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EL HOMBRE Y LA VIDA SALVAJE

 

PINNAWELA – NIVANELI – Habarana – Palapathawela – BOTÁNICO DE PERADENIYA – Ramboda PARQUE NACIONAL DE HORTON PLAINS – Rawuana Ela – PARQUE NATURAL DE YALA PARQUE NATURAL DE BUNDALA – BALAPITILLA –

andare

toman el sol en el Orfanato de Pinnaawela

4 de agosto – día DOS

 

Amanece el segundo día en la Isla, son las siete de la mañana; cargado todo el equipaje en el autobús, iniciamos verdaderamente el viaje, el destino nuestra primera visita programada es el “Orfanato de Elefantes de Pinanwala”. Dejamos la Provincia del Oeste para entrar en la de Sabaragamunawa, dos horas por carretera para recorrer los escasos 80 kilómetros que nos separan y que recuerdan inevitablemente al Sur de la India. El paisaje cercano, próximo a los bordes de las carreteras es similar a los vistos en el Sur del país vecino, aunque profundizando en los recuerdos, pienso que quizás se parezca aún más a Indonesia, a Java y Sulawesi, quizás de similar nivel económico y social. Las construcciones son más modernas, predomina el ladrillo enfoscado con morteros y pintados de colores algo menos llamativos, las cubiertas son planas, generalmente las casas son de una o dos plantas, rodeadas con cuidados jardines y espacios arbolados. Muchos cocoteros, tecas y arrozales, en los que se observa la mecanización, ausente en la India, laborean tractores y por ende, las extensiones de las distintas tablas de arroz son de mayor tamaño. Llano, salpicado de afloraciones rocosas en todos los tamaños, la planicie favorece la aparición de muchos humedales, ante la dificultad de evacuar la gran cantidad de agua que se recoge por los monzones, unos son naturales como las lagunas y otros artificiales, los embalses. La circulación de vehículos motorizados es igual de caótica, por la izquierda, herencia colonial anglosajona y, como en la India, vuelve a tener la preferencia el vehículo de mayor tamaño. El trayecto lo hemos hecho del tirón, transitando por las carreteras comárcales B22, B26 y B90, más un pequeño trayecto, por una vía de mejor firme, la A6 para llegar por la B199, en dirección Noreste-Este, nunca más de dos carriles. No hemos parado ni una sola vez, y la verdad es que se hubiese agradecido. Sobre las diez llegamos a nuestro destino.

 

El Orfanato de Pinnawela se encuentra a una altitud de 98 metros sobre el nivel del mar y lo encontraremos en el Google Earth en las coordenadas 7º18’01.41”N - 80º23’16.47”E, en la margen izquierda de la B199 en dirección Norte. Preside esta singular ONG convertida en Zoo, un moderno edificio como centro de interpretación, administración y gestión de sus instalaciones, una tienda de souvenir, aseos, taquillas e incluso una pequeña oficina bancaria donde ofrecen cambio de moneda, un prospero negocio. Por la entrada hemos abonado 2.000LKR, 13,16 euros, pero pese a todo, creo que ha valido la pena contemplar tantos ejemplares de este enorme paquidermo, juntos. El guía local nos ha informado que actualmente se contabilizan 800 ejemplares, 50 más que el año pasado, la mayor manada en cautividad que existe hoy día. El espectáculo de verlos bañarse en el Maha Oya es fabuloso, bajan en tropel llamados por el disfrute del agua, resultan entrañables. Y aunque obviamente, el reclamo turístico es muy fuerte, cumple una labor encomiable. Fue creado en 1975 por el Departamento de Conservación de la Vida Silvestre en estas diez hectáreas próximas al río Oya, con la idea de acoger, proteger, cuidar y criar a aquellos elefantes que eran recogidos en la jungla heridos o enfermos y a crías, algunas de pocos días, abandonadas. Continúa cumpliendo su cometido, pero al estar incluido en las rutas de los operadores turísticos, existe otra fuente de ingresos bastante importante que parece desvirtuar sus principios fundacionales.

baño matutino en el Maha Oya

El recinto estaba bastante concurrido. Por el color de los uniformes interpreté que por lo menos tres colegios lo visitaban, también es muy importante el turismo local. Se argumenta que las visitas suponen el sostén de unas instalaciones que obviamente tiene que costar una pasta mantener, máxime cuando la población de paquidermos residentes aumenta año a año. Y me pregunto ¿todo este circo es lícito?, sin olvidar que yo mismo soy uno de esos individuos que interfieren en la vida silvestre, sólo es una pregunta, que me la volveré a hacer sin duda más veces. Dicen que se imita el hábitat natural, a mi no me lo pareció. En el paseo que dimos observamos como en varios corrales limpiaban o daban de comer, dicen que a cada uno de estos animales le suministran unos 75 kilos de verde día, al mezclar“salvado”, cascarilla de arroz. Cuando llegamos ya les habían dado el biberón a los más pequeños, otra de las conocidas atracciones. En un sombrajo de chapa aparte, alimentaban a un enorme macho que lucía un extraordinario par de colmillos, que incluso pude acariciar. Nunca antes había visto a tantos ejemplares juntos, eran de diversos tamaños y sexos, todos juntos, balanceando sus trompas y moviendo sus cabezas en las que venteaban sus orejas como abanicos. Merodeándolos se encontraban sus cuidadores, exhibiendo unas largas varas de madera rematadas en un agresivo garfio metálico. Todos disfrutan de “aparente” libertad sueltos, excepto algunos ejemplares que soportaban unas cadenas que rodeando su cuello terminaba en una de las patas delanteras, me imagino que serían los inadaptados. Me estuve fijando en ellos, buscándoles heridas o marcas de maltrato y la verdad es que excepto en un ejemplar mediano, al que le faltaba la pezuña de la pata delantera derecha, todos estaban bastante sanos. En algún lugar de la red he leído que acogen a un elefante llamado Sama que ha perdido su mano derecha a causa de una mina terrestre, de las muchas que sembraron el país los tigres tamiles, ¡será el que he visto!

 

Después de la visita nos reagrupamos con objeto de ver a estos animales bañarse en las amplias orillas del río Oya, operación que realizan diariamente dos veces. El cauce es bastante ancho en este punto y, su poca profundidad se ve favorecida por el suelo pedregoso, facilitando el acceso y trasiego de estos enormes bichos, que disfrutan enormemente del agua. Queda justo frente al centro de interpretación, cruzando la carretera, por un camino terrizo flanqueado por construcciones a ambos lados, las primeras parecen viviendas, pero a medida que bajamos, se van transformando en locales turísticos, pequeñas tiendecillas y humildes restaurantes que dan servicio a los muchos turistas que allí nos arremolinamos, justo en el momento que se produce el acceso de los paquidermos al río. El trayecto que baja a la orilla no llega a tener más de 250 metros y sus bordes se atestan de gentes deseosas de ver el espectáculo, y cierto que lo es. Los elefantes bajan en tropel seguidos de sus cuidadores que enarbolan sus garfios desafiantes para que la manada no se desmadre, recuerdan escenas de películas de animación. Todos entran al agua, grandes y pequeños, machos y hembras, madres y crías, sumergen sus trompas en el líquido elemento y las enarbolan como las mangueras desbocadas de las duchas. Observé unas piedras sobre la superficie del agua pintadas como huevos fritos, redondel blanco con centro amarillo, le pregunte a nuestra guía que eran aquellas marcas, me dijo que eran excrementos, la corregí diciéndole que las mirara más atentamente, se acercó a preguntarle al guía local, que a su vez le pregunto a un cuidador. Eran marcas que indicaban las zonas peligrosas para el baño, los elefantes las reconocían y no se acercaban a esos lugares, inteligentes bichos e interesante medida.

caños de aguas termanles de Kanniya

6 de agosto – día CUATRO

 

Después de un par de horas  y finalizada la visita del templo Koneswaran y Fuerte Frederick, nos reuníamos poco a poco y de nuevo al autobús, eran cerca de las doce. El destino aún nos tenía preparado una última visita, nos acercaríamos a ver a los “Siete Manantiales de aguas termales de Kanniya” (Kal = piedra; niya = tierra), a diez kilómetros al Noroeste, al que llegamos en poco tiempo, después de bordear la ciudad, por la carretera A12 en dirección a Anuradhapura, no estaba demasiado lejos. Se trata de un lugar un tanto peculiar, quizás ¿cutre?, el que encontramos al final de un camino terrizo, después de una explanada en la que hay bastantes vehículos esparcidos y un mercadillo. Para acceder hay que adquirir unos tickets, de los que se encargaron nuestros guías, en un pequeño quiosquillo justo al lado de una cancela que custodia su entrada.

 

Los siete caños se encuentran bastante abandonados y sucios, se reducen a siete arquetas alicatadas dentro de un recinto algo deprimido sobre el nivel del suelo natural circundante y rodeados de una pequeña tapia, en parte alicatada, en parte encalada o pintada en celeste que le dan al recinto una cierta intimidad, quizás sea pensando en que allí las mujeres enseñan sus pantorrillas. Unos cubos de zinc realizan el único acompañamiento y utensilo para que, el que lo desee se sirva a gusto. La temperatura del agua está caliente, pero agradable, comentan que en primavera ésta ligeramente más alta. Por supuesto probé de las siete fuentes. En la guía dice que el control de los baños, lo tiene la vecina Mari Amman Kovil mediante un contrato de arrendamiento, no lo parece desde luego.

en la playa de Nivaneli

Después de darnos un remojón con los cubos, volvíamos hacia el autobús, cruzando aquel páramo que resultaba algo desolador, seco y sucio, observaba a gentes dispersas sin un motivo aparente, o en aquellos tenderetes dedicados a la venta de productos de poca calidad y expuestos a un turismo eminentemente local. Ya cerca de nuestro vehículo había un joven que portaba un pequeño mono, quizás un tití, vestido con unos pantaloncillos bastante sucios y un gorro. El chaval llevaba a su cuello una serpiente, me pareció una pitón reticulada, por hacerle una foto le di una propina de 100LKR (0,70€), nadie más lo intento. Reiniciamos la marcha, inicialmente al hotel, cuando observo que Sonia toma el micro, atentamente escuchamos como nos relata una bonita historia. Según la leyenda, hace más de 5.000 años, el rey de la India Rama se encontraba enfrentado con Rabana, rey de Lanka sus seguidores se encontraban en la zona de Kanniyai. Una tremenda sequía tenía agotada a la población, al observarlo la madre de Ravana, le pidió a su hijo que llevase agua a la zona. El rey desde la roca Swami, desde donde se encontraba tiró 7 piedras con su tirachinas. Cuentan que en el lugar en el que cada una impactó, apareció un manantial de aguas termales, los siete manantiales se convirtieron en un lugar sagrado para los seguidores de Vishnú.

 

Ya era la una de la tarde, cuando la guía tocó otro asunto muy distinto, un posible local para almorzar. Indicó que en el mejor hotel de Trincomalee el restaurante nos costaría unas 4.000LKR (26,32€). A la vista de los precios que ya vamos manejando, se produjo un rechazo total e inmediato a su propuesta, detectamos como los guías hablaban y Kanilian parecía a disgusto, intuimos que ya tenían concertada la comida para el grupo. Lo cierto, es que le desmontamos sus planes, lo que originó la vuelta inmediata al “Pigeon Island” para que cada uno hiciese lo que le viniese en gana. Como disponíamos de todo el tiempo libre hasta la mañana siguiente, apuntó que había hecho unas gestiones sobre el coste del buceo a petición del grupo de jóvenes, 10.000LKR (65,79€), el resto podría optar por hacer snorkel a 3.000LKR (19,74€), que quien estaba interesado. Los jóvenes desecharon el submarinismo por excesivamente caro, Rubén, acostumbrado a practicarlo en las costas almerienses, decía que el precio era abusivo, por más argumentos que ella aportase. En el propio autobús ya nos habíamos apuntado diez al snorkel con tubo. Cuando llegamos al hotel, en recepción nos informó más detalladamente sobre las condiciones y horario de recogida y lugar a donde nos acercarían. Quedamos a las tres, frente al chiringuito de la piscina, en la playa. Casi todos se fueron a comer al restaurante, yo me tomé dos cervezas y aproveché el resto del tiempo para escribir, circunstancia que aprovechaba cada vez que podía.

snorkell en corales de Nivaneli

Llegaron las tres y todos preparados, el cielo lucia limpio y claro, como en toda la mañana, por el contrario ahora hacia bastante calor. Calzado con mis cangrejeras, el dinero y la maquina de fotos, ya me encontraba listo. A la playa arribaron dos barcas con sus correspondientes motores fuera borda, dispuestas a recogernos en la misma orilla. Todos a bordo, pronto bogábamos en dirección a un grupo de rocas que se divisaban en la lejanía. Nada más llegar, nos repartían aletas, gafas y tubos, y sin perder un segundo, al agua. En la retina aún conservaba las imágenes lejanas de Bali y la verdad es que esto mucho no se parece. El mar turbio, pocos peces y de colores los menos, además no había mucho calado cerca de las rocas. Lo único nuevo que aportaba esta experiencia era la cercanía del fondo y su perfecta iluminación, los rayos de sol dejaban ver perfectamente la superficie coralina, en la que destacaban algunos especimenes por su vibrante azul añil intenso y sus bordes blancos, aquellos escasos corales vivos que aumentaran el fondo de color pardo general. Pude hasta contar la única pareja de peces tropicales que divisé en tan extraordinario escenario, de cuerpo plateado con unas finas rayitas inclinadas, su borde negro y destacando su gran aleta caudal, también negra con una ancha franja vertical amarilla.

tortuga estrellada en la desembocadura del lago Irrakandy

El escaso interés del fondo provocó que a la hora, y eso que teníamos tres contratadas, nos encontrásemos todos subidos a los botes. Sonia y los responsables de la excursión, dos jóvenes que iban en mi embarcación optaron por probar suerte en otra zona rocosa. Me costó tanto trabajo subir a la embarcación que cuando acabé la primera inmersión, pensé que ya era suficiente, y no fui el único que optó por esta actitud. Los pocos compañeros que repitieron, los inseparables jóvenes y creo que la guía también, nos dijeron que no nos habíamos perdido gran cosa, que este lugar era similar al anterior. Como aún seguíamos disponiendo de tiempo contratado, se decidió dar una vuelta por los alrededores. Me pareció observar que en la orilla se divisaba algo similar a la desembocadura de un río, después nuestros acompañantes nativos nos informaron que era el encuentro de Laguna con el Océano, y allí nos dirigimos. Antes de llegar uno de nuestros acompañantes lugareños disfrutaba realizando piruetas, lanzándose de espaldas desde el borde de la barca, tonteaba excesivamente con nuestra atractiva guía incluso observé como la sobaba disimuladamente, y es que es bastante atractiva.

 

Nos acercamos a la orilla dejando los botes embarrancados en la arena, caminando llegamos al borde de la ancha desembocadura, sus laterales inundados se convertía en enormes manglares sobre aquellos extensos arenales. Cerca de la vegetación aparecían en el suelo almendras, parecidas a aquellas que comían los “supervivientes” del reality movie de T5. Recogí unos pequeños trozos de corrales resecos y unas conchas de almejas que introduje en mi bolsillo. Nos cruzamos con otro nativo que ni siquiera vimos por donde apareció, traía una extraña tortuga, después he sabido que era una Geochelone elegans, también conocida como la “tortuga estrellada” que nos mostró para después dejarla en libertad, aprovechamos la ocasión y le hicimos unas fotos. El final de las tres horas se acercaba entre una cosa y otra y, aún nos tenían que acercar a la orilla frente a nuestro hotel. Navegábamos en paralelo a la costa, calculó que a unos 100 metros de la playa. En el trayecto nos cruzamos con varias barcazas algo mayores que la nuestra, en las que unos pescadores recogían aún sus redes y otros ya regresaban, siempre que pasaban cerca, nos saludaban afectuosamente.

Antes de cenar, tomándonos unas cervezas y disfrutando de la brisa marina, comentaba con Juan José el desastroso viaje, nuestra guía no nos llegaba a gustar, nos parecía como si Banoa, afamada agencia alternativa se hubiese convertido en mayorista, como cualquier otra empresa de viajes al uso. Tendríamos que hacer algo.

 

Habíamos acordado que cenaríamos todos juntos en el jardín, imitando al grupo que vimos la noche pasada. Se había preparado para la ocasión una gran mesa alargada en el centro del césped, en el jardín, frente a los bungalows, a modo de “el dulce encanto de la burguesía”. Iluminada con cuatro o cinco velas, todo prometía, incluso decidí ofrecer al grupo la botella de “jerez oloroso semi seco” que como preciado tesoro había traído de mi tierra para una ocasión especial, y ¿por qué no ésta? Opté gambas jumbo a la plancha, exquisitas y a un precio nada desdeñable, 1.400LKR, unos nueve euros por ocho enormes crustáceos. Me situé en la esquina más alejada de la mesa con respecto al lugar que ocupaba Sonia acompañada de su inseparable guía local, en el extremo opuesto, en aquella esquina y en la lejanía despotricábamos a gusto de ambos. La gota la puso cuando se le ocurrió plantear que mañana saldríamos a las once, o que si nos apuntásemos más de 10, podríamos ir temprano a hacer snorkel en las costas del la isla Pigmeon, aquella que vemos frente al hotel a unas millas, que tan sólo nos costaría unas 3.000LKR (19,74€) por cabeza entrar, pero que ella con encargados del buceo había conseguido un precio extra de 3.500 (23,03€) por persona, claro incluyendo el traslado en los botes. La reacción no tardó en aparecer, además de no estar en absoluto de acuerdo con su idea, también salir a las 11:00 nos parecía un verdadero atraso. Ella argumentaba y se excusaba en las agencias locales mientras nosotros le expresábamos nuestro disgusto y disconformidad. Al rato, intentando apaciguar los ánimos un tanto caldeados, se nos acercó para decirnos que había conseguido consensuar con el guía local la partida a las 9:00 y que en el camino pararíamos en algún pueblo una hora. La perversión de lo escuchado, pero… es lo que hay. Sobre las 10:30 de la noche todos nos fuimos a la cama.

la palmera del Arak de Nivaneli a Giritale

7 de agosto – día CINCO

 

Hoy es domingo y el día esplendido. Aún pensamos que las nueve resulta tarde para salir, aunque a mí me da tiempo para continuar con la escritura y así lo aprovecho. En Sri Lanka amanece a las seis de la mañana, siempre a la misma hora durante todo el año y, si el cielo está despejado como hoy, la luminosidad es impresionante, así que a esa hora ya estamos en planta. Según lo acordado abandonamos este encantador hotel en las magnificas playas de Nivaneli para dirigirnos a Giritale, donde según lo previsto pernoctaremos dos noches en el hotel “The Royal Lotus”. Nos hemos subido al autobús, comentando la necesidad de que mejoren, por lo menos un poco, nuestras expectativas. Transitaremos toda la jornada por la A6, carretera que en línea recta une las ciudades de Trincomalee en la costa oriental en el Norte de la isla con la capital administrativa de Colombo en la costa occidental, cerca del Sur, en total 260 kilómetros.

cercado de hoja de palmera de Arak camino a Giritale

Desde que hemos llegado a esta zona observo que las palmeras son distintas a los cocoteros, tan abundantes días pasados. Al acercarme a la guía y preguntarle, le indiqué, que por favor le preguntase al guía local, casi sin tiempo para la respuesta, sorpresivamente el bus para al borde de la carretera, en una de esas tantas casas aisladas que se ven a lo largo de sus arcenes. Era una cabaña o pequeño almacén agrícola, en el que un grupo de hombres bebían arak recién fermentado, ese líquido de color lechoso que conocí en Indonesia. Es curioso, es precisamente esa palmera que no identificaba, conocida como aquí como “kiyhul” y en el mundo de la botánica como Caryota ureas, o cola de pez por su aspecto, la utilizada, tanto para la obtención de tan apreciada bebida, como para el azúcar moreno, aquel que vendían en Koneswaran y que obtienen extrayéndolo de la savia de su flor una vez hervida. Por fin obteníamos algo de información, además aquel lugar resultaba atractivo, aquellas gentes dotadas de una espectacular naturalidad incluso al ser sorprendidos con nuestra inesperada presencia, la parada que realizamos sin previo aviso, parecía querer compensar tanto desaguisado.

 

En aquella parcela solo había hombres, sentados, fumando y bebiendo arak, nos miraban extrañados y más cuando veían a las chicas. De una especie de choza sacaron una botella de plástico llena de arak que nos ofrecieron, aun recuerdo el que probé en el entierro toraja en Rantepao, en Sulawesi y que sabía a matarratas, así que ahora, conociéndolo, he desechado beberlo, aunque destilado es otra cosa. He aprovechado para curiosear por los alrededores, he visto los cerramientos que realizan con la hoja seca de la caryota, como trenzan sus hojas, las utilizan en los cercados y en las paredes de las chozas, también he observado como uno de estos jóvenes lucia las uñas de su pies pintadas de lila. Una parada que ha resultado atractiva.

 

Continuamos la marcha y al fin se nos iban aportando algunos datos sobre estos pobladores. Entre ellas, que el salario mensual medio del trabajador es de 30.000LKR, unos 210 euros al mes, que el coste de la gasolina es de 135LKR por litro o, lo que es lo mismo a 0,93 euros, contra los 1,30 nuestros, sólo aparentemente barata si consideramos lo que cobran al mes. También les pregunte por el nombre de esa estepa tan característica que recorríamos, su nombre en cingalés es “arda shushka kalapa”, aunque lo he consultado en la red y no concuerda absolutamente con ninguna entrada, en fin, no es mucho, pero algo es algo.

paisajes camino de Giritale

Observé que el tramo de carretera por el que discurríamos correspondía a uno de esos diques que represan el agua en embalses de muchos tamaños y que ellos llaman wewa y que para nosotros quizás por el tamaño sean lagunas. Se trata de estructuras lineales de contención que generalmente forman parte de la red de carreteras y que embalsan el agua de los monzones que discurren por las escorrentías de las planicies y que es utilizada en el riego de los cultivos, de las muchas tablas de arroz en épocas de sequía o ausencia de lluvias. Exigí una nueva parada para poder contemplar una de estas represas, por cierto de bastante buen tamaño, en esta ocasión el guía local parecía estar por la labor y corregir su actuación. Tuve que hacer preguntas, quería conocer, entender el porqué de las costumbres de las gentes de lugares tan lejanos. Nos encontrábamos parados en el “Kantale Tank”, por lo visto muchos de estos embalses redistribuyen el agua retenida del gran río “Mahaweli Ganga”, que con sus 300 kilómetros es el más largo de toda Sri Lanka. Son conservados por el gobierno estatal para facilitar el riego de todos aquellos cultivos que lo demanden, además de forma “gratuita”. Los propietarios del terreno son los propios lugareños, que producen arroz, que a su vez lo venden al estado, que es el que fija su precio, o también a compañías privadas que suelen depreciar su valor. Se obtienen dos cosechas anuales y los agricultores viven en todas esas casas diseminadas que vemos a lo largo de la carretera.

niñas en la población de Kanthale

Pero con independencia de la apreciación paisajística o de la producción agrícola lo verdaderamente importante, no lo llegamos a conocer en esos momentos. Es ahora, al transcribir las notas y consultar otras fuentes, cuando creo que es digna de mención su historia, ya que nos encontrábamos ante un embalse que ha estado ligado al templo de Koneswaram y a la población de toda esa extensa llanura que ahora teníamos a nuestros pies, que desde su fundación ha regado sus tierras y producido el sustento de sus moradores. Que grata impresión, aunque sea ahora, me produce pensar que en aquel lugar en el que he estado, la primera noticia escrita que se dio es del año 113 de nuestra era, en el siglo II y que relata que, cuando el rey cingalés de Anuradhapura se dirigía a la Roca de Swami para destruir tan afamado templo hinduista y construir en su lugar otro budista, sin saber claramente que pudo haberle ocurrido, o si lo que cuentan fue real o leyenda, se dice que, el rey al pasar por el tanque fue curado milagrosamente de su ceguera por un hindú, convirtiéndose a su religión inmediatamente, de hecho el nombre del wewa en tamíl significa el “ojo crece”. También sabemos que muchos años más tarde, el príncipe Chola Kulakottan, en el siglo V restaura el templo Koneswaram y el tanque Kantalai después de encontrarlos en ruinas, prestando gran atención al desarrollo de la agricultura de la zona y fundando el asentamiento de Thampalakamam, ahora diseminado y por el que hemos pasado, y que lo menciono porqué en el siglo XVII el templo de Ati Konanayakar construido en sustitución del templo de las Mil Columnas cuando los portugueses lo destruyeron. Siglos más tarde, X y XI, según rezan en inscripciones tamiles encontradas en las cercanías del templo, e incluso del tanque, se vuelven a hacer referencia de la importancia agrícola para el Imperio Chola de toda esta zona.

preparando el paseo en elefante en Harabana

Que hermosas historias. Me da un poco de rabia haberme encontrado en un lugar tan importante para los hinduistas de Sri Lanka, y no haberlo sabido. En fin, mientras perdía la vista y me embobaba en los algodones nubosos que se reflejaban en la lámina plateada de Kantalai, algunos compraban algo de fruta, mangos y plátanos a un hombre mayor con el que nos cruzamos en el dique y que en unas canastillas a modo de serones en la trasera de su bicicleta, llevaba alguna fruta. Otros nos dedicábamos a tirar fotos al paisaje circundante, o aprovechar y evacuar aguas menores escondidos en la maleza. Reiniciamos la marcha, de nuevo cruzábamos estos territorios esteparios, a veces salpicados por arrozales y pequeñas plantaciones de hortalizas, otras veces nos topábamos con los bordes urbanizados de la selva, esa línea de construcciones de una planta, de ladrillo o de rudimentarias estructuras de hormigón cubiertas con teja plana, que parecen bastarse solas para contener el avance de la vegetación salvaje.

 

Cruzando una de estas pequeñas aglomeraciones, el grupo de jóvenes, Laura, Itziar, Rubén y Clara se percataron de la existencia de unos tenderetes en los que se exponían unos potes de barro. Surgió la propuesta u obligación de parar de nuevo y así lo requerimos, súbitamente el bus volvió a parar. Los tarros contenían una especie de cuajada o yogur que se tomaba mezclado con lo que ellos comentaban era miel, pero que resultó ser azúcar liquida de caña. Se compraron dos de aquellos recipientes del fondo común para degustarlos de postre, en el almuerzo. No muy lejos, un poco más adelante, carretera arriba, un vecino tallaba madera en la puerta de un pequeño local, en el que además exponía y vendía sus trabajos, aquellas deliciosas figurillas que hacían las delicias de varios compañeros, algunas se adquirieron como recuerdos. Dejamos atrás Kanthale, que así se llamaba aquel grupo de casas, haciendo honor a tan histórico tanque de agua.

 

Después de la que supondría nuestra tercera parada, continuamos la marcha, ya no nos detendríamos hasta el hotel “Sorowwa”, próximo destino, a las afueras del pequeño núcleo de población de Habarana. Es un resort que se encuentra asociado un curioso negocio turístico basado en paseos en elefante, y que los guías ya habían supuesto que nos interesaría. Algunos, que habían probado la experiencia en otros viajes la desecharon, optando por dar una vuelta por el pueblo hasta la hora del almuerzo, concertado ya con el restaurante del hotel. Entre ellos, los jóvenes y Juan José, incluso se bajaron antes de llegar a las cuadras de los paquidermos, en las afueras, cerca de la carretera, después se acercarían en tuk tuk.

no estábamos solos viendo a los elefantes en el PN de Mineriya

Personalmente me apetecía la experiencia de montarme en un elefante y lógicamente me apunte. El paseo se realizaba por el borde de una pequeña laguna desde la que se divisaba al fondo, las majestuosas afloraciones rocosas de Siguiriya y la no tan afamada de Pidurangala. Iba montado a lomos de una mansa elefanta, acompañado de Luis y su mujer, Paca y Carme. Me dieron la opción de montarme en la cabeza, de subirme en el cuello de tan esplendido animal a horcajadas, y no lo dude. Comenzamos el paseo, cuando un nativo nos ofrecía unas piñas de estos pequeños plátanos asiáticos tan comunes en el país. El animal quería la fruta y levantaba su trompa hasta llegar a mi mano, abría sus fosas nasales solicitando una pieza, que gustosamente le daba, los devoraba, quería más y más, rápidamente se comió los míos. Requerí a mis compañeros que me sustituyesen en el cuello y que fuese uno de ellos el que alimentase al bicho, pero prefirieron darme sus piñas de bananas y que yo me quedase en la cabeza. Al cuidador de los elefantes le acompañaba un joven que nos requería las cámaras para hacernos fotos, buscaba lógicamente una propina. No tuve reparo en acercarle la mía, me hizo un buen número, mejores y peores, no tardaré muchos días en enviar una de estas por correo electrónico a mi tierra presumiendo orgulloso de tal curiosidad.

humedal Minneriya Wewa en el PN Mineriya

Después del paseo nos acercamos al restaurante del hotel, un magnifico establecimiento de exquisita apariencia y aparentemente caro. Esperamos en recepción a que fueran llegando el resto de compañeros, los que se quedaron en Habarana y así, almorzar juntos. Me entretuve en hacer unas fotos a un precioso nenúfar de la variedad Nil Manel (Nympheae stelleta), la flor nacional de Sri Lanka, que adornaba un pequeño recipiente de barro en recepción. En el comedor el servicio fue lento, pero ya estamos hechos a la idea, nos entretuvimos calculando el tiempo que tardarían en servirnos, que al final no fue tanto. La comida estuvo bastante bien y dicen que el yogur exquisito, lo probé y no estaba mal. Mientras esperamos cambiábamos impresiones sobre lo que habíamos hecho cada uno, sobre el paseo por el pueblo o en los elefantes, tomando arak y fumando unos cigarrillos a que todos acabasen, costumbre que había establecido Juanjo y que empezaba a ser fija. Fuera nos esperaban tres jeep que nos acercaran al Parque Natural de Minneriya, en principio se había previsto el limítrofe de Kandulla, al final desechado por la contrastada ausencia de animales.

tarde en los cultivos cerca de Zambulla

El día de ayer lo comenzamos visitando el recinto arqueológico de Polonnawura, antigua capital budista de Lanka durante el reinado de los Cholas y cuyas ruinas se encuentra el conocido Cuadrángulo en el que se custodio el venerado Diente de Buda, previamente nuestros queridos guías habían tenido la brillante idea de parar en una tienda-taller donde trabajan tallas de madera, de las múltiples poblaciones que se cruzan en los trayectos por carretera. Por la tarde nos acercamos a las ruinas de Mandalagiri cerca de Medirigiya un Vadatage o monasterio que no te puedes perder si te acercas a la Isla. Esta mañana la dedicamos a la visita complejo arquelogico de Sigiriya, a la Roca del León, sin duda uno de los platos fuertes del viaje.

 

Ya de vuelta en el autobús, la guía nos contó el plan que nos habían previsto para la tarde. Comer en el campo, en unos arrozales y huertos, dar un paseo en barca y conocer a una familia de campesinos. La opción era libre, aunque ya nos ponía sobre aviso de que costaría 2.200LKR, 14,50 euros por cabeza, que el que no quisiera apuntarse se le dejaría en el hotel, opción por la que optaron Carme y Rosa, aprovechamos y se descargaron todas las maletas, incluso cogimos unos bañadores que no llegaríamos a utilizar. De pronto, observamos atónitos una escena un tanto apartada. Rosa con la cara descompuesta bronquea a Sonia, a voces y en medio de la recepción del hotel repleta de gente, sigilosamente nos vamos separando como no queriendo participar en tal desaguisado. Más tarde me comentaría Paca que han llamado a las oficinas de BANOA para dar las correspondientes quejas al respecto. La verdad es que no alcanzo a saber si en este caso tiene o no razón, pero lo que si es cierto y pienso, que todo es mejorable.

 

Dejamos en el magnífico resort en el que pasaremos esta noche a nuestras compañeras y tomamos camino a Habarana en el autobús, aquella mediana población en el cruce de las carreteras a Polonnawura y Kandy y por las que hemos pasado ya varias veces. No muy lejos del pueblo, del que dicen tiene 100.000 habitantes, aunque no parezca tener ni diez mil, nos esperaban unos tuk tuk, que extrañamente nos desplazarían tan sólo un kilómetro y por la misma carretera, trayecto que podríamos haber realizado en nuestro vehículo, e incluso andando, pero intuyo que formará parte de toda esta parafernalia de lo contratado y más que seguro, se cargará al capítulo de varios.

visita a los cultivos cercanos a Zambulla

Los carromatos nos dejaron en tierra de nadie, en la carretera, donde comenzaba un camino terrizo que se adentraba en la jungla, allí nos esperaban tres “típicas” carretas con ruedas de radios de madera y llantas de hierro, como aquella en la que tanto disfrute en mi infancia en la huerta de mis abuelos, y tiradas por parejas de cansados machos de vacas brahmánicas. La mayoría de nosotros desechamos el transporte, la verdad es que apetecía dar un paseo, no obstante cumpliendo lo pactado, también nos acompañaron los carros, aún sin realizar su cometido. Tras cruzar un primer tramo de selva aparecimos en unos terrenos bastante fértiles, grandes superficies de arrozales y otros cultivos más variados, plantaciones de cebollas, patatas y otras hortalizas. Marchaba con Paca, distraídos haciendo fotos, nos quedamos los últimos, pasamos por un regajo donde un varano de mediano tamaño tomaba el sol, mas adelante, volvíamos otra vez al interior de la jungla, nos paramos en una pequeña dagoba encalada al borde del camino a cuyo lado había un árbol de buda engalanado como siempre con muchas banderolas, nos movíamos por las coordenadas 8º01’21.67”N – 80º44’09.03”E, altitud 181 metros. De pronto, escuchamos voces, nos llamaban, nos esperaban para subir a unos botes en el borde de un ancho canal de riego, lo que explicaba tan fértiles plantaciones. Hicimos un corto trayecto y un poco más allá nos cruzaron a la otra orilla, donde nos esperaba una familia de agricultores que nos daba la bienvenida.

hacia el estanque de la cercana Hiriwadunna

Nos adentramos hasta su casa, no donde viven, ya que por la noche se marchan a su verdadero hogar en el pueblo, tampoco exactamente, sino en el borde de la carretera. En aquellas tierras es donde pasan la jornada de trabajo, guardan sus aperos y cuidan de su propiedad, donde preparan la tierra para las plantaciones, arrozales y huertos, e incluso disponen de un puesto de vigía en las alturas, sobre la copa de una gran acacia, por las noches siempre se queda alguien para ahuyentar a los elefantes y evitar que no les pisoteen sus plantaciones. Los miembros de la familia nos atendían atenta y amablemente, nos repartieron fruta, sandía y plátanos, nos sirvieron té endulzado con azúcar moreno de palmera, de aquellas mismas de la que se obtiene el arak, pero que en este caso y según comenta Kanilian, se obtiene en el hervido la sabia hasta conseguir la evaporación completa del agua que contiene.

 

Todo lo preparaban en sus antiguas y rústicas chozas de barro, construidas de una forma un tanto ingeniosa. La estructura base es una retícula de ramas de la arboleda próxima, atadas con cuerda a los fuertes rollizos de las esquinas, posteriormente es macizada de barro, que aunque se cuartea con el sol proporciona un refugio muy útil, los techos se cubren con hojas de palma y seguro que es un sistema ecológico y sostenible, aunque parece que solo queda para el turismo. De echo en una de estas cabañas cocinaban y preparaban el té, en una lumbre directamente en el suelo, en su lateral se adosaba otra abierta, a modo de sombrajo, allí fue donde nos tomamos el té al fresco. Curioseé por los alrededores, donde observé muchas plataneras, papayas y otros árboles frutales que no alcanzo a reconocer. Los parterres del huerto eran un verdadero vergel, patatas, pimientos, tomates, chile, cebollas, según me comentaron, para consumo propio y venta en el mercado local. En los alrededores, algo más alejados, están las tablas de arroz, en estos momentos de un verde brillante, todas inundadas con el agua aporta el canal por el que llegamos.

tarde en los cultivos cerca de Dambulla almuerzo a las cuatro

No estuvimos mucho tiempo, tomamos la fruta y el té y volvimos a las barcas, recorrimos de nuevo el canal, ahora en dirección NS hacia el estanque de la cercana Hiriwadunna, del que éste se alimenta y responsable de que todos aquellos parajes sean tan fértiles. No está muy lleno tal como podemos comprobar al observar el muro de contención EO, y que al final del paseo recorreríamos. Casi su mitad, se encuentra cubierta de lotos y su poca profundidad representa el ecosistema ideal para zancudas y anátidas. Después del buen y relajante paseo en las barcas nos acercaron al muro que recorrimos andando en dirección Este, hacia el final del camino por el que veníamos, nos cruzamos con unas mujeres que realizaban su colada, mientras sus chiquillos se bañaban. Para culminar la jornada campestre estaba previsto acercarnos a la finca de otros campesinos, donde nos tendrían preparado el almuerzo y ya, imagino que por la hora, nos esperarían ansiosos. Comimos en otra choza tipo palenque, en unas canastillas de palma con trozos de hojas verdes de palma a modo de plato, nos servíamos un rudimentario buffet libre, de arroz blanco, pollo y pescado de río frito adobado, muchas verduras, judías, lentejas y un aliño muy picante. Las bebidas no estaban frías y el calor, del carajo, latas lion y botellitas de agua, de postre sandía. Los cultivos de esta nueva finca eran similares a los anteriores. Al final de la visita la señora de la casa hizo una demostración de la molienda de arroz y del trenzado de palma, todo muy apropiado para los turistas blancos que la visitaban y seguro que lo habrá repetido un millón de veces. El regreso lo volvimos a hacer caminando hasta la carretera, donde nos esperaba asombrosamente el autobús, que en pocos minutos, como era de esperar nos acerco al “Sigiriya Village”.

 

No obstante, aún tuvieron la ocasión de pasarnos por unos almacenes de tejidos a pie de carretera, una tienda como “El Rubio”, delicia de las mujeres aficionadas a los trapitos. Ellas se probaron unos saris que por supuesto a las jóvenes les sentaban de miedo, preciosos pero carísimos, unos 100 euros al cambio. Adquirí unas cuantas camisetas de algodón de distintas tallas y estampados alusivos al país para regalos, seguramente nos imitábamos unos a otros en las compras. No tardamos mucho en salir, satisfechos seguramente de esta nueva jornada en Sri Lanka, seguramente Kanilian también lo estaría, pensando en las comisiones que recibiría por nuestras compras. De vuelta y al hotel, al que llegamos pasadas las 7:00 de la tarde, no muy tarde, si pensamos que almorzamos entre las cuatro o cinco. La jornada la cerré con la tertulia y dando nueva cuenta de dos nuevas lions, las de rigor, y hasta mañana.

Real Jardín Botánico de Peradeniya cerca de Kandy

12 de agosto – día DIEZ

 

Después de una buena dosis de cultura desde la mañana del 10 de agosto comenzamos visitando el Royal Rock Buda del Temple y las “Cuevas del Templo de Oro en Dambulla”. A media mañana partimos en un largo trayecto hacia la gran ciudad de Kandy. En el camino nos pararon en una plantación-tienda de especias e hiervas medicinales para hacer negocio, cerca de la pequeña población de Palapathwela, entre Dambulla a Matale, allí almorzamos. Unos cuantos kilómetros más y llegamos a Matale en la que visitamos las cuevas del templo de Aluvihara, desde allí y en la lejanía avistamos la Montaña de los Nudillos (Historia, Cultura y Budismo en Sri Lanka. I). Al anochecer llegamos a Kandi, y por tanto el resto del día, e incluso el siguiente jueves como plato fuerte, todo a girado en torno al Diente Sagrado de Buda, su templo sagrado o Sri Dalada Maligawa y su fiesta anual, el Esala Perahera 2011 (Kandy). Abandonamos la capital de la Provincia Central en dirección Sur, nuevos y atractivos lugares nos acercaran de nuevo la exuberante naturaleza de la Isla

 

Así que nos ponemos en marcha, dejamos Kandy, pensando en el buen número de kilómetros por carretera que haremos hoy, algo menos de 80 kilómetros en dirección Sur por la A5, destino a la localidad de las montañas del Centro del país, de Nuwara Eliya. La mañana nos ha recibido nuevamente con un discreto chirimiri que realmente ha durado poco, pronto realizaremos la primera parada. A tan sólo 6 kilómetros al SO de Kandy, nos detenemos para visitar el Jardín Botánico de Peradeniya, con sus 60 hectáreas es el más grande del país, superficie que queda delimitada en su mayoría por un cerrado meandro del río Mahaweli que lo abraza en casi todo su perímetro, lo que supone un excelente límite natural y, por la falda de la colina que también da nombre a la pequeña población donde se sitúa. La información vuelve a brillar por su ausencia. No obstante me fueron muy útiles las notas traídas y el pequeño folleto que nos dieron al adquirir las entradas por la visita, 1.100LKR, 7,24 euros.

pino Cook en el Botánico de Peradeniya

Este fantástico jardín Botánico tiene cerca de 4.000 especies de plantas. Entre sus colecciones destacan las palmeras utilizadas en las alineaciones de sus avenidas; la colección de la flora autóctona de Sri Lanka, tanto en arboleda, como en arbustos y como plantas de flor; son bastante completos los invernaderos en los que se exponen más de 300 variedades de orquídeas. Todo este material vegetal se encuentra incorporado en trazados paisajísticos de gran belleza, destacando las grandes avenidas, las enormes praderas que se entretejen con zonas arboladas e incluso boscosas, en las que aparecen salpicados pequeños jardines temáticos, distribuidos estratégicamente y que provocan en la visita un disfrute extraordinario. Esta emoción que se engrandece al pensar en sus orígenes tan remotos en el tiempo. Parece increíble que allí ya se instalará en el siglo XIV el rey Wickramabahu III o, que más adelante, en el siglo dieciocho los reyes Kirti Sri y Rajadhi Rajasinghe tuvieran en estos parajes sus residencias de descanso. Aunque jardines y construcciones fueran destruidos y abandonados por los ingleses cuando ocuparon Kandy, son ellos mismos los que los vuelven a poner en valor a principios del siglo diecinueve, admirados de la gran importancia de las especies vegetales que aún se conservaban, siendo importantes las actuaciones de revitalización que llevan a cabo naturalistas de la talla de Joseph Banks, Alexander Moon o George Gardner. Por último y en su historia más reciente, destacar que en el pasado siglo XX se han realizado trabajos científicos relacionados con la botánica, la agricultura e incluso con la producción económica de diversas especies botánicas.

murciélagos de la fruta en el Botánico de Peradeniya

Fantásticas fueron las dos horas escasas que disfruté de tan extraordinarios jardines. En la visita me guiaba por el plano contenido en el folleto que nos aportaron en el acceso. Me orientaba siguiendo las anchas y a veces rectas avenidas arboladas, claras estructuras geométricas cuyo trazado facilita la compresión del recinto y así completar el recorrido que quería realizar. La gran avenida central que parte de la entrada cruza el botánico de Sur a Norte, en su mitad hay una gran glorieta circular de hierba de unos 150 metros de diámetro, finaliza en la orilla del Mahawelli. El primer tramo queda flanqueado por grandes ejemplares de la familia de las pinnaceas, en el segundo y hasta el fondo, dominan dos altas alineaciones de palmeras, de tras de las cuales existe unos enormes ficus, en cuyas ramas superiores, diría que a más de treinta metros del suelo se encuentran dormitando millares de grandes murciélagos, tan grandes como perros, muchos de ellos revoloteaban en el cielo dándole un aspecto tétrico. Después de mucho indagar, por fin he logrado identificarlos. Son pteropodidae, la única familia del suborden de los murciélagos conocidos como megaquirópteros o, zorros voladores, por su cuerpo y hocico similar al de los zorros, también se les llama murciélagos de la fruta por su dieta exclusiva de fruta, a la que añaden polen y bayas. Proceden de las regiones tropicales de Asia, África y Oceanía.

ficus en el Botánico de Peradeniya

La especie que vemos es el “Zorro Volador de la India” (Megachiroptera pteropus giganteus), su pelaje es castaño-rojizo, pardo y negruzco, más claro en su vientre. Con 30 centímetros de altura, llega a tener una envergadura entre los extremos de las alas de 1,20 metros, careciendo de cola, su peso es de 900 gramos y viven exclusivamente en Asia, al Sur en India, Nepal, Pakistán, Bangla Desh, Bután y Sri Lanka y, al Sudeste en Myanmar y China. Es muy común en su área de distribución y vive en colonias de cientos a miles de individuos organizados en jerarquías sociales, tanto en ámbitos rurales como urbanos. En las ciudades se congrega en las copas de los árboles de parques y plazas, mientras que en el campo vive en los bosques. Se alimenta de frutas y flores, tanto silvestres como cultivadas. Algunos ejemplares pueden volar hasta 150km en una noche en busca de comida fresca. Las hembras tienen una sola cría entre abril y junio, alejándose de la colonia antes del parto, sus recién nacidos permanecen bajo las alas de la madre durante cinco meses.

jardines románticos en el Botánico de Peradeniya

Continuaba mi marcha contemplado los enormes ejemplares de la flora del país y también tropical, entre las muchas de las que pude disfrutar, destacar quizás entre las que más me llamaron la atención, el cocotero gigante o coco de mar (Lodoicea maldivica) que se caracteriza por tener la semilla más grande de todos, de unos 20 kilos o, el pino Cook (Pinus genuensis Cook), variedad de nuestro pino carrasco. Por supuesto, las magnificas colecciones temáticas, como la preciosas orquídeas, las plantas medicinales, las acuáticas o como no, sus fabulosas palmeras. Largos fueron los paseos que daba sin apenas detenerme a leer los paneles informativos, disfrutando no me cansaré de decirlo, de este jardín de trazado paisajístico, que contaba con todos aquellos elementos que tanto he estudiado durante años y años en tantos libros. Rincones románticos, edificaciones del gusto inglés y europeo, invernaderos, enormes praderas o bosquetes en los que se apiñan desde enormes ejemplares de bambú amarillo a otras especies que desafortunadamente no llegaba a identificar. Curioso me resultó encontrar cerca de la gran glorieta un grupo de árboles plantados por las personalidades que lo han visitado a lo largo de los muchos años de su existencia, entre ellos, Indira Gandhi en septiembre de 1967, el presidente de la República Islámica de Pakistán, Mzia Hulhaq en diciembre de 1985 o el príncipe de Gales, Carlos de Inglaterra en marzo de 1995.

orquídeas del Botánico de Peradeniya

Pero quizás lo más anecdótico o la sorpresa mayúscula sea la que me llevé cuando, paseando por una pradera de hierba entre grandes ficus y magnolias paso ante mis pies una enorme serpiente, calculo, sin exagerar que de unos 2,50 metros de piel verde claro y sin apenas dibujos, por la estrechez de su cabeza supuse que no era venenosa, reptaba una velocidad impresionante. Una vez recuperado del susto inicial la perseguí corriendo incluso para alcanzarla y hacerle una foto, pero era rápida y veloz, se metió dentro de un hueco en el tronco de un gran ficus, seguramente estaría tan asustada como yo. Al llegar a la hora convenida para reemprender el camino de regreso, le solicité a la guía algo de más tiempo, que me lo concedió a duras penas.

carretera de Kandy a Nuwara Eliya salto de agua Ramboda

Llegué al autobús con los últimos, momento en el que nuestro guía local Kanilian se despedía de nosotros. Después de habernos acompañado durante diez días y haberse ganado nuestra antipatía, el acto fue frío y corto, casi un escueto adiós. Bueno eso es lo que me contaron, ya que me encontraba tan absorto en mis recuerdos sobre lo disfrutado en el Botánico, que no me di cuenta de nada, ni siquiera llegué a despedirme de él, tampoco me importó mucho, la verdad. Por qué nuestro viaje continuaba y además aún hoy nos quedaban muchas horas de camino hasta llegar por la noche, a Nuwara Eliya. A medida que hacíamos kilómetros e íbamos abandonando poco a poco las llanuras, comenzábamos a reptar por las sinuosas carreteras, a subir la cordillera donde se encuentra el famoso pico St. Pedro, el más alto de la isla, con sus 2.524 metros y del que ni siquiera llegamos a ver su silueta. Pese a ello continuábamos ascendiendo, estaríamos a una considerable altitud, a unos 2.000 metros, donde ya las temperaturas eran mucho más bajas, incluso frías.

plantación de te Glenloch camino de Nuwara Eliya

Pero antes de llegar tendremos tiempo para muchas más cosas. La carretera comienza a empinarse, adentrándose en una zona montañosa, cambia lentamente el paisaje, la humedad provocada por las lluvias y una orografía distinta, favorece el verdor del suelo. Los arrozales dejan paso a la jungla, al bosque, abigarrado en las laderas empinadas. Pronto llegamos a las famosas plantaciones de té de Ceilán, reconocido por su calidad como uno de los mejores del mundo y que han hecho de este pequeño país, uno de sus mayores exportadores. Parece que lo que vemos son grandes latifundios, quizás heredados de la colonización y producción europea, de nuevo nos vuelve a faltar información. La guía ya tenía programada la visita a una de éstas, lugares en los que como siempre terminamos en una tienda. El autobús se detiene en “Glenloch”, nos recibieron unos señores con aspecto de occidentales ¡británicos nacionalizados!, accedimos a sus instalaciones, una proporcionada nave de tres plantas. Subimos creo que fue a la segunda, allí nos enseñaron los procesos de elaboración del té, desde la recogida del brote verde, a la selección y secado, fermentación, trituración y tamizado final, con la clasificación por tamaños, texturas y calidades. Los compañeros más adictos a esta bebida seguro que disfrutaron en demasía.

variedades de te ofertados por Glenloch

Después de las explicaciones en las naves de manufacturado, nos dimos una vuelta por una plantación muy próxima, al borde de la carretera. En ella, la mayoría mujeres recogían los brotes en unas sacas que colgaban con cintas de su cabeza, por la frente. Nuestra presencia las incito a pedir dinero, me preguntó, lo más seguro será provocado por ser explotadas miserablemente, su presencia resultaba encantadora, con esas caras tan dulces y sufridas. A la salida, nos detuvimos en un local en el que se exponían y vendían sus productos, a todos los que entrábamos se nos ofrecía una degustación, que por su puesto probamos e incluso, hasta repetíamos. Diría que no soy muy aficionado al té, y hasta disfruté con estos sabores.

recogida de te en las plantaciones de te Glenloch

Después de efectuadas algunas compras se nos requirió el agrupamiento. Reiniciamos la marcha de nuevo por estas carreteras que parecen depositadas suavemente por las laderas que serpentean buscando siempre la mínima pendiente. Volvemos a parar de nuevo y no hace mucho que dejábamos atrás Glenloch, calculo que sólo habríamos hecho unos siete u ocho kilómetros.

túnel Ramboda en la carretera de Kandy a Nuwara Eliya

Ha sido justo después de pasar por el túnel de Ramboda, a la salida había un pequeño ensanchamiento donde estacionó el autobús. Hemos descendido por un camino con bastante pendiente, todos siguiendo a Sonia, al final encontramos el pequeño resort de “Ramboda Falls”, la idea es almorzar en su restaurante, unas terrazas abiertas desde la que se disfrutaba del nuboso paisaje montañoso, propio de estas laderas. En el extremo más alejado de la terraza sale un caminito que desemboca en un pequeño mirador desde el que se contemplan perfectamente los saltos de agua de Ramboda, los que dan nombre a todo lo que hay por aquí. La comida no estuvo mal del todo, pero la copa de arak del postre quizás encareció en exceso la factura (2.377,76LKR = 15,44 euros), siempre en relación a otras veces, pero aún sigue siendo barato y por una vez no tiene la mayor importancia.

vendedor de flores cerca del túnel Ramboda

A la salida, ya arriba en la carretera en la boca del túnel se nos acerco un hombrecillo de avanzada edad y con un montón de flores en sus brazos y apretadas contra el pecho, nos las ofrecía por algo de dinero, en una de sus manos llevaba un folio dentro de una funda de plástico oscurecida por el tiempo, su sonrisa era muy peculiar, ya que no tenia dientes. Le dimos dinero y sin recogerle las flores, solo le pedimos hacernos unas fotos con él, que resultaron bastante divertidas, era un tipo simpático. A la vuelta, repasando el viaje en la red me lo he encontrado en una página, una foto con su misma pose, sus mismas flores e idéntica sonrisa, en su honor, también yo cuelgo otra.

 

De nuevo, una vez reagrupados, continuamos nuestra marcha. Este paisaje montañoso resulta distinto al percibido en los días anteriores. Mucha humedad, la carretera brilla mojada, numerosa arboleda en un terreno inclinado que comparte con plantaciones de té, en las que por lo general son las mujeres, las que vemos recolectar los brotes verdes. Surcos, colas y cascadas de agua bajan por las laderas escarpadas, a veces pelando las rocas y dejando visibles saltos endiablados, manchas blancas de espuma que salpican el verdor imperante entre las estrías horizontales de la niebla. El frío, en contraste con las temperaturas soportadas días atrás, era cuando menos de agradecer.

The Grand Hotel en Nuwara Eliya

Llegamos sobre las seis de la tarde. Los 22.000 habitantes de las tierras altas viven en estás vetustas casas heredadas de los colonos, en esta pequeña población de Nuwara Eliya ubicada en la región montañosa Central de Sri Lanka, nombre que en tamil significa “ciudad de la meseta” o “ciudad de la luz”, y en la que su pintoresco paisaje y clima templado hicieron la delicia de los británicos. A una altitud de 1.868 metros es considerada como el lugar más importante en la producción del té de Sri Lanka. Cerca a la población se encuentra el Pidurutalagala que en cingalés significa la Meseta de la Roca o el Monte Pedro, nombre que le dieron los colonizadores británicos, con sus 2524 metros, es la montaña más alta de país, visible desde muchísimos lugares de la Provincia Central, no obstante nosotros no hemos tenido esa suerte, y eso que las hemos tenido en frente, pero la espesa bruma de la tarde noche lo ha imposibilitado. Aunque su silueta achatada no tiene el atractivo del Pico de Adán, en su cima lo único que destacan son las antenas y radares del sistema de comunicaciones del País. Nos encontramos a 1868 metros sobre el nivel del mar según la guía y en las coordenadas 6º58’05.55”N – 80º45’53.65E, elevación 1901 metros según google earth. A tan pocos kilómetros al Sur de Kandy y que distinto es todo.

 

Sobre esta pequeña población, contar que fue fundada en 1846 como prospero asentamiento agrícola por Samuel Baker, en su corta estancia de ocho años en la Isla, aquel polifacético explorador británico conocido por ser el primer europeo que vio el lago Alberto, fronterizo entre la República Democrática del Congo y Uganda en África. Posteriormente y sin duda, lo escogió por la similitud del clima de la región con el del país origen de los colonos. Por su altitud, las temperaturas son más bajas que en el resto de la isla, 16º de media y bastante frío en invierno, 3º por las noches, fue el lugar preferido para el disfrute de sus vacaciones, donde han practicado la caza del zorro, ciervo o elefante, o jugaban al críquet golf o polo. Esta pequeña población que llegó a ser conocida como la pequeña Inglaterra presenta un importante aspecto colonial, evidente en su arquitectura isabelina, en sus edificios públicos como la Oficina de Correos o las grandes casas de campo en las afueras, sus parques, sus cuidados campos de golf, o el mismo hotel, el bello y vetusto “Grand Hotel” donde hemos quedamos alojados.

Oficina Postal de Correos en Nuwara Eliya

Después de quedar repartidos por nuestras respectivas habitaciones, acordamos vernos en media hora en el hall, iremos a dar una vuelta por el pueblo juntos. Nos abrigamos convenientemente ya que el frío se dejaba sentir. Bajamos por New Bazaar Rd, el tramo inicial discurre desde el hotel, entre el campo de golf Nuwara Eliya Golf Course, el Parque Victoria y la entrada al núcleo urbano de esta pequeña localidad. Pasamos por el lateral del coqueto parque que se construyó en 1897 en honor a la reina Victoria, para conmemorar el 60 aniversario de su jubileo y coronación. A la entrada del pueblo nos encontramos con un pequeño mercadillo bastante animado, venden mercancía variada, el género mayor, ropas y frutas, con cualquier piojillo de nuestra tierra. Paca impresionada por la excelente calidad de la fruta compró maracuyá (Passiflora edulis) y los extraños tomates de árbol o tamarillo (Cyphomandra betacea), que después degustaríamos en el tugurio alcohólico. Un poco más adelante, coincidiendo con la necesidad de Rubén de un cajero, paramos frente al HNBank, mientras se acercó a la oficina, nos acercamos a ver el edificio colonial de la Oficina Postal, que quedaba justo al lado. A la vuelta y mientras lo esperábamos en la acera, junto a Paca, observamos por la ventanilla de un coche aparcado a nuestro lado, a una señora con un pequeño gatito, nos acercamos a verlo, cuando apareció otra mujer mayor, percatada de que nos gustaban estos animales, nos invitaron amablemente a entrar en su propia casa, quería enseñarnos otros dos pequeños mininos que tenia, no iba a ser menos ella. La situación resultó entrañable y evidenció la cordialidad de estas humildes gentes.

en el garito de bebidas Lions, frutas tropicales y tabaco

A la salida nos volvimos a reagrupar, tomamos por New Bazaar Rd frente a la estación de autobuses, hasta llegar a otro mercadillo, en el que únicamente vendían ropas, el “Bail Market”. Según algunos de mis compañeros, seguro que adictos al coronel tapioca y a north face, a los polares y ropas de abrigo, aseguraron que aunque falsificados, estaban a bastante buen precio y que las copias eran buenas, alguno llegó a comprar alguna que otra de esas prendas que por cierto son la delicia de este tipo de viajeros.

en el garito de bebidas de Nuwara Eliya foto de Laura

Al final terminamos en un bar, parecía más un antro clandestino que otra cosa, sumergido en la oscuridad y el anonimato, propio de alcohólicos y asiduo de marginales. Cuando entramos, los clientes habituales giraron sus cabezas, quienes más les llamaban la atención eran, como no las chicas, ¿cuando sería la última vez que entro aquí alguna? Nos sentamos en una mesa y pedimos cerveza, di cuenta de dos lions strong con cierta ansiedad, la ley seca sufrida en Kandy animó nuestro apetito, y no fui el único. Al rato llegaron los jóvenes, Rubén traía una botella de arak con sabor a mango, Paca saco de su bolsa la fruta de la pasión y los tomates de árbol, que todos probamos. Ya iba bastante cargado, a la salida y de regreso al hotel paramos en otro local, en una especie de chiringuito en un jardín exterior, con música y todo, difícil me es recomponer en donde se hallaba. Mis compañeros cenaron, al no ser mi costumbre continúe bebiendo, unos cuantos de güisquis más, de una botella de Chivas Regal de 25 años que unos nativos con pinta algo mafiosa y en la mesa de al lado, me ofrecieron al verme tan espirituoso. Llegué a tal extremo, que ni me di cuenta cuando llegué, no recuerdo mucho más, no, no recuerdo nada más. Únicamente, quedó para la mañana siguiente el pensamiento de “que habré dicho, que habré hecho”. Durante todo el día una gran resaca y un malestar enorme en el cuerpo, que me acompañó hasta la noche siguiente.

 

Como en otras ocasiones y repasando las notas, entre algunos de los lugares que se podrían haber visitado y que otra vez será, se nos quedó el Lago Gregory, el Parque Victoria, que vimos de paso ya casi de noche o, las Cataratas Glen o, el Salto de los enamorados, nombre que toma de una leyenda local de dos jóvenes que allí se suicidaron y con cuyas aguas se elabora la cerveza de la localidad Nuwara Eliya Ale, o el campo de golf construido en los pies del Pidurutalagala, el más grande de la isla.

acceso al Parque Nacional de Horton Plains cerca de Nuwara Eliya

13 de agosto – día ONCE

 

El despertar fue terrible, recogí todas mis cosas atolondradamente con el miedo de dejarme algo olvidado, afortunadamente no pasó así, partíamos y teníamos que cargar las maletas en el bus. Serían las 4,45 de la madrugada cuando nos llamaron y según me comento mi compañero, que estaba en el grupo de la pasada noche, nos acostamos a las once. Entre el terrible dolor de cabeza y el sueño iba zombi. En recepción recogí la bolsa del picnic que nos habían preparado en sustitución del desayuno. Como pude llegué y me monté en una de las furgonetas, que después de una hora de trayecto penoso por la B512, nos dejaron en la explanada de aparcamientos del Centro de Interpretación y Control de Acceso del Parque Natural de Horton Plains, en las coordenadas 6º48’07.06”N – 80º48’25.71”E y elevación 2.133 metros (entre 2100 y 2300 máximos y mínimos en los que oscila el parque).

 

Que curioso resulta cuando menos que con la trascendencia que tuviera para esta zona S. Baker, el nombre a la reserva natural se le diera en honor a Sir Robert Wilmot-Horton, gobernador británico del Ceilán británico, que entre los años 1831 y 37 viajó a la zona en 1836. Para los cingaleses tiene su propio nombre, los “Llanos Mahaweli” ya que en estas llanuras, nacen los tres grandes ríos de Sri Lanka, el Mahaweli, el Kelani y el Walawe. Para nosotros son las “Llanuras de Horton”, área protegida declarada Parque Nacional en 1988 y Patrimonio de la Humanidad por la Unesco en 2010, que la vuelve a renombrar, en este caso como las”Mesetas Centrales de Sri Lanka”, incorporándole las áreas protegidas del Pico Wilderness y del Bosque de Knuckles.

pradera y rododendro, detrás el bosque dosel de Horton Plains

Los eternos 32 kilómetros que nos separan de Nuwara Eliya, es uno de los motivos por los que el turista, como nosotros, se acerque a esta pequeña población de la meseta Sur de la región montañosa central del país. En el Parque veremos su mayor atracción, los acantilados, el mayor, de 870 metros de caída, conocido como “el Fin del Mundo” y otro menor, de 270 metros, “el Fin del mundo Lesser” o “Pequeño Fin del Mundo”, ambos se encuentran en el borde Suroeste del Parque; desde su borde superior se divisan espectaculares plantaciones de té y algunas casas que aparecen como diminutos puntos blancos. También nos acercaremos a las “cascadas Baker” que se intercalan en el discurrir del río Belihul Oya en el que provocan un salto de unos 20 metros y que fueron descubiertas por Samuel Baker durante el transcurso de algunas de sus caserías. Por que aunque fuese él el impulsor de la agricultura en la zona, en las laderas más bajas realizaron plantaciones de café y más tarde fueron cambiadas por plantaciones de té, e incluso patatas, convirtió el paisaje circundante en coto de caza para colonos, que se cebaron en el ciervo sambar y en menor medida, en elefantes y jabalíes. Actualmente son otros los problemas que se padecen, el turismo es una importante fuente de ingresos, pero provoca efectos negativos como la acumulación y restos de basuras, contaminación acústica o el riesgo de incendios. Otras amenazas son la extracción de piedras semi preciosas o plantas exóticas, la caza furtiva o el tráfico de vehículos. También la introducción de especies invasoras es un grave problema, aquí como en toda la isla, entre ellas y la más abundante, el retamo espinoso (Ulex europaeus).

 

Hacía bastante frío e incluso lloviznaba, iba pertrechado con todo lo preciso, a veces con la mirada perdida, no tenia ganas ni siquiera de pronunciar una palabra, pero allí estaba. Se diligenciaron los pases de entrada e inmediatamente comenzamos a caminar. La senda estaba perfectamente trazada por lo que era imposible perderse, poco a poco el grupo se iba estirando, en atención a mi situación preferí quedarme solo e ir poco a poco destilándome. Dejó de llover, aunque el cielo permanecía grisáceo y solo al final del camino aparecieron tímidamente unos rayos de sol, la tónica de todo el día fue la misma, la amenaza de una lluvia que no apareció. Lo más usual es la presencia de nubes, que se suele combinar con la presencia de neblina, esta situación limita la cantidad de luz solar disponible para las plantas, lo que ha provocado la aparición de una vegetación bastante específica. Son ambas circunstancias las que fundamentan este singular paisaje en el que nos introducíamos, cubierto por pastizales de montaña y bosque nuboso, con una rica biodiversidad en la que muchas de sus especies son endémicas.

al Salto de agua de Baker en Horton Plains

La vegetación es variada, pastos mezclados con bosques montanos, abundancia de especies endémicas leñosas, más de la mitad se desarrollan en dos áreas bien diferenciadas. Dos tercios son pastizales, la conocida como pantana húmeda o pradera de montaña en cingalés y un tercio de bosque subtropical montano de hoja perenne, entre ambas se han registrado cerca de 750 especies de plantas pertenecientes a unas 20 familias. El bosque de dosel alcanza los 20 metros de altura, contando con especies como la Calophyllum walkeri, que forma comunidades con variedades pertenecientes a las familias de las Myrtaceae y Lauraceae, otras plantas de la región son de la familia de Acanthaceae, perniciosa al obstaculizar el desarrollo de la capa de hierba. Especies de bambú enano como Indocalamus y Ochlandra se encuentran en la capa de maleza y que únicamente lo encontraremos en esta zona de Asia. Arbustos de Rhodomyrtus tormentosa crecen especialmente en el margen del bosque y cerca de las puntas de las montañas. Los pastizales están dominados por la Arundinella villosa y el Chrysopogon zeylanicus. Por último mencionar que existen áreas con gramíneas y pastizales de herbáceas, helechos, algunos arbóreos, líquenes y orquídeas en algunos casos parasitan bellamente en los troncos y ramas de árboles.

siguiendo el río Belihul Oya en Horton Plains

Apenas se perciben pequeñas ondulaciones, nos movemos por cotas ligeramente superiores a los 2.000 metros de altitud, el parque ya queda perfectamente definido en su propio nombre, “las Llanuras de Horton”. El recorrido previsto es circular, 9 kilómetros en los que está previsto una duración de alrededor de 3 horas y a excepción del acceso a las cascadas de Baker o algún que otro corto tramo, la dificultad es baja. En el inicio cruzábamos inmensas y onduladas praderas en las que destacaban por su belleza los rododendros en flor que la salpicaban, nos llamaba la atención el minúsculo bambú enano que convive con la maleza y en la que destacan por su belleza las flores amarillas del espinillo o tojo, planta de origen europeo incluida entre las 100 especies invasoras más dañinas del planeta. Ya hace años que lo encontré invadiendo otro extremo del globo, aquel arbusto tan llamativo de flores amarillas que tanto coloreaba e inundaba las praderas de la isla de Chiloe en la Patagonia y que años atrás confundí con la nuestra mediterránea aulaga (Calicotome spinosa). Pese a mi estado el paseo me estaba resultando precioso, ahora alcanzaba a conocer aquella denominación que había leído en varias ocasiones “el bosque nuboso”.

 

Después de muchos minutos recorriendo estas fantásticas y fantasmagóricas praderas, penetramos en una zona boscosa, cuando el camino descendía fuertemente buscando las orillas del pequeño Belihul Oya, nos aproximábamos a otro de esos lugares ineludibles en esta visita turística, los “Saltos de Baker”, esta denominación quizás es más acertada que aquella otra de cascada, en atención a su tamaño de tan sólo 20 metros. Para acercarnos nos hemos desviado del camino principal, del circuito anular, que recuperamos una vez saciada nuestra curiosidad, a veces más fotográfica que real, en el salto de agua. Y es que son muchas las charcas, lagunas, lagos y cascadas que se pueden ver en la considerada como la cuenca hidrográfica más importante del país. La altitud, niebla y nubes aportan una cantidad considerable de humedad a la tierra. Además, estos depósitos representan sus hábitats más importantes.

acantilado del fin del Mundo en Horton Plains

Retomé la senda principal, que ahora discurre entre zonas boscosas, praderas y que sigue el curso del pequeño Belihul. Aún continuaba sólo, aunque en la distancia siempre reconocía a uno o varios de mis compañeros, así aseguraba no perderme, cuestión bastante difícil de por sí. En una de estas últimas praderas me crucé con un grupo de turistas que hacían el camino en sentido inverso al nuestro, anti horario, su guía local señalaba como Colón el Nuevo Mundo, a dos ciervos sambar en la lejanía, los únicos que vi. Mientras dejaba que el grupo se fuese me senté en unas piedras a descansar y beber, aprovechando la ocasión leí en mi cuaderno (notas extraídas en su mayoría de wikipedia, fantástica enciclopedia libre de la red) sobre la fauna del Parque, entre las que destacar:

 

De sus mamíferos, el más popular, el ciervo sambar de Sri Lanka (Rusa unicolor unicolor), de los que se contabilizan cerca de 2.000 cabezas. El más extraordinario, el primate nocturno endémico, subespecie del Loris tardigradus, uno de los más amenazados del mundo, que se encuentra en sus bosques. Y entre otras especies menos significativas, otros monos y ciervos más comunes, gatos y leopardos, jabalíes, la ardilla gigante o la nutria europea. Las Llanuras están consideradas como un importante área para las aves (IBA important bird area) entre las que encontramos, zancudas y acuáticas, las mayor parte migratorias, gallináceas, rapaces diurnas y nocturnas, pájaros, loros, entre ellas más de 20 especies endémicas. Verdadero paraíso para muchas de las especies de anfibios y reptiles, más de diez especies de ranas y seis de reptiles, también endémicos. Riqueza biológica que contrasta con las especies invasoras y dañinas de peces, carpas y truchas, que convive con el crustáceo endémico o camarón de agua fría, el Caridina singhalensis.

 

Continué vadeando el curso de agua que me acompañaba convertido en riachuelo, cuando el camino volvía a apartarse para acercarse al borde del cañón u hondonada, el afamado mirador del Fin del Mundo, al que llegué a los pocos minutos. Verdaderamente es espectacular, el hecho de poder acercarme al mismo filo y ser golpeado por el viento, activa al máximo mis sensaciones de vértigo, que llegan a ser escalofriantes. Allí estaban las catalanas sentadas en la hierba disfrutando del paisaje, las saludé y después de unos minutos absorto en la hondonada, continué. Al poco rato llegué al otro acantilado más pequeño, que en realidad es la continuación de la ladera empinada anterior, aunque con menor profundidad. Me topé con la pareja de maestros de Huesca, Luis y María Antonia, el resto del camino lo realizaría charlando con Luis.

camino en el bosque dosel de Horton Plains

Quedé gratamente sorprendido por lo apasionadamente que me describía el mundo de las rocas. Me indicaba sobre un corte estratigráfico que nos acompañaba, en uno de los laterales de una pequeña rampa, que las rocas que contemplábamos pertenecen a la era Arcaica y, que se componen principalmente de khondalites, nombre que se da en Asia a la roca granítica de origen metamórfico, que otras eran charnoquitas y gneises graníticos, rocas plutónicas de mineralogía densa y frecuente veteadas por la presión en la orientación de sus componentes. Por último me indicó, que el suelo de color rojo amarillento que pisábamos, pertenece al grupo podsol, nombre que se da a las tierras características de las zonas frías, cuya capa superficial está cubierta con material orgánico descompuesto. Verdaderamente quedé admirado de su pasión por la geología, interés que cultivaba desde hacía ya muchos años, por contra, yo le aportaba mis conocimientos sobre las plantas. Continuamente parábamos a leer párrafos del cuardenillo con las distintas reseñas del país y del Parque, ambos disfrutábamos al reconocer en los pasajes de la lectura la realidad de la naturaleza circundante ávidos de un conocimiento. Entre la charla, la contemplación y análisis del hermoso paisaje, el tiempo se nos pasó volando.

ciervo sambar a la vuelta al Control de acceso de Horton Plains

Cuando de regreso llegamos al Control lucían unos tímidos rayos de sol, ya esperaban los primeros compañeros, pero aún nos dio tiempo a dar un vistazo por el edificio. Su contenido tampoco era mucho más amplio del que extraje de los paneles que he ido fotografiando a lo largo del recorrido, eso sí, aproveché para utilizar sus limpios aseos. Habíamos comenzado la caminata sobre las 6:30 y eran cerca de las diez, unas tres horas y medía, y aunque mi cuerpo no daba para mucho quedé francamente satisfecho, quizás lo que más me gratificó fue conocer a Luis, al que acudiré con más frecuencia, quizás nos unirá el amor obsesivo por la perfección que padecemos los dos, el TOC.

 

Mientras llegaba el resto, en una pequeña cantina tomamos algo, aunque me encontraba un poco mejor solo bebí agua. Cerca del aparcamiento se encontraba un hermoso ejemplar de ciervo sambar, parecía acostumbrado a la presencia humana, seguramente el alimento fácil había provocado un cambio en sus costumbres, incluso le tendí la mano de la que cogió sin pudor la comida que le ofrecía, devoró el plátano y la magdalena de mi picnic. Repasadas las fotos que traigo, diría que se parece muchísimo al ejemplar que sale en la página de wikipedia del Parque, en internet, incluso el lugar.

cercanías de Bandarawela salida de Horton Plains hacia Tissa

Cuando nos reagrupamos, subimos en los mismos vehículos que nos trajeron por la mañana. Se argumentaba y justificaba el haber contratado las furgonetas por la estrecha calzada de la carretera y su sinuoso trazado. Vuelve a ser cuanto menos extraño, lo cierto es que a unos veinte kilómetros, nos esperaba el autobús, cerca de la pequeña población de Bandarawela, en el mismo tipo de carretera, allí realizamos el trasbordo. El resto de la jornada se presumía muy pesada, no es que tuviésemos que hacer muchos kilómetros, es que estas carreteras de montaña son verdaderamente estrechas y con muchísimas curvas, incluso para nuestro propio vehículo. Deseando que se acabase el día lo antes posible, mejoraba lentamente a medida que hacíamos kilómetros. Atrás habíamos dejado la Provincia Central en su extremo Sudeste para entrar en la Provincia de Uva, en la que recorreríamos unos 30 kilómetros en dirección Este hasta llegar a la cota del puerto de montaña, en la pequeñita población de Ella a unos 1.050 metros de altitud. Desde la ventanilla admiraba unos paisajes escarpados, entre cañones. Comenzamos a bajar buscando las costas del Sur de la Isla, camino de Kataragama. Cuando lleguemos visitaremos su complejo religioso y después continuaremos hasta Tissamaharama, también conocida por Tissa, donde haremos noche. Desde Ella a Kataragama 90 kilómetros y hasta Tissa, tan sólo dieciséis más, ya en la Provincia del Sur.

salto de agua de Rawana Ela en la carretera hacia Tissa

Fueron muchas horas de autobús, desde que paramos al borde de la carretera en los campos de hortalizas de las llanuras altas a las once de la mañana. Continuábamos cruzando las muchas plantaciones de té que salpican todo este paisaje ondulado, hasta entrar en el espesor de la jungla tropical que tapizan las laderas montañosas más escarpadas, a medida que descendemos. Realizamos la correspondiente parada para almorzar, en un pequeño hotel al borde de la carretera y en el que tomé únicamente una tortilla francesa y mucha más agua. Vuelta a nuestro vehículo y alguna que otra parada más a duras penas. Una de éstas tuvo como destino la que ellos llaman las cataratas de Rawana o Bambaragama, al borde de la carretera A23 Wellawaya – Ella – Kumbalwela. Coordenadas sobre el puente que salva el curso de agua, 6º50’28.72”N – 81º03’18.07”E, altitud 656 metros. Se tata de un salto de agua de no más de 200 metros en el que había una gran cantidad de gente venidas de todas partes, de paso a Kataragama, se lavaban y bañaban en sus aguas como si fuesen sagradas. Este lugar en medio de la carretera era un verdadero zoco, concurridísimo, muchos vehículos aparcados en los mínimos arcenes compartían suelo con estos tenderetes en los que vuelven a vender de todo. Como era de esperar la parada fue más corta de lo deseado, siempre me llamaban por quedarme el último. Nada más bajar ya quería la guía que subiésemos, y ahora incomprensiblemente qué ya no está Kanilian.

jabalí en el control de acceso al PN de Yala

14 de agosto – día DOCE

 

Ayer por la mañana visitamos el Parque Nacional de las Llanuras de Horton y ya esta misma mañana hemos estado en el interior del PN de Yala, aunque el motivo haya sido la visita del complejo budista de Sithalpauwwa, en tan sólo 24 horas visitamos dos de los parques más importantes de la Isla.

 

Sobre las doce y después de deshacer el mismo camino para regresar al hotel, llegamos. El tiempo era caluroso tal como preveíamos esta mañana, pero disponíamos de algún tiempo para darnos un ligero chapuzón en la piscina y tomar unas cervezas en el porche del restaurante y calmar la sed. Descansamos, nos bañamos y almorzamos, casi sin tregua, a las tres ya estaban allí los jeep de nuevo, buscándonos para casi recorriendo el mismo trayecto acercarnos al Parque Nacional de Yala.

 

Que agradable me resultaba ver de nuevo el estanque y su largo dique lleno de acacias, la hora, a principios de la tarde provocaba que la lámina de agua se viese como un espejo y las garzas se duplicasen en sus reflejos. Otra vez el camino polvoriento, otra vez las paradas para observar lo que nuestro conductor nos señalaba con su brazo erguido y recto. Parecía que volvíamos a Sithulpauwa cuando el conductor giro a la derecha para adentrarse en el Parque, buscaba el Control en el que nos detuvimos un rato, mientras se tramitaban los preceptivos permisos. Según rezaba en un cartel nos encontrábamos en el ”Block no I del Park National Ruhunu”, Parque Nacional desde 1938, justo cuando se aprobaron por el Ministerio de Agricultura las Ordenanzas de Protección de la Flora y Fauna, coordenadas 6º15’42.51N – 81º19’43.07E, altitud 42 metros. Mientras leía el cartel observe a dos enormes jabalíes seguramente se acercaban en busca de comida fácil.

garza real en el PN de Yala, foto Maria Ferrer

La visita resultó bastante interesante, con independencia de los avistamientos de especies, el paisaje es atractivo. Las casi cien mil hectáreas de Yala se sitúan en la región semiárida de clima seco de Sri Lanka y su régimen de lluvias, sobre todo durante el monzón, favorece una importante variedad de hábitats y ecosistemas, tan diversos como el bosque seco o la selva tropical, humedales en el interior y manglares en contacto con la costa, además de extensos pastizales y praderas. Toda esta gran área se subdivide en cinco Bloques homogéneos, más otros seis parques nacionales y tres santuarios de vida silvestre contiguos. Desde el punto de vista geológico, encontramos rocas metamórficas del precámbrico, como en Situlpawwa y, seis tipos de suelo marrón rojizo y un humus orgánico gris como en el resto del recorrido. En su orografía destaca la planicie con ligeras ondulaciones hacia la costa, es la parte más baja de la llanura que conforma la plataforma insular. El agua abunda después del monzón, acumulándose en las muchas lagunas, charcas, piscinas sobre rocas e incluso, esteros marinos, vitales en la estación seca para las aves acuáticas, reptiles y mamíferos. Dentro de la variada flora se catalogan más de 300 especies, entre árboles, arbustos medianos y pequeños, plantas trepadoras, herbáceas, gramíneas, pastos y tapizantes, con o sin flores, más o menos vistosas y de las que apenas distingo, si intuyo los rasgos generales de algunas, como las acacias, ficus, mangles, mirtaceas, melias, magnoliáceas, euforbias, también he leído la existencia de adelfas, plantas medicinales, acantos, y alguna que otras especies endémicas, pero no he tenido la ocasión de verlas o distinguirlas.

pequeño abejaruco verde, con foto Maria Ferrer

Nos moveremos en el Bloque I, en el que encontramos la mayoría de los humedales y manglares, que se combinan con áreas de bosque bajo y seco y, en los que destacan su importante cubierta forestal y bosque bajo o de dosel, refugio de una importante fauna. En los claros que salpican este paisaje reseco aparecen los pastizales, algunos extensivos, importantes para el pastoreo animal. La vegetación en el Bloque II es similar a la del Bloque I, pero escasean lo humedales. Los bloques III, IV y V, son dominados por la selva tropical.

 

Quizás, el mayor inconveniente que nos hemos encontrado, ha sido la gran cantidad de vehículos. A veces, sorpresivamente nos agolpamos para ver a aquellos animales, que lo más probable es que inquietos por nuestra presencia se ocultan antes de que ni siquiera nos percatemos de que huyen. En algunos momentos corrían los indeseables bulos sobre la aparición incierta de un leopardo de Ceilán (Panthera pardus kotiya), dicen que la densidad en este parque es la mayor del mundo, se contabilizan 25 en este Bloque. Después fue un oso negro de Sri Lanka (Melursus ursinus inornatus), lo que ocasionaba un colapso sorprendente de vehículos en las sendas terrizas, turistas de todas las nacionalidades, me parecieron que eran muchos los japoneses, algunos en unos jeep con unos butacones, de esos que se disfrutan en la primera clase de los aviones.

 

Y es que Yala es el parque más visitado del país con casi doscientos mil turistas anuales, lo importa unos ingresos bastante suculentos, los europeos representamos el mayor porcentaje, el 30%. Pero no todos son turistas, hay que añadir los 400.000 peregrinos cingaleses que se acercan a centros budistas tan importantes y milenarios como Situlpawwa o Kirinda. Afluencia que ha traído también consecuencias perjudiciales, como la costumbre de dar comida a los animales salvajes, principalmente a elefantes, algunos hasta aceptan los alimentos de la mano, con el consiguiente riesgo al que se expone todo el que opta por esta insana costumbre, ya que el comportamiento de los animales en libertad es impredecible, además estos paquidermos, si se les anima, terminan acercándose, pudiendo adquirir la perezosa costumbre de buscar el alimento fácil. Y es que se cuenta que en Situlpawwa, existía la antigua práctica religiosa de ofrecer comida a los animales salvajes, en la creencia de que al hacerlo se obtenían méritos. Incluso, se rumorea que se les ofrece carne a los leopardos, con la idea de observarlos más de cerca. Otros de los efectos negativos provocado por la presencia humana son, el furtivismo, la búsqueda de piedras semipreciosas, la eliminación del bosque para la extracción de madera o ampliación de los campos de cultivo y el ganado. En algunos lugares se han construido cercas para evitar que la fauna salvaje se acerque a los cultivos. También podríamos incluirnos, nosotros los turistas entro los peligros, es indudable que distorsionamos la vida salvaje, pero… aquí estamos.

cigüeña de pico abierto en el PN de Yala, foto Maria Ferrer

No obstante vimos muchas aves, algún lagarto, dragón o varano, ciervos, muchos pavos reales, pájaros pequeños y medianos de vistosos colores, algún que otro camaleón. De los grandes mamíferos, bastantes búfalos de agua de agua (Bubalis bubalis arnee) en las riberas de sus humedales, estos que son originarios del país; algún que otro ciervo y un único ejemplar de elefante (Elephas maximus maximus) y eso que en este Bloque, cuentan que según las estaciones, se encuentran manadas que oscilan de 300 a 350 cabezas. También vimos algunos ciervos axis de Sri Lanka, parecido al que llaman en la India chital y una mangosta hindú gris (Herpestes edwardsii), que es como se llaman vulgarmente, aunque me pareció que son de color marrón claro, es una de las especies endémicas que comparte Sri Lanka con la India. Pocos bichos, si tenemos en cuenta que en el Parque residen cerca de 50 especies de mamíferos.

pavo real en el PN de Yala, foto Maria Ferrer

En sus humedales observábamos por primera vez cocodrilos, además de muchas aves, en especial varias familias de garzas, ibis, cigüeñas y otras muchas zancudas que no me atrevería a clasificar, también cormoranes y ánades. Yala es una de las 70 IBA (Áreas Importantes para las Aves) del país, dentro de la clasificación de la organización para la Protección de las Aves Bird Life Internacional. Amén de las que vi en el Parque, se han contabilizado más de 200 especies, seis son endémicas, entre ellas el gallo de la selva (Gallus lafayetii) o la paloma torcaz (Columba torringtoni). Con respecto a las acuáticas, de las 90 censadas la mitad son migratorias, básicamente durante la época de los monzones. Entre las de gran tamaño residen temporalmente varias especies de cigüeñas y garzas, flamencos, ibis o pelícanos. De tamaño mediano, las palmípedas, los cormoranes, calamones o espátulas y pequeñas como las limícolas, los chorlitos, avefrías o fochas entre las más comunes. Entre las más raras que he visto, la cigüeña de cuello negro (Ephippiorhynchus asiaticus) y un tipo caribú de plumaje negro en la espalda y alas y la cabeza sin plumas como un buitre, el Leptoptilos javanicusson. Otras especies de mención son las rapaces y aves de presa, las carroñeras, los pájaros, tucanes y como no olvidar, el pavo real de la India (pavo cristatus) de los que se ven bastantes, en grupos o aislados, ya que se aproximan a los caminos. Como era de esperar se tomaron millones de fotos, las mías a sabiendas de que no serían muy buenas, no fueron muchas.

costa al Índico del PN de Yala, detras Kirinda

De las dos especies cocodrilos con que cuenta el parque, el de las marismas en los humedales y el marino en los manglares, sólo vimos algunos ejemplares del primero en la orillas de las charcas, que esta época ya están secándose, corrían para el agua nada más detectar nuestra presencia. Pero son muchos más los reptiles que habitan en el parque, desde pequeñas serpientes anilladas, a víboras y cobras, lagartos, camaleones y dragones, de estas especies cinco son endémicas. Cinco especies de tortugas marinas en peligro de extinción vienen a desovar en sus costas, entre ellas las tortugas laúd, carey y boba, muchas son maltratadas al caer en las artes pesca, además de ser esquilmados sus huevos al ser desenterrados. Para terminar este recorrido de la fauna, indicar que entre los anfibios hay dieciocho especies de ranas y sapos, dos de ellos endémicos. Que en los humedales y cursos de agua encontramos más de 20 especies de peces, que con los comunes conviven algunas especies exóticas invasoras y otras endémicas y en las costas cangrejos y pequeños mariscos como los camarones. Por último, mencionar dentro de los invertebrados gran cantidad de bellas mariposas.

monumento a las víctimas del tsunami en la costa del Índico

Poco antes de emprender el regreso nos acercamos a la playa. Dimos un paseo por sus arenas blancas, al fondo hacia el Sudeste florece una gran roca, nuestro conductor nos comenta que detrás se encuentran el templo de Kirinda. Es una sensación extraña visitar uno de los lugares que azotó el tsunami en el pasado 2004, en su recuerdo erigieron un monumento con grandes chapas onduladas a modo de olas, cerca de la orilla y debajo de unos árboles. El parque se encontraba en el camino directo de la batida del maremoto del Índico, 90 minutos después de haberse originado lo golpeo con fuerza. No sólo fueron las costas de Indonesia y la India, las únicas que sufrieron sus embates como se piensa, también en el Sur de nuestra Isla murieron más de 60 personas, llegó a arrasar poblaciones costeras enteras. Sin embargo, nos cuentan que los animales lo detectaron a tiempo y huyeron tierra a dentro para protegerse, se salvaron todos. Dicen, que unos biólogos alemanes observaron como los elefantes retrocedían y que el sonido de los pájaros había remitido, intuyeron que algo pasaría e imitando a los animales también lograron salvarse. Aún se ven en el Parque restos de árboles arrancados y depositados en los humedales, testigos mudos de lo ocurrido.

 

Y aquí ponemos punto y final a la visita. Cuando iniciamos la vuelta comenzaba a anochecer, nos encontrábamos tan lejos del control de acceso, que durante un buen rato discurrimos por las sendas a oscuras, la situación era bastante extraña, cuando llegamos nos explicaron que en atención a la fauna estaba prohibido el uso de las luces en los vehículos por la dirección del parque, como por otro lado parecía tan lógico. No tardamos mucho, sobre las ocho estábamos en el hotel.

el calamón y el centro de interpretación del PN de Bundala

15 de agosto – día TRECE

 

El tiempo sigue respetándonos, auque si bien es cierto, el cielo apenas lo vemos y alguna que otra vez caen algunas gotas, pocas, nada parecido a aquella lluvia pertinaz que nos sorprendió el primer día en Negombo. Hoy nos hemos levantado muy temprano, a las 5:45 (seis menos cuarto). Nos acabábamos el picnic que nos habían preparado para el camino en el propio restaurante del hotel con café. Media hora más tarde partíamos con destino al Parque Nacional de Bundala, el último que veremos en el viaje. Aún voy con los pantalones y camisa llenos de polvo y tierra de la visita de ayer, así apuro la muda. Seguimos en los mismos jeep, con los mismos conductores y agrupándonos más o menos del mismo modo. Dejamos el Priyankara recogiendo todos los equipajes, ya que después de la visita el autobús nos llevará a Galle, continuando por la A2 que discurre paralela a la costa Sur de la Isla, la misma carretera que nos aproximará a Bundala. Hoy por fin, he decidido coger el telescopio, quizás me facilite el avistamiento con mayor precisión de la abundante fauna. Apuramos ya los últimos días de nuestro circuito por Sri Lanka.

interior del Parque Nacional de Bundala

A las siete hemos llegado al Centro de Recepción e Interpretación del Parque, coordenadas 6º11’53.07”N – 81º12’40.68E elevación mínima de 5 metros, es un moderno edificio de arquitectura más que aceptable. Mientras Sonia tramita el acceso, damos un paseo. Está construido sobre unos pilotes de hormigón sobre elevado del suelo, asomándose a la gran laguna Embilikala Kalapuwa cuyas orilla seguramente lo inundará en época de monzones, quedará como un palafito, ahora la sequía la ha retirado unos cientos de metros y abajo, a nuestros pies vemos el testigo, limos resecos y cuarteados. Dispone de un buen número de paneles en los que se recogen fotos y textos con las características tanto de su flora como fauna, así como de las especies más significativas y abundantes del parque.

gallo de la selva en el PN de Bundala

Bundala es Parque Nacional desde 1993 y Reserva de la Biosfera reconocida por la UNESCO en 2005. Contiguo con Yala tiene unas 2.000 hectáreas, que se divide en cuatro grandes esteros, más o menos alineados, muy próximos a la costa y de similares superficies, los de Bundala, Embilikala, Malala y Koholankal. En el primero y último, se explotan salinas e incluyen pequeños manglares. Dada la cercanía con Yala parece obvio decir que su geología y topografía son muy similares, predomina la llanura y el clima vuelve a ser seco, con precipitaciones en la época de monzones muy elevadas y un alto porcentaje de humedad debido a la proximidad del Indico, un 80%. Igualmente podemos aportar los mismos datos con respecto a su flora y su fauna, si bien podríamos reseñar algunas singularidades como que, en sus bosques secos abundan los arbustos espinosos y las hierbas. O, la gran importancia del parque como refugio de aves, la mitad de ellas migratorias y en la que destacan las grandes bandadas de flamencos. O, que en los esteros, abunda el alga azul verdosa, el jacinto acuático, los nenúfares, y la enea en arroyos. Y que en éstos y en los manglares crecen plantas halófilas resistentes a la sal, al encontrar un hábitat en óptimas condiciones ambientales. Por último, entre los invertebrados se clasifican un importante número de especies de mariposas, entre ellas la más grande de Sri Lanka, la troides darsius, conocida como alas de pájaro por 17 centímetros de envergadura.

 

Detectamos en su borde más alejado la existencia de un mirador elevado con tres plantas de altura, al que nos acercamos prácticamente todos. Se divisaba en su totalidad la laguna situada a sus pies, reseca, la ausencia de vegetación dibujaba la superficie de su llenado. Saqué el telescopio y observé con bastante nitidez las garzas y cigüeñas extrayendo bichos del fondo fangoso, algo más lejos algunos búfalos y ciervos axis pastando en la ribera. Era aún temprano, sobre las siete comenzamos la ruta. Hoy afortunadamente parece que no hay ningún otro grupo de turistas como ayer, únicamente nuestros jeep, que ya era algo. Antes de partir se sube en cada vehículo un guarda forestal que nos acompañará en todo momento, en el camino intenta indicarnos la existencia de fauna, pero nada extraordinario con respecto de lo ya visto.

 

cocodrilo en la orilla del Embilikala wewa de Bundala

Afortunadamente el día esta nublado y como no amenaza lluvia, pensamos que por lo menos no pasaremos calor. Despunta el alba y comenzamos a rodar, un pequeño trayecto más por una estrecha cinta asfaltada hasta llegar a una puerta de control de acceso, nuestros acompañantes saludan a otros guardas que nos abren una barrera y nos dan paso. Comienzan las sendas terrizas y con ellas las paradas, nuestro conductor mastica sin cesar betel y sisea de vez en cuando al guía, paran y observan en todas direcciones como si hubiesen visto algo. Se repite la misma fauna que en Yala, muchos pavos reales que de vez en cuando, lanzan al aire sus graznidos característicos. Aves, garzas, ibis y cigüeñas entre las zancudas; cormoranes, patos y fochas entre las ánades; cantoras y de colores, alguna que otra rapaz y hasta un par de gallos salvajes, especie endémica emparentada con la de coral tan común, pero en este caso se trata del ave nacional del país, conocido por Junglefowl, “ave de corral de la jungla” (Gallus lafayetii). ¡Y como fue de sorprendente en esta ocasión el gran cocodrilo de las marismas!, en el mismo borde de la gran laguna de Koholankal, tomaba el sol aunque no viésemos sus rayos, la boca abierta permitía que pequeños pajarillos le limpiaran sus fauces, nos regalaba una imagen espectacular para nuestro recuerdo. Por supuesto, también vimos muchos primates, los de siempre, langures janumán (Semnopithecus entellus) y macacos (Macaca sinica), especies comunes en el Subcontinente Indio. Trepados en árboles, comiendo sus frutos u hojas sin dar importancia a nuestra presencia, curiosa estampa la que nuevamente nos ofrecieron tres de estos simios bebiendo agua en una diminuta charca que se consumía bajo los rayos del sol. Muchos búfalos, pastando, echados o simplemente bañándose en sus humedales; volvimos a toparnos con otro par de mangostas. Nada más, ni leopardos, ni osos, y ni siquiera elefantes.

águila brahminy kit o cometa del cielo de Bundala, foto Maria Ferrer

Siempre iba fijando la vista en la profundidad y espesura, a todos lados de la vegetación, ¡mira que si era yo el que avisaba a mis compañeros del avistamiento de un gran mamífero!, pero no ocurrió. Interpretaba lo leído, observaba que la vegetación era baja, tipo sabana, el suelo arenoso y entre las muchas especies de su variada flora, abundaban las acacias y los arbustos de espinos. Durante todo el recorrido me llamó bastante la atención la cantidad de chumberas que había, cuando finalizamos, nuevamente en la playa, me alejé a unos matorrales para miccionar y detecté entre unos arbustos de la planta conocida como “algodón de seda” (Calotropis gigantea), otros de la conocida lantana, cogí una flor y me fui a pedirle a Sonia que le preguntase a nuestro guarda forestal, que si aquella planta era autóctona o invasora.

 

El forestal nos contesto que actualmente existen tres especies, comprobada su inclusión en la Lista de las 100 especies exóticas invasoras más dañinas del Mundo, elaborada por la Comisión de Supervivencia de Especies (CSE) de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN). Un verdadero problema no exclusivo de este parque, sino de todos los del país, aunque sí alarmante en Bundala, ya que se habla de que cubren un 60% de su suelo. Una de éstas es la pequeña planta arbustiva Chromolaena odorata arbusto de la familia del girasol y procedente de Norteamérica, que no deja crecer a las especies autóctonas del estrato inferior y además se reproduce a gran velocidad. La segunda es el cactus Opuntia stricta procedente de Centroamérica y conocido en mi tierra como tunas o chumberas, que se extiende rápidamente en estos arenales. La tercera correspondía a la florecilla que llevaba en mi mano y que identifiqué por ser un arbusto muy utilizado en nuestra jardinería, llamada a veces la bandera de España o lantana, Lantana camara, procedente de Sudamérica y América Central, aunque él no lo sabía. Existe una cuarta especie de la que he obtenido referencias posteriormente y que el guarda no mencionó, un arbusto de Centroamérica conocido como el mezquite (Prosopis juliflora) que crece por encima obstruyendo el paso de la luz solar hacia las plantas en niveles inferiores. No obstante, fue gratificante cuando nos indicó que la administración pública, a través de la dirección del Parque está realizando bastantes esfuerzos para la eliminación y control de problema. De hecho, de regreso observé como un grupo de unas diez mujeres con azadas se afanaban en limpiar una zona de cactus y un enorme tractor con remolque retiraba los residuos. Por último, nos comentó que no era el único que sufre el parque. Hay que añadir las sequías agravadas por las abusivas extracciones de agua en pozos artesianos abiertos en sus proximidades por los agricultores y destinados al riego de cultivos, lo que está provocando el descenso acelerado de lamina húmeda de esteros y albuferas, con la consiguiente perdida de los pequeños crustáceos, alimento básico de las aves. Poco más que contar de esta visita, que por otra parte me pareció la mejor de todas las realizadas en los Parque naturales de Sri Lanka.

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© Víctor Díaz López