espejo y acceso a las pinturas murales en la Roca

Caminaba solo, disfrutando enormemente de un espectáculo inenarrable y majestuoso, digno de nuestras hipotéticas y más avanzadas civilizaciones europeas. Tras dejar atrás varios tramos bastante cómodos de escaleras llegué al control que da paso a las denominadas pinturas rupestres. Los frescos realizados según las técnicas budistas de Ajanta y pintados en un farallón de la pared de roca vertical, orientada a Oeste y de imposible acceso. Difícil incluso resulta imaginar como pudieron ser ejecutados, la teoría más creíble al parecer indica que los artistas se descolgaban en cuerdas desde el borde superior de la Roca. Actualmente se llega a ellas por una pareja de escaleras de caracol metálicas, que dan a una pasarela perfectamente protegida que facilita su contemplación a escasos centímetros, y si que vale la pena verlas, son de una gran delicadeza, bellos torsos desnudos de mujeres, de ninfas o damas de Sigiriya, adornadas con collares, pulseras y tocados, con flores o cestas de frutas en sus manos. Hoy solo quedan unos restos que según textos que recogen la opinión de John Still en 1907 dicen: “toda la superficie de la colina parece haber sido una gigantesca galería de fotos... la mayor imagen en el mundo tal vez”. Lo que si es seguro, es que hubo muchísimas más de las que hoy quedan. Las escaleras consiguen organizar eficazmente el intenso tránsito de visitantes, son de dirección única, por una se sube y por la otra se baja. Cuando se baja se desembarca en la galería del muro del espejo, que no es ni más ni menos que la protección de este espacio posiblemente para la contemplación de los frescos. El nombre del muro quizás fuera porque su terminación en estuco, estaría tan bien planchado que permitiría que Kashyapa pudiera verse a sí mismo mientras paseaba por la senda. Es increíble su situación colgada en la pared vertical de la gran mole de piedra, cuajado de grafitos, algunos tan antiguos, como los datados en el siglo octavo, que han sido protegidos, al quedar como testigos de la historia y al recoger la admiración de lejanos visitantes de tan extraordinario lugar.

escaleras metálicas inglesas en la pared de acceso a la Roca

Unas escaleras más adelante me topé con la impresionante puerta de entrada a la ciudad sagrada real que se construyó en la cima. En una pequeña explanada a modo de plaza de entrada aparece lo que en su día fue la cabeza de un león y de la que hoy sólo quedan dos fantásticas garras, que pese a su ciclópeo tamaño, están perfectamente modeladas. El viento azota fuertemente esta cara Norte, donde una ingente cantidad de turistas pululan de un extremo a otro en esta pequeña explanada, son tantos que resulta totalmente imposible sacar una foto de la puerta sin figurantes. El primer tramo de escalera de piedra queda flanqueado por dos muros de ladrillo, de lo que antaño quizás fuesen la fauces del león, una vez arriba comunica con una escalera metálica, vuelve a presentar un importante tráfico de personas en ambos sentidos, esta vetusta escala datada a principios del siglo veinte fue montada por los británicos casi al final de su dominio colonial. Aún sigue siendo el único acceso a la cima, amen de una grúa anclada a la cara opuesta y por donde unos albañiles suben el material necesario para las restauraciones que están realizando.

detalles de escaleras metálicas y primitivas talladas en la roca

Pasando los dos primeros tramos de fábrica, el inicial ortogonal a la pared de piedra y el segundo acompañando a la pared, nos encontramos con la metálica. Es increíble incluso imaginar como en su día, en la edad media, accedería la realeza por estas paredes, quedan hendiduras en la roca que marcan lo que pudo haber sido una empinada escalera, me pregunto si habría elementos de madera de protección y como estarían anclados y si su majestad subiría por sus propios pasos o en unas andas, los arañazos en la pared de piedra resultan intrigantes, más si miramos hacia abajo y sentimos el hormigueo del vértigo, motivo por el cual, los varios tramos metálicos adheridos a la pared me hicieron pasar un mal rato. No con poco esfuerzo coroné la cima, las vistas eran preciosas, los restos cercanos de las explanadas competían con la jungla, con los macizos montañosos y lagos y estanques más cercanos. De entre todos, la cercana e inédita mole de Pindurangala, y aunque dicen que sus restos son de una menor calidad que los que contemplamos en Segiriya, no habría estado mal hacerle una visita, ya que está tan sólo a un kilómetro de distancia, incluso podríamos haber ido andando, pero, es lo que hay.

ciudad palacio sobre la Roca de Sigiriya

La planicie que corona la gran Roca y que se levanta unos sesenta metros sobre el paisaje circundante, se aterraza suavemente con una suave caída de unos 10 metros hacia el Sur. La ciudad de forma oblonga tiene una superficie de unos 12.000 metros cuadrados, algo más de una hectárea, siendo su dimensión mayor de 170 metros y la menor de 70. Abundan los restos, cimientos y arranques de muros, de aquellos edificios que en su día fueron la residencia de la realeza y de sus súbditos más allegados, todos fue ejecutado en ladrillo de tejar macizo rojo, con pavimentos en ese material o en piedra, losas de granito de grandes dimensiones. También destaca un gran estanque de 27x21 metros donde realizaban las abluciones los monjes budistas al servicio del rey, así como otros más pequeños, todos ellos está tallados mediante el vaciado de sus vasos en la roca. Recorrí toda su superficie, bajando y subiendo la multitud de escaleras de piedra que enlazan las distintas terrazas, embelezándome con el disfrute del paisaje circundante y entendiendo la inexpugnabilidad de la fortaleza que cambia la muralla por el precipicio. La mirada hacia el Sur se fija en el embalse de Segiriya donde lotos y aves comparten una misma lámina de agua, disfrutaba de un viento fresco bajo un cielo cubierto de nubes, de esas que refrescan sin llegar a descargar su agua, miraba en todas las direcciones perdiendo la mirada en la lontananza.

puerta de las Garras del León acceso a la Roca de Sigiriya

Ya era la hora de partir, de iniciar el descenso en busca de mis compañeros. La bajada fue rápida, no se porqué extraña circunstancia había muchísima menos gente, de hecho en las garras del león hubo un instante en que sólo me encontraba sólo, ocasión que aproveché para repetir las fotos, incluso le pedí a un lugareño que apareció con su madre, que me retratase delante de tan majestuosos restos, pero no hubo manera, la abuela quería salir conmigo y en todas las placas. Contemplé con tranquilidad y en sentido inverso el muro del espejo, nuevamente sin nadie y comencé a bajar pausadamente las escaleras. Al llegar a los jardines de las rocas me encontré a Paca sentada en un banco, según me contó esta encantadora mujer, maestra jubilada, que vive en Murcia y que como casi todos mis compañeros ha recorrido medio mundo, es roja, roja como nadie, perteneciente al movimiento asambleario desde que dio clases en Barcelona, después vivió en Paris para recalar a su vejez en el campo, en la placida huerta murciana en una casa que comparte con su hijo, que vive en un apartamento independiente. Amante de la cultura oriental, es feliz y dicharachera, y comienza a ser la dinamizadora del grupo. Me dijo que se encontraba esperando la llegada de algún compañero, porqué no se atrevía a regresar sola al autobús, y ese era yo. Ambos continuamos juntos de regreso.

la Cobra en los jardines de Roca bajando a la ciudad de la llanura de Sigiriya

Le comente que si había visto la Sala del Consejo, me dijo que no, la acompañe y quedó maravillada por el lugar. El sillón del rey tallado en el borde de la batea de piedra era muy parecido al trono que había visto en la explanada superior. Seguimos bajando hasta toparnos con la roca que simula a una cobra o naga erguida, estábamos realizando la bajada por la cara Sur de la ya ladera, la que se desparrama hacia la explanada de los aparcamientos. Me asaltó un vendedor ambulante, le compré una pequeña caja de madera tallada a modo de una stonemoon, por cierto fue muy pesado e insufrible en el regateo. Al fin contactamos con el grupo al cruzar un pequeño mercadillo, en el encuentro de la ladera y la explanada, aún no habían aparecido ni los guías, ni el autobús. Nos sentamos en unas piedras e iban acercándose vendedores mientras esperábamos, Itziar regateaba el precio de unos paños pintados, bastante bonitos. Alguien compró unas cajitas metálicas (cuatro) del tipo matriuscas por 2.000LKR, me gustaban pero me resultaban un tanto caras, en una excelente operación de regateo conseguí sacarlas por la mitad, unos 6,60 euros.

 

De regreso al hotel, después de la visita a la Roca de Sigiriya nos sorprendió de nuevo una bronca que ni quiero mencionarla, pese a que según el programa de la agencia, la tarde era libre y los propios guías proponían una actividad alternativa, eso sí, dejando claro que para el que quisiera (obviamente los bronquistas se mantuvieron al margen), almuerzo en el campo y visita a unos agricultores, con lo que finalizábamos nuestro séptimo día.

Templo Dorado acceso al Royal Rock Temple en Zambulla

10 de agosto – día OCHO

 

El tiempo continúa estable, sigue respetándonos, excepto aquel y que lejos parece ya quedar, el primer día en Negombo que fue bastante lluvioso, el resto, bueno. Hemos arrancado a las siete de la mañana, la jornada se presenta completa. Antes de las ocho, ya estábamos comprando los tiques para acceder al complejo de las “Cuevas Budistas del Royal Rock” en Dambulla. Es ésta una ciudad dispersa y de poca altura, aunque sus estadísticas reflejen que cuenta con 70 mil habitantes, y es que son muchas las construcciones que acuden a lo largo de la carretera a sobrevivir, como animales que se acercan al borde del agua a beber, y es la A9 que une Anuradhapura con Kandy, la que tiene una fuerte influencia ya que tan sólo queda a 72 kilómetros por el Norte. Esta atracción también la ejercen Sigiriya y Habarana, de donde venimos, a tan solo 20 y 25 kilómetros. El propio Royal Rock Temple también se asoma a la carretera asombrosamente a su píe, como un drugstore americano, coordenadas 7º51’20.80N – 80º39’07.51”E, altitud 181 metros.

el parque temático del budismo en el templo Dorado de Zambulla

Las conocidas como las “Cuevas del Templo de Oro de Dambulla” pasan por ser el mayor complejo con las más grandes y mejor conservadas del país, declaradas Patrimonio de la Humanidad por la Unesco en el año 1991. Se encuentran en una gran mole rocosa de formación volcánica, de unos 160 metros de altitud con respecto a la carretera y la llanura circundante. Su importancia dentro de la historia del arte del país reside en la calidad y belleza de las pinturas rupestres que decoran las paredes de lo que fueron los templos y monasterios de una importante comunidad budista. La mayoría de las imágenes son Budas en sus distintas posiciones y estados de meditación, que han sido restauradas en varias ocasiones, en los siglos XI, XII y XVII, la última en el siglo diecinueve parece no ser muy rigurosa. Se cree que tomaron su carácter religioso en el siglo I al refugiarse en ellas el rey Valagamba, después de ser derrotado en Anuradhapura.

 

El acceso al conjunto queda presidido por un moderno complejo que gira en torno al Golden Temple, al que se accede por unos edificios que se asemejan a un centro comercial, el principal se encuentra coronado por un gigantesco Buda dorado de unos quince metros, en posición sedente o del mudra del dhayana, que aunque de dudoso gusto resulta bastante llamativo desde la carretera e invita a curiosear. En uno de sus laterales hay un montón de cutres figuras de monjes desfilando por unas rocas al son de la música, todo ejecutado en cartón piedra de lo más kitsch que nos podemos imaginar, como si se tratase de un parque temático. Al parecer finalizó su construcción en el año 2000 gracias a donaciones japonesas. Otras edificaciones completan las instalaciones, una biblioteca y museo, el control de acceso y un local donde venden refrescos y algo para picar. Después de comprar los tiques, Kanilian nos hizo dar un paseo por sus proximidades antes de subir a las cuevas.

Bob el zapatero en el acceso al Royal Rock Temple en Zambulla

Iniciamos la subida por un buen número de escaleras y rampas de piedra y a veces de hormigón, en la que nos íbamos topando con mendigos, vendedores de fruta y baratijas y muchos macacos, al final encontraríamos las afamadas cinco cuevas. Nuestros guías nos insistían en que por supuesto hay que entrar descalzos, aunque en las escaleras podíamos llevar los zapatos puestos, los hombros habrá que llevarlos cubiertos y las rodillas tapadas, aunque sea con los pantalones caídos como un buen rapero. Aunque me quemaba los píes prefería continuar descalzo, llevaba los míos en la mano desde hacía un rato, desde que accedimos a la terraza que hay delante del gran buda dorado.

 

El ritmo de la subida fue muy dispar, lo que provocó que nos reagrupásemos lentamente arriba. Dejamos los zapatos en un tenderete regentado por un curioso cingalés que lucia una gran melena rizada y al que apodan con mucho acierto Bob Marley. Después de pasar el férreo control de vestimenta, en el que me tuve que bajar los pantalones exageradamente hasta las rodillas, todos juntos accedimos a las cuevas. El conjunto dispone de un extraño cerramiento homogéneo, unas fachadas que fueron construidas en tiempos de los colonos británicos. Es una única pieza compositiva de una planta y pintada en blanco, sus ordenadas molduras y cornisas, columnas y ventanales contrastan con el gris de la roca que avanza como un enorme voladizo, el resultado es cuando menos elegante. Nos comentaron que sustituyen a las originales cortinas que protegían sus entradas, quizás la solución no sea muy ortodoxa del todo, pero garantiza la protección e incluso su cierre, evitando el vandalismo a tan valioso patrimonio sufrido en otras ocasiones sin remedio.

construcciones de acceso al Royal Rock Temple

Son más de 80 cuevas que existen en la zona, las que albergaron a importantes comunidades desde la llegada del budismo a la Isla, durante muchísimos siglos. Las cinco que únicamente se pueden visitar, no sólo son las mayores, sí podríamos decir que son las mejores de toda Sri Lanka e incluso incluido el subcontinente indio. En total veremos más de 153 tallas de Buda en distintas posiciones de meditación y en menor cantidad, otras deidades, santones y reyes. Las pinturas al fresco cubren una superficie aproximada de 2.000 metros cuadrados, decorando techos y paredes, en los que se encuentran multitud de figuras de Buda y humanas, además de animales y motivos geométricas, que se realizaron a modo de tapices y es increíble lo bien conservadas que están, pese a las muchas restauraciones a las que han sido sometidas. Se datan en distintas épocas, desde el siglo primero al dieciocho, en correspondencia a los grandes reinados de la Isla, Anuradhapura, Polonnaruwa y Kandy. Entre las más famosas encontramos la tentación de Buda por el demonio Mara y el primer sermón de Buda o, los frescos en paredes y techos de los siglos XV a XVII, en los que se muestran escenas de la vida del Buda y de la historia cingalesa. Según nos comenta el guía, las pinturas de las distintas figuras han sido repasadas a medida que los colores se han ido apagando con el tiempo, siempre se ha cuidado muchísimo que no se pierdan sus expresiones faciales, tan importantes en los estados contemplativos.

Cueva I del Royal Rock Temple los pies del Rey de los Dioses

Comenzamos por la Cueva UNO, Devajara Vijaraya o “Templo del Rey de los Dioses”, la más cercana al acceso. Contiene una figura de un gran Buda reclinado de 15 metros en la pose previa a la muerte, antes del nirvana o la “posición del león”. Cerca de la entrada hay una pequeña capillita en la que se agolpan muchísimos fieles que depositan ofrendas, de flores y frutas, a estos nos unimos nosotros, los curiosos turistas merodeando de un sitio para otro. Son magníficas las pinturas murales y las que tiene la propia figura, que imagino que será de piedra. Pero con que delicadeza está tallada, los pliegues de sus túnicas nada tienen que envidiar a la escultura griega o romana y, aunque se encuentre totalmente decorada, son especialmente atractivos los dibujos geométricos, rojos, blancos, dorados y amarillos de las plantas de sus pies, a los que se encuentra Ananda, el fiel discípulo que lo vela aguardando su fallecimiento. Asombrosa y afortunadamente se nos estaba permitido el uso de la cámara fotográfica sin flash. A la salida vi como Sonia había buscado el apoyo de un tercer guía, que nuevamente daba las pertinentes explicaciones en inglés, y que Rubén o ella traducían para el resto. Resultaba tan confuso y atropellado que decidí pasar nuevamente de la oferta. Continué solo, aunque no tarde en arrimarme a uno de habla castellana, que detecte acompañando a unos turistas sudamericanos.

Cueva II del Royal Rock Temple los pies del Gran Rey

A partir de la Cueva DOS, Maharaya Vihara o “Templo del Gran Rey” continué sólo. Y mira que he tardado bastante tiempo en saber el significado de Vihara en cingalés, Templo. Pues sí, éste es el mayor y más esplendido de todas las cuevas, no solo por su tamaño, sino por la calidad de sus figuras y pinturas. La tenue iluminación crea unos efectos visuales exquisitos y las sombras en los pliegues de la piedra de techos y paredes con los reflejos de los colores de las distintas figuras y dibujos geométricos le confieren un encanto especial, la dureza de la roca se transforma en la liviandad del estampado del sari más delicado. Es este espacio interior tan grande, de 52 metros de largo por 23 de profundidad y 7 de altura, es como en el estomago de la ballena de Jonás en el que se alojan más de 150 estatuas, 56 son Budas (treinta y nueve sedentes, dieciséis de pie y una en la posición del león; dos dioses hinduistas, Vishnú y Saman, Saman muy querido en la Isla, lo consideran el guardián y protector de las montañas, en él se ilustra la influencia del hinduismo sobre el Budismo Mahayana, y dos figuras mortales, dos reyes. En medio de la sala hay una pequeña dagoba blanca rodeada de ocho figuras de Buda coloreadas en amarillo que contrastan con el fondo blanco de la campana, dos de ellos están protegidos por cobras o nagas de color azul añil, cuyas cabezas cubren sus cabezas a modo de sombrillas.

Cueva III del Royal Rock Temple los techos del Gran Templo

En la tercera Cueva, Maha Alud Viharaya o el “Nuevo Gran Templo” destaca un gran Buda reclinado, Paca que me acompaña, me señala matices sobre la dulce expresión de su rostro, en ese momento tan trascendental del abandonar el cuerpo al final de la vida y de los que nunca me habría percatado. Según el guía de habla hispana al que me acerqué, cuando nos encontrábamos delante de la figura del rey Kirti Sri Rajasinha, indicaba que se incorporó en el siglo dieciocho con algunas otras figuras y pinturas de menor valía. Entre la mayoría de las esculturas, unas 50 que se encuentran en posición de pie, destaca Buda reclinado, de especial belleza es la ejecución de los pliegues de su túnica o su propio almohadón cilíndrico.

 

La Cuarta Cueva o Pachina Vihara es la más pequeña de todas, lo más llamativo quizás sea lo ocupada que se encuentra, en medio de dos Budas en la posición de meditación, de samadhi buddha o sentados, en una estupa muy decorada que casi toca el techo de piedra. Cuentan que la dagoba fue destrozada por unos ladrones que buscaban reliquias y joyas en su interior.

 

La QUINTA y última cueva es también pequeña, conocida como Devana Alud Vihara o “Segundo Nuevo Templo” según consta en la guía, fue utilizado por los monjes como almacén durante siglos, siendo las figuras y pinturas de paredes y techo incorporadas en el siglo dieciocho. En ella comparten devoción las dos grandes religiones de Sri Lanka, el budismo e hinduismo, propio de los pueblos cingaleses y tamiles del Norte, así encontramos a Buda, Vishnú y Katagarama, compartiendo un único espacio místico.

bailando dos nagas a la bajada del Royal Rock Temple

Cuando acabé el recorrido y salí del recinto, me dirigí a recoger el calzado e iniciar la bajada hasta la explanada donde nos esperaba el autobús. Me reencontré nuevamente con Pepa e hicimos el camino junto. Pero y quien es Pepa, pues es Paca, ella en venganza me llama el Califa, quizás sea por eso de ser del Sur. Los vendedores nos acosaban, eran tan pesados que decidí regatearles, lo que a veces surte efecto, ya que conseguí sacarles a buen precio tres de los collares que me ofertaban por 500LKR, mi compañera hizo lo mismo, por unos 3,30 euros. Más abajo, en el borde del camino había un nativo con dos cobras en sendas cestas, le dimos 200LKR (1,32e) por ponerlas de pie y hacerlas bailar, por fin las he visto, ya que no lo conseguí en la India. Ante la insistencia de mendigos le propuse a Paca hacer un fondo común para donativos, nos gratificaba ayudar en lo posible a estas gentes. También compramos una bolsita de papel con mangos recién pelados, exquisitos sin duda y ya, casi sin darnos cuenta estábamos abajo. Mientras esperábamos al resto de compañeros y guías entramos en el local, cerca del autobús y nos tomamos unos refrescos.

el cartero en la carretera de Dambulla a Matale

Serían las 11:00 cuando salimos de Dambulla camino de Matale. A las doce solicitamos una parada para estirar las piernas y algo más, casi sin esperárnoslo en un sobreancho de la carretera se estacionó nuestro vehículo. Cerca desembocaban un par de caminos laterales que se abrían paso hacía jungla y en los que nos escabullimos para hacer pis, quizás fuese la primera parada que realizábamos relajadamente sin el estrés, de que se llega tarde al dichoso destino. Al regresar, observé un tenderete que algunos otros compañeros ya habían visto, estaban comprando fruta, esa especie de pomelo rugoso con apariencia de masa cerebral, que al partirlo tiene una extraña estructura interior. Pregunte su nombre, se trataba de la fruta del árbol de Jaca (Artocarpus heterophyllus), la probamos todos, su extraño sabor no está nada mal.

 

Son curiosas las coincidencias, llevo pidiéndole a Sonia que me gestione sellos, que quiero mandar unas postales a España, y ha sido ahora, cuando entretenidos con la exótica fruta tropical he visto como cruzaba por la carretera un cartero que en su bicicleta repartiría la correspondencia. Lo he saludado y le he hecho unas fotos, iba con su uniforme, gorra y bolsa de cartas a la bandolera. Afortunadamente no he sido sólo yo, nuestros guías también le han preguntado. Hemos vuelto a nuestro vehículo y a unos cuantos kilómetros, en la pequeña población de Palapathwela nos han parado a la puerta de la Oficina de Correos, por fin he podido comprar sellos. Mandar una postal a casa sale muy barato, 2 sellos de 10LKR cada uno, 23 céntimos de euro hay que pegarles a cada postal.

plantación-tienda de especias e hiervas medicinales en Palapathwela entre Dambulla a Matale

Para el almuerzo, estos dos nos tenían preparada otra de esas visitas típicamente para turistas, ésas dedicadas a la venta de productos a cambio de cualquier bagatela. Pararíamos de nuevo en la carretera en un negocio llamado “Luckgrove”, una plantación-tienda de hiervas y especias propias de la medicina ayurveda. Los dueños y trabajadores ya nos esperaban a la entrada con unas sonrisas de esas que llamamos de oreja a oreja. En fila india acompañamos a uno de sus empleados, primeramente nos hicieron unas demostraciones de diversos preparados, explicando sus aplicaciones y a la vista, las plantas que son utilizadas, terminé con la pantorrilla depilada. Posteriormente nos pasaron a una cabaña de madera y palma, tipo palenque ocupada por unas banquetas en las que nos sentamos para observar unas demostraciones sobre las bondades de determinados masajes, que obviamente son aplicados sobre la base de determinados productos (ungüentos) naturales, que por su puesto ellos confeccionan. Primero una aplicación facial anti arrugas, después masajes, en la espalda, manos, brazos y cabeza, a todos nos dieron por lo menos alguno de ellos, otros, utilizados como modelos, los recibieron todos. Al final, como era de esperar, a la tienda, a comprar sus milagrosos productos. Casi todos mis compañeros compraron algo, personalmente no tengo mucha fe, ni tampoco paciencia con estas historias. Pero si aproveché para cambiar moneda, ya que resultaba bastante ventajoso, por un euro 152LKR, con respecto al realizado en otros lugares, aunque yo no lo hago desde el aeropuerto, donde estaba a 152,28LKR por euro.

vista de la Montaña de los Nudillos desde el templo de Aluvihara en Matale

Ya casi se había echado encima la hora del almuerzo, que sin esperárnoslo, estaba previsto fuese allí mismo. Eran las dos de la tarde cuando nos adentramos por unos caminos, en medio de las plantaciones, hasta llegar a otra cabaña, en este caso algo menor, en la que se exponía en un mueble al efecto, el buffet libre de comida típica cingalesa, teníamos ya hambre y la disfrutamos gustosamente. Cada uno abono su bebida y postre, aparte un precio común por los platos del buffet, no estuvo mal el precio, en mi caso se importó 1.050LKR, casi siete euros. Sobre las 3:30 estábamos de nuevo en la carretera, reiniciábamos nuestra ruta hacia Matale, a 46 kilómetros de Dambulla y con dirección final Kandy a la que encontraríamos a tan sólo 27. Continuábamos por la A9 en dirección Sur, aún en la Provincia Central, por una zona eminentemente agrícola, en la que ya comenzábamos a ver algunas plantaciones de té, otras de caucho, pero por su puesto muchísimas de especias.

 

En Matale únicamente haremos una parada para visitar el templo y cuevas budistas de Aluwihare, al Norte, al borde de la carretera y antes de entrar a su núcleo urbano. La ciudad por la que pasaremos es conocida por la rebelión de su pueblo contra los ocupantes, los colonizadores británicos en pos de la independencia. Especial importancia tuvo la batalla que en 1848 libraron ambos bandos y que es conocida como la “Rebelión de Matale” y en la que los rebeldes cingaleses pusieron en jaque a los británicos, aquellos rebeldes son hoy héroes nacionales. Una estatua de uno de ellos la vimos desde el autobús al cruzar la localidad.

delante de las cuevas del templo de Aluvihara

La tarde está muy agradable, el cielo nublado y gris sin amenazar lluvia, sobre las cuatro hemos llegado a Aluwihare, nos hemos bajado en una cómoda explanada para vehículos en el interior del recinto religioso al borde de la carretera, no se si por la hora, pero no había nadie. Esperamos ante las escaleras que salvan los más de doce metros de desnivel y que nos acercaran a las cuevas, mientras nuestros guías abonan los tiques. Al finalizar la subida, otro control más, en este caso se supervisa que todos accedamos descalzos, ellos se quedaron con los zapatos. Media escalera atrás hemos dejado un camino terrizo que sale a la izquierda, según se sube y que nos hubiese llevado a una moderna dagoba encalada de mediano tamaño que hemos desechado, ya llevamos bastantes. Giramos a la derecha bordeando una pared vertical de granito que tiene talladas unas pequeñas hornacinas o nichos triangulares a unos 80 centímetros del suelo en los que se alojan unas lamparillas de aceite de mantequilla encendidas, las manchas y el ennegrecido que produce su combustión le confieren a la pared una bellaza inusual, me ha sido imposible no quedarme embobado por varios minutos en su contemplación. Frente a esta pared se encuentran tres cuevas contiguas, las cortinas de protección originales aquí igual que en Dambulla han sido sustituidas por unas estrechas medias habitaciones con cubierta inclinada de madera. En ellas encontramos varios Budas yacentes y sentados en posición de meditación, figuras, paredes y techos están pintados en vivos colores, escenas de la vida del maestro desde su nacimiento, figuras geométricas y florales, animales místicos y figuras endiabladas, son similares a las cuevas que vimos esta mañana, pero con indudablemente menos calidad.

cueva donde se custodian las reglas Theravada en canon pali

Son varias las rocas que encajonan el recinto religioso, bordeando otra contigua a la cuevas, pero separada de las anteriores, justo por donde discurre el paso, nos acercamos a una cuarta cueva, en este caso sin construcción alguna en su delantera, en ella unos monjes reciben dadivas de los muchos fieles que por allí se acercan, en el interior hay un montaje de modernas figuras con la vida de buda. Al parecer es allí donde se custodia el primer “Canon Pali”, seguramente no será el original, parecería una verdadera locura, Son unas importantísimas escrituras realizadas sobre hojas de palma, en las que se recogen los principios y tradición del budismo Theravada en la lengua litúrgica pali y están datados en el año 29 antes de Cristo, motivo fundamental por el que es conocido este lugar. Al salir subimos por otras escaleras que desembocan en una construcción, que parece reciente, rodeada de capillitas exteriores y pintada en un amarillo dorado bastante llamativo. Su estructura poligonal no es más que un enorme macetero en el que se encuentra el perceptivo árbol de Bo, a su lado un estandarte plateado con infinidad de peticiones colgadas, algunas oraciones y trocitos de tela que envuelven monedas en su interior, todo resulta singular y extraño a nuestra cultura.

bodhi tree del templo de Aluvihara

Pero todavía subimos un poco más arriba, hasta encaramarnos a una de las rocas en cuya cima hay una pequeña dagoba blanca, de apariencia muy antigua a la que se accede con mucha dificultad por nuevos peldaños tallados en su piel. Desde lo alto se observa el paisaje circundante, un Buda blanco a media ladera en la espesa jungla, en el silencio escuchamos, amén del soplar del viento, un extraño ruido similar al de un tren, ni siquiera Kanilian es capaz de identificarlo. Disfruto de la brisa helada que baja desde aquellas verdes laderas y que seca el sudor de mi piel, giro la cabeza y me tropiezo, mi vista se fija en la montaña de los Nudillos, apenas identificable en una espesa niebla que recuerda el nombre que le dieron los primeros pobladores de la zona, Centro y Suroeste de la Isla, los “sinhaleses”, que la llamaban la “montaña cargada de niebla” o “dumbara kanduvetiya”. Esta cordillera fue llamada así por los topógrafos británicos que levantaron los planos de la zona, al observar una serie de pliegues al Oeste de la sierra que parecen los nudillos de un puño apretado, hoy día se considera uno de los símbolos de identidad de Matale.

monje budista del monasterio del templo de Aluvihara en Matale

Bajábamos deshaciendo nuestros pasos en busca de la salida, cuando nos topamos con un monje budista de túnica naranja, aproveché la cercanía de los guías para pedirles que le preguntasen sobre el extraño ruido de la montaña. Al parecer pertenecen a unas máquinas que horadan la roca, una mina, comentario que trae a la memoria haber leído algo de acerca de la fama de estas tierras por sus yacimientos de piedras semipreciosas. Iban acercándose compañeros, y charlando y charlando, parecía sentirse a gusto el religioso con nosotros, las preguntas de los más adictos al budismo lo encandilaba, tanto que nos invitó a acceder al monasterio para que lo conociésemos. Era una construcción moderna, de no más de 40 años, de dos plantas y organizado en doble crujía alrededor de un patio alargado con una galería superior de acceso a las dependencias principales superiores. Nos comentó que en aquellos días únicamente vivían 7 monjes, pero que solían celebrar reuniones y acudían de otros lugares muchos “hermanos”. Nos enseñó el comedor y su celda, por cierto muy desordenada, en la que destacaba entre otras cosas una excelente televisión de plasma y un potente equipo informático, lo acompañaba un móvil que no paraba de sonar y al que miraba, cortando las llamadas entrantes, además hablaba un perfecto inglés, todo aquello, unido a su culta y cosmopolita conversación le confería a la situación una imagen singular y atractiva. Y tanto, daba clases de inglés en un colegio del Gobierno, su pronunciación era correctísima. Paca no paraba de saetearlo a preguntas dada su gran pasión por el budismo.

 

Me separé de ellos antes que el resto, bajé al aparcamiento exterior donde estaba Juan José y otras compañeras, poco más tarde llegaron los demás. Bastante satisfechos reemprendimos nuestro camino, dirección Kandy. Cruzamos la población de mayoría musulmana de Nugawela que contrastaba con el resto anteriormente visto. En el autobús se nos anunció para nuestra desesperación la ausencia de cerveza en la ciudad a la que nos dirigíamos, entramos en la ley seca. La celebración del festival de la luna llena va acompañada del estricto respeto a las tradiciones budistas, entre ellas, el NO alcohol.

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© Víctor Díaz López