II. EL RAJASTAN

AMBER, JAIPUR, BUNDI y KOTA

 

Abril de 2013

el Estado de Rajastán y sus provincias

A veces me reprochan que utilizo demasiado la táctica del corta y pega, personalmente no creo que sea exactamente así, si bien es cierto que la recopilación de mucos datos proceden de la red, no lo niego y gracias doy a ello. La mucha información que consigo amontonar la suelo filtrar por la experiencia del viaje, lo que veo, oigo y percibo por esas tierras. Obviamente, antes de comenzar la narración de esta segunda parte del diario, quizás sea lo más apropiado aportar unas breves notas del Estado en el que ya ayer entramos y por el que nos moveremos estos días, el Rajastán.

 

Aunque es el más grande de la India, la mayor parte de su territorio está desabitado, ocupado por el desierto fronterizo con Pakistán, también linda con los estados de Gujarat, Madhya Pradesh, Uttar Pradesh, Haryana y Punjab y es Jaipur, la ciudad desde donde escribo estas notas, su capital y la más grande de todo el Estado. La población habla principalmente el hindi, aunque utiliza el inglés en la gestión administrativa del Estado, conservando afortunadamente un importante número de las antiguas lenguas tribales, a la que también le añadimos el sindhi pakistaní, herencia del pasado y del país vecino, cuando sus territorios pertenecían a sus antiguos reinos. La religión mayoritaria es la hinduista, seguida de musulmanes, con algunos núcleos de sijs y jainistas.

 

Pero si hay algo marca el paisaje de estos territorios son sin lugar a duda dos grandes accidentes geográficos, la cadena montañosa conocida como la gama de Aravalli que recorre el estado de Suroeste a Noreste, que deja cerca de las tres quintas partes del Rajastán al Noroeste de las montañas, en un área poco poblada y ocupada por el desierto de Thar, donde sus suelos son arenosos y secos al imposibilitar las montañas la llegada de los monzones provenientes del mar de Arabia al Sur, representando un importante ecosistema, verdadero santuario para aves, migratorias y residentes, muchas de ellas rapaces. Las otras dos quintas partes del Estado, las que se sitúan al Este y hacia el Sur, son tierras fértiles y mejor regadas, en ellas predominan los cultivos y los bosques tropicales. Posee una rica y variada flora y fauna; una de las mejores reservas de tigres del país, importante población de antílopes negros, zorros y gatos del desierto o, su abundante y típica avifauna, como la perdiz asiática conocida como ganga o, la avutarda india que representa al Estado.

el Rajastán y sus gentes, el Fuerte Amber

Entre las ciudades que visitaremos se encuentra Jaipur, la capital del Estado, al Oeste en la región de Dhundhar. Después, descendiendo hacia el Suroeste iremos a Bundi y Kota, situadas en una meseta escarpada a orillas del río Chambal por el que navegaremos en busca de los gaviales. Y es que el Rajastán es el cuarto estado más visitado del país, siendo importante tanto el turismo extranjero como el nacional que se ha convertido en una floreciente industria. La fortaleza de Ajmer, los palacios de Jaipur, los lagos de Udaipur, las fortalezas del desierto de Jodhpur, el Fuerte Taragarh en Bundi, Bikaner y Jaisalmer entre otros muchos lugares son destinos incluidos en la infinidad de ofertas turísticas disponibles.

 

Pero conozcamos un poco de su historia, que es densa y muy importante en la configuración de la nación india. Sin lugar a dudas todos parecen coincidir en que el Estado se formó por el conjunto de los antiguos estados principescos de los Rajputs en Rajputana, que dominaban un extenso territorio que alcanzaba al vecino Pakistán y a sus estados limítrofes. Su génesis lo sitúan en la antigua civilización del valle del Indo y aunque tuviese algunos gobernantes destacados en los últimos siglos antes de Cristo, fue la civilización védica de los Matsya y el posterior reino Maurya la que gobernó un estado cuya capital residió en la ciudad de Viratanagar ya mencionada en el Mahabharata y hoy la moderna Bairat, cuyos territorios parecen corresponder a Rajastán y Bharatpur. Lo cierto es que tradicionalmente se asocia a un determinado número de tribus que defendieron como bravos guerreros su territorio y cultura. Y si fueron importantes los Meenas, Ahirs, Jats o Bhils, más lo fueron los Gurjars, que llamaron a sus dominios Gurjaratra; de ellos sobresale el poderoso imperio Gurjar Pratihar que gobernó estos pagos desde los siglos VI a XI, frenando todas las invasiones musulmanas persas que llegaban por el Oeste.

 

Continuando con el grueso hilo de la historia, el moderno Rajastán se forma a partir de los antiguos reinos de Rajput de Marwar, Bikaner, Mewar, Alwar y Dhundhar, más los reinos Jat de Bharatpur y Dholpur y una parte del reino musulmán de Tonk. Sus famosos guerreros ya desde el siglo VI comienzan a repeler las invasiones musulmanas, llegando incluso a derrotar a los mogoles en sus primeras incursiones, hasta que fueron sometidos por Akbar a mediados del siglo dieciséis. No obstante, el emperador admiró tanto el valor de estos guerreros que terminó dejándolos gobernar bajo su dominio. Cuando llegó la decadencia del imperio mogol en el siglo dieciocho el clan Maratha de los Scindia vuelve a independizarse Rajput, hasta la llegada de los ingleses en el diecinueve, quienes aceptan el gobierno de los Scindia pero bajo la soberanía británica. Importante indicar ya que Rajá y Maharajá son nombres en hindi que procedentes del sánscrito que significan “Rey” y “Gran Rey”, de hay que el Rajastán sea conocido como la “Tierra de Reyes”.

 

Producto de su legado histórico es un rico patrimonio arquitectónico, fortalezas, palacios y havelis anteriores al dominio mogol se fusionan los estilos jainistas y musulmán. Especial relevancia tendrán sus frescos, técnica pictórica procedente de los Marwaris, arte mural que destaca en el Palacio de Bundi que veremos. Igualmente importante es su legado cultural, con un marcado estilo propio destaca la danza, como la Ghoomar en Udaipur o la de Kalbeliya en Jaisalmer. La música folclórica de reconocido prestigio internacional gira en torno al desarrollo de la vida cotidiana doméstica, son muchas sus canciones, relacionadas con historias de amor o hechos heroicos e incluso las que acompañan a las fiestas religiosas hinduistas. Dentro de la artesanía destacan las telas pintadas a mano y los bordados con la incrustación de pequeños espejos y el vestido tradicional femenino, en el que predominan los colores vivos, consta de una falda larga que deja el tobillo al aire y una camiseta apretada llamada “ghagra” que permite disfrutar del vientre, el conjunto se remata con un pañuelo generalmente de seda que cubre la cabeza. También son de bastante calidad las alfombras, los muebles de madera y la cerámica, en la que predomina el color azul. Y no olvidemos, las marionetas que utilizan los titiriteros en los teatrillos ambulantes y que como no se pueden ver en el festival del desierto, que se celebra cada año y en el que los camellos son los verdaderos protagonistas.

 

Con respecto a la situación del Rajastán actual, únicamente apuntar que en las últimas décadas el sistema educativo ha experimentado un progreso espectacular, con el aumento de la alfabetización y el crecimiento de su estructura docente, destacan sus universidades de ingeniería y las escuelas politécnicas. La economía es principalmente agrícola (trigo, cebada, caña de azúcar, soja, algodón y tabaco), importante productor de aceite. Igualmente es relevante la actividad del pastoreo y la lana procedente del esquilado de sus ovejas y por ende sus textiles. Entre las industria destacan las de de extracción de piedra, no olvidan que de aquí salieron los mármoles del Taj Mahal. O las compañías químicas y de ingeniería se ubican en Kota. También es el segundo productor de cemento del país y tiene ricos depósitos de sal, cobre y zinc, riquezas que se apoyan su red viaria. Está bien conectada con las principales ciudades del país por la red carreteras interestatales, la red ferroviaria o por vía aérea, con tres importantes aeropuertos, Jaipur, Udaipur y Jodhpur, al que podríamos añadir a menor escala el sistema de transporte de superficie interurbano de ferrocarriles y autobuses.

elefantes dispuestos para el traslado al Fuerte

AMBER

 

Amanece un esplendido día, el cielo limpio presagia ya a tan tempranas horas calor. Desde el Hotel Ramada que queda en el extrarradio de Jaipur a donde llegamos anoche (27º05’52.27”N – 77º39’57.80.43”E, elevación 204mts) comenzamos una ajetreada jornada que nos llevará Amber un pequeño pueblo a las afueras, el verdadero germen de esta ciudad y en el que visitaremos su Fuerte, hemos tenido que cruzar la ciudad, bordeado por el lateral del nuevo Palacio para tomar por Amber Rd en dirección Norte, dejamos de lado el lago del Jal Mahal cuando ya divisábamos el Fuerte en el Cerro de las Águilas. He aprovechado el breve trayecto para ojear algunas notas y de camino contároslo a todos.

 

Son pocas la noticias que documentan su fundación, si que hubo una pequeña pero floreciente población construida por la casta de los Meenas consagrada a “Amba”, la Diosa Madre y conocida como Dhundar que fue conquistada en el siglo XI por el clan Rajputs de Kachwaha. Se sabe que las primeras construcciones del actual Fuerte fueron construidas por el rajá Man Singh I en 1592, quien gobernó desde 1590 a 1614 y que terminó siendo general de confianza de Akbar, de hecho lo incluyó entre los 9 Navaratnas de su corte real. Lo sucedió el rajá Bharmal, quien casó a su hija Jodhaa Bai con el emperador, a la postre sureina preferida y madre de su heredero Salim o Yahangir. Más adelante se realizaron ampliaciones por los siguientes rajás hasta que Jai Singh II, en 1727 trasladará la capital y su palacio a la nueva ciudad proyectada, la moderna Jaipur. Esta fortaleza se encuentra ligada a otra más pequeña en una loma cercana a trescientos metros al Este de este cerro conocido como el de las Águilas de los Aravalli, se trata del Fuerte Jaigarh, se dice que ambos están conectados por un túnel que era utilizado como vía de escape en caso de peligro.

 

El Fuerte es una de esas construcciones que mezcla brillantemente los estilos hindú y rajput, su ubicación coronando una formación rocosa le confiere unas excelentes dotes defensivas. Lo rodea por una infranqueable muralla de piedra interrumpida por la Puerta de acceso en el flanco Este, al final de la cuesta empedrada de acceso. Su silueta se divisa completa desde la carretera Jaipur-Delhi por la que hemos accedido.

detalle de lienzo de muralla orientada al Este

Son muchos los turistas que se acercan a este impresionante monumento, dicen que diariamente lo visitan 5.000 personas, lo que supone más de millón y medio al año. Aún no se bien por que, pero nos paramos al principio del lago Maotha a los pies de la fortaleza, parece que alguien solicitó poder tirar unas fotos a un encantador de serpientes que con su flauta incitaba a elevarse a un par de cobras bastante ajadas, simultáneamente cruzaban por la carretera un elefante y unos carros tirados por camellos. Continuamos la marcha para detenernos al pie del camino empedrado, el único acceso que se sitúa bordeando la muralla oriental, allí un buen número de elefantes nos esperaban para llevarnos al Fuerte, algunos parecen delgados y casi todos tienen en sus frentes esas manchas anaranjadas productos del estrés causado por un trabajo seguro que más que ingrato. ¡Pero! nos subimos por parejas, Marco nos acompañaba a pie cargado de cámaras para hacernos innumerables fotos, a pie también un buen número de vendedores que nos ofrecían artículos típicos de la región, terminé comprándole a uno un par de manteles decorados con vivos colores y figuras de elefantes en cuadrados, me pareció una buena adquisición, quizás abultaban demasiado, circunstancia que aproveche para pasarle uno a Sol que me indicó que no se atrevió a comprarlo.


El fuerte se orienta NO-SE, tiene forma alargada según la cresta del cerro, es de aproximadamente de 350 x 100mts en su parte más amplia, protegido por unos fuertes y anchos muros de piedra revestidos con mortero de cal pintados en color ocre y coronados por rechonchas almenas ovaladas que el paso del tiempo y la falta de conservación le han dado un aspecto más que envidiable. Muchas de sus estructuras, las más antiguas y construidas por los Meenas no se conservan, el Palacio que veremos en su interior se edificó en el siglo dieciséis se encuentra muy bien conservado fue siempre la residencia de los maharajás y sus familiares. Se divide en cuatro grandes patios y plataformas consecutivas que intuyo seguramente tuvieron que ser rellenadas, los muros exteriores que hemos visto desde la carretera son muy altos y desde el interior la altura máxima es sólo de tres plantas. Estás edificaciones están construidas con piedra roja revestida como los muros o con mármol, todos sus paramentos están ricamente decorados con pinturas, generalmente frescos o en la técnica de tracería o en aplacados decorados con piedra dura.

primer patio, Jaleb Chowk, o Patio de Armas

Después de cruzar la puerta de entrada principal del Fuerte Amber, la conocida como Suraj Pol o Puerta del Sol por su orientación al amanecer, nos apeamos de las bestias en el primer patio, al Jaleb Chowk, del persa “lugar donde montan los soldados” y que podríamos considerarlo como “Patio de Armas”, donde seguramente el maharajá pasaba revista a su guardia y las caballerías y elefantes engalanados desfilarían de regreso de innumerables batallas y donde casi seguro también se expondrían los trofeos conseguidos y, donde la realeza engordaría su ego y, las apartadas mujeres en segundo plano sólo podían mirar a través de los numerosos jalis de las plantas altas de Palacio. Las crónicas sitúan su construcción durante el reinado de Sawai Jai Singh, de forma rectangular, sus dimensiones se aproximan a 60 x 30mts, está rodeado en tres de sus lados por las cuadras, las estancias para la guardia se sitúan en las plantas superiores. Sobre el tercer lado aparece el segundo patio, sobre elevado unos seis metros como una terraza antesala del complejo palaciego, parece mirar a la Plaza de Armas, en la que en otros tiempos pulularían multitud de gentes y elefantes, todo un espectáculo.

Ganesh Pol, puerta de acceso principal a Palacio

Este segundo patio abierto en su conexión con el anterior es cuadrado, de unos 50 metros de lado. Se accede por una imponente escalera desde el Chowk Jaleb. A la derecha se encuentra un pequeño templo dedicado a Kali o Sila Devi y que al parecer se atribuye su construcción a Raja Man Singh en el siglo 16, dicen que los rajás realizaban en él ofrendas a la diosa hinduista, su puerta de dos hojas está forrada y chapada con bajorrelieves de plata y, la verdad es que iba tan a mi bola que ni me percaté de él y lamentablemente también se le paso al guía local.

 

Con lo que si disfruté fue admirando la fachada principal del Palacio y con su famosa y renombrada portada de acceso a las dependencias privadas de los maharajás, la Ganesh Pol, en homenaje al dios hijo de Siva Ghanesa, posiblemente el equivalente al San Pancracio en nuestra religión, ambos receptores de una fe ciega en sus dotes benefactoras. Fue mandada a construir por Mirza Raja Jai Singha a principios del siglo dieciocho, al comienzo de su reinado, que duró desde los años 1699 a 1743. Se estructura en tres plantas sobre un basamento de mármol blanco al que se accede por una escalinata central, la puerta principal está en un precioso iwan de dos plantas ricamente decorado con frescos y su media bóveda de tracerías, sobre ésta y en la tercera planta se situaban en el Mandir Suhag las damas de la familia real para que disfrutasen del ajetreo social y de los actos celebrados en el Diwan-i-Am curioseando por los huecos protegidos con delicados jalis. En el remate de la cubierta destacan dos jarokas en los extremos semi octogonales que sobresalen de la fachada rematados por bóvedas sobre un gran alero apoyado en jabalcones.

Hall de la Cena en el lateral del Diwan-i-Am y vistas exteriores

Ocupando el cuadrante más próximo al primer patio se encuentra el Diwan-i-Am en el que se celebraban las audiencias públicas, una sala hipóstila ligeramente elevada de 17 x 30 metros abierta en tres de sus lados, el tercero son las dependencias de los rajás asociadas al propio diwan; sus dos esquinas exteriores están rematadas con dos torres octogonales que miran hacia el paisaje, el exterior de la muralla y el lago y su jardín. Volviendo a la sala, su techo plano se apoya en una doble hilera de 27 columnas rematadas por jabalcones con forma de elefante, sobre ella existe una planta alta en cuyas paredes hay huecos muy tupidos con celosías, la primera sala se encontraba en obras y no pudimos acceder a su interior. A su derecha y cerrando el patio sobre la muralla y a continuación del Diwan se encuentra el Hall de la Cena, otra sala hipóstila más estrecha también abierta y con esplendidas vistas al Maotha, desde arriba parece que un hermoso jardín aterrazado está varado en su orilla como un gran portaviones. Esta sala la forman tres vanos de columnas y arcos poli lobulados propias de la arquitectura mughal, dobles en la fachada hacia el patio y robustas pilastras hacia el exterior, el techo es plano y sobre él hay dos plantas bastante cerradas e inaccesibles, en la sala predominan los tonos blancos amarillentos y hueso.

vista interior de las Sala de Audiencias del Sheesh Mahal

Por su extremo accedimos al edifico de Palacio frontera entre los patios segundo y tercero, por una estrecha escalera llegamos a una sala octogonal en cuyo centro había una gran bañera, desde una celosía se veía el jardín del pequeño lago. Continuamos a través de habitaciones que se encadenaban unas a otras, eran las dependencias reales, al final aparecimos en el siguiente patio, el tercero. En este nuevo espacio abierto dominado por un jardín mughal aparecen dos edificios enfrentados. A la izquierda, hacia el Este, el Sheesh Mahal, el Palacio de los Espejos o Jai Mandir, es la Sala de las Audiencias privadas equivalente al Diwan-i-Khas, su nombre es debido a la decoración realizada con mosaicos cuyas teselas son cristalitos de colores y espejos incrustados en los revocos de cal y combinados con pinturas. Actualmente se encuentra en restauración y está prohibido su paso al interior, custodiado por un vigilante con aspecto militar, sólo pudimos visitar las galerías que lo circundan, en la que destacan igualmente sus paramentos, en los zócalos aparecen bajorrelieves tallados en el mármol con motivos florales y geométricos, en las zonas superiores y bóvedas vuelven a abundar los mosaicos de espejos. La cubierta principal es del tipo bengalí, con tres cúpulas, la central en forma de gajo, flaqueada por dos más pequeñas esféricas en los extremos.

vista del jardín del tercer patio y el Sheesh Mahal al fondo

En el extremo opuesto del patio se sitúa el Sukh Niwas o, Salón de Recreo o también Sukh Mahal, una zenana con las dependencias para las mujeres del rajá. Dicen que eran salas muy frescas por el viento cruzado que se enfriaba al pasar por un canal de agua que discurre por su centro. La visita iba rápida, mucha gente y un monumento tan grande que agobiaba. Antes habíamos dejado atrás el jardín, en el centro de ambas edificaciones, lo bordeamos desde las terrazas de su borde al quedar deprimido con respecto a los salones de los espejos y de recreo. Es de pequeñas dimensiones, 25 x 30 metros, tiene un diseño geométrico con patrón en estrella, muy propio de la arquitectura islámica, alejándose del riguroso mughal del paraíso, el centro lo domina un estanque también con forma de estrella y con una fuente de mármol blanco en su centro a la cual desembocan los dos canales que parten de las cascadas y canales interiores de los dos salones. En el borde de la terraza del Sheesh Mahal aparece una estructura de nichos conocida como “Chini Khana”por la que caía el agua a los canales del jardín.

el cuarto patio y el Pabellón de las Tres Puertas

Pasamos al cuarto y último patio, es distinto a los anteriores, es palpable que nos encontramos ante las edificaciones más antiguas de la fortaleza, fechadas en el reinado del rajá Man Singh I a principios del siglo dieciséis. Destaca su palacio, también el patio me resulta distinto a lo hasta ahora visto, por lo menos ahora aparece extrañamente pavimentado en su totalidad, destacando en su centro un pequeño y elegante pabellón realizado según la tradición mogol recuerda mucho el Iwan-i-Khas del Fuerte de Delhi. Según nos cuenta “Shankar” nuestro guía local en esta ciudad estas construcciones se realizaron siguiendo la tipología de los baradari o “pabellones de las tres puertas”, un lugar fresco en el que se reunían las maharanis o mujeres del rajá, unas cortinas en sus arcadas exteriores aportaban la necesaria intimidad de las damas. El pabellón se sobreeleva sobre una plataforma de la que parten cuatro sendas pavimentadas ligeramente elevadas que se dirigen a cuatro puertas, pero no de las construcciones perimetrales, desembocan en unos patios estrechos entre ésta y un muro que lo separa del principal. En las plantas altas se encuentra la zenana con las habitaciones de las mujeres del sequito, se van sucediendo encadenadas unas a otras volcadas a una galería común, algunas de ellas se asoman al patio interior por exquisitas jarokas de piedra (balcones), ennegrecidos como casi todo el palacio. Unas dependencias aparte conocida como la “zanani deorhi” eran las destinadas a las reinas consortes y madres del rajá.

el Fuerte Jaigarh sobre los Aravalli dominando Amber

Deambulábamos un tanto desperdigados, cuando nos llamo Marco, quería enseñarnos un gran aljibe que se encuentra en el subsuelo del patio, por unos corredores desembocamos en unas empinadas escaleras que custodiaba un vigilante, quizás fuese la presencia de Shankar, pero pudimos pasar, continuamos bajando, por fin llegamos, se palpaba la humedad, es un cubo, calculo de unos 9 metros de lado, vacío, rodeado por una galería y una enorme bóveda, en el fondo agua, inapreciable la capacidad de acumulación y con la incógnita de cómo bombearían el liquido elemento a palacio.

 

Poco a poco fuimos reagrupándonos y buscando la salida, en este caso utilizaríamos la puerta que conecta el Fuerte con el pueblo de Amber, una ciudad histórica con muchos templos, casas palaciegas y las mezquitas. La puerta se encuentra al Oeste, nuestro guía nos dijo que llegó a ser la principal del fuerte, utilizada por el sequito cuando se desplazaba a orar en los templos de la ciudad. Se la conoce como la “Puerta de los Leones”, en honor a las esculturas que la custodiaban y se construyó durante el reinado de Sawai Jai Singh, nieto de Singh I, a finales del siglo diecisiete. Antes de salir cruzamos un ancho corredor flanqueado por las altas paredes del palacio y las murallas al que dan las dependencias de la servidumbre, las cocinas y almacenes de palacio, prueba de ello unas enormes cacerolas que decoran su paso, las dependencias de planta baja ahora la ocupan algunos puestos de información y tiendas de subvenir. La salida se produce en el clásico recodo defensivo musulmán y a través de unos espacios abovedados decorados con abundantes pinturas al fresco.

templo hinduista de Jagat Siromani dedicado a Krishna

El grupo se alineaba detrás de Marco y Shankar, discurríamos por una senda pedregosa llena de hiervas que evidencian un escaso paso de personas, tan sólo nos cruzamos con un par de vecinos que nos miraban y seguro que pensarían “a donde van estos giris”. Extrañamente comenzamos en contra de la bajada para después girar casi 180º y continuar por una suave pendiente en dirección Noroeste. En total no creo que fueran más de 500 metros los que hicimos hasta llegar al templo de Jagat Siromani que ya lo habíamos divisado desde lo alto del Fuerte, desde donde ya destacaba su imponente cúpula piramidal recargada de tallas, en hindi “sikhara”, también las llaman cubiertas colmena e indudablemente me lleva al Sur, a sus mejores templos, los de Hampi y Hospet en la meseta del Deccán o como es el de Sangamesvara dedicado a Siva, en Mahakuta cerca de Badami, aquel bello pueblo de Karnakata (28º39’02.53”N – 77º14’00.43”E, elevación 225mts), construido por los Chalukyas en el siglo siete, aquel templo tenia una cubierta muy similar, ambos son de estilo Nagara, propio del Norte del país. Al que le apetezca visitarlo o por lo menos encontrarlo, se encuentra a 1.225 metros en línea recta y 1.550 por carretera, en las coordenadas 26º59’19.92”N – 75º51’04.34”E, elevación 432mts.

Mandapa Garuda en la entrada del templo de Jagat Siromani

Dicen que Amber tiene bastantes templos, que eran las esposas y mujeres de los rajás las encargadas de su construcción, pero sin duda alguna éste es el mejor de todos y quizás la importancia resida en que su promotora era la maharani de Man Singh I, Shri Kankawatiji, quien lo manda a construir en 1601 en recuerdo de su hijo Jagat Kumar Singhji, muerto dos años antes con tan sólo seis años. La divinidad residente es Krishna a la que profesaban gran devoción el clan de los Kachwaha. Por aquellos años nos encontrábamos en las postrimerías del reinado de Akbar, ¿y por que menciono tal circunstancia?, conociendo como son los musulmanes de radicales, me maravilla la grandeza del Gran Mogol, que deja gobernar en los territorios conquistados a sus antiguos clanes y además les permitía continuar con sus propias religiones.

 

Nos acercamos por la esquina trasera, su apariencia de haber sido retocado en más de 400 años le da un aspecto romántico. Construido en arenisca roja y mármoles blancos y negros, mezcla hábilmente la tradición hindú del arte Nagara con el local de la región de Rajput, destacando las exquisitas tallas realizados por los lugareños. Se eleva sobre una plataforma decorada por bandas con series de bajorrelieves generalmente animales; lo que en el Sur llamaban “jagati” aquí se conoce como “adhistana”. Se estructura en tres cuerpos, el más importante es el santuario o “garbhagriha” donde reside la divinidad o “murty”, correspondiendo al cuerpo más alto rematado por la cúpula piramidal. Un delgado brahmán, el único que tiene acceso a la capilla interior, que lucia unas espesas y cuidadas barbas, nos buscaba con su mirada para ungirnos con el “tilak” o punto naranja en la frente, la bendición a cambio de unas rupias para el mantenimiento del templo. Nosotros nos encontrábamos en la segunda sala, una gran “mandapa” cuadrada en la que los fieles realizan sus ofrendas, fue una tremenda casualidad que saliendo nosotros del templo llegase una alegre comitiva rezando, cantando y danzando, inundándolo todo de colorido y expectación.

Toran, portada de acceso al templo de Jagat Siromani

Pero mi interés era la comparación con el Sur, el tercer cuerpo vuelve a recordarme el viaje, a aquellas mandapas que acogían las espléndidas tallas de “Nandi”el vehículo de Shiva y que se situaban enfrentadas al templo. Aquí se trata de una pequeña mandapa garuda o sala abierta, un pabellón muy elaborado, cuatro complejas columnas de mármol en las esquinas decoradas en toda su superficie con figuras de deidades, entre ellas aparecen unos jabalcones de arenisca roja en forma de serpiente, como aquellos de Fatephur, otros dinteles horizontales y una cubierta plana con grandes aleros, rematado con una cúpula blanca dentada o sikhara, con otras cuatro más pequeñas en sus esquinas. En su interior, en una pequeña hornacina sobre un pedestal rematada por una elaborada sikhara aparece una talla con unos grandes ojos blancos, que deduzco que se trata de Vishnú por su tocado.

 

Es curioso, cuando salía y le daba un último vistazo al templo como se mezclan elementos propios de la arquitectura mogol, como lo jabalcones que he mencionado o como unos chatris que decoran la cubierta de la mandapa de las oraciones, o unos jalis que tamizan unos ventanales, con la barroca arquitectura arquitrábica hinduista. Pero ya nos íbamos, saliendo aún tuvimos unos últimos instantes para contemplar el “toran”, es una portada monumental por el que se realiza el acceso al templo de Jagat Siromani desde el pueblo, subiendo unas escaleras que creo llegan a salvar como mínimo un desnivel de unos 5 metros. Se trata de un pórtico de mármol blanco con dos pilastras muy elaboradas y cuajadas de tallas rematadas por puntas piramidales que sostienen un dintel en cuyo centro aparece un barroco chatri, flanqueado por dos elefantes de mármol blanco, dos pequeñas mandapas abiertas a ambos lados terminan por configurar la portada a la ciudad.

bella estampa paisajista del lago Man y del Jal Mahal

Bajamos las escaleras y nos sumergimos en el viejo caserío de Amber, Shankar nuestro guía local vive a escasos 50 metros del cruce de calles por donde hemos aparecido y nos indica que se sentiría muy orgulloso de que conociéramos su hogar y a su familia. La “Saini’s House” es una estupenda casa de dos plantas de reciente construcción, con una terraza perimetral de ingreso. Para acceder nos invitó a descalzamos, nos presento a sus hijos, dos chavales y una jovencita bastante guapa, nos la mostró en su totalidad, que orgulloso se sentía de compartir con nosotros su palacio, sus hijos, hasta su pequeño templete al que se postra para realizar las oraciones cotidianas, y sus dos perros, encantados de pertenecer a esta familia.

 

Cuando salimos de allí nos dijo que visitaríamos el templo jainista más importante del pueblo, que el encargado de recibir las visitas era su padre, y sin más, para allá nos encaminamos, no estaba muy lejos, a escasos metros se encontraba el Sanwalji Mandir, en el interior de una manzana a la que accedimos cruzando por un porche cubierto hasta un patio en el que nos descalzamos nuevamente. No puedo aportar apenas información de él, quizás que el uso de elementos decorativos procedentes de los mogoles como la bóveda bengalí o las musallas en las paredes obliguen a datar su construcción posterior al siglo XVI. No obstante, posee varias tallas en mármol blanco de sus tirthankara, los profetas seguidores del fundador de la religión el jain Mahavira que son de bella factura, imágenes sedentes, frontales e inexpresivas. Tiene dos salas sucesivas importantes, la primera cubierta con una cúpula decorada con iconografía hinduista presidida por un altar protegido con unos vidrios y cubierto con una bóveda dorada, a ambos lados dejan paso a una segunda sala donde encontramos cuatro tallas de distintos tamaños de los profetas de una exquisita calidad. Sin datos pero con una iconografía digna de apreciar.

 

Salimos callejeando a un lugar acordado por nuestro guías y accesible a nuestro vehículo, cerca de Amber Rd por donde volveríamos a Jaipur. Iba refrescándome con el chorro del AA cuando observo que el coche se detiene, no recordaba que volveríamos a pasar frente al Jal Mahall. Paramos en lo que ellos llaman el Paseo Fluvial, un ancho acerado ocupado por un buen número de vendedores ambulantes que como en tantos sitios anteriores te ofrecen de todo, incluso a lejos diviso varios camellos adornados con telas multicolores dispuestos a dar paseos por la ribera. Una balaustrada de piedra rosa separa el borde del amplio acerado de la lámina de agua que se acerca hasta querernos lamer los pies. En la lejanía se encuentra la bella silueta del Palacio de Jal Mahal, una estampa paisajística de un interés extraordinario, la planta baja intencionadamente semi inundada le confiere un aspecto romántico muy propio del dieciocho. ¿Pero porqué está así? Siempre son constantes las preguntas y es que el conocimiento es la madre del disfrute. Y claro, lo primero es saber algo del lago.

 

El lago Man Sagar (habría que decir el lago Man o sólo Man Sagar, ya que sagar es lago en hindi) con una superficie algo mayor de cien hectáreas tiene su origen en el siglo 16, después de una dura sequía construyen una represa con tierra y cuarcita procedente de las cercanas montañas para embalsar las aguas que bajan torrencialmente de las vertientes de los Aravalli alimentadas por los monzones. Más tarde, en el siglo 17 la convirtieron en una estructura de mampostería de piedra; mejorada recientemente tiene ahora unos 300 metros de longitud y 30 de ancho, disponiendo de tres compuertas para el control del riego de tierras aguas abajo. Desde entonces, el embalse, el lago y el palacio han sido objeto de varias restauraciones abordadas por sus sucesivos gobernantes, será la definitiva la que acomete en el siglo 18 Jai Singh II quien construye el Palacio. La profundidad de la lámina de agua no es muy importante, 4,5 metros en el lugar más profundo y mínimo de 1,5 metros cuando esta lleno, que solo ocurre en el periodo de lluvias, entre julio y septiembre, que se mantiene hasta que comienza a ser utilizada para el riego de las parcelas agrícolas del valle Sur, llegando en ocasiones a encontrarse vacío en espera de un nuevo ciclo hídrico.

vista aérea Jal Mahal (imagen extraída de su web)

El enorme crecimiento de Jaipur en el pasado siglo se ha apoyado en las áreas que rodean al lago, causando un rápido deterioro de sus sistema ecológico y provocando la huida masiva de gran cantidad de aves locales y migratorias ante el aumento del vertido de aguas residuales, lo que causo su intensa hipertrofización, que incluso llega a perjudicar el sistema de acuíferos, comentándose que el olor era nauseabundo. Aunque quizás tarde, en 2001 el Gobierno del Estado, pone en marcha un proyecto para la restauración ecológica del Man Sagar, la restauración del Palacio y en general mejorar el atractivo turístico del entorno. Los primeros resultados son la creación de un circuito perimetral y un paseo fluvial pavimentado a largo de la Amber Rd. En 2004 se cede la explotación turística del lago y el palacio a la compañía “Jal Mahal Resorts Pvt. Ltd.” por 100 años que oferta un proyecto bajo la denominación “Jal Tarang” además, en el contrato de cesión le posibilitan la explotación de 40 hectáreas en los alrededores. Durante los últimos 9 años, se han restaurado el lago y el Palacio, estando prevista la construcción de hoteles y zonas terciarias y comerciales para potenciar el entorno como destino turístico. En fin, lo de siempre, creación de numerosos y míseros puestos de trabajo y el enriquecimiento de unos pocos, eso sí, en el ámbito de la ciudad e incluso la región. Aunque sea contrario a que se privatice el Patrimonio, objetivos se consiguen, estaría bueno. Se han corregido los vertidos de aguas fecales, se ha limpiado el fondo del embalse y mejorado la represa, se han creado cinco islas artificiales para las aves han comenzado a regresar a anidar, se está reforestando la cuenca Norte e incluso se ha dotado de un sistema mecánico para la aireación del agua y mejorar su calidad.

 

También es preciso conocer el Jal Mahal o “Palacio del Agua”, aunque lo veamos sólo en la lejanía. Es ésta una construcción que se sitúa en el centro del lago Man, realizada en los estilos propios del Rajastán, el rajput y el mughal es considerada unánimemente de gran belleza arquitectónica. Pocos datos existen de ella, aunque varios historiadores la fijan hacia 1734 por iniciativa de Sawai Jai Singh II, quien pocos años antes había comenzado la nueva ciudad, Jaipur. Pensó que sería un idóneo lugar de recreo para la realeza, que se desplazaba en barca; la reina y su sequito, esposas, mujeres y niños para disfrutar de jornadas de esparcimiento y, rajás e invitados para el disfrute de la caza del pato. Construido en arenisca roja, es un edificio de dos plantas quizás en la zona menos profunda del lago, pensado para quedar sumergido y acercarse a él en barca. Según el nivel del agua puede encontrarse la planta baja semi inundada (monzones), el edificio se podrá ver completo sobre una lámina de agua o en seco si el embalse ha sido vaciado por el riego en épocas de sequía. En cualquiera de los casos su aspecto es envidiable. Pero poco más se sabe de este palacio sin cámaras, sin estancias, sólo un pabellón con una terraza ajardinada, construida en la tradición de los "Rajasthani. Pienso que sus fachadas se concibieron como una caja para ser rellenada con el material extraido en la limpieza del fondo del lago hasta alcanzar la cota en la que se asienta el jardín, el Chameli Bagh, construido para dominar el valle a los píes de los Aravalli, actualmente rediseñados dentro de la gran operación de revalorización del Palacio, con reminiscencias de los jardines mughal, su nuevo trazado continúa el estilo tradicional charbagh, con sus cuatro cuadrantes de arbustos y flores fragantes. En el centro se ha ejecutado una plataforma octogonal de mármol cuya iluminación permite realizar espectáculos nocturnos de danza y música. En los puntos medios de cada terraza y rematando los cuatro caminos del tradicional charbagh aparecen cuatro pabellones conocidos como “tibari”, rectangulares y abiertos cubiertos con bóvedas del tipo bengalí (medio gajo) sobre dos arcadas de tres vanos cada unas, rematadas por siete yamur dorados como espinas. En las cuatro esquinas aparecen torres octogonales o “burj” rematadas en la cota del jardín por chatris, pienso que serían las garitas en los que se apostarían los miembros de la guardia real que acompañaba al séquito. Actualmente todos estos pabellones han sido redecorados con las técnicas tradicionales del Rajastán como incentivo a la atracción turística. El acceso a la terraza se produce desde dos grandes escaleras imperiales de inspiración occidental que desembarcan en un pequeño porche que se adosa al tibari de la fachada Este, la más cercana a Amber Rd.

 

Abierto al turismo por primera vez después de haber sufrido una radical transformación, seguro que es atractivo cruzar el lago en las típicas barcas hasta llegar al pequeño embarcadero construido en su fachada Oeste y recorrer las galerías y los burjs redecorados hasta alcanzar el flamante Bagh Chameli y desde sus hermosos tibaris contemplar las colinas Aravalli salpicadas con las fortalezas del antiguo Amber o el trepidante Jaipur. La recuperación del lago con la eliminación de su contaminación, la renovación de sus aguas, el dragado de su fondo o la creación de cinco islas para la anidación de aves migratorias han favorecido el renacer de sus castigados ecosistemas. Poco más que hacer algunas fotos, del paisaje o nosotros con él. Y aunque volvimos rápidamente al autobús para adentrarnos en Jaipur, aún hoy recuerdo las imágenes del Palacio y su tenue reflejo en una lámina que vibra ligeramente por el viento de un día nuevamente caluroso de octubre, por cierto hoy es 7 y domingo. Un Palacio color siena con filetes blancos, con sus torres-burj y sus pabellones bengalíes que se entremezclan con grandes acacias babol que aparecen extrañamente en la cubierta.

el ajetreado centro de la ciudad de Jaipur

JAIPUR

 

Conocida como “la ciudad rosa” es la capital del estado supera los tres millones de habitantes a los que habrá que sumar otros tantos que tiene su área metropolitana, una de las más ajetreadas del Rajastán. Avanzada y moderna es considerada una de las mejores y más grandes del país. La mayoría de su población es hindú, seguida de lejos por los musulmanes y en menor número por jainistas, cristianos y sijs. Es una urbe relativamente nueva, fue planificada en el año 1727 del siglo dieciocho, por Maharaja Sawai Jai Singh II del clan Rajputs de Kachwaha (gobernó desde 1699 hasta 1744), quien traslada la capital de su reino hasta entonces en Amber, a tan sólo 11km al Sur, probablemente debido al aumento de la población y la escasez de agua. Su trazado se realiza en base a los principios de la arquitectura clásica hindú, siendo el resultado una de los trazados urbanos más modernos de la India. Una de sus peculiaridades es su color rosa, color en el que Ram Singh mandó pintar la ciudad para recibir en 1876 al Príncipe de Gales y que aún hoy día perdura siendo uno de sus signos de distinción. La ciudad ha estado siempre ligada a los Kachwaha, siendo el último maharajá Bhawani Singh que murió en abril de 2011.

 

La cuidad fue trazada a la limón por Singh II y su asesor el erudito bengalí Vidyadhar de acuerdo con los principios de la teoría hindú de la arquitectura. El lugar escogido fue la llanura existente al Sur, en la falda de los Aravalli y dominada por los fuertes Amber y Jaigarh que hasta entonces habían sido sus residencias. En tan sólo cuatro años se construyeron sus principales avenidas y ocho grandes manzanas conocidas como Mandala o “Pithapada”. En las dos más cercanas al Fuerte se ubicó el complejo de Palacio, incluyendo la zenana del Hawa Mahal, el observatorio o Jantar Mantar, los jardines, un pequeño lago y los edificios gubernamentales. El conjunto se planifica dentro de unos muros en los que sus habitantes desarrollan la vida cotidiana, cerrado con grandes puertas que se abrían al amanecer y cerraban al anochecer. Obviamente, la ciudad ha crecido extraordinariamente hoy día fuera de sus originales límites, saltando principalmente hacia el Este; no obstante, aún destacan potentemente las amplias avenidas y las manzanas ordenadas en retículas o cuadras, como en barrios. La avenida principal se orienta Este-Oeste en torno a ella se organiza el famoso mercado conocido como Seredeori, en sus extremos se sitúan las dos puertas principales, al Este encontramos la conocida como Suraj Pol (del Sol) y en el extremo opuesto, hacia occidente la Chand Pol (Puerta de la Luna), encontramos una tercera al Norte del Palacio, la Zorawar Singh Pol camino del Fuerte, estratégicamente y como complemento se situaban otras menores para favorecer el tránsito de personas y mercancías.

 

Llevábamos más de tres kilómetros desde que dejamos el lago, cruzando la ciudad de Norte a Sur por Amber Rd, carretera que penetra como una daga en el corazón de la ciudad para convertirse en avenida; torcimos a la derecha por Motikatla St y a la izquierda para continuar por Johari Bazar Rd que nos dejo en el cruce con Tripolia Bazar, muy cerca del observatorio astronómico, otro de esos puntos turísticos de los que dicen estás obligado a visitar si vienes a Jaipur. El Jantar Mantar o los “Instrumentos de Cálculo” traducción literal del hindi, fue construido entre 1728 y 1730 por el maharajá Jai Singh II, amante de la astronomía, matemáticas y astrofísica y que pasa por ser el más grande de los cinco existentes en todo el país. Cuenta con 15 instrumentos que son como mis propias esculturas, objetos delicados en los que la piedra en superficies cóncavas o convexas, los muretes estucados o las piezas metálicas tallan figuras geométricas difíciles de imaginar y más cuando escuchamos con la pasión que Shankar desgrana la exactitud y precisión exquisita de los datos obtenidos con simples proyecciones de sombras o alineamientos de marcas con determinados astros, datos relativos a la medida del tiempo, posiciones relativas del sistema solar y constelaciones, de estos cacharros, de los que seis son de uso diurno y once nocturnos. Cabe señalar que siempre han sido muy apreciados por los jaipurís, lo que redunda en su conservación, bastante buena. La última realizada con cierta importancia ya queda muy lejos, fue en 1901 e impulsada por Sharma Guleril, quien también fue el responsable del cambio de las originales unidades de medida indias, ghatikas (60 ghatikas = 24h), palas y vipalas por las occidentales, horas, minutos y segundos.

haciendo la colada en plena calle

Mientras esperábamos fumábamos un tanto apartados, son esos momentos en los que puedes posar la vista en objetos que se mueven sin intentar buscar nada, quizás cruzar alguna mirada con alguien que ya te observaba. Miraba a un hombre que en la acera y en cuclillas restregaba con agua en un cubo y un jabón que hacia mucha espuma unas prendas, pensaba que difícil posición, al girarme un joven me mira mientras se hurga la nariz, no busca nada, le sonrío y parece darse cuenta que es a él y me responde con ese balanceo suave y dulce de la cabeza, no tengo más que hacer que juntar mis dos palmas de las manos y agachar la cabeza en agradecimiento, cuando oigo Víctor, Víctor que te quedas atrás, ya habían adquirido las entradas y juntos pasamos a esta especie de museo al aire libre, por cierto bastante concurrido, y no es la primera vez que en el día de hoy nos cruzamos con un grupo numeroso de escolares acompañados de sus profesores.

 

Nos agrupamos todos en torno al Jai Prakash Yantra, dos esferas armilares cóncavas de 5,50mts de diámetro que representan los hemisferios celestes invertidos sobre una plataforma, la superficie esférica no es completa, es un objeto que con independencia de la posible utilidad astrológica o astronómica, que me da igual, espacialmente es a la vez muy sencillo, complejo y atractivo, destacan las sombras y los tonos blancos con los rojos, así mismo miles de trazados, lineales y marcas. Shankar disfruta contándonos las maravillas de su pueblo. Nos indico que este instrumento fue inventado por el propio rajá Jai Singh II, quien lo bautizo como “La Luz de Jai”, su objetivo era comprobar la corrección en las lecturas de otros instrumentos. Estas cavidades están divididas en seis piezas o tiras curvadas de mármol que se reparten mediante inscripciones en minutos y segundos por una parte y en los distintos signos zodiacales por otra. Sobre el centro de cada esfera cuelga un anillo sostenido de un alambre tensado que representa al sol. La sombra proyectada de la anilla permite conocer además de la hora, el acimut, la altitud, el tiempo del paso por el meridiano, cenit, longitud y declinación. Y la leche, también puede utilizarse de noche.

esfera armilar del Jai Prakash Yantra

Desde allí mismo nos dio unas pincelas básicas de los instrumentos más importantes, del Samrat Yantra que es un gran reloj de sol, conocido como el instrumento supremo, con sus 27 metros de altura dicen que es el más grande del mundo y su precisión, de dos segundos. Su cara tiene un ángulo de 27 grados, la latitud de Jaipur. El Chhatri Hindú es una pequeña cúpula, cuya cara superior se utiliza como plataforma para anunciar los eclipses y llegada de los monzones; construido con piedra local y mármol. Cada instrumento lleva una escala astronómica, por lo general marcada en el interior de revestimiento de mármol, tabletas de bronce extraordinariamente precisas. La mayoría son enormes estructuras y están construidos a gran escala para potenciar la exactitud. Es una lástima que un fallo en las cimentaciones hayan producido ciertos desalineamientos, pero es tanta la fiabilidad que los astrónomos locales todavía lo utilizan para predecir el tiempo a los agricultores. Y aunque existen publicaciones al respecto que detallan todos y cada uno de los instrumentos, trasladare algunas de las notas que apunte brevemente de lo que nos trasmitía nuestro guía, según nos comento, de niño le encantaba venir a jugar por entre estos objetos que le resultaban extraños y a la vez divertidos.


Aquel es el Laghu Samrat Yantra, un pequeño reloj de sol de arenisca roja y mármol blanco que consta de un triángulo cuya base reposa en el plano del meridiano local y dispone de dos cuadrantes uno a cada lado inclinado 27º en el plano del ecuador celeste. La hipotenusa forma un ángulo de 27º equivalente a la latitud local y está graduada en la escala de tangentes para medir la declinación de los cuerpos celestes. Más allá el Dhruva-Darshak Yantra, otro objeto de piedra roja, inclinado como casi todos la latitud de Jaipur, posiciona la Estrella Polar y la Osa Mayor. El Narivalaya Yantra es un reloj de sol ecuatorial de doble uso, en invierno cuando el sol está en el hemisferio Sur y en verano cuando está en el hemisferio Norte, consiste en un gnomón en forma de varilla fina fijado perpendicularmente a un plano de ladrillo paralelo al plano ecuatorial, la hora solar local se calcula observando la posición de la sombra de la varilla sobre el plano; este instrumento también es útil para hallar las posiciones del sol.

 

A partir de aquí y por momentos nos acelerábamos, pensábamos lo que nos quedaba de día y lo que ya habíamos dejado atrás y, que ya era la hora del almuerzo, ¿dónde lo haríamos? Nos acercamos al Kranti Vritta Yantra, este es un instrumento eclíptico no muy grande, uno de los pocos metálicos del observatorio, dos aros de bronce sobre un cilindro de fábrica, su cometido es medir la latitud y longitud celestes. Cerca de él está el astrolabio Raj Karika Yantra, una de las piezas de más valor del museo y de las mayores del mundo, son como dos grandes medallones de dos metros de diámetro y unos 400 kilos de peso que puede calcular la posición de varias constelaciones a diferentes intervalos o, la velocidad de traslación de un planeta concreto, eclipses lunares y solares, salidas y puestas del sol y la luna, etc. Continuamos paseando en dirección Norte, nos topamos con el Unnatansha Yantra otro gran aro metálico de unos cinco metros, colgado de un dintel sobre dos robustas pilastras circulares, con él se calcula la altitud de los cuerpos celestes en cualquier momento del día o de la noche al rotar sobre su eje. No muy lejos y bordeando la plataforma del reloj ecuatorial, aparece un muro semicircular apoyado en dos escaleras a cada lado, es el Dakshinodak Bhitti Yantra, representa el plano del meridiano local y sirve para calcular las altitudes de cuerpos celestes y la declinación del sol.

el gran reloj de sol Samrat Yantra

Llevábamos un rato que cada uno iba a su propio ritmo, aunque poco a poco me quedaba atrás como casi siempre. Decidimos acercarnos a un grupo de doce pequeños relojes ecuatoriales que representa cada uno un signo del Zodiaco, se encuentran cerca del perímetro Sur del recinto y se les conoce como los Rashi Yantra o Rashivalaya. Lo que diferencia a cada uno de ellos es la posición del gnomón de acuerdo con la línea eclíptica de cada constelación zodiacal. Por último, y ya sólo, me acerque a darle un vistazo rápido al Brihat Samrat Yantra el gran reloj de sol, de funcionamiento idéntico a los anteriores pero muy apreciado, ya que su enorme tamaño multiplica la precisión, aún hoy día lo utilizan para el calculo de la hora local y durante los días de luna llena en verano un grupo de astrólogos estudia el viento con el objeto de predecir las lluvias o las buenas cosechas. Cuando salí el grupo estaba alrededor de una mujer que vendía en una canasta papadum, crujientes y deliciosas tortitas de harina de lentejas, se compraron unas cuantas que nos repartimos como si partiéramos obleas.

 

Muy cerca se encuentra el conocido como Palacio de la Ciudad, obviamente su construcción comenzó en 1729 cuando Sawai Jai Singh II inició la nueva ciudad de Jaipur. Se acabo en un tiempo record, tan sólo en tres años, aunque cuentan que parece estar siempre en obras, ya que los sucesivos rajás kachwaha que siempre lo han utilizado como residencia habitual hasta ahora, han gustado de hacer pequeñas reformas para adaptarlo a sus gustos personales. Como ya comente antes ocupa una gran manzana al Noroeste del centro de la nueva ciudad, cerca del mercado y del observatorio astronómico, es amplio y opulento, consta de varias edificaciones, patios y jardines que se ordenaron de según los trazados del propio Singh II y de dos arquitectos, el rajput Vidyadar Bhattacharya y el británico sir Samuel Swinton Jacob. Después de Jaisingh residirá el maharajá Ram Singh, quien destacará por alinearse con los ingleses en el Motín de los Cipayos de 1857 en el comienzo del dominio británico de la India, motivo por el cual el Príncipe de Gales les hace una visita en señal de agradecimiento y hospitalidad el rajá ordena que todas las paredes del Palacio y sus edificios más importantes se pinten de color rosa, color que se extiende por toda la ciudad y que hoy día perdura y es un signo que identifica mundialmente a Jaipur. Le seguiría “el gordo Madho Singh I” que en lo único que destacó, amén de su volumen, fue por la buena vida que se pegó. Después Madho Singh II, este pasará por llevar a Inglaterra dos grandes vasijas de plata con agua del Ganges cuando acude a la entronización del rey Eduardo VII en 1901, manda huevos como diaria por aquí uno. El último que gobernó como tal, hasta la independencia del país en 1947 fue Man Singh II hijo adoptivo del anterior. Y aunque a partir de entonces hubiese un gobierno democrático en el Estado de Rajastán los herederos han seguido manteniendo privilegios y siendo tolerados por sus conciudadanos, la verdad es que no lo entiendo, vamos, que alucino en rosa.

 

Llegamos dando un agradable paseo desde el Parque Astrológico, calles bastante concurridas y gente que como nosotros se dirigían al Palacio, accedimos por Virendra Pol, puerta de entrada al complejo y control de visitantes. Cuando los guías adquirieron los correspondientes tiques pasamos a un patio en cuyo centro se encuentra el Mubarak Mahal o “Palacio Auspicioso” un guardia vestido de época que luciendo en su rostro un gran bigote y espesas patillas muy del gusto rajastaní nos miraba sonriendo invitándonos a posar con él y ganarse unas rupias. Es un pequeño edificio de planta cuadrada, de unos 20 metros de lado sobre una terraza protegida con una balaustrada de piedra, tiene tan solo dos plantas, en la alta destaca un balcón corrido que bordea todo el edificio y que en los centros de sus cuatro fachadas avanza hasta convertirse en una amplia terraza. La mezcla de estilos y el refinamiento en su composición, con arcos poli lobulados sobre finas columnas de piedra, celosías, jabalcones y balaustradas le dan un aspecto rococó. Shankar apostilló que lo mando a construir Madho Singh II como centro de recepción de invitados a principios del diecinueve. De su interior únicamente visitamos el museo en el que se exponían en vitrinas las vestimentas de gala de los rajás, aquí es donde se comprueba la opulencia de estas gentes en permanente contraste con la mayoría de su pueblo. Como curiosidad las prendas que usaba rajá gordo, dicen que a pesar de sus 250 kilos tuvo más de cien mujeres, y es que lo que no da el dinero no lo da nada.

Puerta de acceso al patio del Diwan-i-Khas

A la salida nos dirigimos en dirección Norte a una puerta en la que destacan dos figuras de elefantes de mármol que la flanquean a ambos lados y por la que se cruza a otro patio, un poco menor que el anterior y cuyas paredes son bastante ciegas, pintadas en un rosa oscuro, casi rojo y decoradas con musallas en blanco. En su centro se encuentra el Diwan-i-Khas, la más que conocida sala de las audiencias privadas. También se eleva sobre una plataforma marcada en sus esquinas con cuatro faroles rojos de piedra, es algo mayor que el edificio anterior, de unos 25 metros de lado. Es de una sola planta que se compone según una retícula de 5 vanos de arcos poli lobulados sobre gruesas columnas de mármol, a diferencias de los vistos en las capitales mogolas, las esquinas están ocupadas por dependencias, por lo que el recorrido interior se realiza en cruz. No es tan espectacular como lo visto antes y quizás las curiosidades sean, las lámparas de araña tan del gusto de los maharajás, como la colección de armas que se exponen en sus paredes y como no, las dos famosas vasijas de plata que llevo a Londres Madho Singh II con agua del Ganges, según sus creencias la única que podía beber (160cms de altura, 340 kilos de plata y capacidad de 40 hectolitros).

 

De aquí y siguiéndonos unos a otros nos dirigimos hacia la derecha, hacia El Diwan-i-Am también llamado “Niwas Sabha”, es una gran sala presidida por los retratos de la realeza y un mobiliario recargado, su centro alfombrado se hallaba protegido por una cadena sobre postes y un vigilante nos indicaba que no podíamos hacer fotos, no lo entiendo, pero…, la decoración entera es recargada y opulenta, colores fuertes y trazados con líneas doradas.

Patio del Diwan-i-Khas, a la izquierda portada de acceso al patio de las Ridhi Sidhi Pol

Volvimos a cruzar el segundo patio para acercarnos a ver la zona donde realmente aún viven los descendientes de los rajás. Presidiendo el edificio se encuentra otro pequeño patio al Noroeste que se significa por sus cuatro puertas, las Ridhi Sidhi Pol, decoradas cada una con pinturas distintas, muy coloristas y con temas alusivos a las cuatro estaciones y dioses hindúes. La más llamativa en la cara Norte es la que corresponde al otoño, decorada con tres figuras de pavos reales azules y en la que aparece una figura de Vishnú. Al Sur se encuentra la puerta de los lotos que homenajea al verano y a Siva. La del Este, dedicada a la primavera y Ghanesa está decorada con unos intensos dibujos ondulados de color verde. Al Oeste se sitúa la puerta rosa en honor de Devi y al invierno.

Puertas del Verano y Otoño del Ridhi Sidhi, fotos de Toño Gómez

Por la de los pavos accedimos a la planta baja del Chandra Mahal, el edificio más importante ya que aún se dedica al uso por el que fue concebido, residencia. De sus siete plantas únicamente se puede visitar la baja un nuevo museo en el que se exponen fundamentalmente pinturas de la época, también alfombras y manuscritos, en las restantes viven los descendientes de los Madho Singh. Coronando la terraza del edificio, en la última planta, sobre la cubierta de un pabellón bengalí aparece ondeando la bandera que me parece corresponde al Estado.

el Chandra Mahal visto desde el patio del Diwan-i-Khas

Todo el conjunto me parecía de una opulencia repugnante, tanta riqueza y pobreza enfrentadas, a veces me cuesta trabajo entender a este pueblo. Tanto derroche superfluo y tanta vanidad. Me producía un desinterés impresionante, máxime cuando esta arquitectura en su mayoría ejecutada en los siglos diecinueve y veinte no aporta nada, por mucho que digan que si es una fusión entre los estilos del Rajastán y el mogol, al que también ahora unimos el europeo de influencia británica. Lo cierto es que fueron visitas las que no hice o pase por alto, las del Palacio Maharani original residencia de las mujeres del maharajá, ahora museo de armas, pistolas, espadas, dagas y otros cachivaches mortíferos; tampoco me interesó otro museo dedicado a los carruajes, palanquines y rathas para deidades hinduistas, el Bhaggi Khana. O el templo Govind Dev Ji, en honor a dios Krishna, como no podía ser de otra forma y que se encuentra en los jardines de palacio, hacia el Norte.

 

Ya tenia ganas de acabar cuando nos agrupamos, parecía que la visita se había acabado, algunos necesitábamos hacer pis urgentemente, cerca de la salida, en un patio alargado había un pequeño restaurante, decidimos que era buen sitio para comer, además parecía que a alguno le apetecía una hamburguesa de las que ofrecían en la carta -como se echa de menos nuestros sabores-,no muy lejos un pequeño cartel anunciaba unos aseos, muy limpios e ideales para refrescarnos la cara, eran cerca de las dos y apretaba el calor y desde temprano no habíamos parado. Amenizando el almuerzo un joven rajastaní vestido con sus mejores galas nos regalaba unas dulces melodías con un extraño violín. Saciado el apetito, y después de saborear un helado de postre reemprendimos la marcha, nos acercaríamos a ver el tan afamado Hawa Mahal, quizás la imagen por excelencia de Jaipur.

calle de comercial de acceso al Hawa Mahal

Nuestra próxima visita no quedaba muy lejos, desde que llegamos a media mañana nos movíamos en la misma manzana, cogimos por Tulsi Murg hasta girar por una paralela interior a Johari bazar Rd, una concurrida calle en la que todo el espacio quedaba ocupado por la gente que discurre en todas las direcciones, además vehículos y tenderetes, la mayoría de venta de frutas, y es que hoy es domingo siete de octubre, respuesta que nos dio, nuevamente orgulloso nuestro guía ante la pregunta ¿porqué hay tanta gente aquí? Y es que como es obvio, hoy es día de fiesta y a nosotros también nos gusta salir a pasear, ir a ciudades cercanas y ver nuestros monumentos. En estos viajes siempre sucede, más temprano que tarde se pierde la noción del día, de la semana y no digamos del mes, sensación que se recuperará con la morriña de los últimos días.

 

Así que en pocos minutos accedíamos por la entrada principal al Hawa Mahal o “Palacio de los Vientos” a un primer patio rodeado de unas edificaciones que parecen auxiliares, de aquí a otro subiendo por unas escaleras, había mucha gente, una joven pareja de novios había escogido aquel bello lugar para inmortalizar su enlace, también muchos chavales muchos chavales coqueteando con sus móviles y compañeras de grupo. Desde este segundo patio vimos lo que fotográficamente supone la espalda de la fachada principal. Para visitar las dependencias de esa zona había que subir por una estrecha escalera que se encuentra en una torre situada en una de sus esquinas, había tal cola de gente apiñada en la puerta que deseche esa opción, así que con unos cuantos que decidieron lo mismo nos sentamos a la sombra a esperar que Ander, Gema y creo que también Fina y Pepi nos contaran a la bajada su experiencia. Entre tanto intentaba buscar datos en la guía y realizar el ejercicio de identificar lo que veía con lo que leía.

patio de acceso al Palacio de los Vientos o Hawa Mahall

Al parecer fue mandado a construir en 1799 por el rajá Sawai Pratap Singh, hijo de Madho Singh I como zenana real, volvia a confiar para su diseño en el arquitecto de la corte. Lamentaba perderme la fachada del cuerpo principal la que da a la gran avenida, tan retratada y publicada en tantos sitios, en postales, carteles o folletos de agencias, tan elegante, de arenisca pintada de rosa y diseñada como tupidas rejillas, me imagino como si fuesen burkas. Se cuenta que su objetivo era que las mujeres de la corte que observaban los preceptos del Corán pudiesen disfrutar del bullicio, del mercado y de la agitada vida que se desarrollaba en la avenida principal, sin ser vistas, con suficiente intimidad. Nos encontrábamos en la parte más sosa del edificio, la más próxima a Palacio, por donde fácil y rápidamente se acercarían las damas de la corte. Es la puerta imperial al que vuelcan en los tres lados que se cierran con el Hawa Mahal las distintas dependencias auxiliares a las cámaras de la zenana. Iba de vuelta al autobús un tanto cabizbajo, escuchando como los que habían optado por subir contaban que las vistas panorámicas desde las dependencias más altas es envidiable, además del ajetreo de la calle, patios y mercado abajo o del cercano Jantar Mantar y el Palacio, habían podido observar en la lejanía el bello paisaje del Rajastán, los Aravalli, los fértiles valles a sus píes o el Fuerte Amber al Noroeste y aún más el infinito desierto de Thar al Sureste. Ya dentro de nuestro vehículo y cuando más absorto me encontraba, queriendo olvidarme del asunto y refrescándome con el aire de las toberas abiertas sobre mi cabeza, veo que el coche para en la cercana glorieta de “Badi Choupad” y parte del grupo comienza a desfilar, se bajan para dar una vuelta y realizar compras, cuando de pronto veo que en la dirección a la que se dirigen se encuentra la tan manida “peineta”. Me acerco a nuestros guías y le pido bajar para hacer unas fotos, de hecho me uní al grupo de las compras.

la peineta de Krishna de la fachada trasera del Hawa Mahall

Sólo fueron unos pocos minutos, los suficientes para que desde la avenida admirase e inmortalizase la tan famosa fachada del Hawa Mahal, era un placer después de todo fotografiar esas cinco ordenadas plantas, donde las dos últimas decrecen en sus extremos para dar la apariencia del “mukuta” o corona de Krishna, efecto buscado por el maharajá Pratap en su profunda devoción al dios hindú. Las muchísimas dependencias o celdas que dicen cerca de mil, un poco exagerado si me parece, están construidas sobre pilastras y corredores con un mínimo de ornamentación, hasta llegar a la planta superior, en la decoración interior destacan el uso de mármoles de colores con incrustaciones en sus revestimientos. Hacia la fachada las dependencias se marcan por sus cierres abalconados octogonales, como los típicos jarokas mogoles, los arcos de sus huecos quedan cerrados con tupidas celosías en las que aparecen unas pequeñas ventanas acristaladas, los salientes se rematan con pequeñas cupulillas bengalíes que le confieren al conjunto, además de una excelente composición una vibración muy especial. El diseño de esta pieza edilicia resultó tan afortunado que aporto un beneficio añadido, la protección del calor del verano debido a la buena disposición frente a los vientos cruzados a través de sus fachadas de avispero, el frescor además se reforzaba con la construcción de pequeñas fuentes en las habitaciones que enfriaban aún más el ambiente. Tal fue el acierto que fue adoptado por la familia real como estancias preferidas para el verano.

 

Volví lo más deprisa que pude a la glorieta y no encontré mi autobús, cuando ellos me vieron me pitaron para que subiese, por lo visto un guardia de tráfico los habían conminado a que se moviesen y estaban dando vueltas, me recriminaron suavemente mi actitud. Nos dirigíamos al hotel cuando detectamos que Marco y Shankar hablan de parar en una tienda de telas, la verdad es que estábamos tan cansados que no queríamos parar ya, lo necesitábamos y así lo expusimos. Al parecer el guía local ya tenia la cita concertada, además estaba disgustado por haber perdido el posible negocio de los compañeros que se bajaron por su cuenta en Hawa Mahal. Entre su disgusto y el nuestro obviamente nada podía salir bien, no tardaríamos más de cinco minutos en cruzar el circuito establecido en las dos plantas de aquel gigantesco local donde aparte de la pequeña zona de unos telares donde se explicaba el proceso de confección, la mayoría del espacio se dedica a la venta, muchas dependientas cerca de la mercancía expuesta, telas, por cierto de muy buena calidad, aunque caras; a la salida todo eran malas caras, resoplidos y demanda de vuelta inmediata al hotel. Una pena, nuestro guía local era un hombre entregado, amable y no hace mucho nos había enseñado su hogar con todo el respeto del mundo, y todo para terminar así, el castigo del grupo me resultó hasta cruel, no se le dio propina.

 

Eran cerca de las cinco de la tarde cuando llegamos al Sarovar Pórtico y nuestro querido guía aún nos tenía reservada dos actividades más, ir al cine y cena en grupo. Francisca muy cansada opto por descansar para la nueva jornada de mañana, así que quede con Marco para irnos juntos al cine y a la salida en grupo a la cena. Aún tendría tiempo para ducharme, asearme y mirar y escribir algún correo. Quedamos en el hall del hotel con el tiempo justo para coger en las inmediaciones un auto rickshaw y llegar al Raj Mandir Cinema donde nos esperaba impaciente el resto de compañeros, después me enteré que con nosotros viajaban las entradas. No sabia si estábamos o no apurados de tiempo, lo cierto es que a lo lejos que ya de por si quedaba el hotel, no menos de siete u ocho kilómetros, tendríamos que añadir el denso tráfico de la tarde de domingo, pero tuvimos suerte, el alocado conductor de nuestro rickshaw se las pelaba, atendió a la perfección a Marco cuando le indicó que fuera más deprisa dejándonos con tiempo de sobra en la carretera de Bhagwan Das, cerca de MI Road.

portada del Raj Mandir Cinema, foto de Toño Gómez

Habíamos quedado en el que quizás sea uno de los cines más famosos de la India, y que sin duda representa un punto de encuentro para la juventud de la ciudad, pese a que nuestro guía nos vendió la ocasión como algo exclusivo, por allí había bastante turista, pero nada que recriminar valió absolutamente la pena y si vienes por aquí no dejes de acudir a una de sus sesiones. Estaba ya atardeciendo cuando llegamos a este local que correspondería a cualquiera de nuestras magnificas salas ya desaparecidas a favor de los centros comerciales y multicines. Éste si que es un “cine” con mayúsculas, por supuesto y como no podía ser de otra forma, su gran fachada rosa se compone como de tres olas iluminadas por sus bordes, en la del centro el cartel de la película y en su punto más alto y en el centro, RAJ MANDIR en letras iluminadas que se recortan en el gris celeste del cielo al atardecer; a la derecha y en neón curvado una curiosa frase que en inglés apostilla, “la experiencia de la excelencia” y con menor protagonismo otro en el que reza “el lugar de los espectáculos de la nación”, casi na. Aunque Marco me comento que era “art decco” y no creí oportuno corregirle, cuando la sala se estreno en 1976, hacía ya casi cuarenta años que el estilo imperante era el moderno, herencia del racionalismo y más propio de lugares como Las Vegas en USA que nuestra vieja Europa.

 

La gente se agolpaba en las puertas deseosas de entrar, un generoso y espacioso vestíbulo en tonos pasteles y decoración pop, conchas, lámparas, lucecitas, sillones tapizados en vivos colores y estas gentes de piel morena, tan guapas y jóvenes. Al fondo aparece una terraza que se asoma al vestíbulo y a la que se llega por una rampa, desde allí se accede a las localidades más altas y traseras de la platea, por cierto donde se encontraban nuestras localidades, allí nos agrupamos y le entregamos todas nuestras cámaras a Marco para inmortalizar tal momento. Accedimos a la sala, la sesión comenzaba a las 18:30, aún faltaba, pero todo el mundo entraba, no querrían perderse ni los tráilers. Todos nos acomodamos en una misma fila, uno al lado del otro, los asientos estrechos y un poco incómodos. La gente parecía ansiosa de que comenzara el espectáculo, dicen que llegan a bailar y corear las canciones levantados de las butacas, pero eso será con las películas de bolibud y no era el caso. Mientras esperaba que se apagaran las luces aproveché para escudriñarlo todo. La sala era muy coqueta, sus paredes y techos se decoraban con unas hojas rizadas en cuyos bordes volvía a esconderse la iluminación, que variaba de un color a otro, parecía como estar dentro de una gran tarta de merengue. De pronto las luces se apagan gradualmente y la gente comienza a gritar, llegan los trailers, parecen que todos conocen a los populares artistas y vociferan sus nombres, curiosamente durante la película, aunque también expresaban su júbilo o enfado ni mucho menos fue como al comienzo.

una abarrotada sala de proyecciones en el Raj Mandir, foto de Toño Gómez

Silencio, son las seis y media y comienza “English Vinglish”, comedia dramática de la factoría del cine “telegu”, el que se hace en Madhya Pradesh, algo más serio que el de “bolibud”. Creditos: dirigida por Gauri Shinde y estrenada en hindi y tamil el 5 de octubre de 2012 viernes, oh asistimos al domingo de estreno; protagonista, la actriz Sridevi que regresa al cine después de años de inactividad, también cuenta con el actor Adil Hussain, el padre de Piscine Monitor en “la vida de Pi”. Curiosidades: antes de su lanzamiento mundial se presentó en el Festival de Toronto donde la película y Sridevi recibieron una gran ovación; también se proyectó previamente a la prensa crítica india; la película fue un gran éxito tanto en la India como en el extranjero, uno de los grandes estrenos del año. Sinopsis: Shashi Godbole (Sridevi), ama de casa a la que le encanta cocinar laddoos y que ella considera como una pequeña empresa, es ridiculizada por su familia por pobre Inglés. Ocurre que su hermana mayor vive en Nueva York e invita a la familia a la boda de su sobrina y le pide que se vaya antes para ayudarla con los preparativos de la boda. Shashi se apunta a una pequeña academia con la promesa de aprender inglés en cuatro semanas. Sus compañeros son una mexicana, un paquistaní, un chino, un africano y Laurent un atractivo francés. Como es lógico ocurren cosas en la academia, pero no os voy a destripar la película. El resultado ya lo podéis imaginar, aprende ingles y deslumbra a su familia con un conmovedor discurso en inglés en el idioma de Shakespeare, ensalza a su familia y todos felices comen perdices.

 

Teníamos previsto salirnos en el descanso, circunstancia extraña para nosotros, pero que agradecimos, pudimos estirar las piernas y fumar un pitillo. No obstante, cuando llegó el intermedio, estábamos tan enganchados a la película que no quisimos perdernos su desenlace, gracias la proximidad con Gema y su dominio del inglés pude comprender algo más de la peli. El hecho imprevisto de ver la sesión completa provocó que Marco nos apremiara, el restaurante que había concertado para cenar se encontraba en otro extremo de la ciudad. Negoció con unos auto rickshaws el trasporte compartido hasta acercarnos a los jardines del Diggi Palace, un antiguo haveli que se encuentra unido al hotel Rambagh y a los que se accede desde la calle Tonk Rd.

grupo rajastaní de danza y teatrillo de marionetas, foto de Toño Gómez

Nos tenían preparada una mesa alargada para el grupo en uno de esas praderas de césped tan del gusto angloindio frente al restaurante del Rambagh, creo que ellos eran los encargados de servirnos la cena, frente a la mesa un grupo de jóvenes titiriteros rajputs con sus danzas, música y teatrillo nos amenizarían la espera salpicada de crujientes papadum y como no, frías kingfisher, incluso algún compañero les compro alguna de esas deliciosas marionetas con cabeza manos y zapatillas de madera y trajes típicos de vivos colores. La mayoría de compañeros pidieron “tandori”, este es un plato típico y muy antiguo de pollo cocinado al horno aderezado con el combinado de especias masala y yogour. También se pidieron otras comidas, por supuesto todas indias, dosas, samosas, lentejas, queso con espinacas, y las deliciosas tortas de naan y chapatis, la cena estuvo bastante bien, quizás un poco lenta, eso sí, no tanto como en la vecina Lanka. El gran temor eran los mosquitos, por mucho relec y mosiguard con el que casi todos íbamos provistos algún que otro picotazo me lleve de vuelta. Me senté en una esquina cerca de Toño y Lidia, por ahora con los que más congenio, aunque echaba de menos a Francisca y estaba tan cansado que ya deseaba que se acabara tan ajetreado día, y eso que la velada estaba resultando muy agradable.

 

Habíamos terminado el helado del postre y cuando daba un paseo por la fantástica arboleda iluminada tan sólo por la luna fumando un cigarro en compañía de Toño, cuando escucho a Marco llamándonos, después de pagar, a escote por supuesto, había quedado con el encargado del restaurante, nos iban a enseñar el antiguo haveli. Literalmente cerca de la media noche consultada la hora, cuando los camareros recogían y estaban deseosos de marcharse, nos abrían el famoso y elegante haveli de la familia Diggi. Bueno nos es que viésemos mucho pero tuvimos la suerte de que nos contase algo de su historia. El viejo indio de nombre de origen punjabí “Ranjeet” y que hace las veces de anfitrión vestía el uniforme del hotel inspirado en la más pura tradición rajastaní, de piel oscura lucia un esplendido bigote que se deslizaba por la comisura de los labios para unirse a unas pobladas patillas comenzó su relato acerca de los Diggi. Con voz seria indica que se trata de una familia con mucho abolengo, apostilla que sus antepasados se remontan a la época de Agbar y que un siglo más tarde cuando Jai Singhji II funda la nueva Jaipur e incita a sus nobles a que le sigan y estén próximos a la corte, no lo dudan, fue entonces cuando construyeron el haveli y sus magníficos jardines, en los que habéis tenido la suerte de cenar. Aún no nos había abierto un gran portón de madera, cuando se giró para con sus manos señalarnos los viejos árboles ennegrecidos por la noche continuando su exposición. Marco y Gema nos traducían a los menos duchos en el idioma de Shakespeare, tres hectáreas exquisitamente cuidadas por la familia Diggi, con su arboleda, sus emparrados, sus arbustos y parterres florales que atraen a los pájaros, protegidos de las calles circundantes por espesos muros y setos y como no sus exquisitas praderas heredadas del pasado colonial.

encargado del restaurante Rambagh, foto de Toño Gómez

Por fin abrió el viejo y gran candado que bloquea el cerrojo de las dos grandes puertas de madera que dan paso a la gran sala, que ellos dedican a las fastuosas celebraciones. Paredes y techos se encuentran decorados con pinturas, unas lámparas de araña descuelgan elegantemente de su techo. No accedimos a ninguna otra dependencia, era tarde y queríamos irnos, pero fue suficiente escuchar, aunque sea con subtítulos, a aquel hombre, que aunque fuese tarde disfrutaba contándonos la historia de aquella mansión en la que probablemente llevaba toda su vida. Volvía a ponerse serió, incluso perdiendo la mirada que quizás se volcaría en sus recuerdos. La historia del negocio comenzó cuando un inglés amigo de los Thakurs de Diggi, en uno de sus viajes a las colonias, se le ocurre traerse de las Islas un globo aerostático con la idea de pasear a los turistas por el desierto. Pensó en el jardín como excelente pista para los vuelos, además podría usar unas dependencias cercanas para los aparejos e incluso para acomodar al piloto. A esta iniciativa se le añade pronto la posibilidad de alojar a otros británicos, es un lugar cómodo y tranquilo, que mejor comienzo para una instalación hotelera que arranca con tan sólo dos modestas habitaciones. Sigue siendo un negocio familiar que con el tiempo se ha convertido en toda una referencia para Jaipur y que es elogiado en las guías turísticas más importantes del mundo. El haveli actual construido en 1860 y actual hotel Diggi Palace se ve ampliado con el Rambagh, y lo que fueron unas cuantas habitaciones son hoy más de 60 a las que se le han incorporado los modernos servicios que demandan este tipo de instalaciones.

 

La cena y visita suponían un buen colofón, pero ya queríamos volver, desde el restaurante nos gestionaron que a tales horas nos esperasen unos rickshaws a la salida. Era tarde cuando llegamos después de cruzar la ciudad de Este a Oeste, cerca de siete u ocho kilómetros en la que los hábiles conductores prácticamente volaban, la ciudad parecía dormir y tan sólo algunos viandantes cruzaban las vacías calles sin saber muy bien a donde dirigirse.

Sala principal del haveli de la familia Diggi, foto de Toño Gómez

Esta mañana ha habido un poco de vidilla y hemos salido a las nueve y media, tendremos toda la mañana de carretera. Después de un buen descanso y un abundante desayuno estamos todos listos para reiniciar la marcha.

 

Ya es 8 de octubre, increíble pero llevamos 5 días en la India y no hemos parado, pero parece que hoy por fin nos ha llegado ese momento. Para comenzar no hemos tenido el madrugón acostumbrado, nos han llamado a las ocho para partir a las nueve, un respiro que se agradece, aunque amanece a las seis y si se ha dormido bien no hace falta ni que nos avisen. Después de un buen y copioso desayuno en el que pese a que haya la opción de disfrutar de los ricos y picantes manjares del país, aprovecho y todo lo que como es continental, café zumo, tostadas con mantequilla y tortilla francesa, queso, pastas, bollería y dulces y, preparados para lo que venga. Cargamos nuestros bártulos en el autobús y aún nos resta algo de tiempo para apurar un cigarrillo. El día se presenta claro, el cielo limpio y solo faltan las chicharras para anunciarnos el mucho calor que pasaremos. En total de Jaipur a Bundi hay algo más de 200 kilómetros, siempre en dirección Sur, hemos tardado en hacerlos cuatro horas, más otra que empleamos en dos paradas en puntos indeterminados. Salimos por la carretera de Tonk hasta esa misma ciudad a unos cien kilómetros de la ciudad rosa, la bordeamos para tomar la autopista estatal ST34 que nos llevaría a la pequeña población de Nagar desde donde nos desviamos por la MDR52 (major district road / la carretera principal del distrito) hasta nuestro destino del día, Bundi.

los borlones colgados en los retrovisores los llaman PUNDE

Marco, aprovechando que nadie reclama parar, no lo provoca, siempre espera que alguien le solicite como menos hacer pis, y no se por que causa casi siempre me toca a mi. Hace ya minutos que dejamos atrás Tonk y nuestro guía me comenta que cuando veamos una “dabha” atractiva pararemos. Estas singulares áreas de servicio que se encuentran en terreno de nadie suelen estar muy concurridas. Generalmente hacemos lo mismo, unos toman té, otros dosas o samosas, nosotros curioseamos, fumamos y hacemos fotos, siempre hay alguna imagen que captar. Me llama tremendamente la atención la particular decoración que utilizan los camioneros, observo que colocan unas especies de guirnaldas o borlones negros colgando de los retrovisores de las puertas de sus vehículos, me he fijado en ellos desde que llegué. Charlando con Marco acerca de esta peculiaridad, me comenta que no tiene ni idea, pero que le preguntará a nuestro conductor, sorprendentemente tampoco éste tiene ni idea, pero como obviamente domina el hindi, se ha acercado a uno de los conductores y duda resuelta. Se llama “punde” y es una referencia u homenaje al coletero de sus propias mujeres, apostilla que es una característica propia del Rajastán aunque yo los llevo viendo desde Delhi. Otra de las curiosidades que he descubierto en esta nueva parada y que sin duda se repetirá, han sido los camastros que aparecen en un adosado al chiringuito de venta de te y comidas; es una sala abierta y ventilada en la que aparecen una serie de sumieres (en este caso catorce) de tiras de loneta de plástico trenzado a los bordes de un marco de madera sobre cuatro patas también de madera, cuando llegamos no había nadie echado pero calculo que será para el descanso de los camioneros, nunca mejor dicho esto es un área de servicio.

sala de descanso, camastros listos para la siesta

Volvemos a la carretera, aún quedan otras dos horas, a medida que comienza el traqueteo por la comarcal observo como mis compañeros van cayendo uno a uno en manos de Morfeo. No es que yo no quiera, pero he de seguir observando el paisaje, mi obsesión particular. En el paso por los pequeños núcleos agrícolas o las muchas dabhas, se deja notar la presencia intuida del desierto del Thar en la multitud de camellos, bueno realmente son dromedarios, tienen una única joroba, con su paso lento y parsimonioso rumian constantemente mientras tiran de carros de grandes ruedas con radios de madera y llantas metálicas cargados de multitud de tipos de genero, desde agrícola, hasta enseres e incluso e visto alguno con pasajeros, tierras rojas campos en barbecho, sequedad que traen los vientos calientes del desierto, campos secos, pequeñas colinas en la cercanía e imagino que las montañas que diviso al fondo serán los Aravalli, algunos humedales entre ellos el río Banas, en hindi “selva” y afluente del Chambal, seguro que es muy caudaloso, como atestigua el ancho surco casi seco por el que hemos pasado antes de cruzar Tonk.

 

Hacia poco que habíamos pasado por una mediana población que creo recordar se llamaba Deoli, cuando note como una compañera se acercaba a marco y charlaba con él, le solicitaba parar. A veces resulta la necesidad de hacer pis el único argumento, para asegurarnos la parada. La verdad es que estos últimos tramos de carretera parecían bastante despoblados. Así que lo primero que encontramos fue una especie de casa de campo en la que el dueño servia escasas bebidas de su propia nevera, fuera de la casa disponía de unas pequeñas y rudimentarias letrinas, donde me imaginaba como estas viajeras cosmopolitas podrían usar una vetusta placa turca. En la delantera de la casa y sobre una bonita pradera de césped había unas vaquillas a las que nos acercamos para acariciarlas, no fue posible, huyeron ariscas. Fundamentalmente se hizo pis, estiramos las piernas y los fumadores disfrutamos de un pitillo, se acercaba la hora del almuerzo y estamos deseando llegar a Bundi, Marco nos dijo que en unos treinta kilómetros, vamos una hora.

el lago Nawal, el Palacio de Bundi y el Fuerte Taragarh sobre los Aravalli

BUNDI

 

La carretera se dirige en dirección Este, hacia los Aravalli que los cruzara por una vado, como entre dos jorobas, en el que se asienta Bundi, que aparece sorpresivamente tiñéndolo todo de añil, que bonito es su paisaje urbano. La ciudad ocupa una planicie rodeada por tres de sus lados por las montañas que se alargan en dirección Este-Oeste, el caserío se derrama hacia el Sur en su extensión más moderna. A la entrada nos paramos, en un rellano al borde de la carretera que se empina suavemente, a nuestra derecha queda un montículo rocoso detrás del cual se esconde la calzada en una curva, al otro lado un muro y una suave caída, alguna casas y el pequeño estanque de “Nawal” nuestro querido guía nos ha regalado una vista inesperada, casi bucólica de esta ciudad, una bella estampa que queda enmarcada por la silueta alargada de los Aravalli, sobre él y recontándose en el cielo, una suave línea amurallada, la del Fuerte Taragarh, las casas teñidas de azul y en primer término el la verdosa lámina de agua del estanque rectangular en el que quisiese verse reflejado la gran mole amarilla del Palacio de Bundi.

Bundi, exteriores de la ciudad

Por fin llegamos al hotel, el “Hadoty Palace” es un pequeño y agradable establecimiento que no llega a las treinta habitaciones y al parecer nosotros somos los únicos huéspedes. Se trata de un antiguo haveli que intuyo por su arquitectura neoclásica del finales del siglo 19 reconvertido a este tipo de negocios turísticos. Se accede por un cuidado jardín a un porche o frontón neoclásico de grandes columnas dóricas, todo blanco, sobre él aparece una cúpula que salvando las obvias distancias, recuerda a San Pablo en Londres. El recibidor es una gran sala bajo la cúpula en la que destaca su escaso mobiliario, unos sofás, la recepción y dos antiguas motos “Norton” de 1939 y 42 expuestas como objetos de decoración, en las paredes unas pinturas indias, siguiendo como no el estilo de Bundi. Una vez acomodados nos apresuramos para comer, ya eran cerca de las tres y no son horas para estos servicios, pero amablemente hicieron una excepción y nos atendieron bastante bien por cierto, el grupo almorzó junto, como comienza a ser habitual, en un limpio luminoso y agradable comedor. Se había decidido cambiar el programa, la tarde quedaba libre, citados todos a las ocho para cenar, ya Marco se encargaría de localizar un sitio que nos anunciaba nos iba a sorprender. Así que decidimos que estas horas vespertinas del lunes serían para holgazanear, siesta, piscina, paseo por el pueblo y cena. Nos duchamos e incluso nos pusimos el pijama, preparados para la siesta.


Estaba tan cansado que no me quedaba dormido, me entretenía con el giro de las aspas del ventilador colgado del techo, pensé que si leía algo me quedaría frito. Entre todas las cosas que había soltado en la mesilla de noche se encontraba el dossier, y una de sus cintas medianil marca páginas se situaba en la historia de Bundi, así que qué mejor sitio para comenzar a leer. Parece ser que un antiguo rey tribal llamado Bunda Meena Meena fue quien dio nombre a la ciudad que ya desde la antigüedad estuvo poblada por diversas tribus que se disputaban esta llanura a los píes de los Aravalli, entre los más importantes los Parihar Meenas. En el siglo trece se establecen en la región la tribu rajputs de los Hada, quienes les dan su nombre a estos pagos, “los hadoti” permaneciendo aquí durante varios siglos en los que se suceden sus diversos gobernantes. Los primeros de los que tenemos cierta constancia fueron Rao Deva Hada, que llega al poder en 1342; el siguiente del que tengo datos es Bundu Rao que gobierna entre 1470-1491, continuando su hijo Narayan Das después de su muerte en el exilio.

 

Lo cierto es que la historia de Bundi se forjará definitivamente con la llegada de las hordas mogoles. Después de la conquista de Chittorgarh por el Gran Emperador Akbar, dos tribus le plantan cara ante sus nuevos avances hacia Ranthambore, son los Sisodiyas de Mewar y los Hada Chauhan Rajputs de Ranthambore, capital del Estado Rajputs de Bundi. Rao Surjan Hada (1554-1585) debido a su capacidad y poder y a la del Fuerte derrotan al ejército mogol por tres veces consecutivas. Akbar buen negociador se reúne con su aliado Man Singh I de Amber y Rao Surjan con objeto de aliarse con él, quien termina aceptando el 5 de marzo 1569 pero con una serie de condiciones beneficiosas en la protección de sus territorios y gentes, posteriormente el emperador lo recompensa ampliándole su reino.


A partir de este momento, tanto él como sus sucesores se convierten en los aliados más cercanos de los mogoles, llevando el título de “Raja Rao” en su honor, renaciendo el maridaje cultural de los rajputs y mogoles. Ratan Singh Rao Hada (1607-1631) será uno de sus gobernantes más notables, estuvo al servicio del emperador mogol Jahangir y bajo su reinado se inicio la construcción del Palacio Garh. Entre 1632 y 1658 estuvo Rao Chhattra Sal quien luchó con los mogoles en el Deccán, le siguió Rao Bhao Singh (1658-1678) permaneció fiel a Shah Jahan durante la rebelión de Aurangzeb, quien tras derrotar a su padre quiso apoderarse de Bundi, terminó como Akbar, aliándose con Bhao Singh. Fue sucedido por su hijastro Anirudh Singh (1682-1696) y éste por su hijo Rao Budh Singh (1696-1735) quien pierde parte de sus territorios a manos de los Kachwaha de Jaipur, años más tarde consiguen recuperarlos con la ayuda de los Maratha. Continúa Bundi Ari Singh Rana (1735-1773) hasta ser asesinado. Su sucesor Raja Rao Bishan Singh (1773-1821) se alía con la Compañía de Indias Orientales británica en 1818. Hereda el trono con tan sólo 11 años su hijo Maharao Raja Ram Singh (1821-1889) que es confiado por su padre a un militar inglés. Su reinado fue largo y prospero, inició las reformas económicas, administrativas y educativas llegando a ser un gobernante muy respetado, durante el motín de 1857 su actitud fue equívoca al confiar en los colonizadores. La dinastía prácticamente se extingue con su hijo Raghubir Singh (1889-1927), su reinado fue arruinado por dos catastróficas hambrunas que mermó fuertemente la población, apoyará a los británicos durante la Primera Guerra Mundial.

 

Si después de leer estas notas algo se me viene a la mente es la comparación Jaipur-Bundi, y aquella simple explicación del significado del Estado de Rajastán, “tierra de reyes” y pensar que Kachwaha es a Jaipur lo que Bundi es a Hada y si mismo, lo serán sus importantes rajas Sawai Jai Singh II allí y Ratan Singh Rao aquí. Me pesaban ya los parpados, tanto que no recuerdo si leí la era moderna de la ciudad. Lo cierto es que me despertó el móvil, pero no con el sonido despertador en que lo había dejado, era Manuel Illan de Castilblanco de los Arroyos, mientras despabilaba pensaba, sino he dado de alta el servicio de roaming, “que chorizos son los de Orange”, me tuvo un rato y aunque le decía que estaba en la India, no colgaba. Ya decidí levantarme, le dije a Francisca que iríamos a dar un paseo antes de que anocheciera.

 

Cuando salíamos nos encontramos en la planta baja en una sala que hay al comienzo de las escaleras un artista local que exponía dibujos con la técnica del palimpsesto, realizados sobre papel reciclado antiguo creo que podría fecharse desde la independencia de 1947 a los años sesenta, eran parecidos a aquellos dibujos que compré en el mercado de Madurai en el Sur, también igual de atractivos, aunque me parecieron caros. Los más pequeños eran postales decoradas con los animales típicos de la India, elefante, camello, tigre y caballo, le pregunté el precio, eran a 500 rupias, 7,69 euros al cambio, lo pensaré.

 

Eran las cinco y media cuando nos enfrentábamos por primera vez a Bundi, salimos a la derecha por la carretera, desde las afueras de la ciudad al Oeste hasta el núcleo urbano que comienza claramente en una pequeña rotonda donde enlaza la MDR52 con SH29 en dirección a Kota. El ambiente era desordenado, bullicioso, vacas, bicicletas, motos, tenderetes ambulantes y mucha gente, me vino a la memoria Badami en el Sur en Karnakata (verano de 2010) y el tremendo parecido que tiene con esta ciudad de algo más de 100 mil habitantes. A Francisca le fascinan la actitud de estas vacas, tan placidas, caminando por la calle, rumiando, ajenas a todo, estaba deseosa de fotografiarse con ellas y por supuesto su deseo fue cumplido. Detrás de la rotonda aparecía un palomar, eran unas almenas de estilo mogol taladradas y con muchas de estas aves asomadas desde los agujeros, me imagino que montado sobre un depósito de agua, la estructura era un muro circular totalmente ciego de unos cinco metros de altura pintado de de un ocre claro muy agradable.

estructura circulara al comienzo de Indira Market St, callejeando por Bundi

Cruzamos para tomar por la calle Indira Market que discurre por el flanco derecho del mercado para finalizar en la “Puerta de la Ciudad”. Ésta es una construcción que se adosa a una especie de palacio de fachadas muy opacas y rematadas en cubierta por dos grandes chatris de vuelos curvados. El paso se realiza a través de dos portadas dispuestas en recodo y que se comunican a través de un pequeño patio de aparente carácter defensivo, la puerta principal y exterior la componen dos pequeñas torres octogonales que flanquean el paso bajo dos arcos poli lobulados, obviamente en estilo mogol, la interior es más elemental, carece de las dos torres, ambas se encuentran descuidadas y sus estucos rosas y amarillo aparecen negruzcos chorreones de humedad, testigos del paso del tiempo. Antes de cruzar la puerta vuelvo la mirada atrás y observo como sobre la franja de tiendecillas que nos ha acompañado en el camino aparece el almenado de un lienzo de muralla que termina en lo que creía un depósito y que resulto ser un bastión defensivo que en algún momento de paz fue reconvertido en palomar.

Puerta de la Ciudad y Mercado

Izquierda y derecha y comenzamos a pasear por Sadar Baazar, una callecilla estrecha cuajada de tiendecillas, son curiosas, funcionan como escaparates, sobre elevadas del suelo, el tendero atiende directamente hacia el exterior. En esta zona de bazares podemos encontrar de todo, desde utensilios para la vida cotidiana, menaje, ferretería, ropa o alimentos o, mercancía más exquisita como joyería, alfombras o cuadros, entre ellos sus famosas miniaturas. Seguro que llevamos más de un kilómetro andando, pero disfrutamos del paseo, calles concurridas y excitación en las gentes, seguro que estos lugares mantienen un aspecto muy parecido al que tuvieron en la época de los mogoles. Ya comienza a oscurecer cuando llegamos a un pequeño ensanche en el que la calle se bifurca, a la izquierda aparece un templo hinduista o dos, en dos plantas, el de abajo esta cerrado por unas verjas, así que nos descalzamos y subimos por unas escalerillas al de arriba, en una terraza aparecía su pequeño portada de piedra, entramos en una sala decorada con vivos colores y pinturas modernas, en la capilla o garbhagriha un brahmán colocaba las ofrendas de flores que algunos fieles le entregaban, desconozco a la deidad que a la que estaría consagrado; otro sacerdote, micrófono en ristre recitaba quizás versos épicos del Mahabharata, algunos fieles inclinan la cabeza con sus palmas unidas en la frente, mientras por un altavoz exterior suenan los acústicos tañidos de supuestas campanadas, parece que a la llamada se va congregando más y más gente en la sala, decidimos dar por finalizada la visita y salimos.

 

Es claramente de noche, después de calzarnos decidimos volver deshaciendo el camino por el que veníamos, pero decidimos cambiar cuando pasamos de nuevo por la Puerta de la Ciudad y cruzar por el mercado. Casi sin darnos cuenta cruzamos entre dos de los muchos baoris que hay en Bundi, en la siesta leí que había más de 50 de ellos, que abastecían esta ciudad bastante poblada en otros tiempos, magníficos ejemplos de la arquitectura rajastaní de los que apenas quedan unos cuantos desde que se introdujo la red de abastecimiento y paradójicamente algunos, como estos dos que hemos cruzado son usados como vertederos por la gente del mercado, se llaman “Nagar” y “Sagar Kund”, kund significa también depósito, tipológicamente corresponden al modelo de Abhaneri, troncos de pirámide invertidos con dobles escaleras tapizando literalmente sus paredes, tipo que es denominado “cajas de escaleras”. El mercado estaba cerrándose, pocas tiendas quedaban abiertas, en las de frutas y verduras recogían los restos de mercancías, nos acercamos a una en las que vendían baratijas y bisutería, estaban haciendo esas pulseras de muchos colores típicas del Rajastán y que se regalan en las bodas, calentaban barras de plástico en una caja llena de brasas de carbón que pulimentaban con arena.

 

Continuamos con nuestra marcha y no tardamos mucho en llegar al hotel, nos acercamos a la piscina y allí estaban Lidia, Toño y Gema charlando y tomando cerveza, decidimos acompañarlos un rato antes de partir para la cena. Habíamos quedado a las ocho, aun teníamos tiempo para un baño y de asearnos. Todavía se encontraba el señor que vendía los dibujos, allí estaba Marco comprando uno, cuando no pude resistir la tentación e hice lo mismo, ya eran mías las cuatro postales de los animales en las que me había fijado al salir, regrese a la habitación para guárdalas.

 

Esperábamos ya todos en el jardín delantero a que llegara nuestro guía. Frente a los hoteles suele haber siempre apostados unos auto rickshaws a la expectativa de clientes, no suelen tardar en ofrecer sus servicios. Cuando llegó Marco se acercó a uno de ellos para gestionar cuatro vehículos, rápidamente teníamos el traslado resuelto por 30 rupias por cabeza. El restaurante en el que ha gestionado la reserva para la cena es el del Hotel Nawal Sagar Palace que se encuentra en el otro extremo del pueblo, justo al pie del aquel estanque que vimos justo esta mañana cuando entrábamos y del que el hotel ha tomado prestado su nombre. Los rickshaws nos han dejado justo en la entrada de este pequeño y también coqueto hotel, de dimensiones muy similar al nuestro aunque aparentemente más antiguo, ocupa un parcela cuadrada en la esquina Noroeste del estanque y sus habitaciones y zonas comunes se organizan alrededor de una pradera de césped que asoma sobre un muro a lo que ellos llaman lago (sagar en hindi) pero, sólo es un eufemismo, no creo que llegue a ocupar más de una decena de campos de fútbol, al parecer fue un depósito de agua que reguló el suministro de agua a los numerosos baoris de la ciudad en la edad media, resulta romántico por su abandono e inaccesibilidad el elegante chatri octogonal que emerge en el centro de la lámina de agua sobre un basamento cuadrado y al que se le adosan unas escaleras que se sumergen en el agua y que permite acceder independiente de su nivel, he leído en un folleto que es un pequeño templo dedicado al dios veda de los océanos Varuna, la verdad es que no lo parece. Nuestra mesa como la de un convite era alargada, cerca del borde del muro, adornada con flores y velas. Pese a la abundancia de mosquitos la velada resulto muy agradable, poco a poco nos vamos conociendo y el grupo resulta compacto y cohesionado, el incidente de Francisca con Pepi ya está olvidado.

extraños carromatos o rickshaws tuneados

Después de degustar una excelente comida india y rematar con unos ladoos de lenteja que cada vez me gustan más, y abonar la cuenta, éramos los únicos del restaurante y el servicio parecía estar ansioso por terminar, Marco propuso ¿por qué no hacemos el camino de vuelta a pie?. No pareció mala idea, así que salimos por Suraj Pole a la derecha hasta encontrarnos con la cuesta de subida al Palacio, desde allí y otra vez a la derecha enlazamos con Sadar Baazar, a los pocos pasos ya reconocí el templo en el que habíamos estado no hacia mucho, a partir de allí nuestros caminos coincidían, volvimos a pasar por el templo, por la Puerta, el Mercado, Indira Market y el palomar, en las calles no nos encontrábamos con nadie, excepto vacas y perros. Otra de las curiosidades con las que te sorprende este país eran unos extraños carromatos aparcados en la calle, como rickshaws tuneados, en ellos destacan además de su decoración con letreros y dibujos de paisajes, unas llamativas bocinas cónicas hacia delante y hacia atrás, imagino que se utilizarán en ruidosas celebraciones religiosas. Cerca de las doce regresábamos a casa, cada mochuelo a su olivo y a descansar, con ese increíble buen sabor que le daba a la jornada los recuerdos de Badami.

 

Hoy martes nuestra primera visita es el Palacio y como queda cerca salimos a las nueve. Dejamos el agradable Hadoti Palace y cargamos todos nuestros bártulos en el bus que ya nos espera en el jardín para emprender otra jornada que se supone nuevamente será densa. No tardamos más de un cuarto de hora en parar y que coincidencia es en un pequeño parque en el lateral Oeste del Nawal Sagar, a donde volveremos cuando acabemos la visita, allí nos encontramos con Keti Bathi el guía local que nos acompañará al Palacio, nos saluda y da la bienvenida a todos. Cuando comenzamos a andar me percato de la existencia de un pequeño templo hinduista cerca del borde del estanque y accesible desde la calle Suraj Pol, es ahora cuando pienso que ese será el que decía el folleto dedicado a Varuna, extremo que me confirma Bathi, concluyendo que el chatri del centro del estanque será un recurso estético similar al Jal Mahal en el Man Sagar de Amber, evidentemente a otra escala mucho menor. Pasamos por la cancela del hotel que se encuentra cerrada, pero es ahora de día cuando se ve claramente como es esta zona de la ciudad, humilde, las gentes lo evidencian y como ocurría en Badami aparecen cerdos comiendo en los restos de basura que se acumulan en la calle son tareas claramente de limpieza, comparten el espacio urbano con algunas vacas. Como anoche llegamos a la calle Sadar Baazar, aunque ahora giramos a la izquierda para subir la cuesta que nos acercará al Palacio de Garh o también conocido como de Bundi, Francisca al ver la pendiente me comenta que no subirá, le pido que haga un esfuerzo, que no se arrepentirá, aunque lleguemos los últimos, accedemos por un gran portón custodiado pos dos hermosas hojas de madera.

inicio de la cuesta de subida al Palacio de Bundi

El Palacio de Bundi es una construcción bastante grande que ocupa una superficie mayor de 5.000 metros. En su esquina Sur coincide el camino de acceso, el mismo que continúa hasta el Fuerte Taragarh en la ladera de los Aravalli. He llegado a contar hasta ocho plantas de alturas, aparece como apoyado en un basamento cerrado por tres galerías estucadas en amarillo claro, destacado en las plantas primera y segunda arcadas poli lobuladas y en la tercera huecos adintelados, las superiores son casi ciegas, tan sólo en las dos ultimas aparecen unas jarokas con grandes vuelos de bella factura. En esta fachada se funden admirablemente los estilos de las arquitecturas rajputs y mogol, y es que cuando se inicio su construcción a comienzos del siglo diecisiete bajo el reinado Ratan Singh Rao, los Hadas ya estaban aliados a los mogoles, Akbar ya había muerto y reinaba su hijo Yajangir. La información es muy escasa casi toda gira en torno a las pinturas, obviamente el orgullo de este pueblo y su región. El edificio parece que se divide en dos y aunque es difícil entenderlo parece como si hubiese dos mitades, la primera a la que accedemos y que se sitúa más cercana al Fuerte fue edificada casi medio siglo después de la que he mencionado antes por Rao Chhattra Sal, coetáneo de Shah Jahan, él fue quien construyó las famosas salas de las pinturas, las conocidas como Chitrashala.

 

Ascendíamos por unas cuestas empedradas que giraban 180º para aprovechar al máximo la ladera, después de cruzar el gran portón de madera accedimos al Palacio más moderno, que se sitúa al Norte, más próximo al Fuerte. Bathi está deseoso de mostrarnos las famosas pinturas al fresco de la “Escuela de Bundi” para él lo mejor de su ciudad y causa de sea conocida no sólo en la India, sino en todo el mundo, llegándolas a comparar con la Capilla Sixtina. Pero antes de entrar a ver las pinturas nos detuvimos en el bagh delantero a palacio, un precioso jardín mughal en cuyo centro hay un pequeño estanque rehundido con cuatro escalerillas en sus medios que arrancan en unos delicados balconcillos desde el que seguramente los rajás y sus concubinas darían migajas de papadum a inquietas carpas doradas. Aparecen como no cuatro cuadrantes de césped rodeados en este caso por setos de arrayán, en el paño del sector Noroeste y bajo una liviana estructurilla de acero, una buganvilla sombrea a un Shivalingam blanco sobre su almeja, custodiado en su frente por un pequeñito Nandi, una columna sostiene una caja para una lamparilla y un loto invertido, todo un kit completo del culto a Siva.

pequeño Bagh del Palacio Norte, der-izq, estanque, pintura en el Chitrrashala y templillo a Siva

Las salas donde se encuentran las pinturas se sitúan sobre una primera planta a la que a modo de basamento se accede desde una galería abierta que da al jardín, forma parte de un edificio del que vemos sólo una pequeña parte y que vuelve a ser muy alto y masivo en el tratamiento de sus muros exteriores, sobresalen jarokas en su plantas altas y pequeños chatris y cúpulas bengalíes que quedan recortados en el cielo. Pero parece que a Bathi para nada le interesa la arquitectura, me imagino que habrá Diwan-i-Am e i-Khas, también zenanas y baños, pero… Rápidamente nos pasan al interior, hay una serie de salas todas comunicadas entre si y cuajadas de pinturas murales, en paredes y techos. Según nos comentó nuestro guía no las vemos todas, algunas están clausuradas al público general y es necesario un permiso especial para verlas. Las escenas que se representan en estas pinturas se encuadran en una escuela que se desarrolló exclusivamente en esta área del Rajastán, su fuente de inspiración se dice son las miniaturas que decoran e ilustran los libros del “Ragamala”, compendios que recogen las tradiciones de los bailes o ragas medievales y el “Raslila” que recoge las tradiciones de danzas y teatro, ambos tienen como hilo conductor la tradición hinduista de Krishna. Se caracterizan porqué utilizan toda la paleta de colores aunque predominan los verdes, celestes, azules y ocres. Estas pinturas están bastante bien conservadas, en ellas se desarrollan escenas cotidianas de la realeza, desfiles militares, caza, sus palacios o jardines, y escenas populares, como festivales o, relacionadas con el culto hindú, principalmente dedicadas a Krishna. Por su puesto dibujos geométricos y seriados en los que aparecen aves, flores o astros. En cualquier caso son un excelente testimonio para reconstruir el pasado de estas gentes, tanto en sus costumbres como en su arquitectura, vestimentas y tradiciones. Indudablemente es magnifica esta colección, aunque como a veces pasa en las grandes pinacotecas, la profusión llega a aturdir ante la falta de tiempo en su visionado.

pinturas de las salas del Chitrrashala

Aún nos quedaba ver la parte más meridional del Palacio, como comenté anteriormente, la más antigua y que corresponde a una zona un tanto abandonada. El acceso que se realiza por la Puerta de los Elefantes quizás sea el elemento mas elaborado que nos hemos encontrado en la visita; se compone de dos esbeltas torres octogonales de piedra decoradas con recercados y rematadas por chatris, unidas por una galería porticada que enmarcan el paso, cerrado por un arco de herradura festoneado en sus bordes con pequeñas flores de loto, flanqueado por dos magníficos elefantes en mármol blanco y que creo, en su día estuvieron pintados de rojo, están erguidos, enfrentados y amenazantes, apoyados en sus colmillos y trompas se alzan sobre dos jabalcones que salen de las caras interiores de las dos torres. En el interior, un patio cuajado de malas hiervas donde el abandono es palpable, las paredes están ennegrecidas y aunque accedí con Toño a algunas dependencias, todo estaba lleno de polvo, tierra, los techos cuajados de murciélagos e incluso algunas botellas de bebidas. No obstante, llegue a encaramarme en uno de los chatris de la puerta de los elefantes, desde allí fue el lugar más cercano desde el que pude ver el recinto del fuerte Taragarh, lo que apreciaba en la lejanía era más que abandono, ruinas, la vegetación lo cubre todo. Y es una lástima ya que es la historia de la ciudad anterior a los mogoles, su construcción está fechada en 1354, cuando se establecieron por estos pagos los Hada.

Puerta de los Elefantes acceso a la zona meridional del Palacio de Bundi

Desde mi atalaya veía los tres caminos que terminan en las únicas puertas de acceso y que dibujan las líneas de máxima pendiente de la ladera, los bastiones van quebrando suavemente la muralla que parece un collar en esta loma de los Aravalli. He leído que posee algunas curiosidades, como tres depósitos de agua que nunca se secan, o un pequeño palacio en su interior. Su aspecto general era atractivo, son estos los momentos en los que pienso que estos viajes en grupo son un verdadero atraso, cuanto me habría gustado pasear por sus ruinas, pero seamos positivos y sigamos. Nos quedábamos atrás, llegué al patio donde me esperaba Toño, bajamos la cuesta empedrada a toda marcha, ya solo nuestro guía nos esperaba para decirnos que algunas compañeras habían pedido dar una vuelta por el mercado para hacer algunas compras, Toño le comentó a Lidia que le apetecía quedarse, a mi también y se nos unió Francisca.

 

Marco nos presentó a Romeo, un joven que regenta un pequeño local de chucherías y con el que ha trabado amistad después de repetidas visitas. Los tres nos descalzamos y acomodados en el poco espacio libre del interior del kiosco. Fue este uno de esos pocos instantes que se recuerdan para siempre. Degustábamos una tras otra las deliciosas y frías kingfisher que nos suministraba de estraperlo por la asequible cantidad de 100 rupias, a 1,54 euros no esta mal y lo mas extraordinario de todo escuchando pieza tras pieza “la cara oculta de la luna”. Cuando iban llegando los miembros del grupo se iban acomodando en el local que se nos hacia pequeño, primero Gema, después Lidia, Ander y Sol. Ya todos reunidos y antes de partir nos despedimos efusivamente de nuestro joven anfitrión, el último Marco, con un simple hasta pronto. Muy cerca, a unos pasos y cuando ya nos dirigíamos al autobús pasamos por un local en el que un señor vendía palimpsestos, dibujos idénticos a los del hotel, pero justo los ofrecía a la mitad de precio y sin regatear.

acceso desde la calle al Rani Ji Ki Baori

Aún nos quedaba una última visita antes de dejar Bundi, el Rani Ji Ki Baori. Distinta a todas las cajas de escaleras, o stepwell, o pirámides invertidas cuajadas de escaleras y que tanto abundan en el Rajastán. Sin duda es una pequeña pieza arquitectónica de gran belleza, tanto por su concepción espacial a imagen del más sutil Renacimiento, como por su decoración escultórica, elefantes, molduras de serpientes, pilastras, dinteles y hornacinas que alojan las tallas de deidades hinduistas o, incluso arcos que parecen ojivales que parecen seguir los preceptos del Gótico. Hasta los delicados chatris que se recortan en el cielo sobresaliendo de los anchos muros de piedra blanca amarillenta y que marcan las entradas, son especiales; la pareja que ennoblece la puerta principal son cuadrados, cuatro esbeltas pilastras sostienen un techo plano sobre el que aparece una cúpula compuesta por cinco semiesferas rematadas por lotos invertidos y yamures, seguramente esta pieza será maciza. Los dos chatris que rematan los accesos laterales son rectangulares e igualmente elaborados.

arcada en el paso intermedio en el Rani Ji Ki Baori

Se encuentra muy cerca del mercado y lo podríamos haber visto ayer en la oscuridad del atardecer en la lejanía, cuando nos encontrábamos en la Puerta de la Ciudad y si hubiésemos mirado al final de la calle que arranca entre el kund Nagar y el Sagar, prácticamente al borde del parque Azad. Es una estructura rectangular alargada, como una caja cuadrada que se clava en el suelo dejando su interior vacío; sobresale al exterior, a la calle en la altura de una sola planta; aunque en su parte de más calado, en el fondo de la piscina, aljibe o baori dicen, alcanza hasta los 45 metros, profundidad que hoy no podemos apreciar ya que se encuentra bastante lleno. Esta pieza de 80 x 15 metros aproximadamente se encuentra exenta pero en el borde de una pequeña manzana, orientada E-O según su lado mayor. El acceso principal y pienso que ceremonial se produce desde su lado menor situado al Oeste, del que mencioné que quedaba flanqueado por elaborados dos chatris sobre basamentos. A partir de aquí se inicia un elegante descenso con tres tramos de escalinatas que ocupan de lado a lado, en el primer rellano que se produce por ambos lados la incorporación de los dos accesos laterales, nosotros entramos por uno de estos, el que se sitúa hacia la calle, en la fachada Norte. A continuación, en el siguiente rellano, aparece el llamativo pórtico de acceso a la piscina, recuerda el más exquisito de los góticos, cuatro esbeltas pilastras sostienen unos capiteles cruciformes decorados con tallas de elefantes y serpientes sobre el que se apoya una cubierta plana, en sus dos extremos hay dos capillas en sendas hornacinas, una vacía, en la otra aparece una imagen de “Varaja”, dios con cabeza de jabalí y avatar, tanto de Vishnú como de su esposa Laksmi, me imagino que será de ella, ya que aquí se bañaban las damas de la corte para sofocar los calores de esta región tan árida. Continúa el descenso con un tercer tramo más corto de escalinata que llega al borde de la alberca; el siguiente y último, que se sumerge en el agua permitiría cogerla fuese cual fuese su nivel de llenado, de hecho sobre ella emergen unas claves de arco que indica la existencia de arquitectura sumergida. También, a ambos lados y en el sentido longitudinal aparecen dos pasajes, en un lado una balaustrada de piedra con paños de yalis y enfrente la alta pared decorada con pequeñas capillitas que se suceden, al final del recorrido un pórtico con un arco ojival separa un pequeño patio que permitiría bajar cuando estuviese el nivel de agua más bajo.

galerías de acceso al aljibe principal y arcada de separación del menor

Para finalizar y antes de subir al autobús, observé que a la salida, en el jardín delantero del monumento había un cartel de la Oficina de Turismo de Rajastán en el que aparece la siguiente leyenda: Bundi es conocida como la ciudad de las stepwells (cajas de escalera) teniendo unos cincuenta hermosos tanques o stepwells conocidos como “baoris”. Éste se conoce como “Rani Ji Ki” o “Baori de la Reina", es el mejor debido a su belleza arquitectónica. Fue construido en 1699 por Rani Nathawat Ji, la reina de Rao Raja Anirudh Singh de Bundy (reinó entre 1681-1695) quien se distinguió en las campañas imperiales de Aurangzed en el Deccan, en conquistar Bijaipur y Afganistan. Los Baoris solían ser el centro de las funciones religiosas y sociales en esos días. Rani Nathawat Ji es famosa por haber construido veintiun baoris. Éste se construyó durante el reinado de su hijo Maha Rao Raja Budh Singh quien gobernó Bundi desde 1695 a1729.

desde el embarcadero el río Chambal y la Central Térmica

KOTA

 

Fueron casi cuarenta kilómetros los que hicimos en una hora sin parar, siempre por la SH29 en dirección Sur, iba ensimismado disfrutando de los recuerdos y del fresco que salía a borbotones por las toberas del techo del vehículo y, aunque a veces pasásemos frió no me importa. Apenas me di cuenta hasta llegar, cuando ya en el centro de la ciudad la carretera (Station Road) bordea el lago Kishore y al mirar por la ventanilla, solo fue un flash, pensé que aún estaba en Amber al creer ver el Jal Mahall semi sumergido, pero no, este palacio es el Jag Mandir, quizás más grande y hasta elegante. Más adelante giramos por Rawabhata Rd bordeando la glorieta de Aerodrome Circle en busca del río, hasta llegar al “Parque Chambal”. Hoy el día vuelve a ser caluroso, el cielo limpio y ni rastro de nubes, a la hora que llegamos el uso de las sombrillas y gorras era totalmente necesario. El grupo se divide, el grueso decide dar un paseo en bote por el río Chambal, el señuelo es el avistamiento de gaviales, Fina y Gema se marchan con Marco a ver el Palacio de la Ciudad.

 

Kota es una populosa ciudad que se acerca al millón de habitantes y que se sitúa a orillas del río Chambal, el mismo que supone el límite natural a su crecimiento hacia el Noreste. Es la tercera urbe más grande del Rajastán y bien que se noto al cruzarla, su tráfico es denso y muchísima gente ocupa sus calles y negocios. Y es curioso que su historia comenzara en el siglo 12 de la mano de los Hadas de Bundi, de donde venimos, de quienes dependieron hasta su independencia en el siglo dieciséis. Con los años los han superado en todo, población, riqueza, industria, etc., bueno, no en todo, la historia de Bundi es mucho más rica. La estancia en la ciudad fue somera, aunque si algo hubiese que mencionar de ella es la existencia de sus dos importantes museos. El Maharao Madho Singh ubicado en el Palacio de Garh expone una importante colección de pinturas en miniatura rajput, está muy cerca del río y de la presa y es donde ira Marco. El otro es el Museo del Gobierno, que cuenta con una buena colección de escultura Hadoti; también aconsejan algunas guías visitar el Templo Godavari Dham dedicado al dios mono Januman, junto al río o, la gurudwara sijs y su cocina comunitaria de Agamgarh Saheb la más grande de Kota, en la carretera SH29.

paseo por el Chambal y tripulante de nuestro bote

Ya en el autobús Marco expuso las dos opciones, nos encontrábamos tan saturados de monumentos, ¿porqué no un poco de contacto con la naturaleza? La verdad es que aunque el río Chambal sea el afluente del afluente, del gran río por excelencia de la India, el Ganges, me he quedado impresionado al verlo. Siempre que quiero imaginarme como es un río acudo ineludiblemente a compararlo con mi río, el Guadalquivir que con sus 666 kilómetros recorre gran parte de nuestra Al-Andalus, y ya pienso que su longitud es bastante considerable, pues el Chambal, tan solo un afluente tiene 1.050km, casi el doble. Entre otras características, en Sevilla pasa con una anchura media de unos 150 metros y es navegable. El Cambal tiene de media en el recorrido por el que navegaremos unos 250 metros y la presa que se ve al fondo a la derecha, hacia el Norte tiene unos 500 metros. A su izquierda queda la Central Térmica de la que emergen cuatro grandes chimeneas rayadas que emiten bocanadas del desgraciado y contaminante humo negro producto del absurdo quemado del combustible fósil; no obstante, se sienten orgullosos por ser el productor y suministrador más grande de energía eléctrica de todo el Estado; y eso que curso arriba, a unos 50 y 80 kilómetros respectivamente se encuentran las grandes presas de Rana Pratap Sagar y Gandhi Saga que además de facilitar el riego mediante canales de amplias zonas de cultivo de su importante cuenca, generan energía hidroeléctrica. Y es que este río que discurre por los estados indios de Madhya Pradesh, en donde nace, Rajastán, en donde estamos y lo navegaremos y Uttar Pradesh donde desemboca en el Yamuna, está considerado como el menos contaminado del Norte de la India y en verdad es una verdadera pasada. Es el hogar de una rica diversidad de flora y fauna, incluso dicen que en alguna ocasión se ha llegado a ver algún delfín del Ganges (Platinista gangetica), eso no se lo creen ni ellos, y aunque nosotros íbamos con el señuelo de ver al gavial (Gavialis gangeticus), el cocodrilo flauta, no vimos ninguno.

puente en construcción sobre el Cambal en la futura autovía de circunvalación de Kota

Marco antes de marcharse con Gema y Fina nos acompaño al embarcadero para acordar los términos del paseo en bote. Una vez repartidos y colocados los chalecos salvavidas y embarcados comenzamos lentamente a cruzar hacia la orilla de enfrente, había un pequeño entrante de menos calado, al parecer el único sitio donde podríamos gaviales, nos acercamos suficientemente a sus orillas, pero es absurdo, no había playa en esas riberas cuajadas de vegetación es imposible, el reptil necesita de esos rellanos arenosos de aguas bajas para tomar el sol. El responsable del bote que iba con unos prismáticos constantemente pegados a sus ojos escudriñaba la ribera sin ningún resultado, como por otro lado era previsible. Después de entrar y salir de aquella manga volvimos a orillarnos de nuevo cerca del embarcadero tomando dirección Sur, a contra corriente. Al fondo veíamos una gran laja de piedra, detrás de ella sobresalían unas blancas cúpulas apepinadas de templos hinduistas, minutos más adelante unas ruinas de una gran construcción muy deteriorada y de un atractivo aspecto. Mirábamos a uno y otro lado, la fauna se reducía a varios o muchos ejemplares de cormoranes, escasas garzas y garcetas, algún que otro martín pescador pasando de una a otra roca y alguna singular rapaz surcando el limpio cielo que nos acompañaba. Pasaban los minutos y lo único de los que disfrutábamos indudablemente era de un esplendido paisaje, un curso de agua potente únicamente mecido en superficie por la brisa.

 

En el bote, todos callados, girábamos las cabezas buscando algo insólito que comunicar al resto, las chicas se cubrían del fuerte sol de mediodía con las sombrillas que adquirieron días atrás en Fatehpur, los más forofos de las fotografías, Ander y Toño con su excelentes objetivos no dejaban pájaro sin retratar, a veces me entretenía sumergiendo la mano en el Chambal dejando que la corriente provocada por la navegación masajease mi piel. Próximos a la orilla poblada del Sur de Kota, pasamos por construcciones que se iban distanciando a medida que el curso entraba en tierras vírgenes, primero fueron los templos, después zonas de baño, o tomas de agua para cultivos, para pasar a bordes pedregosos de grandes cárcavas donde se asoma la abrupta vegetación y besa el agua buscando su frescor, alguna vez nos sorprendía una bandada de cormoranes tomando el sol o un pequeño y afilado salto de agua que viene a engrosar un caudaloso cauce. En la lejanía divisamos la construcción del puente colgante en construcción de la nueva autovía de circunvalación de Kota por el Sur, nuestro tripulante nos indica que se ha llevado un montón de tiempo las obras paradas por la quiebra de la compañía coreana encargada de su ejecución y que afortunadamente hace poco que han sido reanudadas. Parecía que estaban lejos pero ya pasamos por debajo, pensaba que nos estábamos alejando en demasía para no ver apenas nada. Un kilómetro más y dimos la vuelta, nos quería enseñar un salto de agua más grande que el anterior. La vuelta fue tediosa, y no era para menos en total habíamos avanzado cinco kilómetros contra corriente, los mismos que debíamos de deshacer a favor ahora de una corriente que ni se dejaba sentir.

entregado el material escolar en el campamento de los biharí, foto de Toño Gómez

Llegamos al embarcadero y allí nos esperaban nuestro guía y las dos disidentes, casi como de costumbre Marco ya nos apremiaba para que subiésemos lo más rápido posible a nuestro vehículo, que si era tarde, que si llegaríamos de noche, bueno, lo acostumbrado. Nos deshicimos de los chalecos salvavidas y juntos cruzamos el parque hasta nuestro coche que estaba aparcado cerca de un gran solar. Unas rudimentarias tiendas de campaña fabricadas con toldos de plásticos de colores y parches se amontonaban al fondo, cerca del campamento unas mujeres sujetando niños pequeños en sus cinturas restregaban ropas en unos calderos de zinc y un grupo de niños de edades diversas, desde tres años los más pequeños a 12 o 13 los mayores, correteaban en la zona más próxima a la carretera. Cuando se percataron de nuestra presencia se arremolinaron a nuestro alrededor solicitando rupias, nuestro chofer en hindi intentaba que nos dejaran pero ellos como era de esperar hacían caso omiso. Le pregunte a Marco que qué eran estos campamentos, que ya había visto otros, me comentó que eran de la etnia, grupo o subcasta de los “jatis” albañiles, obreros sin tierra del Bihar, Estado al Noreste del país y fronterizo con Nepal, uno de los más grandes y superpoblados de la India, supera con creces los 100 millones de habitantes, aunque quizás sea el más atrasado del conjunto de la nación, lo que provoca que muchos busquen oportunidades fuera, son mano de obra barata no muy bien tratada en los estados de adopción. Pero bueno, a lo que iba, resulta que traíamos material escolar para entregárselos a los chavales, recortables, cajas de lápices de colores, bolígrafos, estuches, algunas gorras, material que había conseguido en el trabajo. Cuando llegamos se lo comenté a Marco solicitándole que me indicase cual sería el momento apropiado para su entrega. En este caso fui yo el que le dije que veía a estos niños como merecidos destinatarios, me contesto que si. Le pedí al chofer que me abriese el maletero con objeto de sacar parte del material, preparé una bolsa con bastantes cosas y me dirigí al bus para que fuese Francisca quien lo entregase, sorpresivamente Pepi saltó como un resorte y le quitó la bolsa de las manos y dijo que lo entregaría ella, que no estaba preparada, nos miramos atónitos sin dar crédito a lo ocurrido, temía que le quedara un pozo de resentimiento, la pobre se quedo descorazonada de no poder haber disfrutado de ser la transmisora de la felicidad para aquellos pequeños que cogían los lápices de colores con entusiasmo, incluso madres y padres se acercaron a ver tal revuelo.

 

Coge el micrófono y propone que paremos a comprar bebidas y algunos aperitivos y nos lo tomemos en el camino, sin parar. De Kota a Shivpuri son 230 kilómetros en los que emplearemos sin contar paradas tres horas y media y son ya las tres de la tarde. La propuesta es aceptada por unanimidad y cruzando la ciudad buscamos prioritariamente en el caserío un lugar donde vendan cerveza, este tipo de locales parecen ser considerados de lo peor, como proscritos, y ya vez siempre que hemos entrado en alguno están llenos de gente, aunque se cuidan en ser discretos y no beber en público. Parece que reconozco la calle por donde vamos, volvemos por donde hemos entrado, por Rawatbhata Rd hasta la rotonda de Aerodrome Circle de aquí tiramos hacia el Este en busca de la carretera de Baran, pero vemos como antes de salir del núcleo urbano el acompañante del chofer le indica que pare. Estacionamos frente a una licorería y nos bajamos dos grupos, con Toño entro en el tugurio y compramos varias cervezas que aparecen desde la trastienda unas son “kingfisher premium” y el resto “strong”, más fuertes y oscuras, además de algunos refrescos y varias botellas de agua fría, detectamos un expositor con bolsas de patatas fritas, que aunque nos tememos picantes, también cogemos varias, ya haremos cuentas, mientras tanto otros clientes nos observan un tanto sorprendidos y nos sonríen; Marco y Ander han comprado frutas, manzanas plátanos y granadas, unas samosas y otras delicias de la tierra entre las que vienen como no ladoos. Nos repartimos las viandas, ajustamos cuentas y a tirar milla.

atardecer en la vega de los Aravalli, en el Rajastán

Entre la comida, las cervezas y la siesta amenizada por el abundante chorro de aire fresco hemos hecho dos horas y media largas casi del tirón, por lo que cuando solicito una parada para hacer pis no existe la menor objeción. Marco me promete y así se lo indica al conductor que en la primera dabha que encontremos, paramos. Aunque puede que aún quede casi una hora para anochecer, el sol anaranjado que aparece en el horizonte tras las veladuras polvorientas nos anuncia un próximo anochecer, aún estamos en el Rajastan. Estas paradas son fantásticas, me encanta curiosear en las tareas cotidianas de estas gentes, mientras los tractores ventean la paja de un cereal recogido que no identifico en la lejanía, unas cuantas de vacas rojas pastan cerca como si nada ocurriera. En la dabha arreglan ruedas de tractor, nosotros y ellos nos observamos mutuamente, nos miramos y aunque aún no entiendo porqué ambos sonreímos, me gusta.

 

Ya parece que nos queda poco, así que esta parada en el camino será la única, de todas formas la carretera es más lenta de lo esperado, la NH76 por la que discurrimos tiene muchos tramos en obra, la están desdoblando para convertirla en una autovía que mejore la conexión entre los estados de Rajastán y Madhya Pradesh, ejecutan otra calzada y pasos elevados en los cruces con carreteras secundarías. Como ocurre en estos casos que se circula por entre medio de obras, a veces la polvareda, los baches, el cambio de carril, el cruce con camiones y muchos más tipos de contratiempos obligan a ir lentísimo, además parece que los tajos están parados o por lo menos que van a un ritmo bastante flojo. Lo cierto es que se nos hizo de noche cuando llegamos al peaje, la frontera o aduana entre los dos estados. Para colmo muy cerca de él el autobús da un bandazo que nos sorprende a todos, cuando miramos por las ventanillas vemos como el vehículo se aparta para no molestar a una vaca que está literalmente echada en medio de la carretera, y como nosotros, todos, los que vienen y van la esquivan.

 

 

Víctor Díaz López

Abril de 2013


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