Título

HISTORIA, CULTURA Y BUDISMO. II

Peradeniya – Nuwara Eliya – Bandarawela KATARAGAMA – TISSAMAHARAMA – UNAWATUNA –Dickwella– Weligama – GALLE – COLOMBO

templo hinduista de Kathirkaamam Kovil en Kataragama

13 de agosto – día ONCE

 

Después del Esala Perahera en Kandy comenzamos un nuevo grupo de visitas cuyo leit motiv es la naturaleza y el hombre en el más amplio de sus aspectos. Comenzamos la mañana del viernes 12 en el Jardín Botánico de Peradeniya y la visita de las plantaciones de té de Glenloch, almorzamos cerca del salto de agua Ramboda para continuar hasta la localidad del Centro de país de Nuwara Eliya. Al día siguiente, sábado, tras un buen madrugón hemos visitado el Parque Natural de Horton Plains también conocido como las”Mesetas Centrales de Sri Lanka”, al finalizar la visita hemos tomado dirección Kataragama, al paso hemos cruzado el puerto de montaña de Ella y hemos realizado una visita apresurada las cataratas de Rawana o Bambaragama al pie de la carretera A23; anocheciendo llegamos a Kataragama

 

Continuamos nuestra ruta, ya oscurecía, cuando paramos casi de urgencia antes de entrar a Kataragama, las necesidades fisiológicas mandaban. Pocos kilómetros después, ya de noche, entrábamos en esta curiosa ciudad en las estribaciones Norte de las Tierras Altas.

 

Pequeña es ésta localidad de algo más de 20.000 habitantes que incrementa su población en la luna llena de julio y agosto hasta los 200.000, como ocurre ahora, cuando percibimos claramente un inmenso bullir de gentes. Son las fiestas que se celebran en honor al dios Kataragama, las que convierten anualmente este curioso lugar en medio de la carretera en un popular centro de peregrinación multicultural. Son budistas, hindúes y musulmanes, incluso los veddas, antiguo pueblo indígena de la isla, los que se reúnen en torno a esta deidad hinduista y adoptada por las demás confesiones. A pesar de las diferencias de casta y credo, muchos habitantes muestran una gran reverencia a la poderosa divinidad a la que les solicitan ayudas para superar toda suerte de problemas con la esperanza de que serán atendidas, indudablemente creen que existe y que está investido de facultades extraordinarias para ayudar a aquellos que apelan a él, con fe y devoción en estos tiempos de aflicción o calamidad.

monje budista de la etnia sij en el templo Kathirkaamam Kovil

Aún continúan las noches de luna llena y como no, también esta ciudad se celebra con gran intensidad su particular Perahera. Es impresionante la gran cantidad de gente que viene a este santuario de “Ruhaan Maha Kataragama Devalaya” dedicado Skanda-Murugan, el díos de la guerra hindú, deidad protectora del budismo Sinhala y a la que una serie de antiguas leyendas, tanto budistas como hindús le atribuyen hechos sobrenaturales. En este complejo sagrado a orillas del (río) ganga Menik también se encuentra una gran dagoba budista, la de Kiri Vehera y otros muchos templos más pequeños hinduistas, dedicados a Vishnú y Siva. Es celebre el lugar por conciliarse en él las dos grandes creencias religiosas del país y son muchos los que en esta noche tan especial vienen cargados con sus bandejas de frutas para ofrecerlas a las variadas deidades, pero en especial a Kataragama. El espectáculo de la convivencia de dos religiones en tan poco espacio material es extraño y admirable, en alguna ocasión he escuchado que ambas proceden de una misma raíz, creo que se interpreta al propio Buda como una de las reencarnaciones del panteón hinduista. También he oído de la existencia en el mismo recinto de una mezquita, la he buscado pero no la he llegado a ver. Las leyendas musulmanas sobre Kataragama son relativamente recientes, para éstos, la ciudad es conocida como al-Khidr o tierra de Jidr, y se cuenta que en las cercanías se asentaron fieles musulmanes emigrados de la India. Una de las familias más antiguas, la de Hayathu, convirtió su casa en una pequeña mezquita, quizás fuera la que buscaba. Dicen que han construido en la ciudad los mausoleos y tumbas de algunos personajes históricos de esta comunidad minoritaria.

 

Y es que existe una singularidad en este lugar que me obliga a desmenuzar su historia con algo más de profundidad, máxime si reflexionamos sobre los principios budistas de que sus devotos no cimientan sus creencias en la veneración de dioses e imágenes ¿Qué ocurre en este lugar? ¿Porqué los cingaleses sienten tan fuerte atracción por Kataragama, ciudad a la que llegan a peregrinar anualmente? La divinidad a la que se reverencia ha alcanzado la posición de dios nacional, circunstancia similar que ya se produjo antes entre los tamiles por Murukan, pero ellos son hinduistas y es distinto.

ofrendas cerca de la dagoba de Kiri Wehera

Y es difícil reconstruir la historia real de este lugar y hallar la razón de su popularidad entre los habitantes de la Isla y del Subcontinente indio. Y es que únicamente podemos apoyarnos en leyendas, en la escasa evidencia arqueológica disponible o, en la literatura. Lo que si parece cierto, es que el lugar tiene una historia venerable que se remonta a los últimos siglos antes de Cristo. Sede de los gobiernos de muchos monarcas cingaleses del reino de Rohana, se menciona que los dignatarios de un pueblo llamado Kajjaragama llegaron a recibir el árbol de Bo que envió el rey indio Asoka. También se menciona que la población acogió a los reyes del Norte, cuando sus dominios eran invadidos por los ejércitos del Sur de la India y hasta que fue abandonada en el siglo XIII, pasando a ser una pequeña aldea en época medieval. En la actualidad es un municipio del sudeste de Sri Lanka en pleno desarrollo, que aunque rodeado por la selva, vive de su historia. Desde mediados del siglo pasado el pueblo cingalés budista, que visita el santuario durante todo el año, ha reivindicado el culto a Kataragama como propio y de la Isla, ya que antes eran en mayoría los tamiles hinduistas del Sur de la India, lo que supuso un nuevo foco de conflicto entre las dos etnias.

 

Transitábamos por la B464 de la que nos hemos desviado hace algunos kilómetros para enlazar con Yala Road, carretera que nos llevará a Tissa. Un tramo de esta vía se convierte en travesía al cruzar Kataragama. Paramos en su encuentro con la calle Sella Kataragama, en un espacio vacío, ahora ocupado por un mercadillo de fruta iluminado como una feria, como lo que realmente es. Muchos puestecillos ofrecen ya las bandejas de fruta surtida preparadas para las ofrendas, son muchos los cingaleses, que las llevan en sus manos o sobre sus cabezas, caminado en tropel hacia el complejo religioso. En el cruce con la calle Saddhatissa Mawatha giramos a la derecha, introduciéndonos en una zona arbolada, como en un gran parque urbano, dejamos el calzado en el bus y por un suelo terrizo marchamos descalzos, cruzándonos con la mucha gente que se mueve en todas direcciones, aunque el grueso como nosotros se dirige al complejo religioso. El recorrido se encuentra iluminado con cadenetas de bombillas; en el comienzo, aún sigue habiendo tenderetes, en estos casos la mercancía ya nos es fruta, sino souvenir.

orando a los píes de la dagoba de Kiri Wehera

A unos cien metros del cruce pasamos por el Manik Ganga o río de gemas, su cauce bordea la localidad por el Norte y, aunque es de noche, aún hay gente en sus orillas realizando abluciones para obtener la purificación obligada en la festividad. Dicen que sus aguas son también curativas, no sólo por el supuesto contenido de piedras preciosas que se le atribuyen, sino por las propiedades medicinales que aportan las raíces de determinados árboles de la selva que introducen sus raíces en sus riberas, también he leído que en determinados lugares de sus orillas y en secreto, se sacrifican animales y se invocan prácticas de brujería, se evocan los poderes del mal, a Getabaru y Kadavara, que representan el lado oscuro de Kataragama.

 

Nada más cruzar el puente nos encontramos a la izquierda una gran alameda a cuyo fondo se divisa la portada del complejo, el colorido y la figuración sí me recuerdan al hinduismo del Sur de la India, y aunque no tan grandioso, si se respira ese mismo ambiente festivo. Había varias colas para entrar, la gente se empuja, nerviosa por llegar cuanto antes, familias completas cargan sus copiosas bandejas. Igual que ocurrió en Kandy, la cola más larga y principal correspondía a las ofrendas, accediéndose por el arco central de aquella singular portada pintada de amarillo y decorada con elefantes grises, como aquellos que vimos en la dagoba de Ruwanmeliseya en Anuradhapura. La otra cola, calculo que la correspondiente a infieles, curiosos y turistas deseosos de hacer fotos, es mucho más corta, así que claramente fue por donde entramos, y relativamente rápido.

 

Dedicamos más de hora y media a recorrer el recinto. Como era de esperar, nuevamente se nos aportó poco o nada del lugar, aunque afortunadamente el ambiente, el colorido y las gentes son experiencias lo suficientemente fuertes y evocadoras para dejar un pozo de recuerdos inolvidables. Lo que a continuación narro vuelve a ser la mezcla de imágenes retenidas, propias intuiciones y datos recopilados de diversas fuentes, la más asequible, la a veces denostada  wikipedia, abundando en sus continuos enlaces y re enlaces.

otros budas modernos cerca de Kiri Wehera

Se dice que el santuario donde residía la primitiva deidad guardiana, cuyos ritos y veneración se relacionaban con la supervivencia, se remonta a los indígenas veddas, en el siglo III aC. Mucho antes de la llegada del budismo desde la India el templo se encontraba en la selva y era de muy difícil acceso, con la llegada del budismo se traslada a su actual localización, en el que se construye un conjunto de santuarios en los que se venera a Skanda-Kumara. Tamiles y cingaleses idealizan aquí el encuentro del dios Murukan con su esposa la diosa Valli. En la época medieval hindúes, budistas e incluso los musulmanes tratan de hacerse con la titularidad del templo, la deidad y su culto, aunque los rituales que realizan los sacerdotes nativos, se mantienen intactos. Con el paso de los años la popularidad del santuario aumenta, más cuando es venerado por los últimos reyes de Kandy. Incluso después, en la época colonial, cuando los ingleses traen tamiles hindús de la India a principios del siglo dieciocho, estos participan masivamente en las peregrinaciones, haciendo suyo nuevamente el lugar. No obstante, la gestión del recinto siempre ha sido realizada por budistas cingaleses, incluso de las deidades hinduistas como Siva o Tevayani y la mezquita musulmana. Y por si es poco, los sacerdotes descendientes de la etnia indígena vedda también reclaman el recinto como propio.

 

Casi todos los templos son rectangulares y pequeños, de piedra, excepto uno dedicado a Valli, en madera. Se mantienen en su estado original, ya que las gentes de aquí son reacias a alterarlos, entre sus peculiaridades está la carencia de ornamentación exterior. El más importante y grande del complejo, el que primero visitan todos los peregrinos, se conoce por los cingaleses como Maha Devale o Kovil Maha, o como Kataragamadevio y obviamente está dedicado a Kataragama, Murugan o Skanda nombres locales para el hijo del dios Shiva, o Subrahmanya como lo llaman los seguidores de Siva en el Sur de la India, aunque como ya sabemos, es común que en todo el panteón hindú, la deidad tenga otros muchos nombres, Katiradeva, Katiravel, Kartikeya, Kandasamy y Tarakajith, todos con la raíz Katir que significa luz. Es significativo que aunque su figura se represente con seis caras y doce manos o, con una cara y cuatro manos, en el santuario no existe ninguna, sólo un Yantra o forma geométrica como poder de su atracción espiritual. No obstante, en una sala aneja si hay una figura de Siva, conocida como Karanduva.

capilla hinduista moderna cerca de Kathirkaamam Kovil

A la izquierda del altar principal se encuentra un santuario más pequeño dedicado a Ganesh, el hermano mayor de Murugan, conocido como Sella Katirkamam o Ganapatidevio entre los cingaleses y como Pillaiyar Manica para los tamiles. Es también un pequeño edificio rectangular, sin ningún tipo de decoración. A su izquierda se encuentra el Devale Vishnú, a él dedicado y en el que también hay una imagen de Buda. Detrás de éste hay un gran árbol de Buda que según los textos del Mahawamsa es uno de los ochos esquejes que sacaron del árbol original Sri Maha Bodhiya plantado en Anuradapura hace 2.300 años, en cuyo camino pasó por Kataragama, donde sus guerreros Kashatriyas le rindieron respeto y veneración, circunstancia por la que el Templo es uno de los 16 principales lugares de peregrinación budista de Sri Lanka.

 

Acompañado de Paca disfrutaba de todo aquel paisaje religioso tan abigarrado, recordaba nuestra Semana Santa “procesión-perahera”, y la cantidad de similitudes en estos ritos, pasiones y vanidades que se igualan en extremos tan distantes de nuestro globo tierra. Caminábamos mientras escuchaba sus conocimientos y bondades hacia aquellas gentes a las que saludaba juntando las palmas de las manos e inclinando la cabeza mostrando humildad. Mientras me entretenía pensando para mis adentros y alegrándome de que no me escuchase, que aquello, iluminado por infinidad de bombillas de colores, parecía una verdadera feria, a la que únicamente le faltaba la noria y el tiovivo. Quizás fuese el olor a incienso o el de las bandejas de frutas lo que devolvía el aspecto ritual a todo aquel enjambre humano, en aquel particular recinto místico-festivo. Y es que estábamos inmersos en el Perahera de la Luna Llena, en este festival anual que parece un verdadero carnaval.

brahman hinduista cerca de Kathirkaamam Kovil

Poco a poco y a medida que he ido recopilando información, lamento que haya sido tan corta nuestra estancia es este lugar, tan complejo y del que llego a pensar que conjuntamente con el Templo de Koneswaran en Trincomale y seguramente con los templos hinduistas de Jaffna, sean básicos para conocer la relación entre la Isla y la India, entre budistas cingaleses e hinduistas tamiles.

 

La noche envolvía aquel maravilloso espectáculo como dentro de una burbuja. Detrás del templo de Ruhaan Maha Kataragama Devalayay al fondo de otra larga avenida, arbolada, salpicada de lucecillas bajo las que se cobijaban pequeños santuarios a derecha e izquierda y a los que acudíamos sin saber lo que nos encontraríamos, divisábamos al fondo y a lo lejos, una gran bola blanca con su dorada pirindola en la cima y su elegante faja anaranjada. Nos dábamos por satisfechos ante la presencia de la dagoba budista de Kiri Vehera, el punto final de nuestro recorrido, aunque tuviésemos que volver. Construida por el rey Mahasena el soberano que gobernó el área de Kataragama en el siglo tercero antes de Cristo, se construyó como muestra de gratitud, en el lugar que según la leyenda, el Rey se reunió y escuchó el discurso del Señor Buda. Los budistas cingaleses locales creen que el lugar fue santificado por el propio Buda.

 

No quisiera dejar atrás esta pequeña población de coordenadas geográficas 6º25’03.75N – 81º19’58.77E y 47 metros altitud, sin apuntar unas notas sobre las celebraciones de julio y agosto. Durante unos 45 días antes, los sacerdotes entran en el bosque para buscar dos ramas bifurcadas de un árbol sagrado, la sumergen en el ganga Menik para después llevarla a los templos de Kataragamadevio y Vali. Cuando comienza la fiesta mayor, el Yantra o espíritu de la deidad es llevado al santuario de Valli su amada, desfilando a lomos de un elefante engalanado para culminar la unión, después de dos horas se devuelve. Todo ello me recuerda tremendamente la unión de Siva con su consorte, la diosa Meenakshi en la ciudad india de Madurai (algo podrás leer en el viaje al Sur de la India). En el último día del festival, el Yantra se deja toda la noche en el santuario de la esposa. Los sacerdotes realizan los rituales en silencio y con la boca tapada con un paño blanco. Cientos de devotos entran en trance y disfrutan de rituales asociados al hinduismo, como caminar sobre el fuego o la danza Kavadi asociada a las perforaciones con ganchos y agujas del cuerpo, torso y espalda, mejillas y lengua, todo adornado con pequeños altares decorados con plumas de pavo real. Otros devotos muestran signos brujería encontrándose poseídos.

 

Por último, mencionar que muchos de sus cultos se apoyan en distintas leyendas. Una cuenta que cuando Skanda-Kumara fue a Lanka, pidió refugio a los tamiles que se negaron, yéndose a vivir con los cingaleses a Kataragama. Los tamiles fueron obligados a purgar su negativa, perforándose el cuerpo y caminando por el fuego en su festival anual. Así se explica la ubicación de la capilla y los tradicionales cultos realizados por los tamiles. Otra leyenda dice que Kataragamadevio es una deificación del legendario rey Mahasena, que nace como un Bodhisava. Ha habido una apropiación o mezcla de tradiciones budistas con rituales típicos de tamiles hindúes en Kataragama, como caminar el fuego, la danza Kavadi (yugo) y la perforación del cuerpo, los templos se han convertido en un complemento a la Vehera budista Kiri. No debes dejar pasar visionar este magnífico video de RTVE.

 

Eran las 8:30 cuando quedábamos de nuevo citados en el autobús, reiniciamos la marcha con destino a un nuevo hotel, en este caso el “Priyankara” en Tissa a tan sólo 15 kilómetros. Poco hablamos ya en este último trayecto del día, únicamente la guía nos comentaba que la jornada de mañana la dedicaríamos a visitar el Parque Natural de Yala y sus alrededores.

graffiti en el acceso a Sithalpauwwa por el PN de Yala

14 de agosto – día DOCE

 

Nos levantamos temprano en esta población del Sur de la isla, a escasos diez kilómetros de la costa. Y aunque nos avisan que poco tiene que ver, quizás sea bueno saber algunas cosas.

arrozales en Tissamaharama

Estamos en Tissamaharama, conocida popularmente con la abreviatura de Tissa, nombre que toma del hermano de Tissa Devanam Piya, rey de Anuradhapura, quien funda la ciudad como capital del Reino de Ruhuna, cuando era conocida como Mahagama, en el siglo tercero antes de Cristo, justo cuando se produjo el florecimiento de Kataragama de la que precisamente venimos. De esa época tan remota ha heredado uno de sus elementos más significativos, el estanque de Tissa Wewa. Actualmente la ciudad vive del turismo de los alrededores, siendo muchos los establecimientos hoteleros que acogen a la gran cantidad de visitantes, que como nosotros se acercan a la vecina Kataragama y de paso a los parques nacionales de Yala y Bundala. También es muy importante su agricultura, el otro pilar económico de la ciudad, además de caracterizar su paisaje cercano. Al embalse de Tissa, se le suman otros depósitos de agua como los de Wirawilla, Deberawewa o Yoda, que han favorecido una excelente agricultura en base a los arrozales, en medio de los cuales vemos y en la lejanía esas grandes estupas blancas.

puestos de vigilancia en el PN de Yala

A unos quinientos metros al Sur del muro de contención del embalse de encuentra la dagoba de Tissa Maha, construida por el rey Kavantissa en el siglo tercero, con sus 165 metros de perímetro en la base y sus 56 de altura, fue la mayor de toda la Isla en la antigüedad; muy importante para los budistas cingaleses, ya que se trata de un Solosmasthana, lo que quiere decir que pertenece al grupo de los dieciséis lugares sagrados del budismo del país, estando consagrada con Reliquia del Diente Sagrado. A unos dos kilómetros al Este y apareciendo al final del muro de contención y en ésa misma dirección, vemos la dagoba Yatala, algo menor que la anterior, destacan cuatro hojas de loto colgadas de las cuatro esquinas del cubo blanco de su remate superior. Fue construida tres siglos después por el rey Ila Naga, entonces conocido como el Maha Vihara Naga.

 

El hotel de Priyankara, 6º17’31.93N – 81º17’49.79” y elevación 20 metros, es bastante agradable, nuestra habitación da a una explanada de césped adornada con una pequeña piscina, en la que unos niños de cabello rubio chapotean discretamente ante la mirada alerta de sus padres, al lado queda el porche del comedor y cerrando el tapiz verde una valla metálica en la que se posan dos martín pescador, al otro lado un inmenso mar verde de jóvenes espigas de arroz se mecen al viento. Acabamos de desayunar y subimos al autobús, con dirección a las ruinas de Situlpawwa.

 

No entiendo como encontrándose al Noreste de nuestra posición, tomamos dirección Este, pasamos por el muro represa del embalse, situación que ocurrirá cada vez que realicemos un desplazamiento. Transitamos por la B464, la carretera de Pannegamuwa – Tissa – Kataragama (road), la mañana está preciosa, el cielo limpio, seguramente nos hará bastante calor a medida que ice el sol. Nada más dejar la ciudad comenzamos a divisar el estanque de Tissa, al Este, entre el caserío que abandonamos y el moderno núcleo urbano. La carretera utiliza el dique en su recorrido, situación que recuerda el embalse de Kantale, cerca de Trincomale. Y es que estos muros de contención milenarios son mudos testigos de la historia de la Isla, soportando las importantes vías de comunicación que la recorren para terminar incorporados a la red viaria. En este caso, en sus 1.350 metros rectos aparecen centenarias acacias en las márgenes, lugar de refugio de la infinidad de aves acuáticas que utilizan estos humedales como hábitat. Son sólo unos segundos, pero lo bastante para contemplar tan delicado espectáculo, bandadas de aves amerizan sobre la lámina plateada que brilla bajo un sol incipiente, algunos pescadores en la lejanía extraen su sustento y próximo a las casas otras gentes, entre nenúfares, utilizan sus aguas como aseo personal o para la colada. Al otro lado quedan los verdes arrozales y al fondo una blanca dagoba, Yatala.

acceso al complejo budista de Sithalpauwwa por el PN de Yala

Para acceder a complejo budista de Situlpawwa, nos hemos desviado por una carreterita desde Tissa en dirección al Parque Nacional de Yala, me ha parecido oír que queda a 20 o 25 kilómetros. Aún mantengo en la retina el paso por el wewa, busco entre mis cosas el libro de notas, algo encontraré. Leo que el muro de contención que acabamos de cruzar es muy antiguo, que data del siglo segundo antes de Cristo y que se construyó para represar el río (Oya) Kirindi por el monarca del reino de Ruhuna, Kavantissa. Conjuntamente con el dique se trazo un elaborado sistema de canales para aumentar al máximo el riego y cultivo de esta inmensa llanura. Lamentablemente tan magna obra de ingeniería fue abandonada cuando siglos más tarde la corte se trasladó a Anuradhapura, quedando literalmente absorbido por la selva y no fue hasta el siglo diecinueve, cuando los colonizadores británicos lo restauraron, sembrando de nuevo más de 1.500 hectáreas de arroz.

 

El piso asfaltado ha durado poco, casi todo el tiempo hemos discurrido por una pista terriza, soportando ingentes cantidades de polvo rojo, como la misma tierra que pisamos y que levantaba nuestro vehículo. Para la ocasión se han contratado unos jeep abiertos en los que se compensa el disfrute del paisaje y el entorno con la tierra que tragamos y los incómodos asientos. Nuestro conductor nos ha ido parando cada vez que divisaba algún animal, ciervos, monos o pájaros. Hemos tenido la suerte de contemplar un enorme “tucán” en lo alto de una acacia, pero de leopardos, otros felinos o elefantes, nada de nada. La pista, en general, en tramos muy rectos queda flanqueada por la jungla o selva tropical, bastante reseca y árida, es de baja altura y en ella predominan los arbustos espinosos, uno de éstos destacaba sin duda por sus bonitas florecillas azul añil, que de vez en cuando salpican de color, el sucio verde polvoriento de la seca vegetación circundante. Son muchos los pequeños puestos de control que el ejército tiene apostados en el borde del camino, incluso en los accesos, tanto del Parque, como de las ruinas budistas de Situlpawwa, el origen de tanto militar son los rescoldos del ataque que un destacamento sufrió en el Parque en el año 2007 a manos de los Tigres Tamiles. Resultó bastante curioso observar los montones de botellas apiladas en el último de estos controles, en el borde del camino. Según nos contó el conductor de nuestro jeep, proceden de las requisas que realizan los soldados, a los muchos grupos de jóvenes, que se desplazan a este lugar con objeto de montar botellonas, me lo imagino y no es difícil.

el complejo de Sithalpauwwa desde la dogoba Maha

Situlpawwa, es uno los complejos monásticos más importantes de la erudición budista, antiguo lugar de culto en la Isla y actualmente un lugar muy popular y de peregrinación para los cingaleses. Es asombrosa la cantidad de gente que nos encontramos en este lugar tan remoto, tan perdido de la mano de dios. El conjunto consta de un templo cueva excavado en la roca, dagobas, estanques y restos de un monasterio, construidos en el siglo segundo antes de Cristo. Su situación de aislamiento en el interior del Parque Nacional de Yala, sobre unas afloraciones graníticas volcánicas, gneis (según me apunta Luis), le confiere unas excelentes cualidades paisajísticas, muy acorde con el significado de la palabra cingalesa de “Chittalapabbata”, la colina de la mente tranquila. Dicen que en el siglo primero antes de Cristo, en el complejo vivieron 12.000 monjes arhats, monjes que alcanzan el mayor nivel de la mente. Pero aquí, a diferencia de los monasterios en el interior de ciudades, la vida monástica era dura, dedicada al silencio, meditación y soledad.

la dagoba Maha de Sithalpauwwa en el PN de Yala

La blanca dagoba Maha Sithulpauwa construida por el rey Ruhana, Kawantissa en el siglo II, se alza elegante con su cinturón de colores sobre una afloración granítica de unos 120 metros a la que se sube por una esclarea tallada en la roca y que dispone como único auxilio una escueta barandilla metálica, la verdad bastante útil. Las vistas desde la cima de los alrededores, del Parque Nacional de Yala son magnificas, miradas que se pierden en el horizonte, en la línea que marca el encuentro del verdor de la vegetación con el azul del cielo. Desde lo alto vemos otras dagobas, una de ladrillo sin remate y otras más pequeñas, una de ellas, a lo lejos, en dirección Oeste, sobre otra afloración rocosa.

templo cueva del complejo budista de Sithalpauwwa

Consta que en el complejo existen una serie de cuevas, únicamente hemos visitado una, me imagino que la más importante. En este espacio rupestre de unos 6 a 9 metros de alto por unos 20 de largo encontramos dos grandes budas coloreados y reclinados, cubiertos por unos singulares y curiosos visillos. Al parecer las pinturas de sus interiores se relacionan con la vida diaria de los monjes, en la guía aparece que son como las de Dambulla, de la época de Anuradhapura. Muy cerca, al borde de la piscina de agua, se encuentra una lápida con inscripciones realizadas en caracteres Brahmi en las que se mencionan las donaciones realizadas para el mantenimiento del monasterio. Resulta bastante difícil apreciar los caracteres cingaleses de una de las escrituras más antiguas que se conoce, sin duda me recordaba aquella que vimos en el cuadrángulo de Polonnawura, ¿habría alguna conexión entre ambas? Aunque ya casi ni vale la pena mencionar, sobre la información que disponíamos. En el paseo que di en la explanada baja del recinto me detuve en una serie de pequeñas ruinas, imagino que construcciones del monasterio, serían las salas capitulares o poya geval, el bodhigara, el pilimageval y una antigua casa predicación en la que destacaban los restos de pilastras de granito de 3 metros de altura sobre los arranques de los muros, que mencionaba mi guía.

varano salvator en la playa de Dickwela

15 de agosto – día TRECE

 

Abandonábamos Tissa y con Tissa los parques naturales de Yala y Bundala. Dejábamos Bundala observando el vuelo de una águila de cabeza y pecho blanco que recuerda a la que parece en el escudo norteamericano, el águila calva, en este caso se trata de la conocida como la cometa del cielo por su magnifico porte. Los jeep nos devolvieron a un punto acordado en el que nos esperaba nuestro autobús, ya cerca de la carretera principal de Tissa, la costera A2. A partir de ese momento iniciaríamos un largo trayecto de más de cinco horas hasta nuestro siguiente y nuevo destino, la población de Unawatuna, donde pasaremos las dos próximas y últimas noches en Sri Lanka. Serán unos 140 kilómetros en dirección Oeste-Este con una ligera inclinación Sur, todo lo que restaba del día en la carretera, y aunque pudiesen ser unas tres horas en nuestro país, aquí deberíamos de cruzar infinidad de poblaciones unas más grandes que otras, con la dificultad que implica en el tráfico en carreteras, generalmente estrechas, que no dan para más, además deberíamos de parar algunas veces.

 

El paisaje cambia sustancialmente, dejamos atrás los arrozales, huertos y plantaciones de hortalizas que alimentan al país para circular al borde del mar, la economía básica de todas estas poblaciones cambia, ahora se apoya fundamentalmente en la pesca. Realizamos varias paradas, quizás la mejor, la que obligamos a realizar a nuestros dirigentes en el acceso a la pequeña población de Dickwella, cuando ya llevábamos más de 70 kilómetros desde que dejáramos Bundala, la necesitábamos. La guía y el conductor se resistían a parar, argumentaban que la carretera era muy estrecha, que el autobús dificultaba el tráfico, le indicamos que la necesidad era obligada, ya que había necesidades fisiológicas a las que responder ineludiblemente. Paramos de mala manera en el arcén de la travesía urbana, me sublevaba aquella situación, bajé intentando buscar una alternativa, al dar un vistazo por los alrededores detecté una explanada de aparcamientos frente a un pequeño súper mercado y allí, que mejor sitio para anclar el vehículo un buen rato. A regañadientes, no tuvieron más remedio que aceptar; aprovechamos para dar un paseo, por la playa y sus alrededores. La arena rubia estaba limpia, en la ancha franja no había un alma, tan solo un extraño cangrejo que sustituía las pinzas por remos peludos y que terminó enterrado en la arena cuando quise tocarlo. Al final, incluso pudimos dedicar algún tiempo para realizar algunas compras en el súper frente al bus, por cierto a muy buen precio. También algún compañero tuvo la oportunidad de sacar dinero en un cajero cercano, al otro lado de la calle. Satisfechas nuestras necesidades de andar por tierra firme, reanudamos la marcha.

pescadores de bajura en la costa de Weligama

A pocos kilómetros de Dickwella, a unos 20, se encuentra la ciudad de Matara, no confundir con Matale, sus más de 85 mil habitantes son mayoritariamente cingaleses a los que se suman una pequeña minoría descendiente de musulmanes llegados desde la Península Arábiga. Históricamente pertenece a la zona conocida como Ruhuna, aquella dinastía que creo y gobernó Kataragama y que le da su otro nombre al parque de Yala. A esta zona arribaron por mar entre los siglos dieciséis a dieciocho los portugueses y holandeses sucesivamente. De ellos encontramos algunos restos interesantes en su arquitectura colonial que aún podemos presenciar en sus calles, entre los que destaca uno de los faros más antiguos del país, construido por los primeros en un lugar conocido como Dondra. Pero si por algo especial menciono Matara, es por qué en esta población se encuentra la estación-terminal de la línea férrea que discurre por las costas Sur y Oeste del país y que es gestionada por “Ferrocarriles de Sri Lanka” y que nos acompañará en el transito hasta llegar a Colombo, la veremos muy cerca, encajonada la más de las veces, entre la línea de playa y la carretera. Las vías continuarán hacía el Norte en varias radiales más, una paralela a la playa y otras desviándose desde la capital administrativa al centro de la isla. Cruzamos la población sin pararnos, pero desde las ventanillas divisamos las estaciones de trenes y autobuses y algunas casas con sabor colonial europeo.

 

La siguiente parada la realizamos después de recorrer tan sólo 15 kilómetros, en este caso fue en la aldea de Weligama, ya muy cerca de nuestro destino, a algo menos de 20 kilómetros. Aparcamos de nuevo en la carretera, aquí era más ancha, muy cerca estaba la playa, justo frente de un islote cuajado de abrupta vegetación, en una preciosa bahía de arena blanca que le da nombre a la población, ya que en cingalés significa “pueblo de arena”, la recogida playa es el perfecto abrigo de las muchas y pequeñas embarcaciones de pescadores locales. El humilde restaurante me recordaba al de Negombo, no por su arquitectura, si no por la tardanza en el servicio de las comandas. Volvimos a observar como un chico salía con una motocicleta en busca de mercancías y bebidas. Era una especie de chiringuito con una gran terraza a modo de palafito, cubierta de palma y mesas de madera. Sacie el apetito con unos hermosos gambones a la plancha, ya hacía días que había descubierto que este plato está muy bueno y es bastante barato, por supuesto regado con cerveza. El día se mantenía nublado y aunque no hacía fresco era bastante llevadero. Tardaríamos unas dos horas en la comida, al finalizar nos dimos un paseo por la playa y contemplar más de cerca las pequeñas barcas de madera en su mayoría, que disponen de un curioso brazo equilibrador a modo de catamarán, que es utilizado para el extendido de las artes de pesca. Serían las cuatro cuando reanudamos la marcha, ya no teníamos previsto parar hasta nuestro hotel en Unawatuna.

pescador sobre zanco en los rompientes de la costa de Weligama

Los habíamos visto muchas veces en revistas, en fotos, incluso en la recepción de algún que otro hotel. Tan sólo habríamos hecho unos cuantos kilómetros desde la última parada, cuando en un trayecto en que la carretera se acercaba al borde del mar, en una zona rocosa donde las olas rompían contra las piedras que florecían en la superficie, observamos a uno de estos pescadores encaramados a esa pequeña estructurilla hecha con finos palos de madera sobre la que hacen equilibrio para pescar en los rompientes con sus cañas y que son conocidos como los “pescadores sobre zancos”. Solicitamos y se nos concedió una parada repentina para poder fotografiarlos. Solo había uno de éstos, que ya se apeaba y que cuando detectó que nos paramos, rápidamente volvió a encaramarse a uno de esos postes. Fue Paca la que le dio una buena propina, agradecida de poder hacerse una foto con él.

 

De acuerdo con el horario previsto, sobre las cinco nos estábamos acomodando en el último hotel, el Unawatuna Beach Resort, en la población del mismo nombre y a tan solo seis kilómetros de Galle que visitaremos mañana. Estamos al borde de la misma playa, esplendida por cierto, cuando la he visto, lo primero que he pensado ha sido, me daré un baño antes de que oscurezca. He dejado el equipaje en una habitación fantástica, grande moderna y con un baño igualmente generoso. La única pega es la cama de matrimonio, le hemos pedido a los chicos del servicio, tal y como lo hemos hecho ya en otras ocasiones que se ha repetido la misma historia, que nos diesen otro juego de sábanas, nos miran extrañados y se ríen, pensarán, dos hombres juntos, gays seguros. Lo hacemos para que mi compañero y yo, no durmamos bajo la misma tela, una curiosa y pura chorrada. Me puse el bañador mientras él se quedo haciendo la colada.

playa frente a nuestro hotel en Unawatuna

El mar estaba picado, con unas olas que calculo de más de tres metros. Observo que hay poca gente bañándose, una vez me introduzco en el agua, lo entiendo. La mar me absorbe, zamarrea, maltrata y expulsa. Esta playa se encuentra en una pequeña bahía o cala bordeada de palmeras y cocoteros, asomándose a una banda de arena blanca ancha, un tanto empinada en su encuentro con el mar, un bello paraje, fachada de numerosos hoteles que se arriman con sus restaurantes y chiringuitos de copas para la delicia nocturna de los jóvenes, como los de nuestro grupo. Pero, pese a todo este ambiente paradisíaco, aún se recuerda el día 26 de diciembre del año 2004 cuando el gran tsunami arraso su costa, adentrándose tierra adentro, destruyendo las aldeas y pequeñas poblaciones, dejando un rastro terrorífico, murieron cientos de personas y quedó arrasado todo lo que cayo bajo su terrible manto, Unawatuna fue una de esas localidades que sucumbieron. No obstante, se recuperó con bastante rapidez, gracias a la ayuda internacional y a sus abnegados voluntarios, muestra de ello es nuestro propio hotel, una excelente reconstrucción, con unas calidades más que aceptables y que recomiendo encarecidamente. Y la verdad, aunque no queda ningún rastro en absoluto de la catástrofe, al meterme en el mar he sentido su extraña presencia, me he girado y he mirado al azul oscuro del Índico, al mar abierto con cierto recelo, como esperando divisar una ola gigantesca.

 

Aunque en esta ciudad hay otras atracciones como la dagoba que se ubica en la colina de Rumassala, barrera oriental de protección del puerto de Galle. Esta estupa se asocia a la tradición local y algunos otros eventos propios del Ramayana, Luis que la ha visitado viene encantado, cuenta que el lugar estaba animadísimo, y es que como en cualquier otro lugar de Sri Lanka, aquí también se celebra el Perahera de la luna llena. Personalmente. Después del baño me he dedicado a descansar y a escribir en mi confortable habitación, ni siquiera he tenido que pedir cervezas, he visto los precios de las del mini bar y me han parecido hasta baratas, así que he dado buena cuenta de ellas.

lienzo muralla Oeste hacia el Sur desde el bastión de Gritón en Galle

16 de agosto – día CATORCE

 

Ha amanecido con un ligero chirimiri que ha durado muy poco, el cielo se mantiene cubierto como en días anteriores. A las 8:15, después de un magnifico desayuno en el buffet libre del restaurante, nos hemos dirigido al autobús que nos arrimará a la cercana Galle (se pronuncia gol). Ya no llueve, pero la humedad seguro que ha de rozar el 90%, es muy temprano y ya comenzamos a sudar, todos. Son algo más de las ocho y media cuando el autobús ha entrado en el Fuerte Holandés, la antigua ciudad colonial, nos deja en el arcén terrizo de la calle Rampart, muy cerca de la muralla Oeste, entre los bastiones de Neptuno y Tritón, coordenadas 6º11’53.07”N – 81º12’40.68E, altitud 5 metros. Antes de comenzar la visita aportaré algunas notas generales sobre la ciudad y su recinto fortificado.

caserío del Fuerte Holandés de Galle

Galle es la gran ciudad del Sur de la Isla, la cuarta en tamaño y población de todo el país, con más de 100.000 habitantes, bien comunicada con la capital administrativa Colombo y con el resto del país a lo largo de la costa, en tren o por carretera, a estos medios terrestres unimos el que ofrece su excelente puerto. El origen de su nombre tiene dos versiones distintas, para los cingaleses “Galaa” que significa hato o rebaño de ganado, para los colonizadores, deriva de la palabra holandesa “Galo”, pollo. Tiene una intensa historia, siendo el puerto más importante de la Isla ya en el primer milenio antes de Cristo, cuando se comerciaban las especias con griegos y romanos, con oriente y el resto de Asia. Desde la hipotética situación de Tarsis, lejana ciudad bíblica conocida por sus tratos con Israel, según James Emerson Tennent, historiador irlandés que vivió en la ciudad en el siglo XIX. Las primeras noticias fiables de la ciudad nos las da el historiador griego Tolomeo, que la recoge en su Mapa del Mundo en el siglo II. Si bien las referencias más ciertas, la menciona el musulmán Ibn Batuta en sus libros de viajes como “Qali”, en el siglo XIV.

antigua sede del Gobierno holandés en el Fuerte de Galle

Y aunque el marino portugués Lorenzo de Almeida desembarca accidentalmente en estas costas en 1505 debido a una tormenta, no sería hasta años más tarde, en 1587 cuando los portugueses se hacen con la ciudad. Es a partir de aquí cuando se rescribe la historia de esta ciudad, cuando se construye la fortaleza “Fort Cruz”, germen de la que hoy conocemos. En 1640, los holandeses con la colaboración del rey cingalés Rajasinha II se hacen con la ciudadela expulsando a los lusos y sobre un fuerte en el que predominaba la madera y que únicamente defiende el flanco Norte, edifican la excelente fortaleza que visitamos, ampliando y reforzando sus murallas y bastiones. Las obras que comienzan en 1649 y que duran hasta el siglo 18, constituyen una verdadera ciudad amurallada resistente a cualquier ataque, aquí se estableció la Compañía Holandesa de las Indias Orientales (CHIO) y, a sus edificios públicos se le une un excelente caserío que nos ha llegado a nuestros días en bastante buen estado. En 1796 llegaron los británicos que tras echar a los ocupantes la convirtieron sin apenas tocarla en su centro administrativo. Las pocas modificaciones que realizan son puntuales, se centran en su flanco Norte en el que se abre la puerta principal y construyen la torre que en 1883 conmemora el jubileo de la reina Victoria, también algunas viviendas, la iglesia anglicana y un faro en el Baluarte de Utrecht. Heredamos un excelente ejemplo de ciudad fortificada, fusión del urbanismo europeo y la arquitectura realizada por éstos en el Sur y el Sudeste asiático.

vista aérea del Fuerte Holandés de Galle extraída de google

El Fuerte es la seña de identidad de la ciudad, descendientes de colonos, turismo y población occidental, en su mayoría de europeos, holandeses, ingleses, portugueses y alemanes, se mezclan armoniosamente con los cingaleses. A la variedad de etnias y culturas se unen la pacifica convivencia de religiones, budistas y católicos conviven con hinduistas y musulmanes, que en su mayoría viven y regentan los negocios y comercios en el interior de la fortaleza, muchas tiendas de ropa y joyerías. Con la independencia de Sri Lanka 1948 y la retirada del gobierno británico, la actividad en el fuerte decae, y comienza a envejecer lentamente.

 

El tsunami de 2004 desbastó la ciudad, pero las defensas del fuerte, con sus murallas de anchos y altos muros de piedra lo protegieron envidiablemente de los embates de las gigantescas olas del Pacífico y los daños fueron escasos. No obstante, muchos de sus edificios han sido o se encuentran en fase de restauración, promovidos por la Fundación para el Patrimonio y el Departamento Arqueológico del Gobierno de Sri Lanka, con la colaboración y financiación del Gobierno Holandés. Muchas de estas casas han sido compradas por expatriados y ricos habitantes del país e indios como casa de vacaciones, conviven escritores, pintores o poetas, artistas extranjeros, ante el auge de estos colectivos y el turismo, se montan muchos negocios, hoteles, restaurantes y tiendas. Ha sido tan esmerada rehabilitación y renovación, que ha sido declarada Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO. La visita ha sido una oportunidad única para apreciar este tipo de construcciones coloniales de una ciudad fortificada que pasa por ser el mejor ejemplo de las que construyeron los europeos en el Sudeste asiático. Una preciosa imagen se puede contemplar a vista de pájaro, en la que destaca el pequeño y antiguo puerto natural al inicio de su farallón Este, en el extremo Oeste de la Bahía de Galle, en su centro queda el Puerto y al Este, la punta de Rumassala, o como sus bastiones y grandes paños rectos amurallados situados al Sur y Oeste que se recortan con el continuo batido de las olas del Índico.

mezquita Meeran Jumma Masjiden en el Fuerte

Nos bajamos en la calle Rampart, en el lienzo SO de la muralla, mis compañeros iniciaron la visita en dirección Norte, en sentido horario. No se porqué me apetecía ir al Sur, mi primera decisión fue coronar la muralla, subir a lo más alto, contemplar sus magníficos lienzos de grandes bloques de granito y los grandes bastiones en sus quiebros, asomarme al mar, escuchar el rumor de sus aguas embravecidas y observar sin pensar en el tiempo, en como las olas rompían en la base de aquellos altos muros que coronaba. Desde aquellas piedras de granito colocadas por cingaleses anónimos en 1663, tenia una visión bastante completa de la ciudad, de esta península rocosa de 52 hectáreas, con sus calles bien trazadas a cordel, de su ancha ronda periférica de defensa paralela a la muralla, la que dibuja unos perfectos bordes geométricos, con sus 14 bastiones triangulares que invaden la mar queriendo con su presencia intimidar a los invasores.

 

Aunque la humedad era sofocante, sentir como el viento resbalaba por mi cara arrastrando el sudor, me resultaba agradable incitándome a caminar. Inicié el recorrido en el sentido opuesto a las agujas del reloj, desde el bastión Neptuno al bastión Tritón, bordeando la línea defensiva hasta alcanzar en el bastión Utrecht el pequeño faro, que con sus 18 metros de altura fue construido en 1938 y reanudar el camino en la dirección del lienzo Este, hasta llegar a un enorme edificio en restauración que resultó ser el Antiguo Hospital, ahora vacío como es natural, atrás había dejado la mezquita de Jumma Masgid o Meera, un elegante edificio blanco construido en 1904, que parece que podría albergar cualquier uso, lo último pensar es que se trata de una mezquita.

escudo exterior de la Puerta Norte o Main Gate del Fuerte

Bajé de las murallas y me introduje en el caserío, dicen que unas construcciones tienen origen portugués y otras holandés y, que no alcanzo a distinguir. Con el primer edificio que me topé fue el de las Cortes, delante de una hermosa plaza arbolada con grandes ficus y un tanto colapsada por los tantos vehículos que llenan sus espacios peatonales cuando sus usuarios acuden a los actuales juzgados. Allí se arremolinaba gran cantidad de gentes, en un día laboral como hoy martes, algunos presumo que abogados, por eso de ir vestidos de punta en blanco y con carpetas bajo sus brazos o maletines en sus manos.

 

Subí por la calle Queens, la que desemboca el acceso por donde hemos cruzado la muralla del Fuerte con el autobús hace tan sólo una hora. La puerta se sitúa a la mitad de un alargado edificio, construido sobre la primitiva muralla portuguesa, que remata en el Bastión Negro y, que albergó los antiguos almacenes de la Compañía de las Indias Orientales Holandesas, tal como rezan en los escudos de piedra que presiden sus fachadas, exterior e interior. Hacia el mar, el colocado por los holandeses con las inscripciones de CHIO, con las siglas VOC (Compagnie Oostindindische Verenigde) y la fecha de 1669, dos leones y un gallo. El colocado en la cara interior, mirando a la ciudad, corresponde al escudo de armas británico, ambos sobre enormes arcos de medio punto de ladrillo. Considerada como el acceso principal se la conoce como la Puerta Antigua u Old Gate.

fachada interior de la Puerta Norte o Main Gate del Fuerte

Este edificio construido en 1669 fue utilizado por los holandeses para guardar las especias y los aperos de navegación. Restaurado recientemente tras los daños que le ocasionó el tsunami, se encuentra ocupado por dependencias diferenciadas a ambos lados de la puerta. A la derecha queda el Museo Marítimo Nacional, al que accedí tras abonar 300LKR, unos dos euros, se expone material procedente de navíos europeos, piezas de artillería y útiles de los propios tripulantes. Al otro lado está el Centro de Arqueología Marítima aquí se muestra la historia de la pesca en el país y sus métodos tradicionales, incluyendo diversos dioramas divulgativos, maquetas, pequeñas embarcaciones, artes de pesca e incluso el esqueleto de una ballena, se completa con algunas escenificaciones teatrales de la vida cotidiana de pescadores, ¡no está mal! A la salida observé que las restauraciones de esta zona no se habían realizado por fuera, únicamente en el interior.

iglesia reformista holandesa en el Fuerte

A la salida tomé por la calle de la Iglesia, entré a visitar la Iglesia Reformista Holandesa, el principal templo cristiano de la ciudad, fue construida en 1640 en un estilo colonial de inspiraciones barrocas, posteriormente a mediados del siglo XVIII fue remodelada. Cuando accedí, me resultó muy curiosa esta pequeña nave, blanca y elegante, pero carente de altar e imágenes, nunca había visto ninguna igual. Observé que en el suelo y bajo las banquetas se pisan las lápidas de los enterramientos de los colonos que en el siglo diecisiete llegaron a estas tierras tan remotas desde los Países Bajos. Al fondo se encuentra un viejo órgano de la vendimia de 1760, aquel que acompañaría en los servicios religiosos y un púlpito de excelente madera de madera calamander, parecida al ébano.

iglesia de todos los santos en el Fuerte

Me encontré con Rubén y sus amigas, nos saludamos, nos contamos lo que habíamos visto unos y otros. Después de este breve encuentro tomé en dirección contraria, no había caminado mucho cuando me topé ahora con Juan José, también iba empapado en sudor como yo, nos paramos frente a la conocida Catedral o Iglesia Mayor Anglicana de Todos los Santos, en la esquina que forma el quiebro de la calle de la iglesia. Leí que fue “construida en 1871 por colonos ingleses”, es de estilo neogótico, bastante sencilla, en el que únicamente destacan los huecos remarcados con mortero blanco sobre la fábrica de mampostería con piedra de la zona. En sus jardines exteriores volvemos a encontrar lápidas de tumbas, en este caso serían de los primeros colonos anglosajones. Actualmente forma parte de una escuela privada, aún así ambos pudimos acceder a curiosear libremente desde la calle.

recorrido por el caserío del viejo Fuerte

Nos despedimos, a partir de aquí comencé a callejear buscando otros edificios singulares, aquellos que menciona la guía y en la que me apoyé para buscarlos, el Arsenal, la Casa de Armas de fuego u otros que atendían las necesidades más domésticas, como la carpintería, herrería, talleres de forja o fabricación de cuerda. También las grandes mansiones coloniales, una que convertida en un extraño museo compartía espacio con pequeños talleres de joyas a los que me invitaban insistentemente a pasar y de la que salí un tanto estresado. En el callejeo detecté otra, en este caso estaba remodelada y ocupada por tiendas con objetos del tipo souvenir, ropa moderna, por cierto bastante bonita, pero cara. Ante la desilusión que me lleve de nuevo comencé a buscar otras menos retocadas, transformadas o reinventadas, que de alguna forma conservasen su aspecto original. Tuve suerte, entré o prácticamente me colé, en una de estas grandes casas a las que llaman mansiones. Vivía una pareja mayor, al verme pensé que me regañarían, pero fue todo lo contrario, me invitaron a pasar al interior, recorrí sus distintas habitaciones, un despacho, el salón, incluso un dormitorio, en los techos de madera de algunas de estas piezas interiores aparecían unos pequeños tragaluces alargados bastante singulares en el plano inclinado de la cubierta para favorecer su iluminación directa durante el día, terminé en el patio trasero ajardinado al fondo de la casa, rodeado de una galería con un techo bajo sostenida con pilares metálicos, en su espacio central abundaba la vegetación. Aún entré en una última, era una oficina de no se que, igualmente me invitaron a pasar y, cómo no, curioseé con toda tranquilidad.

templo budista Shri Sudarmalaya en el Fuerte

Seguí caminando y observando con curiosidad esta arquitectura colonial que resulta tan proporcionada y que tan acertadamente mezcla sabores europeos y orientales. Llegué al cruce de las calles Rampart y Parawa, en la esquina y ya divisando el interior de la muralla Oeste, se encontraba el pequeño templo budista de Shri Sudarmalaya, del que dicen está construido en el lugar que ocupó la iglesia católica más antigua que se edificó en viejo Galle, la que construyeron los jesuitas portugueses. Antes de nada, me senté en su porche de madera para descalzarme y acceder a su interior. Entré en un gran espacio vacío, sin objeto alguno alusivo a la religión, parecida a una sala polivalente, de allí pasé a otra habitación presidida por tres budas cubiertos por visillos y, a continuación, a dos pequeñas capillitas extrañamente dedicadas a deidades hinduistas, entre ellas, según después nuestra querida Paca tuvo a bien indicarme a la vista de las fotos, una en honor a Vaishnavi, diosa madre y avatar de Vishnú, cuya montura es el águila Garuda y que se puede representar con cuatro o seis manos en las que destacan sus atributos de la rueda y la caracola. La otra imagen corresponde a Skanda, el dios de la guerra, también conocido como Kartikeya, monta en un pavo real y puede tener seis cabezas y doce brazos. En un pequeño patio contiguo, en la esquina entre ambas calles, había una pequeña dagoba de no más de cuatro metros de alta que lucía su habitual cinturón de tela de franjas con la bandera budista, azul, amarillo, rojo, blanco y naranja.

 

Mencionar que al paso, dando vueltas sin rumbo fijado, me topé con el Museo Nacional, también me asomé a la recepción del hotel Amangalla, antigua mansión del siglo diecisiete del gobernador holandés cerca de la Iglesia Reformista, construida en 1684 se convirtió en el Oriental Hotel en 1865, exclusivo para los europeos que se llegaban a la isla para realizar sus negocios, en 1995 fue exquisitamente restaurado como el lujoso hospedaje al que me asomé, franquicia de la cadena Aman Resorts.

lienzo muralla interior Norte, bastión de la Luna y torre del Reloj

Continuaba observando, fijándome en todo lo que me rodeaba, pudiendo admirar otras construcciones de interés, algunas más deterioradas que otras, pero en general todo el caserío presenta unas proporciones y una escala sus calles, muy atractivo. No había casa a la que me asomase, en la en sus altos techos, no dispusiesen de los cansinos ventiladores de aspas, estos que a duras penas consiguen sofocar el calor. En el mismo callejeo pase por una especie de asociación o sindicato de mujeres, en su entrada, en un pequeño porche sobre elevado unos escalones y apoyadas en una barandilla de madera, mirando hacia la calle, se encontraban cinco mujeres de distintas edades, quise captar la singular imagen que presenciaba, cuando me pidieron una rupias, mire en mis bolsillos y apenas tenia monedas sueltas, recordé a Pepa y aquella idea del fondo común para donativos y sin pensarlo les di un billete de 2.000LKR, algo más de trece euros que las volvieron locas de contentas, con el recuerdo del brillo de sus ojos y las expresiones de aquellas humildes mujeres seguí mi camino.

lienzo Norte al fondo el bastión del Sol y la Bahía de Galle

Después de dedicar muchos minutos en el disfrute del caserío, di por concluido la vista de la vieja ciudad en el templo budista de Sudarmalaya. Me acerqué de nuevo a la muralla, cruce la calle Rampart y una explanada libre de unos cien metros de ancho, en la que únicamente hay algunos pequeños árboles y una pequeña capillita hinduista dedicada a Siva, a la que me asomé. Coroné nuevamente el tramo Oeste del lienzo de piedra y desde el bastión de Clippenberg, tomé la dirección por la que al comienzo de la visita se fueron mis compañeros. Pensé que sería una forma de terminar la visita acercarme a la fortaleza que los británicos reordenaron en 1796. La cara Norte, que quedó configurada como su fachada a tierra adentro y defensa de los ataques desde el interior de la Isla. En esta actuación cerraron el foso que los portugueses habían construido al pie de la primera defensa y que posteriormente ampliaron los holandeses. Este potente muro, el de mayor porte del recinto se desarrolla en dos niveles, que refuerza sin duda su potencia defensiva, queda rematado en las esquinas por dos grandes bastiones, también de dos niveles. A la izquierda el de la Estrella, mira al Indico y al Norte y es donde se unen al paño Oeste, que da ahora a la ciudad. Desde allí se contempla la moderna y gran ciudad de Galle con su puerto y estaciones de autobuses y trenes, en primer plano. Ocupando el istmo que une la pequeña isla que ocupa el Fuerte y hacía tierra firme se encuentra el “Estadio Oval Internacional de Críquet”, reinaugurado el 18 de diciembre de 2007 tras ser destruido por el tsunami. Desde esta esquina y caminando por el paño superior llegué a la Torre del Reloj, se sitúa justo en el centro del gran bastión de la Luna, el de mayores dimensiones y de un único nivel, dominando este paño de muralla protege la Puerta Nueva o la Main Gate. Ambas construcciones son relativamente recientes, realizadas por los colonos británicos a finales del siglo XIX.

puestecillo de pescado en la costa de la nueva Galle

En aquellos momentos, después de pensar que la visita había cubierto todas mis expectativas, decidí que quizás era el momento de dar un paseo por el nuevo Galle. Busqué la salida hasta llegar a la Puerta Nueva, aquella que abrieron los ingleses en 1873 en la muralla entre la Luna y el Sol, para facilitar el paso a los nuevos vehículos de transporte y dar más agilidad y rapidez al tráfico comercial de carruajes y mercancías y que se convirtió en la entrada principal.

 

Salí por Customs Road en dirección a la costanera que bordea la nueva ciudad extramuros hacía la bahía, continuando por Sea Street. En aquel escueto paseo marítimo me senté un buen rato a descansar y a mirar el bullicio que provocaba la gente en el mercado de fruta que tenía justo frente. Disipado ligeramente el cansancio entré esa maraña de calles que se sitúa en su trasera. Detecte unos grandes almacenes en un edificio de varias plantas, pensé en dar una vuelta por su interior y curiosear las mercancías que compran los cingaleses para su uso cotidiano. Mucho tejido, vestidos de hombres, mujeres, jóvenes, niños y bebés, confección en su mayoría de rasgos occidentales, también alguna local, saris, paños, etc. eso sí, el colorido predominaba por encima de todo. En el tramo de escalera entre las plantas cuarta y tercera exponían la ropa deportiva, pensé que era el lugar apropiado para comprar unas camisetas de los equipos nacionales a mis hijos. A la salida, en el callejeo me topé con Rubén, Clara y Laura, sorprendidos por el encuentro, nos informamos mutuamente de donde veníamos y que habíamos hecho, decidí acercarme a una tienda que ellos me indicaron a comprar unas pequeñas flautas de caña. Así mismo, los acompañé a comprar ropa de deporte en los grandes almacenes. A partir de aquí decidimos continuar juntos, planteamos seguir la línea de la costa hasta llegar a la zona donde se encuentran los pescadores y que vimos esta mañana al llegar en el autobús.

pescadores preparado sus redes en la costa de la nueva Galle

No llevábamos mucho caminado, cuando las chicas un tanto cansadas, decidieron tomar un tuk tuk e irse directamente al hotel. Nosotros, continuamos andando hasta los pescadores, que ya los divisábamos a lo lejos. Disfrutamos haciendo fotos a aquellos tenderetes de madera en los que exponían el fruto fresco extraído del mar. Destacaban enormes ejemplares de gambas, sepias, sardinas y pequeños peces espada, también otros parecidos a rosadas, pero con reflejos de colores, verdes azules y rosados. Justo al lado, en un sombrajillo a propósito para tales tareas o en sus propias barcas, otros pescadores repasaban sus artes, todas como las que había ido viendo anteriormente. Continuamos caminando y más adelante nos encontrábamos frente al puerto, al que nos dirigimos con la intención de entrar y ver otro tipo de embarcaciones de mayor tamaño. Extrañados quedamos al ver el control acceso custodiados por soldados, parecía tratarse de un puerto militar, aunque no tenía mucha apariencia de ello, con buenos modos solicitábamos nos dejaran simplemente asomarnos, las fuerzas armadas navales rechazaron de plano nuestra petición.

callejeando cerca del Puerto en la Bahía de Galle

Al dejar atrás estas herméticas instalaciones calle arriba, en dirección a Unawatuna, observé un pequeño callejón que se introducía hacia el interior en dirección a la costa, le comenté a Rubén que porqué no nos metíamos por ahí a bichear. Comenzamos a andar y a ver casitas pequeñas en las que sus moradores nos miraban con caras extrañas y de sorpresa. Después de varios recodos en el camino, topamos con otra entrada del puerto, lo volvimos a intentar y otra vez la respuesta fue negativa. Preguntamos a los vigilantes que custodiaban el control por un lugar en el que pudiésemos comer y que se encontrase cercano. Sin saber muy bien a donde nos mandarían, nos indicaron un camino a seguir. Cual fue nuestra grata sorpresa cuando llegamos a un esplendido y enorme edificio colonial al borde de un pequeño acantilado, coordenadas 6º01’53.91”N – 80º14’06.95E, altitud 10 metros.

exteriores del hotel Closenberg a lado del Puerto de Galle

Closenberg es un bello e histórico lugar que se encuentra al Sur de la ciudad, en un pequeño saliente que se adentra en la gran Bahía de Galle y la divida en dos, en la zona conocida como Magalle. Al promontorio hemos llegado por la carreterita que nos ha indicado la Autoridad Portuaria y que dejamos atrás. Es un pequeño y pintoresco hotel cuya terraza ofrece unas impresionantes vistas de Galle y su Puerto, esta mansión que tiene fama de ser una de las que mejor se conservan en el Sur del país, no responde a estilo colonial alguno y en su particular historia encontraremos el porqué.

 

Los holandeses en 1719 construyen una pequeña fortaleza en este promontorio a la que llaman “Klossenburg”, “fortaleza” o “ciudadela en la que el mar ruge”. Cuando llegaron los británicos estaba abandonada, siendo comprada por el capitán Bailey, quien construye una casa a su gusto en 1861 para su esposa a la que llama “Villa Marina”, decorada por su propia mujer, artista, y a la que añadió unos extraordinarios jardines. A los diez años Bailey vendió su casa a la compañía P&O de buques de vapor, que la destina a residencia oficial de su agente destinado en el Puerto, a la postre era Bailey el propio agente de P&O, que siguió viviendo allí hasta que la compañía se trasladó su base a Colombo, cerrándose la mansión. En 1889 Bailey vende la villa a su amigo Simón Perera Abeyewadene, con la condición de que la propiedad tenía que permanecer vinculada a su familia. Fue Simón quien cambió su nombre a Closenberg, Kumar Perera Abeywardena es el actual dueño y propietario del hotel que aún conserva el nombre que además lo dio a la pequeña bahía a la que mira la villa.

salón del hotel Closenberg a lado del Puerto

Dejábamos atrás un último tramo de camino empedrado y ligeramente empinado, a su derecha un edificio blanco al que la patina de los años da aún mayor elegancia si cabe. Tras pasar por un pequeño cartel suspendido entre dos árboles en el que se leía hotel “Closenberg, área WI-FI libre”, adivinamos que era aquel un excelente lugar para reponer fuerzas y almorzar. Al fondo un porche con unos arcos ojivales nos daba la bienvenida, la enorme puerta que sería en su día la entrada principal de la casa. Más adelante existe otra, la principal del establecimiento y que ahora da paso a la recepción del hotel, en el exterior se divisa una explanada de aparcamientos, imagino que para huéspedes y visitantes. El promontorio se estrecha más allá de este punto y se extiende más a lo largo de su fachada al mar, para terminar en una cabaña de verano, con vistas a Galle y su Fuerte. Por la antigua entrada a la mansión y subiendo una escalinata se llega al arranque de la gran escalera de acceso, que llevaría en su día a las dependencias nobles de la casa, ahora las habitaciones del hospedaje, en la pared de su descansillo aún se puede contemplar el escudo de armas de la familia Abeywardena. De aquí pasamos a un porche cerrado con enormes cristaleras, se cuenta que Bailey lo diseño inspirándose en el puente de un barco. Aún el establecimiento conserva la decoración de la época, en sus puertas de roble aparece el anagrama de P&O, también podemos contemplar su exquisito y extenso mobiliario o cuidadas lámparas. Atravesando el salón pasamos al famoso invernadero de los helechos, convertido en el comedor del restaurante y en el que almorzamos, aquí destacan los grandes maceteros de rocallas, el central, en forma de barco cuajado de helechos. No se si las vetustas peceras que decoraban algunas paredes también serán de la época, puede.

No había mucha gente pero el local era impresionante. Comimos calamares y gambas rebosadas, que compartimos, unas cervezas y café charlando un buen rato amigablemente. Cuando abonamos la cuenta, 2.300LKR incluida propina, nos pareció increíble, tan sólo 15,13 euros. Antes de partir, nos dimos un paseo por sus cuidados jardines, entre cuya vegetación cuidada y seleccionada, destaca la palmera de dum de varios troncos procedente del Valle del Nilo y ya apreciada por sus faraones. Contemplamos la gruta que en su día fue la pajarera en la que Bailey custodiaba las aves exóticas que traía de sus viajes. Las pérgolas cubiertas de buganvillas sobre el borde del acantilado, el jardín lateral y la entrada con vistas al mar. A ambos lados de la entrada hay dos palmeras de gran belleza inusual, nativas de Egipto. Terminamos pidiendo unas tarjetas para no olvidar el nombre de tan espectacular lugar, el “hotel Closenberg” del que después he recopilado bastante información y que sin duda aconsejo a todo el que se acerque por Galle. Cogimos un tuk tuk que por 200LKR (1,32 euros) nos acercó a nuestro hotel, Unawatuna Beach Resort.

langur de cara púrpura en el hotel Beach de Unawatuna

Eran las cinco de la tarde cuando decidí darme un buen baño, en la habitación estaba mi compañero ya preparando la maleta, charlamos un rato comentando los lugares que habíamos visitado por la mañana, le comenté mi experiencia con Rubén y me fui a la playa. La mar volvía a estar picada, poca gente era la que se decidía a bañarse, poco me importó, aún recordaba el estupendo chapuzón de ayer y me apetecía repetirlo. Además pensé que sería buena idea coger arena, ya sabéis eso del fetichismo de los recuerdos, pero no la quería seca, me sumergí y cogí un buen puñado del fondo, arena mojada que puse a secar nada más llegar a la habitación. Mi compañero me comentó que si iría a comer, le comenté que prefería escribir un poco y que después si acaso daría una vuelta. Deseaba poner el diario al día, ya que en las visitas a los parques lo había dejado un tanto desatendido. Serían las nueve, cuando después de bañarme, asearme y escribir un buen rato, fui de nuevo a la playa, me apetecía sumergir por última vez los pies en el Índico antes de dejar Sri Lanka. Caminando llegué hasta el borde del restaurante, allí estaba casi todo el grupo charlando, un poco de todo, me senté con ellos y me uní a la velada. Juan José me ofrecía una copa de arak al que se había aficionado y no perdonaba una o dos copas diarias. Al rato me despedí, pensaba que si seguía allí terminaría igual de achispado que aquella noche en el tugurio de Nuwara Eliya. Mañana partiríamos temprano para Colombo, según había oído unas cuatro horas de trayecto en bus y punto final a este viaje, que poco a poco va cubriendo mis expectativas.

martín pescador en el hotel Beach de Unawatuna

17 de agosto – día QUINCE

 

Esta mañana me he levantado con la intención de localizar aquellos monos que mencionó ayer Luis, dice que campan a sus anchas en unos árboles y palmeras que hay detrás de sus habitaciones y que se pueden observar desde la galería abierta de acceso a las habitaciones, en las plantas primera y segunda, desde donde se ve perfectamente la parcela trasera. Nada más salir al jardín delantero y antes incluso de desayunar, me he dirigido al lugar citado y no he visto nada. A la salida del copioso buffet, en compañía de Rubén y Juan José, a los cuales les he comentado la posibilidad de ver esta nueva especie de simios, nos hemos acercado al mismo lugar y ahora, sí allí estaban. Son conocidos como “langures de cara púrpura” (Trachypithecus vetulus nestor), especie de mono del “Viejo Mundo”, de Sri Lanka, endémica y en peligro de extinción. Es arborícola y más esquivo que el común gris o hanuman langur (Semnopithecus príamo), el que hasta ahora hemos visto en templos y parques. Sanada nuestra curiosidad, cargamos los equipajes y nos despedimos de estos bellos parajes al Sur de la Isla, camino de Colombo, el último trayecto que realizaremos antes de partir. A la salida he tenido la oportunidad de fotografiar un bello martín pescador (Common kingfisher) uno de los muchos que hemos visto a lo largo del viaje.

memoria a los efectos del tsunami en la costa Sur de la Isla

En los algo más de 125 kilómetros que separan la capital administrativa del país de Unawatuna emplearemos casi toda la mañana, y eso que partimos a las 8:00. Dejaremos la Provincia Sur para entrar en la Oeste. La carretera vuelve a discurrir paralela a la costa y al ferrocarril que une la población de Matara con el Parque Nacional de Wilpattu, unas veces ambas sitúan del mismo lado y en otras ocasiones ambas nos flanquean en nuestro discurrir. Es un tramo especialmente castigado por el tsunami como comprobamos a lo largo de todo el borde marítimo, se suceden ininterrumpidamente restos de edificaciones devastadas, sepulturas individuales con pequeños monumentos de homenaje, que comparten el litoral con zonas pesqueras, barcos, redes y tenderetes de madera para la venta de productos del mar.

 

Llevaríamos una hora de trayecto, callados, seguramente pensando que esto llegaba a su fin, cuando observamos que el vehículo se detiene en la población de Balapitiya. Sonia había concertado un paseo en barca por los manglares que se forman en la desembocadura del Madu Ganga, opción fuera de programa, que por supuesto había que abonar y al que no se apuntó todo el mundo, lo que provocó el desagrado de los encargados de los botes, posiblemente tenían ya unas perspectivas de ganancias, que con la deserción de parte del grupo, no serían cubiertas. La experiencia, personalmente creo que valió la pena, fueron sólo 2.000LKR, unos 13 euros. El atraque quedaba en el borde de la carretera, detrás de unas casas, bajando por unas escaleras estrechas y empinadas, en una zona pavimentada, uno de cuyos bordes es la ribera del río, en su zona más estrecha y definida.

criadero de gambas en el manglar

Los que optamos por la excursión subimos en tres pequeñas barcas impulsadas con motores fuera borda y tripuladas por un solo hombre. Iniciamos la travesía río arriba, pasamos por debajo del puente de hierro sobre el que discurre el trazado ferroviario, casualmente ocupado en el trayecto de vuelta por el paso de un convoy de mercancías. Después de otro trecho más, calculo que habríamos recorrido media milla, el curso de agua comienza a ensancharse sobre manera hasta convertirse en la gran laguna bordeada con los espesos manglares del Madu Ganga. En su gran extensión de no menos de diez hectáreas destacan entrantes y salientes así como muchos islotes de diversos tamaños. En las riveras de espesa vegetación sobresalen los gigantescos mangles que tienden sus raíces aéreas hacia el agua, son muchos los varanos monitor (Varanus salvator salvator) que posan tendidos al sol en sus ramas y que huyen despavoridos cuando pasamos cerca, verdaderamente tuvimos la suerte de observar con detenimiento a un par de ellos, uno de los ejemplares, de gran tamaño, unos dos metros de largo y bastante grueso.

borde fluvial colonizado del manglar

Entre la flora de las orillas más terrizas y colonizadas por el hombre identifico otras muchas otras especies, cocoteros, palmeras de betel, acacias o ficus, variedad que se diversifica a medida que nos alejamos de las húmedas riberas. A pocos metros del encuentro entre la selva y la laguna discurre un camino, del que salen otras sendas que se ramifican adentrándose en la espesura de la vegetación, parece como si la jungla se oxigenara por esta red humana, con el tránsito de bastantes gentes que a pie o en pequeños vehículos, bicicletas y motos de pequeña cilindrada, transitan de un lado para otro y que se giran y detienen al vernos pasar. Salpicando las orillas aparecen pequeñas construcciones en las que intuyo vivirán los mariscadores, cerca de ellas se encuentran estructuras de caña en el interior del agua, exteriormente sobresalen tallos finos, flexibles y amarillentos en los que se suspenden las fina redes, dibujan sobre la lámina verde intenso de agua, líneas sinuosas que serían el orgullo de cualquier artista de land art, son los criaderos de mariscos que explotan los moradores de la ribera, que en algunos lugares comparten la turbia transparencia del agua con gran cantidad de medusas que se arremolinaban cerca de nuestras pequeñas embarcaciones.

por los manglares de Balapitilla

Discurríamos por las tranquilas aguas disfrutando del paisaje cuando tuvimos un desagradable encuentro cuando se nos acercaron con su pequeña embarcación unos lugareños, uno de ellos portaba en sus manos una cría de macaco atada con una cadena. La cara del pequeño animal transmitía una tristeza y pena lamentables. La intención del individuo que lo portaba era que lo cogiéramos en nuestro regazo y nos hiciéramos fotos con él. Salió escaldado, le regañamos con acritud su actitud y, obviamente nos negamos a cogerlo y participar en su dudoso negocio.

dentro de la espesura del manglar

En el trayecto que duró algo más de una hora tuvimos la oportunidad de acercarnos a una de las islas, en la que además finalizó el trayecto de ida. En aquella pequeña porción de tierra de no más de media hectárea vivía una familia dedicada al cultivo de la canela (Cinnamomum zeylanicum), seguramente eso seria hace tiempo, dada la edad actual un tanto avanzada de la pareja. Ahora más bien regentaban un negocio típicamente turístico de venta de productos relacionados con tan delicada especia de Sri Lanka, país del que procede. Desde la antigüedad, los pueblos de la Isla eran sus mayores exportadores, existen vestigios de que ya se enviaba a Egipto en el año 1400 antes de Cristo. Nos acomodaron en un sombrajo de madera y cubierta de hojas de palma y cercano a la casa de esta familia. El señor nos hizo una serie de demostraciones con una vara de canela, le saco tiras de cortezas y raspaduras que nos pasaba para que la oliésemos. Sonia realizaba las tareas de traducción simultánea mientras nos explicaba los procesos de secado, extracción de esencias y fabricación de aceites. Como era de esperar, al final de la exposición se sacaron lotes de productos que pusieron a la venta. Unos compraron canela en rama, otros, esencias, yo me quedé con un botecito de aceite por 300LKR, unos dos euros. Mientras mis compañeros compraban eche un vistazo a los alrededores de la cabaña, me topé con un pequeño varano de más o menos un metro, que devoraba un cangrejo ávidamente, cuando advirtió mi presencia corrió ágilmente adentrándose en el follaje.

mercancías sobre el manglar de Balapitilla dirección Matare

Terminada la visita volvimos a las embarcaciones e iniciamos el camino de vuelta por los manglares, ahora en sentido inverso, el paisaje resultaba atrayente, incluso se percibía el olor salado que recordaba la cercanía del mar aunque no lo viésemos, de estas aguas verdosas que los rayos de sol convertían en plateadas. Pasamos de nuevo por los criaderos de mariscos y por los pasajes o corredores de espesa y verde de vegetación, por donde acortábamos trayecto, y ya casi al final, por debajo del puente metálico. A lo lejos, en el embarcadero nuestros compañeros un tanto aburridos de tanta espera ansiaban nuestra llegada, muy cerca se divisaba otro puente, por éste, de vigas de hormigón discurre la carretera e inferiormente el Madu Ganga buscando el mar. Procedimos a abonar la excursión y subimos a la calle superior buscando el autobús. Recuperamos nuestros asientos habituales y dispuestos a continuar nuestra aproximación a Colombo.

la exquisita cerveza LIONS cingalesa

Sobre las doce realizaríamos la última parada, en esta ocasión fue demandada por la existencia de multitud de pequeñas carpinterías que iban salpicando la estrecha franja de tierra entre la calzada y la vía férrea, muy próximas a la playa. Queríamos hacer fotos, propuesta que se veía reforzada por la necesidad de realizar las necesarias necesidades fisiológicas. Aquella población de más de cien mil habitantes donde estiramos las piernas un rato es Panadera. −Al repasar el dossier advertí que esta población era muy conocida por el debate histórico religioso que se produjo entre popular budista Gunanandha Thera con el misionero David de Silva.− Paramos en un ensanchamiento de la calzada que permitía sin problemas el estacionamiento de nuestro vehículo, cerca quedaba un pequeño restaurante, en el que tomamos unos refrigerios, cerveza, zumos o cola, no tardamos mucho. En este tramo de carretera, a los muchos monumentos en recuerdo tsunami que mezclados con sus propios restos seguían apareciendo, se le sumaban ahora unas rudimentarias construcciones de madera en la que con una maquinaria muy anticuada, los carpinteros se dedicaban a sacar tablones y rústicos listones de troncos de teca. Aproveché para degustar una de las últimas lions que tan buen sabor y recuerdos me dejaran de ésta ya, encantadora Isla.

desde el bus en Galle Face Rd, Bankio de Ceylon y Torres Gemelas Worl Trade

A las dos ya estábamos entrando en Colombo, sin lugar a dudas la ciudad más importante del país. Famosa por su multiculturalidad, entre sus más de 600 mil habitantes coexisten una importante mezcla de grupos étnicos, cingaleses, moros y tamiles, con pequeñas comunidades de chinos, malayos e indios, así como europeos residuos de épocas coloniales. Capital durante el dominio colonial británico, desde 1815 hasta que 1978, es ahora sólo capital administrativa en favor de Kotte, capital política. No obstante, a pesar de perder su estatus, sigue siendo la ciudad más importante de Sri Lanka. Y aunque se traslada a Kotte el Parlamento, un gran número de embajadas y consulados extranjeros conservan aquí a sus diplomáticos, además de muchas otras instituciones gubernamentales. Colombo es gobernada por un alcalde que forma parte de un Consejo, cuyos miembros son elegidos en elecciones locales celebradas cada 5 años, como curiosidad, durante los últimos 50 años la ciudad había sido gobernada por el Partido Nacional Unido (UNP), perdiendo las elecciones en el 2006, en las que ganó un grupo independiente.

 

Grandes empresas, industrias de textiles, peletería, joyería, mobiliario, de productos químicos o la construcción, tienen sede en el distrito de Fort, centro neurálgico y financiero de Colombo. También destacan en este lujoso barrio cerca del gran puerto, el Banco de Ceylon y el complejo comercial y de oficinas del World Trade Center con dos modernas torres gemelas de 40 pisos terminadas en 1997, estas tres torres son todo un símbolo de la ciudad. Lindando se encuentra el distrito de Pettah, nombre que deriva de la palabra cingalesa “pita” que significa “fuera”, en los exteriores de la fortaleza. Este barrio se caracteriza por las muchas y pequeñas tiendas que se agrupan en atención a los artículos que ofrecen en distintas calles, ropa, electrónica, telefonía o joyerías, la mayoría regentada por musulmanes, no muy lejos de estas calles se encuentra la mezquita de Jami Ul Alfar, uno de los lugares turísticos de visita obligada.

desde el bus, cruzando el Lago Beira, el Ministerio de Defensa

Entre otras cuestiones significativas de esta ciudad, quizás la que más llama la atención sea su nombre, tan cercano a nosotros. No hay nada más que indagar un poco para averiguar como lo interpreta la mayoría. Unos creen que su nombre fue dado por los portugueses allá por 1505, se piensa que reinterpretando la voz cingalesa de Kolon como sus pobladores llamaban al primitivo puerto a orillas del río Kelani, que desemboca en el mar en una zona de la ciudad conocido en cingalés como el Modera, importante vía fluvial de la ciudad y a escasos tres kilómetros al Norte de la actual. Otros argumentan que le pusieron el nombre en honor a Cristóbal Colón, porque vivió en Portugal y hasta aquí llegaron los lusos, me parece más creíble el anterior argumento.

 

Continuábamos paralelos a la costa, por ahora la concurrida “A2”, aún en paralelo a la línea férrea, que nos acompaña desde Matara hace ya 150 kilómetros. La carretera cuando penetra en la ciudad pasa a llamarse Galle Rd, en un buen trayecto continúa con el mismo aspecto de travesía como el que hemos visto al cruzar tantas poblaciones, incluso dentro del caserío. Observamos las vías por las ventanillas del lado izquierdo del bus en cada cruce, una manzana tras otra, es lo único que separa la calle del tren, que discurre muy próximo a la orilla del mar. Dejamos atrás los distritos de Bambalapitiya y Kollupitiya, pasamos cerca Cinnamon Grand Towers y de la embajada de los Estados Unidos, justo detrás queda nuestro hotel, por el que pasamos de largo. También avanzo que visitaremos muy por encima la ciudad ya que partimos esta misma noche. Nuestra agencia, Banoa, con buen criterio a previsto de que dispongamos de un hotel para tener custodiados los equipajes y además nos podamos asear, saldremos para el aeropuerto cercana la media noche de hoy, sí de hoy, miércoles 17 de agosto.

desde el bus edificio Antiguo Parlamento

Sonia, nos comenta que se ha puesto en contacto con la recepción del magnifico “Galle Face Hotel” que nos acogerá estas cuantas horas, le han indicado que aún no están preparadas nuestras habitaciones, en consecuencia nos darán una vuelta en el autobús por la ciudad para hacer tiempo, ya volveremos dentro de un rato. Pasamos entre el hotel y la Galle Face Court 2 que se encuentra frente a él, desembocando en el famoso paseo de Galle Face Green, que con sus más de mil metros de longitud por 100 de anchura es quizás el tramo más elegante de la A2 en toda la Isla. Discurre engalanado con una doble alineación de palmeras en su lado derecho, margen en la que encontramos el elegante Taj Samudra Hotel y unos enormes campos terrizos, seguramente para la práctica del críquet, al otro lado queda el mar. Al final del paseo giramos suavemente a la derecha, cruzando entre el paseo marítimo y un brazo del Lago Beira, un poco más adelante vemos el Parlamento. Llegamos a una rotonda, dejando a su derecha el hotel Galadari, adentrándonos en el distrito de Fort, torcemos por Janadhipathi Mawatha desviándonos de nuevo a la derecha por Bank of Ceylon Mawatha, atrás queda la torre cilíndrica del Banco de Ceylon para pasar frente a las Torres Gemelas de Sri Lanka del World Trade Center, de aquí torcemos por York St, un poco más adelante giramos por Sir Baron Jayathilaka Mawatha cruzando por encima de un canal que comunica el Lago con el Puerto, entrando en el distrito de Pettah donde callejeamos, siempre subidos en el autobús y mirando por las ventanillas, para pasar por la mezquita de Jami Ul Alfar en la 2nd Cross Street. Continuamos subidos en el coche, callejeando, de un lado para otro hasta llegar el momento que me es imposible identificar por donde voy, si que pasamos por la Estación de Fort, y por la Dagoba de Sri Sambuddhaloka, y frente al hotel Milton, para después creo, pasar a Slave Island, barrio que se sitúa entre lo dos brazos del lago Beira, que con sus 65 hectáreas, uno de los hitos más importantes en el interior de la ciudad.

vistas del Hotel Galle Face desde la terraza del damero

Parecía que ya era la hora de regresar al hotel, pensaba −si hoy volvemos a Europa, ¿que es lo que he visto de Colombo?, de esta ciudad en la que conviven diferentes culturas, etnias y arquitecturas que abarcan siglos y siglos−, que extraña situación, todo a través de un turbio cristal. De poco me han servido esas notas que he ido repasando desde que salí de Panadura. Aunque haya podido percibir que ciertamente los edificios coloniales coexisten con otras estructuras construidas en la tradición y estilos arquitectónicos budistas, hindúes, islámicos, indígenas y contemporáneos, aunque hayamos recorrido el corazón de la ciudad, todo ha sido muy somero, tan sólo ráfagas. En Fort es donde he constatado la convivencia de las nuevas arquitecturas de rascacielos con los bajos edificios históricos del dieciocho, en su mayoría heredados de la arquitectura colonial británica, el antiguo Parlamento, ahora Secretaría Presidencial, el Edificio de la República que alberga el Ministerio de Relaciones Exteriores, la Oficina de Correos, la Central de Telégrafos y la Oficina del Primer Ministro, o el antiguo Faro y la mezquita de Jami Ul Alfar, construida incluso antes que el Parlamento, algunos ni siquiera se donde están, me he quedado con las ganas de pisar su suelo cercano, de tocar sus piedras y de descubrir sus entrañas.

vistas del océano Índico desde la terraza del Hotel Galle Face

Por no hablar de su gran y moderno puerto, dicen que ampliado a lo largo de los años, es uno de los más importantes de Sri Lanka, dotado de gran capacidad para la manipulación de contenedores, capacidad que aumentará aún más con la ampliación prevista. Únicamente he visto una señal de tráfico al llegar a aquella rotonda al final de Galle Face Centre Rd y que indicaba la dirección por donde ir. Aunque como dicen que allí se encuentra una base de la Marina Naval, lo mismo tampoco podríamos haber entrado a verlo, como nos ocurrió en Galle, no obstante me hubiese gustado comprobarlo por mi mismo. Quisiera abundar un poco más en el Puerto, no pasar de largo en el diario y aunque no lo haya visto, añadiré algunas de las notas adquiridas.

 

Dicen de él que destaca por su posición estratégica en el Sudeste asiático, favorito para las necesarias escalas en las rutas comerciales, ya desde la antigüedad. Hace más de 2.000 años, fue conocido por comerciantes romanos, árabes y chinos, pero serían los colonizadores europeos los que motivados por el comercio de las especias los que le diesen el impulso definitivo. Primero los portugueses, y después los holandeses, que en 1638 se alían con los reyes de Kandy contra los lusos a cambio del dominio del comercio marítimo, que ponen en manos de la CHIO. A finales del siglo 18, los británicos los expulsan, dando origen en 1796 la poderosa colonia de Ceilán. A ellos corresponde el trazado de la moderna Colombo y la mayor parte de su caserío colonial. Este domino finalizó con la independencia del país en 1948, sin detrimento a que en la ciudad perdurasen la arquitectura heredada del pasado y las costumbres accidentales. Cuando la economía florece al amparo del comercio portuario y las instituciones nacionales se asientan en la ciudad, pese a no ser la capital, las industrias más importantes de Sri Lanka, así como a una importante infraestructura turística, los mejores hoteles, clubes y restaurantes.

 

Pero como era de esperar, el recorrido finalizó en el aparcamiento que hay en la entrada del hotel, coordenadas 6º55’14.58”N – 79º50’45.77E, elevación 11 metros. Y aunque hayamos pasado por edificios, calles y barrios, los mas conocidos de la ciudad, la visión ha resultado escueta y escasa, un tanto ridícula, un broche final significativo, que ilustra la tónica general, prisas y falta de información, de un viaje que podría haber sido mucho mejor y que quizás y sin lugar a dudas el excelente grupo lo ha salvado.

estación de trenes de Fort

Oh!, todos quedamos prendados de tan elegante edificio, su porche de ingreso conserva ese sabor tan anejo de las construcciones coloniales. Cuentan que fue construido por cuatro empresarios británicos en 1864 y que lo bautizaron como el gran paseo marítimo que preside su fachada principal, al fondo, justo en la cara opuesta se divisan las plumas o grúas del Puerto y aunque lo bautizaron como el Galle Face Hotel, creo haber leído en alguna guía que también lo llaman la Esmeralda de Asia. Se dice que comenzó como una pequeña villa de estilo colonial holandés, pero que debido a la expansión del comercio internacional del Puerto se fue transformando en un gran hotel, ampliado en 1894 por el arquitecto Thomas Skinner a quien debe su aspecto actual, fundamentalmente la fachada principal y recibidor, que han llegado prácticamente intactos hasta nuestros días. Por su puesto, es el más antiguo de toda la ciudad. Mientras esperábamos que nuestra guía resolviera el check-in nos entreteníamos observándolo todo, entre sus curiosidades, unas placas de bronce en el hall dan fe de algunos de sus más ilustres visitantes. El escritor británico de ciencia ficción Arthur C. Clarke, amante de esta ciudad en la que vivió desde 1956 hasta su muerte en 2008, ¡quizás en el hotel!, reza que aquí escribió los capítulos finales de “2001 odisea en el espacio” su obra cumbre. En otra, consta la visita del astronauta soviético Yuri Gagarin, el primer hombre que viajo al espacio en 1961. También han pasado por aquí desde Rockefeller, al mariscal Tito, Edward Heath primer ministro británico, nuestro Príncipe Felipe, Richard Nixon o actores como Roger Moore, entre otros.

 

Por fin nos entregaron las habitaciones, quedé alojado en la tercera planta, compartiéndola con mi compañero en todo el viaje y la guía. Se encontraba al fondo de un largo pasillo enmoquetado en el ala Oeste, partiendo del distribuidor de ascensores, adornado con un rickshaw de varas como aquel que servia de sustento a Hasari Pal, y algunos muebles y cuadros de la época colonial. Después de soltar los equipajes y refrescarnos un poco bajamos a comer algo en una de las terrazas interiores del hotel, donde nos sirvieron de uno de los cuatro restaurantes que ocupan parte de la planta baja, en el que sirven diferentes especialidades de mariscos, hay otro dedicado a la cocina de gourmet y un buffet, pero ya se encontraban cerrados. Nos reencontramos todos, quedando acomodados en dos mesas donde tuvimos la oportunidad de probar sus exquisitos platos y no muy caros de precio. Es la conocida terraza en la que se sirven por la tarde los exquisitos tés de Ceilán, aunque nosotros, Juan José y yo, dimos cuenta de nuestras inseparables cervezas lion que después rematásemos con una copa de arak. Divisábamos unos esplendidos jardines pavimentados con baldosas en damero blanco y negro, conocido como el tablero de damas, desde el que se disfruta del ocaso frente al Indico. A su derecha, el conocido restaurante Sea Spray, al que me acerqué, por cierto, bastante concurrido a pesar de la hora que era.

iglesia cristiana en la calle Olcott Mawatha en Pettah

Decidimos dar un paseo por la ciudad, tomamos dos tuk tuk, marchaba con tres de las catalanas, Juan José y Paca, tres por vehículo. Por 250LKR, 1,64 euros, nos dejó en una calle bastante concurrida del distrito de Pettah, quizás una perpendicular a Olcott Mawatha, frente a aquella librería bastante grande, con un buen surtido de libros, pero nada exquisito, cuya dirección que me había dado Sonia, quería adquirir libro de plantas, pero nada. Hacia tanto calor y sudaba tanto, que la búsqueda resultó insoportable, padecía este clima tropical, templado durante todo el año, y que en esta ciudad, aunque oscile de los 20 a 30 grados, la humedad seguro que ronda el 90%. Opté por salir a la calle ante la sensación de angustia que me daba el bochorno, mis compañeros no tardaron, tampoco encontraron lo que buscaban. Volvimos a recuperar Olcott, desde donde se divisaba al fondo la estación de trenes de Fort y a la que nos acercaríamos. Previamente nos colamos en una pequeña iglesia holandesa católica (tenia altar) que nos encontramos al paso. Un poco más adelante observamos como un monje budista accedía a una tienda, casi sin preguntarnos el porqué nos metimos tras él. En el local vendían todo tipo de objetos relacionados con su religión, desde los Cds que el susodicho miraba con toda atención, hasta túnicas, Paca se coló en el mostrador y se divertía probándose los tejidos anaranjados, preguntando por todo y para que servia cada cosa, terminé comprando un paraguas granate y una bolsa naranja, equipo del monje viajero. La visita resulto entretenida, nos divertíamos con la murciana, una mujer ejemplar.

A la salida cruzamos por un paso elevado hasta llegar a la explanada frente a la estación, presidida por una estrafalaria estatua dorada sobre un pedestal negro de Sir Henry Locote (1832-1907). Y quien es este individuo, pues es un coronel norteamericano convertido al budismo y fundador de la primera Sociedad Teosófica, llegó a Sri Lanka en 1890 y fue uno de los creadores de la bandera budista. Accedimos a su interior con la simple intención de curiosear, incluso nos dejaron pasar irregularmente por un torno restringido a viajeros, argumentando que sólo queríamos asomarnos al andén. Ya atardecía y la poca iluminación de aquellas galerías tan sombrías y concurridas le confería a la nave un aspecto bastante singular. No tardamos mucho en salir.

vendiendo rambutan en las calles del barrio de Pettah

Aún nos quedaban unas últimas compras, una de nuestras compañeras catalanas buscaba una flauta un tanto especial, también traía la dirección apuntada en un pequeño papel, en el hotel le habían facilitado el nombre de un establecimiento donde la encontraría. Decidimos que nos acercaríamos todos a acompañarla. Frente a la estación tomamos dos tuk tuk indicándole a uno de sus conductores que nos acercase a la dirección que le mostramos. Acordamos por el trayecto un precio de 250LKR, 1,64 euros. Estos individuos son muy resueltos parecen saber donde está todo, pero en este caso no era así, paró por lo menos diez veces a preguntar. Cogimos por Olcott Mawatha, en dirección Este, en busca del East Lake, pasamos frente a la Terminal de Autobuses, callejeamos algo, no, mucho más de tres o cuatro calles en las que el conductor paraba cada dos por tres, hasta que llegamos a un vetusto centro comercial de tres plantas, en sus calles interiores se encontraban casi todas las tiendas cerradas, uno de los conductores que nos acompañaba con el papelito en la mano preguntaba en las escasas tiendas abiertas, al final la encontramos, pero cerrada.

 

Ya estaba atardeciendo, así que decidimos que los mismos vehículos nos acercaran al hotel. Una de las catalanas llevaba la voz cantante en la negociación del precio del transporte, mientras que el resto la apoyábamos o simplemente observábamos. Le inquirió a los conductores que nos llevasen al Galle Face por el mismo precio, que el trayecto había sido muy corto, el representante de los dos conductores le decía que no, que eran otras 250LKR. La discusión subía de tono, el propietario del tuk tuk, repetía que no y que se iba. Nos montamos en los vehículos y le dijimos que nos llevase al hotel, que no nos bajábamos, que les daríamos 50LKR más. Todo el trayecto fue una pura discusión entre los dos, me miraba con otra compañera que iba sentada a mi lado, los dos por supuesto callados y solidarios con la regateadora. Llegamos ya de noche al hotel, nos bajamos y les entregó las 50 rupias pactadas unilateralmente, unos 32 céntimos de euro. Un tanto alucinado por lo ocurrido recordé aquella historia, que creo que un día me contó Javier; bueno, pues eso, resulta que:

Barcelona una gran urbe cosmopolita

Khalil, un joven de la populosa ciudad kuwaití de Farwaniya, hijo del poderoso emir Nahum, estudiaba en la Universidad Ramón Llull de Barcelona. Una mañana, al salir para clase se desmayó en el recibidor de la moderna Residencia de estudiantes de Sarria en la que se alojaba. El conserje fue a socorrerlo, y como no se reanimaba lo montó en su pequeño utilitario y directamente lo acercó por la rápida autovía B-20 al Hospital Universitario Vall d´Hebron, donde lo atendieron perfectamente. Un médico salió a la sala de espera y preguntó por algún familiar del joven. El portero le contó lo sucedido. El doctor le dijo que el estudiante padecía una rara enfermedad y que necesitaba urgentemente una transfusión, pero que la sangre era un grupo rarísimo. La fortuna hizo acto de presencia, ya que aquel humilde trabajador tenía su grupo, así que manos a la obra. No tardo en recobrar el conocimiento y ambos regresaron felices a la Residencia. No tardó más de un mes en presentarse Nahum en la residencia, su hijo le dijo que estaba tan agradecido a Manel que quisiera que le hiciese un buen regalo. En el acceso al Complejo se encontraba luciendo sus mejores túnicas el árabe, uno de sus empleados le entregó al conserje las llaves de un precioso Rolls Royce Phantom Black 2010 que lucia como un brillante en la entrada de la residencia. Pero aquí no acaba la historia dos meses más tarde Khalil tuvo un nuevo desmayo y ya sabia a quien tenia que acudir. Se repitió aquella escena de agradecimiento, ahora el presente era un bonito Mercedes Clase E Coupé. Parecía que se recuperaba el joven cuando de nuevo necesito de Manel y éste ya mal acostumbrado esperaba ansioso su presente, en este caso fue una moto BMW R850 Adventure roja. El empleado de la residencia ya observaba como el valor de los regalos iba disminuyendo. Prueba de ello fue el último, una bicicleta. Cuando se la entregó Khalil, Manel le inquirió, ¡tal vez mi sangre ya no te haga tanto efecto!, «no, que va, querido amigo» le respondió el árabe, «es que con tanta transfusión, cada día me siento más catalán».

tienda budista Lumbini en Olcott Mawatha en Pettah

Con independencia de la anécdota, resulta que ya poco tiempo nos quedaba. Decidí subir a la habitación, buscar el billete de embarque para la vuelta que lo tenía extraviado en la maleta y darme una ducha. Cuando llegué, Sonia escribía unas postales y mi compañero se arreglaba ya para la partida. La guía me comentó que ya le habían enviado una copia de mi embarque por correo electrónico, el mismo que encontré tras poner la maleta patas arriba, de todas formas fue de agradecer su diligencia. Me aseé convenientemente y di un nuevo repaso al equipaje, que dejé listo, ya preparado para la cena, bajé a recepción, aprovecharía para mirar por última vez el correo y curiosear un poco por los alrededores hasta las 9:00, hora en la que habíamos quedado para la cena de despedida.

 

Después de mirar el correo, donde coincidí nuevamente con mi compañero, tropecé con un grupo de nativos bastante arreglados, eran los asistentes a una boda, ya esta mañana se dejaban ver, pero esta tarde noche era la celebración. Es otra de las curiosidades de este establecimiento, común con otros que hemos visto días atrás en otros lugares de la Isla, en este caso, dado lo señorial del edificio, la oferta del local se suscribe a familias de alto poder adquisitivo, prueba de ello son las elegantes galas que lucen sus miembros, y aunque los hombres visten trajes oscuros de corte occidental, las mujeres exhiben hermosos saris estampados de seda. Amenizan la velada bailarines y músicos contratados para la ocasión, que van engalanados como aquellos que vimos en el Parahera de Kandy. Para el convite tienen preparados los grandes salones que dan a la fachada principal, en el ala izquierda del hall, justo al lado de la galería de arte y del museo del hotel, en aquel que se exponen las distintas piezas relativas a la historia del establecimiento.

de vuelta a Sevilla

Aún me quedaba algo de tiempo y salí a la calle a fumar, era ya noche cerrada y sin apenas rastro de la luna llena, hacia bastante calor. Delante del hotel se divisaba el Galle Face Green, el paseo marítimo por excelencia de Colombo, el más grande y elegante. El nombre se lo da el particular suelo terrizo de esta explanada que suele estar tapizado con una especie de césped, siempre verde por las lluvias de los monzones. Es el verdadero corazón de la ciudad, y aunque fuese de noche estaba concurridísimo, grupos de chavales, parejas de novios, niños correteando y familias enteras paseando. Muchos puestecillos ambulantes de venta de chucherías o de frituras, los niños volando cometas me recordaban el gran paseo de ceremonias que construyeron en Beijín para los JJOO y que preside la explanada que queda entre los estadios del Nido y del Cubo de Agua. Dando vueltas y entretenido viendo a tanta multitud, tropecé de nuevo con mi compañero, deambulando como yo. Regresamos al rato cuando pensamos que ya era la hora acordada para reunirnos en el hall del hotel y marchar a cenar.

 

Subimos a la habitación y regresamos con el equipaje para que los conductores lo fuesen acomodando en el vehículo para el último trayecto. Parecía que el grupo se había preparado para la ocasión, la última cena, las chicas eran más chicas y nosotros más de ciudad, se palpaba el deseo de regresar a nuestras tierras. Llegó Sonia y dijo que el restaurante en el que había realizado la reserva no quedaba muy lejos, así que el grupo comenzó a seguirla. Salimos bordeando el hotel hacia la derecha para tomar por Galle Rd en dirección Sur en esa misma calle y a unos quinientos metros calculó, en la misma acera de la manzana costera, se encontraba un restaurante en un alto bloque de apartamentos de reciente construcción, el Ceylon Turist Board, para más señas, frente al hotel Cinnamon. Nos tenían preparada una mesa alargada en la que nos sentamos todos, caí en un extremo, frente a la guía. La comida no estuvo mal, aunque mi plato tardo quizás más de la cuenta en ser servido, fui de los últimos. Departimos en la cena acerca de nuestra visita a la Isla, como no cabria, por otra parte de esperar. Podríamos decir que con este acto dimos por finalizado el viaje. Una vez de regreso al hotel, todo fueron tediosas horas de espera, embarques y vuelos.

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© Víctor Díaz López