JORNADAS CINCO Y SEIS POR EL ERG D'ADMER

Los campos de dunas y la hamada

 

 

 

 

 

Pasado el medio día del jueves 6 de diciembre de 2018, transcurrido media jornada del quinto día.

NOS ADENTRARNOS EN EL ERG D'ADMER, ATRAS SE QUEDA EN TASSILI

Sobre las doce y media llegamos a la carretera general de Djanet, la llanura en la que finaliza el guadi de Essendilene al desembocar en el «Erg d'Admer». Habíamos recorrido unos 15 kilómetros desde el campamento hasta llegar a la carretera. En los últimos cinco se había producido una enorme dilatación del guadi, como podemos comprobar en la vista aérea de «Google Earth», se disuelven en su encuentro con los Erg. Aquí llega a alcanzar hasta los tres y cuatro kilómetros de ancho, podríamos pensar que corresponde claramente a la «Hamada» conocida como «Tananet». Al otro lado de la cinta de asfalto, al mismo ras que la arena, nos esperan dos vehículos, el de apoyo a nuestro grupo y el del jefe de la agencia local Takassit. Ya todos montados en las cajas de los jeeps me esperan y llaman. Seguramente por edad y tamaño me ofrecen el asiento del copiloto del nuestro, acompañando a Tajer, que conduce por los arenales como un verdadero experto, utilizando siempre la tracción a las cuatro ruedas se desliza como una moto de agua. Después de recorrer, pienso que unos cuatro o cinco kilómetros llegamos al Erg del desierto. Abandonamos los guadis y las formaciones rocosas de arenisca para llegar a los arenales y campos de dunas. En una explanada de arenas más compactas, lo que se podría identificar como una nueva hamada, en la que aparecen salteados unos magníficos ejemplares de taraje, montamos nuestro campamento esta vez, a mediodía.

último tramo hasta la carretera

Se prepara la mesa, con los aperitivos previos ponen sobre la mesa unas «cocacolas frías», después de tantos días a té, café y agua, increíble no me apetece nada el obsequio occidental, tal vez, ¡un ribera del Duero!, para no hacerle el feo al anfitrión musulmán, orgulloso con su presente, tome un vaso. Se retira la mesa mientras se prepara el almuerzo. Todos sentados bajo el parasol del enorme taraje repasamos las peripecias transcurridas a lo largo de las jornadas pasadas. Volvemos a reír con el 2x1, unos se apuntan sin dudarlo, otros como Renate aducen que le espera su familia. Incluso nos da tiempo para escoger el lugar de la acampada, a la que acercamos los equipajes. Empezamos a montar la tienda cuando José me dice: esta noche sin doble techo; le argumenté: ¿pero cómo qué sin doble techo?, hoy que seguramente tendremos 0ºC, seguía en sus trece, llevaba ya dos noches no queriendo montarlo y mi tozudez había prevalecido, pero ahora se salía con la suya, antes de acabar lo había doblado y guardado en la bolsa, terminé resignándome y pensé esperemos que no sea verdad lo de cero grados.

encuentro entre el Essendilene y el Erg

Hoy el almuerzo ha diferido del habitual, nos falta la tan sabrosa sopa, a cambio nos ofrecen ensaladas y patatas con huevos fritos, continuamos con las cocacolas, para terminar, una naranja, el delicioso té en tres rondas más unos exquisitos dátiles. Después de recoger, varios buscan y extienden sus colchonetas al sol y echan una siesta. Como de costumbre, anoto breves reseñas en mi moleskine que me ayudaran con toda seguridad a escribir un buen diario del viaje. Tras una hora de descanso, se vocifera, abordamos la subida a las dunas.

Tassili nAjjer desde la acampada

Sobre las cuatro enfilamos la subida a la cresta de las dunas que se encuentran frente a nuestro campamento en el «llano de los tarajes». En un primer amago me retracto y me vuelvo, me parece excesivamente temprano. Ante la insistencia de mis compañeros cambio de opinión, en la indecisión, ellos me han cogido ya unos metros. Voy descalzo, huyendo de que la fina arena se introduzca en las zapatillas, al estar tan seca, los pies se clavan en su interior y resulta muy pesado el ascenso, aunque la pendiente sea suave; y aunque utilizo la senda y pisadas de mis compañeros a modo de escalera, ni así. Poco a poco, tras varias paradas que aprovecho para mirar y contemplar todo lo que me rodea, la altura ganada comienza a favorecer las vistas. Me he quedado por enésima vez sólo, cuando llego a la zona más baja de la cresta, que continúa ascendiendo a la derecha como una crin trenzada, la que han dibujado los pasos de mis predecesores, que la recorren en dirección meridional. La prolongación hacia la izquierda es más suave, en esa dirección veo a lo lejos a Khami con Maite y Kris, que cuando se percatan de mi presencia me hacen gestos ostentosos para que me reúna con ellos. Prefiero esperar en solitario el ocaso del atardecer para, por fin, tener mis tours d’horizon tan deseados del Sahara.

Erg desde la acampada

Al llegar me siento en la arena, estoy dispuesto a disfrutar de la soledad de un espacio tan inconmensurable. Por primera vez, parece que el tiempo no importa, si miro hacia atrás veo la acampada relativamente cercana, no tengo que seguir ni esperar a nadie. La cresta que se prolonga a derecha e izquierda en dirección noroeste sudeste, parece la fila más alta de un graderío, lugar ideal para esperar a que comience el espectáculo. Khami y sus compañeras se han olvidado de mí y del resto ni idea. El globo anaranjado baja muy lentamente, una hora para escudriñar lo que me rodea, el campo de dunas se modifica no por el viento, es la posición del sol el que oscurece y dilata sus sombras. La brisa sube la duna a mis espaldas y una fina niebla de arena cruza la cresta para descender suavemente en la cara opuesta. Me dispongo como en el sueño, a dejarme llevar por lo que quiera mi inconsciencia, la mirada perdida, un sol que calienta agradablemente, unos colores, texturas y sombras, aparecen aquellas pinturas que «Paco Broca» realizó en el desierto de Merzouga en el «erg de Chebbi» en Sahara marroquí. La soledad y el silencio me invitaban a dibujar, saqué cuaderno y lápiz, me costaba fijar la mirada en algún lugar, no importaba, tenía todo el tiempo del mundo, cuando el grupo apareció por lo alto de la cresta a la derecha, callaron para fotografiarme en plena faena, después me llamaron para que subiera. Estaba tan a gusto que aunque hice un amago, decliné, para qué. El rumor de sus charlas era la sintonía del atardecer, retomé los dibujos, las sombras a contraluz de las muchas dunas que vibraban con el viento me atraían.

dibujando desde la cresta, foto Tamayo

Pasando los minutos en un disfrute extasiado, observaba como el sol descendía hasta apoyarse en una cresta lejana, sin descanso comenzaba a hundirse, imaginando que buscaría aquel caldero de oro que por el infinito Océano lo llevará por la mañana al Tassili [Mimnermo de Colofón, Nanno, 2. (Fr. 5 Gentili-Prato)]. No había tiempo que perder, recordaba a Carandell y Pericai [Panorama de Andalucía tomado desde la Sierra de Cabra] en aquella magistral conferencia de López Ontiveros en Sagrilla en aquel lejano 1.997, hasta revoloteaba en mi imaginación cuando descubrí cómo desde la cima desde el Acrocorinto, el geógrafo romano, girando sobre sus pies describía la Hélade [Estrabón. Geografía, libro IX 1, 4]. Momentos inolvidables que me ponían de pie sobre la cresta rizada y sacando la leika de mi bolso, me disponía a recoger cuantos tours d’horizon pudiese de aquellos bellos arenales.

sombras en el campo de dunas

Cumplido el objetivo y después de unos momentos maravillosos, comencé a bajar la duna, fue rápido el descenso. Nada más llegar al campamento y aunque el sol ya viajaba en el caldero, quedaba esa atmósfera de entre luces tan atractiva y realicé dos nuevos tours. No podía pedir más, me calcé las chanclas y con los compañeros tome unas galletas y frutos secos del aperitivo previo a la cena, en este caso, se había cambiado la posición del “comedor” al otro lado del gran taraje. Unos y otros cambiábamos impresiones, ellos, cuyo trayecto por la cresta había sido más prolongado, narraban con entusiasmo sus experiencias. Poco quedaba para completar la jornada, la cena, recuperamos la sopa, no recuerdo el segundo plato, quizás fuese guiso de garbanzos. Para el postre Tamayo partió las dos tabletas de turrón que pronosticaban las Navidades venideras, té y dátiles.

tour d'horizon 01 desde Erg d'Admer

Me metí en el saco temprano, no sin antes disfrutar un buen rato de la oscura noche estrellada, la última visión de la bóveda estrellada, que en este caso caía sobre las dunas y el horizonte lejano del erg, nuevamente vino a mi memoria el grabado que apareció en la publicación L'Atmosphere del astrónomo francés «Camille Flammarion», además de representar el descubrimiento de la astronomía por el hombre, creo que también podría simbolizar con bastante exactitud, estos viajes que realizamos a culturas ajenas a la occidental. Nos atrae lo ajeno, lo lejano, lo disfrutamos y observamos atentamente, pero siempre consideramos la seguridad del regreso a nuestra cultura, a nuestro hogar, a casa. Hacía mucho frío, ciertamente rozaríamos los cero grados y la tienda sin el doble techo, maldito José; desde el saco y por las rejillas veía las estrellas, me puse el gorro y sólo deje los ojos fuera, como en un antifaz. No tuve ningún problema y en nada caí rendido y aunque me despertó mi compañero cuando llegó, continué con el sueño. Serían las tres o cuatro cuando me levante como cada madrugada, pese al frío suelo y los pies descalzos retuve al máximo aquella esplendida imagen del firmamento a sabiendas de que quizás nunca llegue a producirse de nuevo.

7 de diciembre viernes

LA SEXTA Y ÚLTIMA JORNADA

Recogíamos la tienda la tienda cuando le dije a José, se me ha ocurrido que realicemos un sorteo para organizarnos en la ducha esta tarde cuando lleguemos al albergue, ¡qué te parece!, muy buena idea. Después de recoger los bultos y acercarlos con la tienda cerca del vehículo, fuimos a desayunar, una vez repuestas fuerzas propuse la idea, alguno me dijo que no era necesario, pero insistí. Le pedí a Manuel cuatro hojas de su pequeña libreta, las dividí en cuatro trozos escribiendo un número en cada uno, del 1 al 16, los sacudí en el interior de mis manos para que se desordenaran y los metí en una bolsita que había sobre la mesa. «Atención compañeros, sorteo para decidir el orden de la ducha esta tarde en el albergue», todos se acercaron y extrajeron uno de la bolsa, cada uno se alegraba o comentaba simplemente su suerte, a mí me tocó el 12 y a José el 14, cada uno guardó su trozo de papel. En la charla del desayuno Tamayo nos ha informado que de acuerdo con la lectura de su GPS, en la caminata de la mañana por el Essendeline hicimos doce kilómetros, a los que les añado los dos empleados en la subida y bajada de la duna.

la Hamada de Tufreck

Nuevamente nos poníamos en marcha, esta vez y como el trayecto presumiblemente sería más corto, salimos algo más tarde, sobre las nueve. Dejábamos el erg y comenzábamos a transitar por la hamada. Ésta corresponde al desierto abierto en contraposición con el Tassili que es la zona montañosa, podríamos pensar que es la charnela entre ambos. Una de las diferencias reside en la consistencia del suelo, como he mencionado en otras ocasiones el término «erg», de origen árabe significaría campo de dunas, es muy difícil encontrarlas solas, siempre se encuentran en continua modificación y movimiento por los vientos; la «hamada», también conocida como «erg» corresponde a las planicies de suelo pedregoso, una gravilla, muy cómoda de transitar. El trayecto que nos queda hasta el encuentro con la carretera donde nos recogerán los vehículos y finalizará la travesía será una gran hamada, alguna duna hemos tenido que sobrepasar pero pocas y de no mucha altura.

línea de arena en la hamada

Damos los últimos pasos por el desierto, cerramos nuestra última jornada con una caminata por el que dicen es el guadi, para mí, es claramente la «hamada de Tufreck», nada más hay que fijarse en su tremenda anchura y dispersión, transición del Tassili al Erg. La extensión es tan dilatada que únicamente la separación de los elementos del grupo puede dimensionar la llanura, donde diminutivos relieves se ven al fondo. Aunque comienzo a andar y creo que los pasos mitigaran el dolor del pie izquierdo, no es así, continúo a duras penas, a veces fuerzo una y otra foto para justificar la separación con el grupo. Una pequeña planta de un verdor claro y una salud envidiable se encuentra perdida en la inmensidad de la hamada. Ahora las huellas que miro y sigo sin apenas levantar la cabeza son las de mis compañeros. El sol se levanta empequeñeciendo las sombras, ¡qué lejos están! Pero todo llega, cada vez más cerca aquellos relieves que ahora distingo como arena, el viento se ha encargado de barrer la llanura para que haga honor a su nombre y, como un cepillo, amontona la arena en una delgada línea que hay que sobrepasar ¡Con qué claridad asistimos a los deseos de la naturaleza!, El grupo en la cresta me mira como cronometrando la larga distancia, al fin subo el repecho a duras penas.

vegetación en la hamada

Ellos llevan un buen rato descansando, pero me requieren que empiece a andar, se percatan de mi lentitud. En el paisaje se adivina la cercanía del Tassili, a medida que avanzamos aparecen formaciones pedregosas, montículos aislados, de suaves pendientes y espolvoreados de harina. Un buen trecho lo hice sólo, aunque miraba hacia atrás para confirmar la dirección exacta. Los veloces se acercaban y me rebasaban sin compasión, los segundos, las chicas más corteses me saludaban, ¡Víctor, como vas!, bien, continuaba. Sobrepasando la línea arenosa el suelo volvía a ser firme y poco a poco nos acercábamos a la carretera, ¡allí, no la ves! Estaba muy cerca del perfil del Tassile, el fondo de la escena, eso sí, muy al fondo, los coches o vehículos mejor eran pequeños puntos que se deslizaban por la arena. Más cerca divisaba nuestro vehículo al que todos íbamos enfilando. Seguramente sería cuestión de horario, ya que cuando todos nos montamos, nos acercaron al resguardo de unos grandes peñascos donde tenían montado el comedor, alfombras, esterillas, corralillo, mesa y colchonetas.

se divisa a lo lejos la carretera

Aunque habíamos andado bastante —me dirían después que habían sido 14 kilómetros—, cuando vi preparado el recinto del almuerzo me pareció muy temprano, pregunté la hora, eran algo más de las doce y no me apetecía nada, tan sólo probé una naranja mientras los compañeros daban cuenta de un buen aperitivo. Estaba sentado a la sombra de una gran piedra cuando me llamaban.

el ultimo aperitivo del viaje en las arenas del desierto

El todoterreno nos ha acercado al parecer a los más cansados, o quizás a los que más frenamos la marcha del grupo a un punto cercano a la carretera, donde nos espera el microbús de «Takassit Voyages» que nos llevará de regreso a Dnajet. Me acompañan Maite y Renata. Me gusta charlar con la alemana, tiene doble nacionalidad, vive desde hace muchos años en Santander, 32, es la más veterana del grupo, admiro como a sus 69 ha decidido emprender este viaje sola, en primavera proyecta ir con su marido a Japón; —días atrás, el cuarto (seguro que pensó, no puedo más), dijo si podía acompañar al grupo de apoyo bereber, no obstante, su fortaleza ha sido envidiable. El resto de compañeros se ha acercado a este punto de encuentros andando, han caminado para finalizar no más de un kilómetro. Todos juntos, con cara de satisfacción por haber concluido y colmado nuestras expectativas, esta hermosa travesía por el Desierto del Sahara, por el Tassili de n'Ajjer. Finalmente creo que salimos por su borde sudeste, con dirección hacia la carretera «N3». Hemos arribado en un punto donde hay una humilde construcción, a la que Tamayo denomina «venta», ¡como una de las nuestras!, mucha imaginación hay que ponerle, incluso Khami se baja del vehículo y nos informa que no se encuentra abierta, seguramente se barajó la posibilidad de una paradita. En una señal rectangular blanca, escrito en árabe y francés se nos informaba que estábamos en el «oued Ell», precisamente oued es el vocablo francés que castellanizamos como «guadi».

el microbús de Takassit Voyages

De la arena al asfalto, dirección derecha, 70 kilómetros nos separan de Djanet. La cinta negra, con dos únicos carriles parece depositada en la arena, ni arcenes ni cunetas. En nuestra imagen derecha discurre un gaseoducto y cada diez kilómetros unos recintos de control, me imagino de presión y caudal. En el trayecto predominan las grandes rectas de muchos kilómetros, se ve en alguna que otra ocasión torcer la dirección para evitar un montículo o formación rocosa. Tras hora y media, a las 14:00, llegamos al albergue de Takassit, procedimos a la ducha según el orden establecido en el sorteo; como me tocó el doce, aún tendría que esperar un rato, pero era de agradecer escuchar a compañeros halagando la buena idea, ya que al aceptar todos el resultado, la tensión y el estrés por ducharse había desaparecido. El único que no aceptó la situación, pero sin aspavientos fue mi compañero, ya que el agua la calentaba un termo eléctrico, así que cuando me tocó a mí, antes que él, me duche con agua fría; argumentó que esperaría al último lugar, a que hubiese suficiente agua caliente, incluso Tamayo se ducho antes, finalmente no salió.

camino de Djanet por la N3

A las cuatro caminábamos hacia el centro de Djanet; nuestro albergue se encuentra en el barrio de Azzelouaz, en la falda suroeste del monte Timber. La imponente silueta de granito rosa, pelada de vegetación y estrías verticales que dibujan las inclemencias meteorológicas y su lento desmoronamiento, con sus 1.700 metros de altitud, preside este barrio al límite norte de Djanet, a unos dos kilómetros del núcleo principal de la población, la más importante de la provincia de Illizi, al sur de Argelia. Se desarrolla de forma alargada en dirección norte sur siguiendo el curso del «guadi de Edjeríou». Hacia el oeste limita con el enorme palmeral que ocupa el lecho del oued, en toda su longitud y en cuyo interior se desarrolla la agricultura básica de subsistencia de la zona, huertos, frutales, hortalizas naranjas, dátiles, etc. o, rebaños de ovejas y cabras. El caserío queda flanqueado al este por las formaciones montañosas del Tassili, llamativas y espectaculares son algunas de las rocas de granito rosáceo que encontramos por las calles, e incluso en el interior de las construcciones.

palmeral en el guadi de Edjeríou

Iniciamos el acercamiento al pueblo por el acerado de la carretera, entre el caserío y el palmeral, cuando llegamos próximos a la antigua «casba» —para nosotros la alcazaba—, ahora muy deteriorada, nos introducíamos en sus callejuelas, en una de ellas me sucedió un percance muy desagradable que afortunadamente no tuvo consecuencias. En una calle estrecha y terriza, me cruce con unas mujeres con trajes muy coloridos, al hacer una foto, la que iba en último lugar empezó a gritarme con una furia que hasta ahora nunca había visto, cogió una piedra que le llenaba la mano y amenazaba con tirármela gritándome en árabe, quizás todos los improperios que sabía. A partir de ese momento si fotografié a alguna mujer, fue claramente a hurtadillas, ya lo sé para otras ocasiones.

la casba de Azzelouaz

Llegamos al mercado, había de todo, incluso tiendas de suvenir, en una de ellas compre una figura de piedra, un rinoceronte, en otra, de tipo mercadillo, quise adquirir unos vestiditos para Delia y Ellen, pero lo que en principio pareció un precio barato, se convirtió en una clara extorsión, terminé desechando la compra a mi pesar. En el mercado presencie una escena propia del machismo más recalcitrante y repugnante que se puede dar, ya antes me había referido de pasada a este hecho. Kris lucía una camiseta de tirantas que exhibía todo el grafismo de sus tatuajes, unos jóvenes quisieron hacerse una foto con ella, que accedió encantada; Khami que acompañaba a Maite y Cristina, como habitualmente ellas le requerían, se negó airadamente a que se hiciesen las fotos, recriminando airadamente en bereber al que más insistía, incluso tiraba del brazo de Kris que no acertaba a comprender lo que pasaba. Les comenté que ellas habían dado pie al derecho de posesión que sentía nuestro guía árabe, cuya cultura es muy diferente a la nuestra.

el mercado de Djanet

El grupo se partió y al quedarme solo por las tiendas, busqué con quien engancharme; a lo lejos visualice a Tamayo y Dodo, con Carmé, Merce y otras compañeras, apreté el paso hasta enlazar. Continuamos el paseo por el pueblo, subimos por unas calles empinadas hasta llegar a la zona más alta, allí había un resort, al parecer adecuando la residencia de uno de los hombres más importantes de la localidad, no estoy seguro pero creo que podría ser el «Tiniri Hotel». Dodo abrió la puerta y accedimos por un patio, al final había una jaima donde los empleados del local nos invitaban a sentarnos, el bereber insistió en hacerse una foto conmigo y así hicimos. Desde el pretil de aquella terraza teníamos unas vistas del palmeral espléndidas. El polvo depositado por la mucha vegetación del oasis evidenciaba que el periodo de lluvias quedaba ya lejano. Después de un rato descendimos hasta buscar un local donde pudimos tomarnos unos tés, allí nos fuimos reuniendo con el resto del grupo.

en la jaima con Dodo, foto de Ane Orbe

Sobre las seis ya anocheciendo reiniciamos el regreso al albergue, comenzamos todos a caminar en fila, Tamayo paró a un taxi, una furgoneta que él incluso pagó, nos subimos Renata, Carmen y yo, por el camino recogió a otros dos pasajeros. Sobre las ocho ya estábamos todos reunidos para cenar. Esta si era la última cena, juntos con los guías y el personal de Takassit, una buena sopa y un cuscús con pollo muy apetitoso y, de postre los últimos trozos de turrón, dátiles y dulces, nuevamente aparecen las cocacolas, en segunda línea era la última vez también que utilicé el asiento que tanto había llamado la atención de mis compañeros en el Tassili. Había que acostarse para poder dormir lo máximo posible, a la una teníamos que estar en planta. Escasas cuatro horas disponíamos de sueño.

8 de diciembre sábado

EL REGRESO

Un poco antes desperté, me aseé y calcé las zapatillas en la escalera, iban apareciendo el resto, todos en silencio cargábamos nuestros bultos en el minibús y recorríamos de madrugada los 30 kilómetros que nos separaban del aeropuerto. Una hora tardamos en llegar, nos despedimos de nuestros anfitriones, entramos los equipajes y nos preparamos para el embarque, nuestro vuelo con destino a Argel AH6633 con Air Algerie tenía prevista su salida a las 03:15. Serían algo más de las dos cuando esperábamos que Tamayo resolviera la recogida de todos los bultos en grupo. Cuando ya tardaba más de media hora y no ocurría nada, detectábamos claramente que había un problema, «no nos encontrábamos en la lista de embarque» ¡qué horror! A nuestro lado un grupo de jóvenes militares tenían previsto ocupar nuestros asientos. El nerviosismo parecía cundir en algunos que tenían ya la vida organizada al regreso, mientras José y yo nos divertíamos, «eso ha sido BANOA, como nos ha tocado el 2x1, el vuelo será dentro de una semana, nos volvemos ya al albergue para mañana reanudar las caminatas por el Tassili». Las hermanas Idoia y Ane se sentaban en el suelo, —creía al principio que todas las mujeres venían solas, pues mira estas dos vascas de Guernica son hermanas—, cansadas de esperar. El guía y la azafata se metieron en un despacho, a la hora que era, ¡qué jefe de AA iba a estar en planta!, se sucedían las gestiones, llegaba otro empleado del aeropuerto. La media hora se había convertido en más de una hora, los militares nos miraron con mala cara cuando todo se resolvió a nuestro favor.

las 6 jornadas por el Tassili n'Ajjer

Cerca de las cinco de la mañana, con casi dos horas de retraso el Boeing 737 recogía el tren de aterrizaje en la Terminal Nacional del Aeropuerto Houari Boumedienne que realiza los vuelos domésticos, recogimos los equipajes, clareaba cuando nos subíamos en los dos coches del «Hotel Ibis Alger Airport» que nos esperaban en los aparcamientos y que nos acercarían a su establecimiento. Está muy cerca de la terminal, a algo más de tres kilómetros, en un área de crecimiento de la nueva Argel, en continua construcción. La línea aérea, ponía este servicio a nuestra disposición al tener un tiempo de espera de casi 12 horas, en el enlace de los vuelos de Djanet a Barcelona, cuya salida —en teoría— estaba prevista a las cinco menos cuarto.

Idoia y Ane esperando en el aeropuerto de Djanet

Nos repartieron las habitaciones, con José ocupamos la 412, llevamos el equipaje antes de bajar a desayunar. El bufet libre casi lo arrasamos, ni eché de menos no almorzar. Casi la mitad del grupo había decidido ir al centro histórico a ver la casba. Mentalmente no estaba preparado para más. Que hacer de 9 a 3, ducharme, ver o mirar la tele, dormir o por lo menos descansar, de todo tuve tiempo, incluso me acerque a visitar el «Centro Comercial Bab Ezzouard» después de verlo desde la ventana de la habitación, estaba muy cerca, a escasos 400 metros, en la manzana de atrás.

por fin en el aeropuerto de Argel

A la hora prevista nos acercaban de nuevo al aeropuerto, después de embarcar el equipaje y cumplimentar las fichas de salida, tuvimos que esperar una hora más de lo previsto en la salida del vuelo con destino a Barcelona AH2014, a las 05:30, «la puntualidad no es el fuerte de Air Algerie», lo que presagiaba, lo que finalmente ocurrió, la pérdida del vuelo de enlace a Sevilla con la casposa RYANAIR y un sobrecoste adicional de 153,99€ con VUELING —y creo que tuve hasta suerte, me esperaba lo peor— para llegar a San Pablo a las diez, Víctor y Paquita me recogen. Una feliz experiencia y en casa.

Víctor Díaz López

febrero de 2.019

 

 

 

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